Biografía
de Wifredo el Velloso
Introducción
Wifredo
el Velloso (Guifré el Pilós en catalán) fue
conde Cerdaña y Urgel (870-897) y de Barcelona, Gerona y
Besalú (878-897), llegando a ostentar también el título
de marqués. Su obra más importante fue la incorporación
de los territorios que pasarían a formar el condado de Osona.
Allí fundó los monasterios de Ripoll y de Sant Joan
de les Abadesses, convertidos en puntales de la repoblación,
y promovió la restauración del obispado de Vich.
Wifredo, además,
supo aprovechar las dificultades por las que atravesaba la monarquía
franca en esos años para fortalecer su posición al
frente de los condados y consolidar su independencia. Así,
se convirtió en el último conde nombrado directamente
por un rey franco, pues, tras su muerte, sus hijos se convirtieron
en herederos de sus estados sin que se produjera la intervención
de la monarquía carolingia.
Nacimiento
y orígenes familiares
Wifredo el Velloso
(840?-897) fue hijo del magnate Sunifredo de Urgel y de su esposa
Ermesinda, con la que tuvo, al menos, otros cuatro hijos: Sisenando,
Sunifredo, Radulfo y Miró.
La genealogía
de Sunifredo no está tan clara y ha sido objeto de un encendido
debate por parte de los especialistas. J. Calmette afirmó
que era hijo de Aznar Galindo y que, en el momento de su designación
por Carlos el Calvo como conde de Barcelona, ya estaba al frente
del condado de Urgel; Dom Vaissette le hizo descender de un tal
Borrell, conde de Ausona por nombramiento de Carlomagno, y Ramón
d´Abadal le considera hijo del conde Belló de Carcasona,
siendo ésta la hipótesis más aceptada.
Sunifredo, por
tanto, pertenecía a la casa condal de Carcasona. De acuerdo
con esta interpretación, la rama mayor de la familia conservó
el condado de Carcasona, mientras que la menor, integrada por Sunifredo
de Barcelona y su hermano Suñer de Ampurias, pasó
a Cataluña, donde personificarían la lealtad a Carlos
el Calvo y sus descendientes.
Política
Llegada
al poder: investidura condal y proceso de concentración de
los condados catalanes
La muerte del
rey franco Luis el Piadoso (840) y las luchas que acompañaron
al tratado de Verdún (843) dieron lugar a cambios importantes
en los linajes gobernantes de Cataluña, territorio dependiente
del Imperio carolingio. El conde de Barcelona, Bernardo de Septimania,
apoyó a Luis el Germánico contra sus hermanos Lotario
y Carlos el Calvo. Sin embargo, el Tratado de Verdún por
el que se firmaba la paz, dividía las tierras del Imperio
carolingio de tal forma que la parte occidental de éste fue
adjudicada a Carlos el Calvo, quien destituyó a su antiguo
enemigo (844) y confió los condados de Barcelona, Gerona
y Narbona a Sunifredo, conde de Urgel-Cerdaña, y padre de
Wifredo el Velloso. Su hermano Suñer recibió los condados
de Ampurias y Rosellón.
El gobierno
de Sunifredo en Barcelona duró sólo cuatro años
(844-848) pues Carlos el Calvo no disponía de las fuerzas
necesarias para hacer efectivos los nombramientos. Así, tanto
Suñer como Sunifredo fueron expulsados por los fieles de
Bernardo de Septimania, dirigidos ahora por su hijo Guillermo (848).
Muerto Sunifredo, y tras un período de anarquía, Carlos
el Calvo pudo recuperar estos condados y optó por poner al
frente de los mismos a personajes de origen franco. Sin embargo,
los nuevos condes francos resultaron malos gobernantes, ya por incapaces,
como Oldarico, ya por rebeldes, como Hunfrido (858-865) y Bernardo
de Gotia (865-878).
Las tendencias
secesionistas de éstos obligaron al monarca a combatirlos,
siendo, finalmente, los dominios de Bernardo de Gotia repartidos
entre Wifredo el Velloso, Miró y Suñer II, descendientes
de los condes Sunifredo y Suñer, respectivamente. En tal
designación pudo jugar un papel importante la fidelidad demostrada
por la casa condal de Caracasona, a la que pertenecía Wifredo,
a la monarquía carolingia. Ello merecería una recompensa
por parte de Carlos el Calvo, que hacia el 868 otorgó a Wifredo
el condado de Urgel-Cerdaña. Abadal supone que la investidura
pudo tener lugar en la asamblea de Attigny de 870. Su hermano Miró
fue nombrado conde de Conflent y, el primo de ambos, Suñer
II, recuperó el condado paterno, Ampurias.
Algunos años
más tarde, en el 878, Wifredo fue nombrado por Luis el Tartamudo
conde de Barcelona, Gerona y de Besalú, recibiendo, además
la dignidad de marqués. A su hermano Miró le fue asignado
el condado de Rosellón. Cuando Miró murió en
el año 896, el condado de Rosellón-Conflent pasó
a manos de su hermano Wifredo el Velloso.
La investidura
condal de Wifredo, por tanto, todavía debe al nombramiento
real pero, a partir de él, la transmisión del poder
tendrá carácter hereditario.
Distanciamiento
del imperio carolingio
Durante el gobierno
de Wifredo el Velloso, los condados catalanes dieron un paso decisivo
en su proceso de desvinculación del Imperio carolingio, del
cual formaban parte. Este proceso llevado a cabo por los condes
de la primitiva Cataluña fue más lento que el de sus
colegas del Pirineo central (Pallars y Ribagorza). Pero las dificultades
que fueron atravesando los sucesores de Carlomagno favoreció
la posición de personajes como Wifredo el Velloso, quien,
aunque no puede ser considerado como el primer conde independiente
de los francos, sí fue el primer conde hereditario y el fundador
de la dinastía catalana pues, tras su muerte (898), sus posesiones
fueron repartidas entre sus herederos. Pero, aunque los lazos entre
el condado de Barcelona y la monarquía franca se debilitaron
en la práctica a partir de mediados del siglo IX, nunca se
rompieron formalmente y Wifredo y sus herederos siguieron datando
sus documentos según los años de reinado de los monarcas
francos.
En época
de Wifredo se consuma el proceso que identifica autoridad y propiedad.
Es decir, la aspiración de cada conde de convertir en hereditario
el cargo y las posesiones recibidas del monarca se convierte ahora
en una realidad. Los condes dejan de ser funcionarios nombrados
por el rey para convertirse en una nobleza hereditaria.
Dos hechos contribuyeron de forma decisiva en este proceso de independencia
de los condados catalanes con respecto al Imperio carolingio:
El primero,
el Capitular de Quiercy (877), por el que el monarca franco Carlos
el Calvo daba un paso decisivo para la transmisión hereditaria
de los cargos otorgados por la corona.
En segundo lugar, la progresiva desvinculación del Imperio
carolingio sería inexplicable sin la existencia del mundo
islámico. La presencia de musulmanes hizo que la población
viese en los condes a sus jefes naturales, especialmente cuando
se producen ataques que sólo ellos rechazan. Aunque teóricamente
el emperador encarna la autoridad, en la práctica, el poder
es ejercido por el conde, al que se confía la administración,
la justicia, la política interior y, en caso necesario, la
defensa militar del territorio.
Repoblación
La obra más
importante de Wifredo fue la repoblación del centro de Cataluña,
una región devastada y casi despoblada a raíz de la
rebelión antifranca del godo Aizón o Aissó
(826-827) y de la incursión de Abu Marwan en el 827.
Las disensiones
musulmanas le permitieron consolidar sus posesiones y ampliarlas,
ocupando, sin grandes dificultades, las comarcas de Vich, Ausona,
Ripoll y Montserrat, y llegando en su acción hasta la desembocadura
del río Llobregat.
La comarca de
Vich era, antes de su ocupación por parte de Wifredo, una
extensa tierra de nadie situada en la frontera entre carolingios
y musulmanes, estabilizada desde comienzos del siglo IX en la línea
formada por las sierras de Boumort, Cadí, Montserrat y Garraf.
Esta tierra de nadie separaba dos líneas de condados: los
pirenaicos al noroeste y los marítimos al este. Quedaba en
el centro interior un territorio marginal constituido por la antigua
diócesis de Ausona-Plana de Vich.
La reunión
en manos de Wifredo de los condados de Cerdaña-Urgel, Gerona-Besalú
y Barcelona planteó la necesidad de repoblar la región
de Vich y el Bagés, a través de las cuales se comunicaban
los condados orientales y occidentales.
La gran labor
repobladora por la cual el conde Wifredo reorganizó el territorio
de la Cataluña central se llevó a cabo en varias fases:
La inicia por
el valle de Lord (872-878) y la prosigue por el Ripollés
(desde el 879). En esta primera fase se apoyó, principalmente,
en dos grandes fundaciones monásticas: Ripoll y San Juan
de las Abadesas, de las que irradiarían villas, aldeas y
masías, extendiéndose la tarea repobladora hasta Vallfogona.
La segunda zona
repoblada y restaurada fue la Plana de Vich (desde 881), prácticamente
despoblada. La actividad repobladora resultó aquí
my intensa, desarrollándose en torno a las ciudades de Vich
y de Manresa. Se restauró la antigua diócesis de Vich
(886) y se creó el condado de Ausona.
En la labor de colonización de estas dos zonas cobró
gran importancia el elemento eclesiástico. Además
de restaurar la diócesis de Vich, Wifredo fundó los
dos grandes centros benedictinos de Cataluña: los monasterios
de Santa María de Ripoll y de San Juan de las Abadesas.
Estas fundaciones
y restauraciones se convirtieron en focos de repoblación
de las tierras ocupadas y serán beneficiarias, desde fecha
muy temprana, de un proceso de acumulación de tierras.
Wifredo fundó
San Juan de las Abadesas en el 885, siendo la primera abadesa del
monasterio su hija Emma. Santa María de Ripoll fue fundado
en el 879, en la confluencia de los ríos Ter y Freser. Su
iglesia fue consagrada el 20 de abril del año 888, asistiendo
a la ceremonia, además de Wifredo y de su esposa Guinidilda,
su hijo Radulfo, que ingresó como monje en el monasterio.
El tercer sector
territorial repoblado fue la comarca de Lluçanés,
que se realiza paralelamente a la repoblación de la comarca
de Vich, pero aquí se efectúa con más lentitud
y dejando amplio margen a la iniciativa particular.
El área
de Cardona conoció la intervención personal del conde
en la fundación de poblaciones y en la erección de
fortalezas, actividad que prosiguió su hijo, el conde Miró
de Cerdaña. El interés de atraer moradores a Cardona
hizo que Wifredo le concediese una carta-puebla en el 898, la cual
será renovada por Borrel II.
La quinta y
última zona objeto de las atenciones repobladoras de Wifredo
fue la más meridional del Bagés (desde 889), con Montserrat
como población más importante. Montserrat constituía,
junto con Cardona, a la vez que núcleo defensivo, punto de
partida para una futura expansión hacia el valle del Segre.
La procedencia
de los pobladores que llegaron a los valles de Ripoll, la Plana
de Vich o a la comarca de Manresa fue, principalmente, Cerdaña,
Urgel y el valle medio del Segre. Además, algunos llegarían
procedentes de las comarcas leridanas dominadas por el Islam, lo
que supone una emigración mozárabe, si bien poco intensa
y de carácter discontinuo.
La ocupación
efectiva del suelo, se hizo mediante el sistema de aprisio y se
prolongó hasta fines del siglo X, sufriendo considerables
retrasos a causa de los ataques de Almanzor. Con la ocupación
de toda esta zona la frontera se establece en la línea formada
por los ríos Llobregat y su afluente el Cardoner, y el curso
medio del Segre, línea que no sería superada hasta
la ocupación de Tarragona y de Lleida en los siglos XI y
XII.
Crisis
eclesiástica
En tiempos de
Wifredo el Velloso se produjo la primera tentativa de la Iglesia
catalana de poner fin a la relación de dependencia que la
unía al arzobispado de Narbona. Tal intentona, que acabaría
en fracaso dadas las rivalidades existentes entre los distintos
condes, se produjo en el 888, cuando el clérigo Esclua se
proclamó arzobispo de Urgel. Del nuevo arzobispado dependerían
las diócesis de Barcelona, Gerona, Vich y Pallars. Pero,
a pesar de estar situada en los dominios de Wifredo, la nueva sede
arzobispal benefició, sobre todo, a los condes de Pallars
y de Ampurias. El primero de ellos logró la creación
de un obispado propio para no depender ni de la iglesia carolingia
ni de los demás condes catalanes; Suñer II de Ampurias,
por su parte, consiguió que el nuevo arzobispo depusiese
al obispo de Gerona, del que dependía el clero de su condado,
y nombrase para el cargo a uno de sus fieles, llegando a invadir
Gerona.
Pero Wifredo
el Velloso se negó a aceptar la nueva situación puesto
que el obispo gerundense depuesto había sido consagrado por
el arzobispo de Narbona de acuerdo con él mismo. Además,
el nuevo obispado de Pallars nacía a expensas de recortar
el territorio de la diócesis de Urgel. Así, se declaró
en contra de Esclua y a favor del arzobispo de Narbona y de los
obispos depuestos, Ingoberto y Servus Dei. Esto llevó al
conde de Ampurias a reconocer como rey de Francia a Eudes, en lucha
por el trono con los últimos carolingios.
Finalmente,
Wifredo, con la ayuda del arzobispo de Narbona, logró la
supresión del arzobispado de Urgel (892) y la deposición
del obispo de Gerona. Sin embargo, no pudo lograr que desapareciera
el obispado de Pallars.
Matrimonio
y descendencia
Wifredo contrajo
matrimonio en el 877 con Guinidilda. De esta unión nacieron:
Radulfo, que fue obispo de Urgel y murió entre 943 y 945;
Wifredo II Borrell, que sucedió a su padre en los condados
de Barcelona, Gerona y Ausona; Suñer, que sucedió
a su hermano Wifredo en el condado de Barcelona y luego se hizo
monje (945 o 946); Miró, que heredó los condados de
Cerdaña, Conflent y Besalú; Sunifredo, al que su padre
dejó el condado de Urgel, y casó con su sobrina Adalaiza,
hija de Suñer; Emma o Emmon, primera priora del monasterio
de San Juan de las Abadesas; Ermesenda; Quixiliona; y Riquilda o
Riquildis, protagonista de la leyenda de fray Juan Garí,
uno de los primeros ermitaños que vivieron en Montserrat.
La
imagen legendaria de Wifredo el Velloso
Al igual que
la de otros gobernantes medievales, la figura de Wifredo el Velloso
no escapó a la mitificación. Desde fecha temprana
sus hazañas fueron glorificadas por unas crónicas
que le elevaron a la categoría de héroe nacional.
Entre ellas cabe destacar la Gesta comitum barcinonensium, crónica
redactada en la segunda mitad del siglo XII que noveló la
historia de Wifredo.
Los propios
orígenes de la casa de Barcelona y la llegada de Wifredo
al poder adquirieron carácter legendario. Según la
leyenda, Wifredo, hijo de un conde barcelonés muerto en circunstancias
extrañas mientras se dirigía a la corte carolingia
para rendir cuentas de su actuación, es encomendado para
su crianza al conde de Flandes. Llegado a la adolescencia, Wifredo
dejó embarazada a la hija de su protector y es obligado a
jurar que si recuperaba el honor paterno, es decir, el condado de
Barcelona, podría contraer matrimonio con la joven.