El
Camino del Cid en Teruel
Introducción
a la Guía monumental del Camino del Cid en Teruel
La
de Teruel es una de las provincias que más kilómetros
abarca del total de la ruta cidiana ya que, según reza
el poema épico, tanto el caballero castellano como sus
huestes surcaron gran parte del actual suelo turolense comenzando
por el norte provincial, continuando por los territorios más
occidentales para, tras atravesar la capital, emprender camino
hacia Levante al encuentro del Mediterráneo.
Superadas
las tierras zaragozanas de Calatayud y Daroca y siempre a la vera
del Jiloca, el Camino del Cid penetra en Teruel a la altura de
San Martín del Río, desde donde, tras describir
un arco en dirección oeste atravesando localidades como
Calamocha, Caminreal o Monreal del Campo, abandona la provincia
para adentrarse en Guadalajara y dirigirse a Molina de Aragón,
plaza en la que el de Vivar siempre fue bien recibido por su fiel
amigo Abengalbón.
Durante esta
primera etapa en territorio turolense y a la altura de Luco de
Jiloca, el Camino del Cid recrea en el conocido como "Anillo
de Montalbán" las correrías de las tropas cidianas
por la actual comarca de las Cuencas Mineras, cuyo colofón
es la monumental villa montalbina, donde se ubicaba una de las
sedes con que contó la Encomienda Mayor de Santiago en
la Península Ibérica.
Abandonada
Guadalajara, la ruta ingresa de nuevo en Teruel por las gélidas
tierras de la histórica Albarracín, cuya sierra
atraviesa el Camino al encuentro de la hoy capital provincial;
bastión desde el cual Rodrigo de Vivar, tras reagrupar
sus tropas, inició su asalto a definitivo hacia el Mediterráneo.
Durante este
último tramo turolense, la ruta recorre las elevadas parameras
del Gúdar - Javalambre atravesando las bellísimas
poblaciones hermanas de Mora de Rubielos y Rubielos de Mora.
Antes de ingresar
en Castellón camino de las localidades de Caudiel y Jérica,
el Camino del Cid parece que se resiste a abandonar la preciosa
provincia de Teruel y emprende rumbo norte para recorrer el llamado
Anillo del Maestrazgo, cuyo punto culminante es la castellonense
plaza de Onda pero que, en sus primeros kilómetros, atraviesa
varias enclaves del Maestrazgo turolense de interés como
Linares de Mora y Nogueruelas.
Los últimos
coletazos del Camino del Cid en suelo de Teruel lo constituyen
los enclaves de La Iglesuela, Cantavieja y Mirambel, atravesados
por el conocido como "Anillo de Morella", un itinerario
que parte de La Iglesuela al encuentro de la emblemática
fortaleza de Olocau del Rey y de la inexpugnable plaza Morella,
ambas ya en la provincia de La Plana.
A
la vera del Jiloca
Apenas penetrado
en la provincia de Teruel desde el Campo de Daroca zaragozano,
el Camino del Cid atraviesa las localidades de San Martín
del Río, Báguena y Burbáguena, las tres reconocibles
desde la lejanía merced a las esbeltas siluetas de las
torres mudéjares de sus respectivas iglesias. Siempre con
la compañía inseparable del río Jiloca, la
vía pasa junto a la población de Luco, punto de
partida del llamado Anillo de Montalbán, en el que más
adelante nos detendremos.
Calamocha
Pese a no
aparecer expresamente mencionada en el Poema, la localidad de
Calamocha, hoy importante cabecera comarcal, se presenta como
el primer hito de entidad de la ruta cidiana por suelo turolense.
Perteneciente a la Taifa de Albarracín en tiempos del Campeador,
Calamocha fue el escenario elegido por el Cid y por su ejército
de 7000 hombres para acampar durante la primavera del año
1088, circunstancia que propició que el pequeño
reino gobernado por Ibn Marwan, pasase durante unos años
a tributar a Alfonso VI.
En la actualidad
Calamocha, gracias a su estratégica situación, es
una importante población carretereña y de servicios,
una vocación, sin duda, heredada desde la más remota
antigüedad ya que, en tiempos del Imperio Romano, su casco
urbano era también atravesado por la importante calzada
que unía las urbes de Córdoba y Cesaragusta, algo
perfectamente contrastable por la existencia aún de un
modesto puente romano de un solo ojo dentro de su término
municipal.
La iglesia
parroquial, dedicada a Santa María la Mayor, es un imponente
edificio del siglo XVII en el que destaca tanto su preciosa portada
clasicista como la potente torre campanario, coronada por un bello
chapitel mudéjar..
El
Poyo del Cid
Abandonada
Calamocha, la siguiente población al encuentro de la ruta
es El Poyo del Cid, cuya toponimia deja bien a las claras la importancia
del lugar en el contexto cidiano ya que, según los investigadores,
fue en esta localidad donde el de Vivar estableció su fortaleza
desde la cual, además de dominar el valle del río
Martín y garantizarse el cobro de parias de las cercanas
plazas de Daroca y Molina de Aragón, sirvió de bastión
imprescindible para la victoria del Cid en la Batalla de Tévar,
donde las huestes castellanas derrotaron a la Taifa de Lérida
comandada por Al Mundir, e hicieron prisionero a su aliado Berenguer
Ramón II, Conde de Barcelona.
En uno de
los cerros que jalonan el pequeño casco urbano de El Poyo,
concretamente el denominado de San Esteban, se conservan además
de diversos vestigios celtíberos y romanos, los restos
de lo que pudo ser el legendario campamento fortificado castellano.
Monreal
del Campo
Muy cerca
de la cabecera del Jiloca, Monreal del Campo es la última
plaza relevante del Camino del Cid durante esta primera etapa
turolense antes de ingresar en Guadalajara en dirección
Molina de Aragón.
Monreal aparece
citada en el Cantar en dos ocasiones; una primera como referencia
para situar la vecina localidad de El Poyo del Cid, y posteriormente
cuando Rodrigo de Vivar, en su empresa de reclutar hombres de
cara a acometer la definitiva conquista de Valencia, pasa de nuevo
por Monreal; si bien es cierto que entonces, más que probablemente,
Monreal no era sino una simple fortaleza junto a la cual, años
después de la muerte del Cid, Alfonso el Batallador fundó
un primer núcleo poblacional estable.
El principal
reclamo artístico de Monreal del Campo es el esbeltísimo
campanario de la iglesia parroquial de la Natividad, erigida sobre
una pequeña elevación en la cual se emplazaría
esa primera fortaleza en torno a la que iría creciendo
la población allá por el siglo XII.
No lejos de
Monreal del Campo y casi en el límite con Guadalajara encontramos
el espectacular castillo de Peracense, sin duda, uno de los más
fotogénicos y mejor conservados de la provincia.
El
Anillo de Montalbán
Se conoce
como "Anillo de Montalbán" al itinerario circular
que rememora las aventuras de Rodrigo de Vivar por distintas localidades
del norte de Teruel con el fin de abastecerse de recursos con
los que mantener a su cada vez más numerosa tropa.
La mayor parte
del recorrido del anillo discurre por las comarcas del Jiloca
y de las Cuencas Mineras, iniciándose la ruta a la altura
de Luco para, después de alcanzar Montalbán, regresar
a la vía principal por el valle del río Martín
hasta Calamocha.
Los primeros
kilómetros del itinerario se adentran, a través
de solitarios y desolados páramos, en escenarios de enorme
belleza, atravesando pequeñas poblaciones como Lechago,
Cuencabuena, Ferreruela de Huerva, Cucalón, Bádenas
o Loscos, en algunas de las cuales, es posible contemplar aún
elementos arquitectónicos de interés como campanarios
mudéjares y torreones defensivos medievales.
Monforte
de Moyuela
A los pies
del cerro en que se asentaba su castillo, hoy reducido a escasos
vestigios, la modesta población de Monforte de Moyuela
ha suscitado entre los especialistas diferentes teorías
en cuanto a su auténtica alusión o no en el Cantar.
La razón
ante dicha discrepancia encuentra su explicación en el
verso 940, donde son citadas las ciudades de Huesca y Monzón
pero que, para algunos estudiosos, bajo la justificación
de hipotéticos errores de copista, bien podrían
evocar a las plazas turolenses de Monforte de Moyuela y Huesa
del Común, muy próximas entre sí y no lejos
de Montalbán.
El hoy venido
a menos Monforte, conserva como elemento patrimonial más
destacado el aludido castillo que corona el cerro bajo el que
se asienta el caserío, un castillo que, muy probablemente,
existiría ya en tiempos del de Vivar pero del que, en la
actualidad, se conservan unos pocos restos.
Huesa
del Común
Mencionada
esta vez si de manera inequívoca, la localidad de Huesa
del Común (Ossa en el medievo) formaría parte junto
a la propia Montalbán de la nómina de poblaciones
atacadas por el Cid desde su campamento de Alucant (Olocau del
Rey).
Pese a su
escasa entidad demográfica, en la actualidad Huesa del
Común constituye una agradabilísima sorpresa para
quien lo visita al ubicarse en un paraje de enorme belleza marcado
por el cañón que traza el río Aguasvivas
a su paso por la localidad, la cual, ha sabido conservar un casco
urbano de claro sabor medieval en el que destacan varios de sus
edificios, algunos portales de su desaparecido cinturón
amurallado y, sobre todo, el agudísimo perfil de la torre
mudéjar de la iglesia de San Miguel.
Dominando
la población y vertiginosamente levantado sobre un escarpe
rocoso, son aún apreciables los restos del Castillo de
Peñaflor, de origen islámico pero remodelado tras
la reconquista cristiana entre los siglos XII y XIII.
Montalbán
La preciosa
villa de Montalbán, unánimemente reconocida como
una de las más espectaculares de la provincia de Teruel,
fue otra de las plazas atacados por el Cid desde su refugio de
Alucant, como narra el Cantar a partir del verso 951.
Sin embargo,
la verdadera relevancia histórica de la villa montalbina
se debe al asentamiento en su castillo de una de las sedes de
la Encomienda Mayor de Santiago, un castillo que, al igual que
su monasterio anejo, fue lamentablemente destruido en el siglo
XIX durante la I Guerra Carlista, conservándose en la actualidad
escasísimos vestigios.
Sí
que ha llegado a nuestros días, convertida además
en el verdadero icono de la localidad, la fastuosa iglesia de
Santiago de Montalbán, magnífico exponente del mudéjar
aragonés. La fábrica, levantada entre los siglos
XIII y XIV combinando el uso de la piedra y del ladrillo, llama
la atención por su enorme volumen, evocando incluso la
apariencia de fortaleza merced a los contrafuertes que articulan
los lienzos murales, entre los cuales, al interior, fueron habilitadas
pequeñas capillas jalonando la anchísima nave principal.
Después
de abandonar Montalbán, en anillo cidiano continua paralelo
al río Martín atravesando entre otras las localidades
de Martín del Río, Vivel, Torrecilla del Rebollar,
Godos, Barrachina y Navarrete del Río; incorporándose
al vial principal a la altura de Calamocha.
La
Taifa de Albarracín
Tras una
breve incursión por tierras de Guadalajara, el Camino del
Cid ingresa de nuevo en Teruel para recorrer los elevados territorios
serranos en torno a Albarracín, población que, en
tiempos del Cid, albergaba la corte taifa de la dinastía
bereber de los Banu Razín.
Orihuela
del Tremedal
Pese a no
aparecer referenciada en el Cantar anónimo, por su situación,
la preciosa localidad de Orihuela del Tremedal debió constituir
un paso obligado para las huestes cidianas cuando, conquistada
Valencia, el de Vivar envió a varios de sus más
fieles escuderos en busca de Doña Jimena y sus hijas, quienes
bajo la protección de Alvar Fáñez, se encontraban
refugiados en la plaza soriana de Medinaceli.
Enclavada
en un paraje de singularísima belleza paisajística
al pie de los Montes Universales, Orihuela del Tremedal constituye
un pequeño museo al aire libre en el que sus intrincadas
calles, jalonadas por edificios de preciosas balconadas y personalísimas
rejas, conducen a la monumental parroquia e San Millán
de la Cogolla: un edificio dieciochesco de proporciones casi catedralicias
declarado, junto al resto de la población, Conjunto Histórico
Artístico en 1972.
Además
del edificio del Ayuntamiento, de época renacentista; merece
ser reseñado en las proximidades de Orihuela el santuario
de la Virgen del Tremedal, de gran devoción en la zona
y cuya imagen titular, del siglo XIII, es una de las manifestaciones
más valiosas de la imaginería religiosa medieval
turolense.
Bronchales
Explícitamente
mencionada en el Cantar como lugar en el que pernoctaron las mesnadas
cidianas en su travesía hacia Medinaceli; los más
de 1500 metros de altitud a los que se ubica hacen de Bronchales
una de las poblaciones más elevadas de la Península
Ibérica, recibiendo popularmente el apelativo de "Balcón
de España".
Pese a no
contar con monumentos de relevancia, Bronchales representa un
paraíso para sus visitantes ya que su casco urbano resulta
un punto de partida ideal para recorrer preciosas rutas senderistas
por paisajes de indescriptible belleza.
Albarracín
Rebasadas
las pequeñas localidades de Noguera, Tramacastilla y Torres,
cuya iglesia se supone construida sobre una antigua mezquita musulmana,
el Camino del Cid llega a la ciudad de Albarracín, por
méritos propios, uno de los puntos álgidos de la
ruta cidiana por tierras turolenses.
En tiempos
del Cid, Albarracín albergó la corte taifa de los
Banu Razin, constituyendo una plaza de paso obligado por parte
del Campeador y que, hacia el año 1088, se convertiría,
gracias a la empresa de Rodrigo de Vivar, en tributaria del rey
Alfonso VI.
La actual
Albarracín, declarada Conjunto Histórico Artístico
e incluso postulante a ser designada Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco, se asienta en las escarpadas laderas que descienden
hacia el río Guadalaviar, escondiendo entre sus estrechas
callejas de traza medieval monumentos de enorme interés.
En primer
lugar, merece ser destacado el cinturón amurallado que,
a lo largo de su historia, ha protegido la ciudad de sus numerosos
invasores, una muralla que, debido a los continuos avatares sufridos,
ha sido reformada en distintas ocasiones entre los siglos X y
XIII. De las puertas con que contaría en origen, han llegado
a nuestros días dos de ellas: concretamente las llamadas
Puerta del Agua y Puerta de Molina, ambas dotadas de torreones
defensivos.
Destacando
por encima de los tejados del pequeño núcleo, la
Catedral de Albarracín remontaría sus orígenes
a finales del siglo XII o principios del XIII, fechas en que la
ciudad caería por fin de manera definitiva en manos cristianas
e iniciaría su repoblación. De esta primera fábrica,
construida con total seguridad en estilos románico y mudéjar,
apenas han quedado vestigios ya que, durante la decimosexta centuria,
sería objeto de una profunda remodelación que afectaría
a nave, cabecera, torre y claustro.
Definida
por algunos autores como "la catedral más pobre de
España", de lo que sí puede presumir es de
albergar uno de los archivos de música gregoriana más
importantes de España.
Además
de la propia seo, cuenta Albarracín con varios templos
parroquiales de interés. En primer lugar, el dedicado a
Santiago es un edificio clasicista aún con reminiscencias
estilísticas góticas; mientras que el de Santa María,
quizás el más antiguo de la ciudad y posiblemente
heredero de un primer lugar de culto erigido por los mozárabes,
presenta en la actualidad trazas góticas como resultado
de una reconstrucción acometida en el siglo XVI tras ser
pasto de las llamas.
En cuanto
a patrimonio civil se refiere, Albarracín constituye todo
un muestrario de palacetes y casas señoriales levantadas
por la entonces poderosa nobleza local, destacando además
del palacio episcopal, el magnífico ayuntamiento; un edificio
soportalado y rematado por el escudo de la ciudad que preside
la pintoresca y fotogénica plaza mayor.
Cella
La población
de Cella representa el punto final de la conocida como "Ruta
de las Tres Taifas" y, por lo tanto, el arranque de la definitiva
ofesniva de las tropas cidianas hacia Valencia ya que, como versa
el Poema, fue el lugar elegido por Rodrigo para reagrupar sus
mesnadas antes de reemprender la marcha rumbo a Valencia.
Alude también
el Cantar a Cella como "la del Canal", refiriéndose,
sin ningún género de dudas, al acueducto que acometía
la traída de aguas desde las elevaciones de la Sierra de
Albarracín hacia la llanada en que se asienta Cella.
Del acueducto,
aún en uso en los siglos medievales, no se han conservado
apenas vestigios, sin embargo, en el casco urbano de la propia
localidad y constituyendo la principal seña de identidad
de la misma, ha subsistido la conocida como "Fuente de Cella",
el mayor pozo artesiano europeo y que aún hoy, a través
de tres canales, abastece de agua a varias poblaciones cercanas
La
ciudad de Teruel
Podría
sorprender encontrar la ciudad de Teruel referenciada tan de puntillas
en el Cantar del Mío Cid, una circunstancia sin embargo
perfectamente justificable en la medida de que, durante la segunda
mitad del siglo XI, Teruel no sería sino un simple bastión
fortificado en el cual el Rodrigo de Vivar podría cobrarse
unas pocas parias. Tendría de pasar prácticamente
un siglo para que, concretamente en el año 1171, el Rey
Alfonso II otorgase a la actual capital turolense la categoría
de villa e iniciase su repoblación con el fin de consolidar
la frontera suroriental del reino.
Si hay algo
que define a la tan bella como desconocida ciudad de Teruel en
la actualidad es, sin duda, el inigualable patrimonio mudéjar
atesorado en varias de sus iglesias, las cuales, en fecha reciente,
fueron merecidamente reconocidas por la Unesco designándolas
Patrimonio de la Humanidad.
Las más
antiguas de cuantas torres mudéjares se conservan hoy en
Teruel son la de la iglesia de San Pedro y la de la Catedral de
Santa María de Mediavilla, construcciones prácticamente
idénticas concebidas a base de superposición de
estancias (distinguiéndose así de los alminares
islámicos) y en las que, además, debido a su temprana
erección a mediados del siglo XIII, acusan aún los
últimos coletazos de la estética románica.
Una
paso más avanzado dentro del mudéjar turolense lo
representarían las también casi gemelas torres de
los templos de San Martín y del Salvador, donde la influencia
de los repertorios ornamentales musulmanes es mucho más
latente y barroquista, como puede apreciarse en las combinaciones
de arcos entrecruzados, en los juegos geométricos a través
de la colocación del material, o en la proliferación
de elementos cerámicos vidriados policromados.
A
la conquista de Valencia
Abandonada
Teruel, donde Rodrigo de Vivar aprovecharía para reorganizar
sus huestes una vez cobradas las pertinentes parias, comienza
el asalto definitivo del Mediterráneo, debiendo para ello
superar primero las últimas estribaciones del Sistema Ibérico
a través de la comarca hoy denominada de Gúdar -
Javalambre.
De este modo,
las primeras poblaciones que salen al encuentro del Camino del
Cid son las originalmente amuralladas Valbona y La Puebla de Valverde,
atravesando a continuación las hermanas y monumentales
plazas de Mora de Rubielos y Rubielos de Mora que, una vez rebasadas,
apenas separan unos pocos kilómetros de la frontera con
la vecina provincia de Castellón y las tierras del Alto
Palancia.
Mora
de Rubielos
Surgida al
amparo de su antiquísima fortaleza musulmana, la localidad
de Mora de Rubielos, por su eterna condición de bastión
fronterizo, fue siempre desde su reconquista cristiana objeto
de numerosos conflictos motivados por los anhelos expansionistas
y territoriales de las coronas de Castilla y Aragón.
Pese a ese
tumultuoso pasado, Mora de Rubielos ha sabido conservar un magnífico
patrimonio arquitectónico que, por méritos propios,
ha hecho de ella uno de los mayores reclamos turísticos
tanto de la propia comarca como de toda la provincia turolense.
Además
del propio casco urbano, constituido por pintorescas plazuelas
y callejas accesibles a través de las puertas conservadas
de su primitiva muralla; llama la atención el potentísimo
volumen de su castillo-palacio, construcción heredera de
una primitiva fortaleza musulmana que, en época gótica,
fue desprendiéndose de su carácter exclusivamente
defensivo para ser adaptado a una nueva funcionalidad residencial,
siendo habilitados elegantes ventanales sustituyendo a las saeteras,
y erigiéndose un armónico patio definido por galerías
de arcos apuntados.
También
monumental es la ex colegiata de Santa María, edificio
gótico de una única nave abierta a una cabecera
tripartita de planta poligonal en el que, como elemento más
reseñable, destaca su portada meridional, definida por
nada menos que nueve arquivoltas apuntadas sobre finas pilastras
rematadas en capiteles decorados a base de mascarones y entramados
vegetales de gran naturalismo.
Rubielos
de Mora
Tantas veces
confundida toponímicamente con su vecina Mora de Rubielos,
la localidad de Rubielos de Mora representa una de las etapas
fundamentales del Camino del Cid a su paso por territorio turolense
ya que, su propio casco urbano, constituye la puerta de acceso
para abordar el espectacular e histórico Anillo del Maestrazgo,
que a continuación trataremos.
Como en la
mayoría de poblaciones del entorno, el principal atractivo
de Rubielos de Mora radica en el magnífico estado de conservación
de su trama urbana, cuyo recorrido regala al visitante con un
sinfín de sorpresas en forma de sobrias viviendas nobiliarias,
elegantes portales de sabor medieval y bucólicas plazuelas.
En el terreno
de lo artístico, Rubielos sobresale además de por
su descomunal colegiata de Santa María, por las puertas
fortificadas conservadas de la antigua muralla que protegía
el perímetro urbano, siendo de destacar las denominadas
de San Antonio y de El Carmen
El
Anillo del Maestrazgo
En Rubielos
de Mora se encuentra el punto de partida del segundo de los tres
anillos que complementan el Camino del Cid en tierras de Teruel:
el llamado Anillo del Maestrazgo.
El Anillo
del Maestrazgo es un itinerario que, tras recorrer en primera
instancia varios kilómetros por suelo turolense surcando
las poblaciones de Nogueruelas, Linares de Mora y Mosqueruela;
ingresa en Castellón a través de Villafranca del
Cid para, kilómetros más adelante, alcanzar su punto
culminante en Onda, importante plaza fuerte que, pese a no existir
obviamente constancia documental, la tradición ha atribuido
su conquista al Cid Campeador.
Linares
de Mora
Enclavada
a nada menos que 1300 metros sobre el nivel del mar, la pintoresca
población de Linares de Mora, como tantas otras de la comarca
Gúdar - Javalambre, presenta el doble atractivo de atesorar
en su término un riquísimo patrimonio tanto natural
como artístico.
Reconquistada
en el siglo XII por Alfonso I, conserva Linares de ésta
época los encumbrados y prácticamente inaccesibles
restos de su castillo roquero, el cual, gracias a su elevado emplazamiento,
se hace visible desde varios kilómetros de distancia.
También
interesante pese a su anodina apariencia exterior es la iglesia
parroquial de la Inmaculada Concepción, edificio barroco
de tres naves que presenta la particularidad de presentar un campanario
exento al resto de la fábrica
Mosqueruela
A mayor altitud
aún que su vecino Linares, la también amurallada
Mosqueruela, declarada Conjunto Histórico Artístico
en 1982, debe su apogeo a la empresa repobladora de Jaime I, quien
la distinguió con el título de villa.
De su pasado
medieval, conserva Mosqueruela varios lienzos de su primitiva
muralla, en origen de planta poligonal y cuyo perímetro
abrazaba la práctica totalidad del núcleo.
Su puerta
de San Roque, habilitada bajo una esbelta torre defensiva antiguamente
fortificada, es la principal seña de identidad de la población,
que cuenta además con una hermosa iglesia bajo la advocación
de la Asunción de Nuestra Señora, cuya portada principal,
de cronología tardogótica, es una de las más
interesantes de la provincia.
El
Anillo de Morella
Los últimos
reductos de la ruta por tierras turolenses discurren por la comarca
del Maestrazgo, donde el Camino del Cid traza un último
anillo histórico al encuentro de dos importantes plazas
dentro de los contextos cidianos: la monumental e inexpugnable
Morella primero, y Olocau del Rey después, donde según
muchos estudiosos y en disputa con la zaragozana Gallocanta, se
encontraba la mítica Alucant, punto en el que Rodrigo de
Vivar establecería una de sus principales fortalezas
Pese a que
tanto Morella como Olocau se encuentran dentro de los límites
geográficos castellonenses, los primeros kilómetros
del Anillo de Morella recorren tierras de Teruel, encontrándose
sus puntos tanto de partida como de llegada en la bucólica
Pobla de Bellestar o Sant Miquel de Pobla, un curioso hábitat
fronterizo entre Teruel y Castellón que cuenta con los
restos de un torreón defensivo, así como con un
precioso puente medieval que permite salvar las aguas del río
Truchas.
La
iglesuela del Cid
Muy cerca
del límite provincial de Castellón, el pequeño
pueblo de La Iglesuela del Cid, declarado Conjunto Histórico
Artístico en 1982, es otra de las numerosas sorpresas monumentales
que nos regala la preciosa Comarca del Maestrazgo.
Pese a que
no está documentado el paso del Campeador por la Iglesuela,
son varias las leyendas que relacionan la presencia del héroe
castellano por estos pagos, de ahí no sólo el propio
topónimo de la población, sino que incluso existe
una pequeña ermita en su término bajo la advocación
de la Virgen del Cid.
Del conjunto
urbano y ya desde la lejanía se adivinan las verticales
siluetas de los dos monumentos más señeros de La
Iglesuela: la Torre de los Nublos, único resto conservado
de una antigua fortaleza templaria; y la iglesia parroquial de
la Purificación, obra renacentista levantada sobre una
anterior medieval de la que aún se conservan algunos vestigios.
Completan
el conjunto monumental iglesuelano, además del edificio
del Ayuntamiento, un notable ramillete de inmuebles de corte palaciego
dispersos por el casco urbano, siendo de destacar la Casa Matutano,
la Casa de Agramunt, la Casa Guijarro y la de Los Aliaga.
Cantavieja
Situada sobre
un vertiginoso escarpe rocoso esculpido por el río homónimo
y que dotaba a la población de una inmejorable defensa
natural, Cantavieja quedaría bajo poder cristiano hacia
los años finales del siglo XII, estableciéndose
en la villa una importante encomienda templaria bajo cuyo dominio
quedarían buena parte de las poblaciones circundantes.
Cuenta Cantavieja
con un encantador casco urbano de claro sabor medieval formado
por estrechas callejuelas y pintorescas plazas de entre las que
cabría destacar la conocida como de Cristo Rey, cuyo perímetro
queda dibujado por arquerías que cobijan un corredor soportalado
cubierto con bóvedas de crucería.
Presume además
Cantavieja de poseer dos hermosas iglesias: la de La Asunción,
de origen medieval pero profundamente reformada en el siglo XVII
y que conserva en su hastial occidental una portadita de estética
tardorrománica; y la de San Miguel, situada en un extremo
del caserío y que cuenta con una elegante portada gótica
además de con curiosas celosías.
Mirambel
La pequeña
y cada vez más turística población de Mirambel
es la última y agradabilísima sorpresa que depara
el Camino del Cid por tierras de Teruel, localidad cuyo encanto
y genuina autenticidad ha servido incluso de escenario para reconocidas
obras cinematográficas.
Vinculada
a la Orden del Temple primero, y a la del Hospital después,
conserva Mirambel buena parte del perímetro amurallado
que protegía el núcleo, el cual, encuentra su punto
culminante en la espectacular Puerta de las Monjas, sin duda,
la estampa más fotografiada de la villa.
Completan
la nómina monumental de Mirambel la Casa del Concello,
recio edificio porticado de tipología aragonesa; y la altiva
parroquia de Santa Margarita, datada en el siglo XVII pero considerablemente
reformada debido a los desperfectos provocados en ella durante
las Guerras Carlistas, uno de cuyos frentes más devastadores
tuvieron como escenario estas tierras.
Superada Cantavieja,
pocos kilómetros separan de Olocau del Rey, mítica
plaza cidiana perteneciente ya a la provincia de Castellón.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)