Ermita
de la Vera Cruz de Segovia
A
las afueras de la ciudad de Segovia y en el arrabal de San Marcos,
camino de Zamarramala se yergue, aislada de edificaciones y sobre
una ladera pedregosa y desnuda -repleta de tumbas excavadas en la
piedra-, una de las construcciones más singulares del románico
español, ya desde 1919 declarado Monumento Nacional: la iglesia
de la Vera Cruz.
La
identidad de sus fundadores
Iglesia
de los Templarios
Una
de las principales controversias que ha suscitado este enigmático
templo es el de la identidad de sus fundadores.
Desde
1636, en que Diego de Colmenares atribuye su fundación a
los templarios en su "Historia de Segovia" muchos han
dado por buena esta filiación.
Quienes
así piensan, apoyan la tesis en la cierta semejanza con la
propia Cúpula de la Roca (También llamada Mezquita
de Omar), supuesto templo de Salomón.
Quienes
consideran las iglesias navarras de Torres del Río y Eunate,
construcciones templarias, pueden defender esta opción por
la similitud con la planta poligonal de la Vera Cruz, aunque en
estos templos la planta no es dodecagonal sino octogonal.
Otro caso, la
iglesia templaría portuguesa de Tomar, tiene planta de dieciséis
lados, pero es evidentemente parecida a la iglesia segoviana que
estamos tratando
Iglesia de
la Orden del Santo Sepulcro
Desde 1919,
existe otra teoría enunciada por Cabello Lapiedra por la
que se trataría de un templo de los Caballeros del Santo
Sepulcro. Desde entonces, la mayoría de los autores opinan
que fue esta orden y no la templaria la responsable de su construcción.
Una inscripción
en el interior: con la frase "DEDICATIO ECCLESIE BEATI SEPULCRI..."
así lo parece indicar. Aunque hay también quien opina
que esta inscripción podría no pertenecer a esta iglesia.
En 1228 existe
una confirmación del patrimonio de la Orden del Santo Sepulcro
por Honorio III y se cita la iglesia del Santo Sepulcro de Segovia,
denominación que tuvo antes de modificarse por Vera Cruz
tras recibir una fragmento de esta reliquia.
Parece ser que
el mausoleo constantiniano levantado en el sepulcro de Cristo en
el siglo IV tenía un edículo octogonal que contenía
la tumba de Cristo y luego rodeándolo una Rotonda circular.
Ésta
es una disposición parecida a la de la Vera Cruz de Segovia.
Hay que recordar que si el perímetro exterior es dodecagonal,
al interior se troca circular.
Existe, desde
el mundo paleocristiano, una larga tradición de iglesias
funerario-martiriales de planta centralizada a imitación
de la constantiniana de Tierra Santa.
Por otro lado,
se constata que otras iglesias prerrománicas y románicas
europeas pertenecientes a la Orden del Santo Sepulcro tienen forma
similar a la Vera Cruz. Incluso, hay que decir que Torres del Río,
para la mayoría de los autores no es templaria sino de la
Orden del Santo Sepulcro y algo parecido ocurre con Eunate.
También
se ha dicho que la templaria iglesia de tomar pudo construirse empleando
como modelo la Vera Cruz de Segovia.
Además,
parece que el edículo interior de nuestro original ermita
segoviana, que luego se describirá, debió tener una
representación de Cristo muerto, seguramente sobre el altar
que hoy se conserva.
Todo ello parece
hacer más verosímil este origen que el templario.
Hasta
nuestros días
Si tomamos como
perteneciente la inscripción interior, se sabe que fue alzada
a principios del siglo XIII, pues en la dedicatoria se cita el año
1208.
Tres siglos
después, en 1531 pasa a manos de la Orden de San Juan de
Jerusalén, de Rodas y de Malta.
Fue parroquial
del cercano pueblo de Zamarramala hasta que se construyó
en la aldea una iglesia parroquial, con lo que la Vera Cruz dejó
de tener los cuidados necesarios, incurriendo en ruina durante buena
parte de los siglos XVIII, XIX y XX.
En 1949 el Ministerio
de Educación la cedió a la Orden de Malta
En este mismo
año fue restaurada por el arquitecto Cabello y Dodero, mostrando
en la actualidad un sobrio pero buen aspecto.
El
exterior
Al exterior,
la iglesia refleja una acusada austeridad a lo que no es ajena su
fábrica de calicanto.
La planta del
templo tiene forma de polígono de doce lados. Es curioso
que en algunas guías se habla de octogonal. Hay que decir
que, ciertamente, son ocho los lados que se aprecian a la vista
por estar cuatro tapados por la torre y por la cabecera triabsidal,
pero la geometría del templo se corresponde a un polígono
dodecagonal.
Las esquinas
de este polígono llevan refuerzo de estribos
De este edificio
de planta centralizada emerge una cabecera con tres ábsides
de planta semicircular, uno principal y dos secundarios dirigidos
litúrgicamente hacia levante, a los que se añadió
un cuarto adosado al costado norte, que parece más tardío,
con algunos rasgos mudéjares y empleado como sacristía.
El carácter
tardío de este templo se acentúa al comprobar su ausencia
decorativa exterior y la presencia de canecillos de nácela
doble o sencilla, bajo influencia ya de la estética cisterciense.
El
ingreso se realiza a través de dos puertas, al sur y al oeste.
La principal es la de poniente y está protegida bajo tejaroz
con canecillos y metopas, que la homologan con el resto del románico
segoviano.
Tiene cuatro
arquivoltas de medio punto, con decoración de dientes de
sierra, y los capiteles muestran guerreros en pleno combate, arpías
y seres demoniacos atormentando a un pecador. También dispone
de tímpano, pero es completamente liso.
La portada meridional
es más sencilla y pequeña, con cuatro arquivoltas
lisas y de baquetón sobre jambas y dos pares de columnas.
No tiene tejaroz.
Hay que fijarse
en el desgastado relieve que hay inmediatamente por encima y que
parece representar la escena de las Tres Marías ante el sepulcro
vacío de Cristo. Esta representación refrendaría
la vinculación de la iglesia con el Santo Sepulcro de Jerusalén.
Entre esta puerta
y la cabecera se yergue una torre de escasa monumentalidad, con
tres cuerpos, de los que los dos primeros son románicos.
El
interior
Al acceder al
interior, el visitante se ve envuelto en el embrujo de esta inefable
construcción. Hay que fijarse que el contorno interior del
muro periférico es -como ya hemos apuntado- circular y no
poligonal.
Protagoniza
el centro del templo un edículo a modo de núcleo o
corazón, también alzado sobre la planta de un dodecágono
con columnas en los vértices. Este edículo se une
a los muros exteriores mediante bóvedas de cañón
reforzados con fajones radiales.
Todos los capiteles
de la enorme colección de columnas del recinto son vegetales
y/o geométricos. No Hay cestas figuradas.
El
citado edículo tiene dos pisos. El inferior, de escasa altura,
está abovedado con crucería apoyada sobre cuatro columnas
y a su interior se accede a través de cuatro pequeños
arcos.
Desde su centro
se origina un interesante fenómeno acústico, por el
que cualquier sonido produce una fuerte resonancia.
Por dos escaleras
se sube al piso superior que se cubre con bóveda de nervios
paralelos sin juntase en su centro, similar a la del crucero de
San Millán. Este piso está abierto hacia el ábside
mayor y en su centro hay una gran piedra tallada, a modo de altar,
con decoración en bajorrelieve de imaginativo juego de arcos
entrecruzados sobre columnas de fustes zigzagueantes, de gusto muy
oriental.
Por encima de
esta bóveda existen dos pequeños habitáculos
"secretos" solo accesibles desde el exterior con escaleras
de mano y cuya funcionalidad ha sido controvertido y discutido por
los principales estudiosos.
La regularidad
del interior se rompe al haberse construido tres capillas al modo
habitual románico, es decir, con tramo recto y hemiciclo,
abovedados con cañón y horno, dirigidas hacia el este.
En el central
hay una imagen de madera del Crucificado que podría ser del
XIII pues conserva características románicas, pero
tiene ya tres clavos.
La polémica
sobre el origen de esta construcción puede que no termine
nunca. Sin embargo, lo que está claro es que sus ideadores,
templarios o caballeros del Santo Sepulcro, quisieron crear un espacio
con un fuerte influjo simbólico.
En el interior
de la Vera Cruz se siente con fuerza sensaciones inigualables que
tanto buscaban los eruditos medievales. El exotismo oriental del
templo refuerza esta sensación de misterio.
No obstante,
en los elementos individuales que crean este recinto sagrado no
se ven influencias foráneas. Si bien su arquitectura pretende
manifestar un espacio de cualidades especiales, se utilizan los
recursos decorativos habituales en el románico local segoviano.