La
importancia política de Castilla en detrimento de León
era una tendencia que ya se apuntaba y que durante el reinado de
Alfonso VIII queda clara, para consolidarse con el acceso al trono
de Fernando III y la unión definitiva de ambos reinos.
Por su parte, la victoria
de Las Navas de Tolosa (1212) no sólo acabará con
el poder de los almohades, sino que abrirá las puertas de
Andalucía a sus herederos, que con sus conquistas limitarán
la existencia de lo que fuera Al-Andalus al Reino de Granada hasta
su desaparición en 1492.
La
predominancia de Castilla y las disputas con León y Navarra
Curiosamente, el comienzo
del reinado de Alfonso VIII no fue fácil. Hijo de Sancho
III de Castilla y Blanca de Navarra subió al trono cuando
contaba apenas tres años, abriéndose entonces un periodo
anárquico, caracterizado por el enfrentamiento entre las
poderosas familias de los Lara y los Castro, que se disputaron su
tutela y la regencia, junto a Fernando II de León, que ejerció
durante algún tiempo la tutela del niño, y aprovechó,
al igual que Sancho VI de Navarra, este periodo para aumentar sus
territorios a costa de los de Castilla.
Por ello, una vez asumido
el poder (1169) Alfonso VIII orientará su política
hacia la recuperación de las tierras perdidas durante su
minoría a favor de León (Tierra de Campos) y de Navarra
(La Rioja), lo que enfrentará a Castilla con León
y Navarra durante largas décadas.
La competencia con León
se deberá fundamentalmente a cuestiones fronterizas y será
una constante durante todo el reinado, jalonado por la firma de
diversos tratados, que darán lugar a períodos de estabilidad
y buenas relaciones.
Entre los diversos acuerdos
destaca el matrimonio entre Alfonso IX de León y la princesa
Berenguela, hija de Alfonso VIII, realizado en 1197, que incluía
como dote las plazas fuertes en disputa, y dio lugar a un periodo
de tranquilidad. Pero el papa Inocencio III declaró nulo
el matrimonio por razones de parentesco que se disuelve en 1204,
volviendo Berenguela a Castilla, lo que deshace el acuerdo de paz
y promueve de nuevo los enfrentamientos.
No obstante, este matrimonio
será de gran importancia en el futuro, ya que un hijo de
esta unión, Fernando, se convertirá en Fernando III,
primero de Castilla (1217), luego de León, uniendo ambos
reinos a la muerte de su padre en 1230.
Con respecto a Navarra,
Alfonso VIII buscará recuperar los territorios que le habían
sido arrebatados, para lo que emprenderá entre 1173 y 1176
diversas expediciones tendentes a restaurar las fronteras anteriormente
existentes, lo que no sólo logró con la recuperación
de La Rioja en 1173, sino que además se anexionó Álava
y Guipúzcoa (1200), que pasaron definitivamente a formar
parte del Reino de Castilla bajo la autoridad de Diego López
de Haro, Señor de Vizcaya.
El dominio
de Álava y Guipúzcoa interesaba a Alfonso VIII porque
unía sus dominios castellanos con los de Aquitania, a los
que se consideraba con derecho por su matrimonio. Alfonso VIII se
había casado con 1170 con Leonor de Inglaterra, hija de Enrique
II de Inglaterra y Leonor de Aquitania, que llevó como dote
el ducado de Gascuña, cuya posesión nunca se hizo
efectiva, y los intentos que el monarca llevó a cabo para
ello tampoco no tuvieron éxito.
La
decadencia del poder musulmán
Otra de las constantes del
reinado será la política relativa a Al-Andalus. En
primer lugar, tratará Alfonso VIII de evitar que Aragón
se extienda por las zonas de influencia castellana, en especial
las dominadas por el llamado Rey Lobo, que mantuvo un reino independiente
de los almohades en Murcia-Valencia-Albarracín.
La
expansión hacia el sur de Aragón llevará a
enfrentamientos que finalizarán con la firma del acuerdo
de Cazola en 1179 con Alfonso II el Casto, rey de Aragón,
por el que se repartieron los territorios musulmanes y delimitaron
sus respectivas zonas de expansión: Castilla concedía
libre y perpetuamente al monarca aragonés todo el país
valenciano, incluidas las ciudades de Valencia, Játiva y
Denia, hasta el puerto de Bihar (Alicante), y el monarca aragonés
hacia lo propio con todas las tierras situadas más allá
de dicho puerto. Con este tratado quedaban ya prefigurados los que
van a ser, a partir del siglo XIII, los grandes Reinos peninsulares
de Castilla y León y Aragón-Cataluña.
En cuanto a los almohades,
principales dominadores del territorio musulmán peninsular
en este periodo, se alternaron los enfrentamientos con diverso resultado,
con paces y treguas, en momentos en los que la neutralidad almohade
era necesaria para Castilla, concentrada como estaba en sus enfrentamientos
con León y Navarra.
En 1177 los almohades continuaban
hostigando las tierras fronterizas de Castilla y atacaron Uclés.
Esto debió decidir a Alfonso VIII a asegurar sus posiciones
por tierras de Cuenca, conquistando esta ciudad en ese mismo año,
para lo que contó con la ayuda de Alfonso II de Aragón.
En los años siguientes
continuaron las campañas por tierras andaluzas y la ampliación
de las conquistas en la zona del Júcar (1183-1185). Alarmados
por ello los almohades y ante el peligro que suponían, el
Califa Abu Yacub pasó a la península, desembarcando
en Tarifa con un gran ejército, y declarando la guerra santa
contra los cristianos (1195).
La
campaña culminó con la derrota de Alarcos (1195),
la retirada de Alfonso VIII a Toledo y la caída de Calatrava
y otras plazas fuertes, momento que marca el apogeo del poder almohade
en la península, que controlaba su área central y
no dejaba de hostigar a los reinos cristianos.
Sin embargo la victoria
fue efímera. El papa Inocencio III, junto al Arzobispo de
Toledo Ximénez de Rada, llevaban tiempo predicando la necesidad
de solventar las diferencias entre los reinos cristianos y su unión
en una cruzada frente al Infiel. Será una nueva campaña
del Califa almohade, que acabó con la toma del Castillo de
Salvatierra (1211), la que provoque la unión entre los reyes
cristianos, así como la predicación de una nueva Cruzada.
Oficialmente sólo
Pedro II de Aragón y Sancho VII de Navarra participaron con
sus huestes reales, aunque muchos caballeros leoneses, gallegos
y portugueses se unieron al ejército cruzado, que reunido
en Toledo, avanzó por tierras de Toledo y Ciudad Real, recuperando
las plazas perdidas hasta la definitiva victoria de Las Navas de
Tolosa (1212), con la que queda expedito el camino hacia el sur
peninsular y el Imperio Almohade se derrumba definitivamente.
Otros
aspectos destacables del reinado de Alfonso VIII de Castilla
Otros
aspectos a destacar del reinado son la labor repobladora y legislativa
de Alfonso VIII. De la primera, las grandes beneficiarias fueron
las Órdenes Militares, en especial Calatrava y Santiago que
recibieron importantes territorios en La Mancha y Cuenca; con la
segunda, el rey concedió fuero a muchas ciudades, sobresaliendo
por su importancia y difusión posterior el otorgado a Cuenca.
En el movimiento intelectual promovió la fundación
de escuelas catedralicias y, sobre todo, del Estudio General de
Palencia (1209), que se considera la primera Universidad de España.
Alfonso VIII morirá
en 1214 dejando como heredero a Enrique I, que accederá al
trono con sólo 10 años, y cuya prematura muerte en
1217, hará recaer la corona en su hija Berenguela, que en
el acto de proclamación renunció al trono en favor
de su hijo Fernando, habido con Alfonso IX. Éste, como Fernando
III, aunará bajo su cabeza las coronas de Castilla y León,
iniciando así la andadura definitiva del Reino Castellano-Leonés.