Iglesia de San Fructuoso de Colmenares de Ojeda
(Palencia)
Introducción
La iglesia parroquial de San Fructuoso de Colmenares
de Ojeda es una recia construcción gótica que,
probablemente en un momento de cierta pujanza económica local,
vino a reemplazar un primitivo inmueble románico como tantos
existen en la mayoría de aldeas de las comarcas del norte
palentino.
Precisamente como única heredera visible de
esa primitiva iglesia románica (más allá de
algún vestigio poco aparente en su muro septentrional), ha
sobrevivido su pila bautismal original, símbolo de la localidad
y una de las piezas de esta naturaleza más sobresalientes
no solo de Palencia, sino de todo el románico europeo.
La iglesia en sí, erigida en dos fases entre
los siglos XIV y XVI en magnífica piedra de sillería
arenisca, presenta dos naves paralelas cubiertas con bóvedas
de crucería, cabecera plana, torre a los pies y un pórtico
monumental en su lado sur cobijando una portada de arquivoltas apuntadas.
Pórtico y puerta de ingreso
El pórtico construido con sillería se
abre a tres de los puntos cardinales (oeste, su y este) mediante
arcos de medio punto. La bóveda es de de crucería
compleja estrellada, típica de los momentos postreros del
gótico.
En cuanto a la puerta, su decoración es a base
de estrechas arquivoltas y una serie de finas columnillas cuyos
capiteles ofrecen un relieve corrido en el que parecen escenas cinegéticas
y algún que otro Green Man de cuya boca emergen tallos de
parra con sus respectivas hojas y racimos.
La pila bautismal románica
Sin embargo, como comentábamos, el elemento
que ha situado Colmenares de Ojeda en el mapa de todo aficionado
al arte románico es la citada pila bautismal, recolocada
hoy en una capilla al sur del altar mayor pero que, en origen, a
buen seguro y de acuerdo a la praxis litúrgica medieval,
se emplazaría a los pies del templo.
Se eleva la pila sobre un breve pedestal troncocónico
decorado a lo largo de todo su diámetro con motivos vegetales
y mascarones monstruosos. Sobre él, la copa propiamente dicha,
cuenta con unas dimensiones de 85 centímetros de altura y
123 de diámetro, presentando una morfología troncocónica
invertida.
Justo en la embocadura se distingue una graciosa decoración
a base de medias ovas o semibezantes pretendidamente colgantes,
quizás queriendo reproducirse en piedra la caída de
un paño o dosel de tela, o incluso agua rebosante.
A continuación, a lo largo de toda su cara exterior,
se disponen tres escenas claramente diferenciadas en lo temático
pese a no plantearse una compartimentación física
a base de arquillos o columnas, como suele ser común en la
mayoría de pilas bautismales de esta naturaleza.
La primera de ellas es una escena de bautismo en la
que, ante una pila decorada a base de motivos vegetales, se presenta
un infante sostenido por un adulto siendo bautizado por inmersión
por un religioso tonsurado que con su mano derecha bendice, mientras
que con la izquierda parece asperger agua sobre la cabecita del
neófito con un copón o cáliz.
A
la derecha según el punto de vista del espectador, presencian
la escena una mujer y un hombre sosteniendo una cruz, mientras que
a la izquierda se reconocen otros dos adultos acompañando
otros tantos infantes, uno de pie y otro en brazos.
Junto a la escena bautismal, reconocemos un grifo rampante
dentro de una maraña de follaje vegetal. Hay que advertir
aquí que el grifo es un animal fantástico que ya en
las mitologías orientales aparece como guardián de
oro y tesoros, pasando al Cristianismo como un símbolo de
protección de lo sagrado. Su mitad trasera es de león
y la delantera de águila, dos animales nobles y de grandes
virtudes: fuerza, visión, astucia, etc.
En el lado opuesto advertimos el tema de las Santas
Mujeres ante el sepulcro vacío de Cristo, apareciendo las
tres damas portando sus tarros de ungüentos y encontrándose
el sepulcro vacío cuya tapa es abierta por un ángel,
mientras otro turiferario inciensa la escena. Flanquean el sepulcro
varios soldados perfectamente ataviados con cotas de malla aparentemente
aturdidos tras la Resurrección.
Entre las representaciones del Bautismo y de la Resurrección,
aparece una tercera escena en la que dos personajes se abrazan entre
sí mientras una tercera coloca su mano sobre el hombro de
una de ellas.
Este episodio ha suscitado diversas teorías,
siendo imposible establecer una conclusión totalmente inequívoca:
se ha dicho que podrían ser simples asistentes a la ceremonia
bautismal, el tema de la Resurrección de Lázaro, o
incluso el pasaje de los Discípulos de Emaús, pudiendo
esta última teoría tener más sentido al contextualizarse,
según las escrituras, justo después de la Resurrección
de Cristo.
La mayoría de historiadores del arte han concluido
que el origen de la pila de Colmenares habría que situarlo
en las décadas finales del siglo XII, siendo atribuible a
un maestro activo en el norte palentino y que, por sus concomitancias
estilísticas, podría ser el mismo que realizó
los capiteles de la Abadía de Lebanza (hoy en Estados Unidos).
Dicho maestro, caracterizado por su teatralidad, narrativismo
y expresividad, bien pudo encontrar inspiración en obras
del entorno como el mismo claustro del Monasterio de Santa María
la Real de Aguilar e Campoo, Revilla de Santullán o la portada
de la parroquia de Perazancas.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)