Catedral
de Jaén
Introducción
a la historia de la catedral de Jaén
El
sobresaliente conjunto monumental de Ia ciudad de Jaén
no es el más conocido, precisamente, de Andalucía,
(posiblemente eclipsado por las inefables ciudades de Úbeda
y Baeza, decalaradas Patrimonio de la Humanidad por su exuberancia
medieval y especialmente renacentista) aunque desde aquí
animamos a todos que lo conozcan. Seguro que no defraudará.
De este patrimonio sobresale
especialmente la catedral, situada en la Plaza de Santa
María, corazón del casco histórico jiennense.
Desde el cerro del castillo, impacta el contraste visual de la enorme
mole del edificio catedralicio con respecto al entramado de calles
castizas de origen árabe con sus recoletas casitas.
La Catedral de Jaén
es Monumento Histórico Artístico desde 1931. Se asienta
sobre el solar de la mezquita mayor de la Jaén almohade.
Tras la conquista de Fernando III a mediados del siglo XIII, se
edifica una iglesia con advocación dedicada la Asunción
de la Virgen. Unos años después esta iglesia se convierte
en templo catedralicio al trasladarse la diócesis desde Baeza.
Tras varios conflictos, se decide realizar un nuevo templo (gótico)
entre 1492 y 1525, aunque este proyecto no prospera por amenazar
ruina, decidiéndose su paralización.
Dos décadas después
se retoman las obras y fruto de esta nueva campaña es la
actual catedral, verdadera joya del Renacimiento español,
con sobresalientes elementos barrocos, construida entre los siglos
XVI y XVII, según proyecto del gran arquitecto Andrés
de Vandelvira.
Las obras de la catedral,
aunque básicamente finalizadas en el siglo XVII, se prolongaron
hasta principios del siglo XIX en que Ventura Rodríguez
concluye la capilla del Sagrario.
Guía
de la catedral
Exterior
Exteriormente, la estampa
de la fachada es suntuosa. Es obra barroca de finales del
siglo XVII y fue proyectada por Eufrasio López de Rojas.
Esta enorme fachada de la catedral de Jaén llama la atención
porque, a pesar de ser una obra barroca, sus elementos arquitectónicos
y escultóricos se integran de una manera armónica
y de gran elegancia. Está flanqueada por dos potentes torres
de tres cuerpos prismáticos superpuestos, rematados por uno
más delgado y de planta octogonal que remata en cúpula.
La propia fachada tiene
tres puertas de medio punto sencillas y de moderado tamaño,
cediendo su carga monumental al alzado, constituido por dos cuerpos
animados verticalmente por columnas corintias, balcones y ventanales.
Las esculturas son abundantes.
Algunos de los personajes representados son figuras bíblicas,
aunque no faltan los de otros protagonistas de la historia, como
Fernando III, rey cristiano conquistador de la ciudad a los musulmanes.
Interior
El interior muestra una
arquitectura de gran clasicismo, mediante una enorme planta de salón,
completamente rectangular, de tres naves de similar altura, más
una serie de capillas adyacentes. La cabecera es completamente plana.
Destaca en anchura la nave central, que conforma junto
al crucero, una estructura de cruz griega.
Las naves se separan mediante pilares cruciformes,
con unos plintos sencillos, cuya única decoración
es un cajeado. Sobre los mismos se adosan medias columnas con el
fuste estriado, y en el tercio inferior bastones a diferente altura.
Los capiteles corintios son extraordinariamente clásicos.
Por encima se encuentra lo que se conoce como "dado brunelleschiano",
un elemento de forma cúbica que permite conseguir una mayor
altura sin perder las proporciones de las columnas. Sobre éste
se encuentra un banco, en el que apoyan los arcos formeros y fajones,
y una cornisa muy volada. Todos los arcos son de medio punto, configurando
bóvedas baídas, decoradas con estucos. Bajo los arcos
formeros de las naves laterales se abren unos lunetos semicirculares
con ventanas.
En los muros laterales hay capillas, que se abren a
las naves mediante arcos de medio punto, apoyados en pilastras.
Sobre éstos hay una cornisa, y por encima se abre una tribuna
cerrada, que se asoma a la nave lateral por medio de balcones.
El crucero se cubre con una bóveda semiesférica,
que fue realizada por Juan de Aranda. Está decorada con casetones,
que crean una sensación de profundidad. En las pechinas pueden
verse unos relieves con san Miguel, san Eufrasio, Santiago y santa
Catalina.
El presbiterio, se configura por medio de cuatro pilares,
que crean un espacio centralizado. En los ángulos hay unos
ángeles de grandes dimensiones, de una estética muy
barroca, que sostienen unas lámparas. El espacio se eleva
mediante unos escalones, y se encuentra cerrado con una reja. El
altar mayor es un templete neoclásico, que fue realizado
en la segunda mitad del siglo XVIII por el arquitecto Juan Pedro
de Arnal y los escultores Alfonso Giraldo Bregas y Juan Adán.
En la cabecera del templo, junto al muro de la Epístola,
se encuentra la antesacristía, la sacristía, y la
sala capitular, que fueron realizadas entre 1555 y 1560 por Andrés
de Vandelvira. Las tres capillas que se abren junto a éstas,
en la nave lateral, también son obra de este arquitecto.
La antesacristía
La antesacristía es una estancia rectangular
que permite acceder a la sacristía, y las escaleras de la
cripta y las tribunas. El testero se articula por medio de un gran
arco de medio punto de una luz muy amplia, con un óculo abocinado
en su interior. Bajo el mismo hay un triple arco, el central más
alto y ancho que los laterales. Estos arcos apoyan en columnas jónicas
con bastones en la parte inferior, que se yerguen en unos plintos
rectangulares.
La sacristía
La sacristía tiene una planta rectangular. Los
muros se articulan mediante unas columnas de orden corintio, en
donde apoyan unos arcos de medio punto. Éstos generan hornacinas
de escasa profundidad, que permiten encajar las cajonerías
y los armarios. Al tratarse de columnas exentas, en el entablamento
se crea un juego de luces y sombras mediante entrantes y salientes.
Por encima hay un gran luneto curvo que acoge a la bóveda
de cañón con la que se cubre el espacio, y dentro
un óculo, bajo el que se abren tres arcos, el central de
mayores proporciones. El espacio se cubre con una bóveda
de cañón decorada a base de molduras rectangulares
que en los tramos menores acogen un medallón ciego.
La sala capitular
La sala capitular es una sala rectangular, de unas
medidas similares a las de la antesacristía. Sus muros crean
un juego de entrantes y salientes que apenas tiene volumen, y que
recuerda a la arquitectura de Bramante. Están articulados
mediante pilastras de fuste estriado con bastones en la parte inferior,
creando un tramo de mayor tamaño entre otros dos menores,
en los cuáles se insertan hornacinas. Se cubre con bóveda
de cañón, con una decoración muy severa, formada
a base de motivos geométricos. El espacio se encuentra presidido
por un espectacular retablo de Pedro Machuca, cuya iconografía
gira en torno a San Pedro de Osma.
La cripta
El acceso a la cripta se encuentra en la antesala capitular.
Es un espacio formado por tres salas con bóvedas rebajadas.
En la actualidad se ha ubicado aquí el museo catedralicio,
en donde se exponen interesantes piezas de arte sacro, procedentes
del propio templo, y de la diócesis.
La capilla del Sagrario
En el extremo contrario a la sacristía, en el
muro del Evangelio, se encuentra la capilla del Sagrario, que fue
diseñada Ventura Rodríguez. Es un espacio de planta
rectangular, que al interior se vuelve ovalado, sobre el que se
superpone una bóveda elíptica. En el interior puede
diferenciarse el nártex, la capilla, y la sacristía.
El primero comunica el exterior y la catedral con la capilla. Ésta
tiene una forma ovalada, y se rodea por columnas pareadas de orden
corintio, entre las cuáles hay vanos que forman capillas,
y por encima balcones.
En la base de la bóveda se abren óculos
circulares y ovalados. La decoración de la misma está
formada por casetones octogonales que se reducen de tamaño
según se acercan a la linterna, creando un efecto de perspectiva
muy característico del barroco.
Lienzo del
Santo Rostro
No podemos dejar de citar,
en este capítulo dedicado a la catedral de Jaén, la
custodia en su capilla mayor del famosísimo Lienzo del
Santo Rostro que, según la tradición, es que empleo
la Verónica para limpiar la sudorosa y ensangrentada cara
de Cristo y donde, por tanto, quedó impreso su rostro.
(Autores
del texto del artículo de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente y David de la Garma)