Reales
Alcázares de Sevilla
Introducción
Los
Reales Alcázares de Sevilla representan, junto a La
Giralda, el legado hispanomusulmán más importante
de la capital del Guadalquivir. Sin embargo, en la actualidad no
queda más que un vago reflejo de lo que en su día
fue. El visitante tiene la impresión de entrar en una sucesión
de palacios y castillos que recuerdan muy poco al carácter
defensivo y militar con el que se supone debe contar un alcázar.
Los Reales Alcázares son una espectacular
sucesión de espacios, correspondientes a diferentes momentos
históricos, que reflejan los gustos artísticos y los
intereses propagandísticos de los diferentes gobernantes.
A todos estos derribos y construcciones hay que sumar los graves
daños que sufrió el edificio, tras el terremoto de
Lisboa en 1755; y el largo periodo de abandono en el que se sumergió
todo el conjunto hasta mediados del siglo pasado, cuando se inició
un progresivo periodo de estudio, investigación y recuperación,
que todavía no ha finalizado.
Debido al legado histórico-artístico
que supone, desde el año 1987 el conjunto formado por la
Catedral, los Alcázares y el Archivo General de Indias están
declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
La prehistoria de los Reales Alcázares
Las primeras noticias que tenemos de una
construcción en el espacio que en la actualidad se corresponde
con los Reales Alcázares, datan del siglo I d. C., época
en la que parece que se construyó el Colegio de Olearios.
Sobre sus ruinas, en época visigoda se edificó la
basílica paleocristiana de San Vicente. Para la construcción
del palacio de Pedro I (1356 - 1366) se reaprovecharon algunos fustes
y capiteles de este edificio, único vestigio que ha llegado
hasta nuestros días.
Sevilla fue conquistada por el califato
Omeya tan sólo un año más tarde que Córdoba,
en el año 712. En ese momento se derribó la basílica
para construir la primera obra militar. Parece que se trataba de
un recinto de planta cuadrangular, fortificado, y anexo a las murallas.
Durante el periodo de los primeros reinos de taifas, se realizaron
diversas construcciones, tales como establos y almacenes, que no
debieron alterar demasiado el edificio en su conjunto. La alcazaba
comenzó a cobrar importancia en la primera mitad del siglo
XII, bajo la dinastía Abbadí, cuando el espacio se
duplicó debido a la construcción de un gran palacio
levantado junto al recinto anterior, bajo el actual patio de la
Montería, del que tan sólo se conservan algunos restos
arqueológicos.
El Alcázar almohade
Cuando los almohades llegaron a Al-Andalus,
convirtieron la ciudad de Sevilla en la más importante de
la península, fijando en ella su capital a partir del año
1172. Bajo el califato de Abu Yusuf Yaqub al-Mansur (1184-1199)
se levantaron nuevos edificios destinados a la residencia del califa
y su corte. Su construcción obedeció a un programa
arquitectónico creado de antemano, que tenía el objetivo
de representar simbólicamente el nuevo poder. Por este motivo,
a excepción de las murallas, se derribó cualquier
resto de las edificaciones anteriores, y se llevaron a cabo hasta
un total de doce palacios. En el lugar en el que se encuentra el
Patio de la Montería, sobre los cimientos del palacio abbadí,
se construyó un gran edificio, que parece que se organizaba
en torno a un patio alargado con crucero y estancias en los flancos
norte y sur, siguiendo el mismo esquema del patio de la Aljafería
de Zaragoza.
En la campaña arqueológica
llevada a cabo entre 1997 y 1999 se encontró un sabat o pasaje
privado junto a la fachada sur de la catedral, que coincide con
el muro de quibla de la mezquita. El profesor Daniel Jiménez
Maqueda ha demostrado la existencia de un acceso directo desde el
palacio almohade, que permitía al califa alcanzar la macsura
evitando cualquier peligro.
Todos estos palacios tenían unas
dimensiones y una tipología similar, a excepción del
Cuarto Real o de Crucero, destinado a la residencia del califa,
cuyo tamaño e importancia era superior a los demás.
De este Cuarto Real tan sólo conservamos los denominados
baños de María de Padilla, que se construyeron en
el siglo XIII sobre el patio de Crucero. Originalmente este palacio
se encontraba dividido en dos niveles, de los cuales los baños
de doña María constituyen una parte del inferior.
La estructura almohade era mayor que la actual, y tenía una
gran alberca central, con pórticos laterales, sobre los que
se encontraba el segundo nivel, con estancias que se abrían
hacia el patio.
Al norte del Patio de la Montería
se encuentra el Patio del Yeso. Es un lugar que ha sufrido varias
restauraciones, pero con todo, es el espacio más significativo
conservado del alcázar almohade. Tiene una planta rectangular,
con una alberca central y un pórtico en el lado sur. En él
se pueden ver siete arcos polilobulados, característicos
de la arquitectura almohade. El central es de mayor tamaño,
y a ambos lados, otros tres arcos más pequeños configuran
un esquema tripartito. Sobre los arcos laterales hay un paramento
calado con decoración de sebqa, mientras que encima del arco
central se puede ver una decoración a base de curvas entrelazadas.
Atravesando este arco se llega a un doble vano compuesto por arcos
de herradura apoyados en una columna central, sobre los cuales hay
dos pequeñas ventanas con celosías. Estos arcos permiten
el acceso a una sala de planta rectangular.
La construcción del Palacio
Gótico
Sevilla fue anexionada a la Corona de
Castilla en el año 1248 y tan sólo seis años
más tarde, en el 1254, se comenzó la construcción
de un nuevo edificio que modificó la estructura almohade,
bajo el reinado de Alfonso X el Sabio (1252 - 1284). En él
se estableció su Corte, creando un edificio de marcado carácter
público. Para ello se eligieron los más innovadores
modelos de la arquitectura gótica de ese momento, demostrando
de esta forma el nuevo poder con un estilo netamente cristiano.
Un siglo después, cuando se realiza la construcción
del palacio de Pedro I, ya no era necesario marcar la diferencia
con respecto al poder anterior, y este nuevo lenguaje se relajará,
buscando una influencia islámica, que se consiguió
gracias a la obra de mano mudéjar.
La construcción del Palacio Gótico
consistía en un gran edificio de planta rectangular, con
cuatro torres en las esquinas y muros almenados a modo de castillo,
aunque hoy es muy difícil ver esta estructura, debido a las
modificaciones que ha sufrido a lo largo del tiempo. En el Renacimiento
se abrieron unas grandes ventanas que se asoman a los jardines,
y también se instaló en su interior un zócalo
de azulejos. Este edificio sufrió de manera particular los
daños del terremoto de Lisboa (1755), y las bóvedas,
el pórtico, el salón de tapices y el patio de crucero
fueron reconstruidos bajo el prisma de la estética barroca,
con lo que resulta muy difícil ambientar el espacio medieval.
La Sala de Justicia o de los Consejos
Entre el reinado de Alfonso X y el de
Pedro I (1350-1366) la principal construcción que se realizó
en los Reales Alcázares es la denominada Sala de Justicia
o de los Consejos. Fue mandada construir por Alfonso XI (1312 -
1350) a principios del siglo XIV sobre el mexuar de los palacios
almohades. Se trata de una estancia situada junto al patio del Yeso.
Tiene una planta cuadrada cubierta con una armadura mudéjar
de madera, y en sus paredes se pueden ver yeserías con decoraciones
vegetales y escudos.
El palacio mudéjar o de Pedro
I
El palacio de Pedro I restituyó
al primitivo recinto musulmán la herencia de Al-Andalus,
constituyendo uno de los ejemplos más significativos de la
denominada arquitectura mudéjar, si bien para ello fue necesario
suprimir parte de los antiguos recintos hispanomusulmanes. Fue construido
en tan sólo diez años, entre 1356 y 1366, por alarifes
mudéjares procedentes de Toledo, Granada y Sevilla. Era la
residencia privada del gobernante, en contraposición con
el marcado carácter público del Palacio Gótico.
Tiene una planta rectangular, con diferentes estancias articuladas
en torno a dos patios, el de las Doncellas, con las habitaciones
más protocolarias; y el patio de las Muñecas, centro
de las salas de carácter privado.
El Patio de la Montería se constituyó
como el auténtico centro neurálgico de esta nueva
construcción. Aunque hoy su aspecto se ha modificado, todavía
se aprecia uno de los elementos más significativos del palacio
mudéjar, su gran fachada monumental.
Fachada del Rey Don Pedro
Ésta se encuentra dividida en dos
niveles. En el inferior se puede ver en los laterales unas arquerías
que seguramente tuviesen continuidad en los otros tres lados del
patio; y sobre las mismas una estructura de siete arcos de medio
punto, uno central más ancho y largo, y una composición
tripartita formada por otros tantos arcos de menor luz a ambos lados.
En el núcleo de la fachada se encuentra
una portada monumental, dividida en tres calles verticales, separada
en dos niveles por medio de una imposta. En la central encontramos,
en la parte inferior, la portada de acceso con un dintel adovelado,
y, a ambos lados, un arco polilobulado que apoya en dos columnas
de mármol, y sobre el mismo, decoración de sebqa.
En el nivel superior encontramos un esquema
de tres arcos polilobulados en la franja central, y otros dos arcos
de la misma tipología en los laterales.
Remata el conjunto un monumental alero
de madera, ricamente policromado, que convierte a esta fachada en
el protagonista del patio de la Montería.
El Patio de Doncellas
El Patio de Doncellas de los Reales Alcázares
de Sevilla, auténtica joya del mudéjar sevillano,
presenta una planta rectangular. Tiene un pórtico perimetral
con arcos polilobulados apeados sobre dobles columnas y un jardín
rehundido que se divide en dos por medio de una alberca longitudinal,
que remata en forma de T.
El patio ha sufrido diferentes reformas
a lo largo del tiempo, siendo la estructura original un descubrimiento
sorprendente, que se produjo en el año 2002. A finales del
siglo XVI se taparon la alberca y el jardín con losas de
mármol y se colocó una pequeña fuente en el
medio. El espacio mantuvo este aspecto hasta que se descubrió
su verdadera estructura.
En la planta superior del patio se puede
ver una galería de arcos de medio punto, con una balaustrada
y columnas de mármol, que fue construida durante el reinado
de Carlos I (1516-1556).
El Salón de Embajadores
En el costado oriental del patio se levanta
una de las fachadas del Palacio Gótico, y en las otras tres
se abren las diferentes salas que componen el piso inferior del
palacio: las salas Regia y la Alcoba Real en un lateral, y el Salón
de Carlos V en el costado contrario.
En el lado occidental se encuentra el
Salón de Embajadores, concebido como salón del trono.
Se trata de una estancia de planta cuadrada, con una gran bóveda
de media naranja que apoya sobre pechinas con decoración
de mocárabes. No es la cubierta original, ya que fue levantada
en el año 1427. En los muros encontramos decoración
de azulejos y yeserías con motivos vegetales.
En dos de sus lados hay un esquema de
tres arcos de herradura apoyados en finas columnas de mármol
con capiteles reaprovechados.
Los grandes balcones de la parte superior
fueron construidos a finales del siglo XVI, y rompen con la estética
mudéjar. A comienzos del siglo XVII se decoró la parte
alta de los muros con los retratos de los reyes cristianos, desde
Recesvinto hasta Felipe III.
A ambos lados del Salón de Embajadores
se abren otras dos pequeñas estancias, que destacan por su
exquisita decoración de yeserías con motivos vegetales
en sus muros, y unos tondos con decoración figurativa que
representa escenas de caza y temas caballerescos.
El Patio de Muñecas
El patio de muñecas, y las habitaciones
de su entorno, constituyen el ámbito más privado del
edificio. Es un espacio de planta rectangular, con una galería
perimetral con arcos polilobulados que apoyan sobre columnas califales
de mármol blanco, negro y rosado, procedentes de Madinat
Al-Zahra. Entre los siglos XVI y XVII se construyó la galería
superior.
A este patio se abren la Sala de los Reyes
Católicos, el Cuarto del Príncipe y la Sala de los
Pasos Perdidos.
Los jardines
En la actualidad, los jardines de los
Reales Alcázares de Sevilla ocupan más de 70.000 metros
cuadrados, y son una sucesión de espacios de diferentes épocas
y estilos. Nacieron por la necesidad de contar con una huerta dentro
del recinto defensivo, pero a medida que se iba perdiendo el carácter
militar del recinto fueron transformándose en lugares de
descanso.
Quizás el parterre que más
destaca es el Jardín de Mercurio, con un estanque de grandes
dimensiones que reaprovecha una antigua alberca, y en cuyo centro
hay una estatua del dios del comercio, con un telón de fondo
formado por un muro con grutescos.
Otros espacios destacados son el
Jardín de las Flores, el del Príncipe o el de la Danza,
frente a los Baños de María de Padilla. En todos ellos
el agua se encuentra presente por medio de fuentes y estanques,
y una naturaleza desbordante armoniza con los pabellones y los cenadores
que han sufrido constantes transformaciones desde su creación
hasta mediados del siglo XIX.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)