Iglesia de San Román, Toledo
Introducción
La
parroquia de San Román, situada en una de las zonas más
altas de la urbe toledana, es uno de los templos más interesantes
y a la vez menos conocidos de la ciudad al situarse algo apartada
de los principales recorridos turísticos frecuentados por
la mayoría de visitantes al Toledo Patrimonio de la Humanidad.
Se trata de uno más de los varios monumentos
toledanos que constituyen en sí mismos una cronología
histórica y arqueológica de la ciudad, ya que en él
se fueron superponiendo los diferentes estilos prototípicos
de las culturas y civilizaciones que fueron sucediéndose
en el poder político y religioso de la urbe.
Desde el año 1969, al indudable interés
del edificio hay que sumarle el valor añadido de albergar
la sede del Museo de los Concilios y la Cultura Visigoda, el cual,
tras su reinauguración en 2001, expone un interesantísimo
catálogo de piezas visigodas procedentes de varios puntos
de Toledo, así como una magnífica réplica del
Tesoro de Guarrazar.
Breve aproximación histórica
A tenor de lo que el propio edificio nos desvela, parece
que los orígenes de San Román hay que remontarlos
a los tiempos de la dominación visigoda, bajo la cual, aproximadamente
hacia el siglo VII y posiblemente sobre los restos de un edificio
romano anterior, fue erigida una primitiva parroquia.
Con la caída de Toledo en manos musulmanas,
en el siglo X la primitiva iglesia visigótica fue transformada
en mezquita califal, para lo cual, como fue práctica recurrente
en el Toledo altomedieval, fueron reaprovechados piezas y materiales
anteriores.
Tras la conquista cristiana, varias de las mezquitas
toledanas fueron paulatinamente siendo convertidas en templos cristianos,
de manera que, ya a mediados del siglo XII, aparece San Román
documentada como tal; incluso es en ella donde, según la
tradición, fue coronado ante los toledanos el Rey Alfonso
VIII de Castilla.
Aunque es más que posible que el espacio viniera
siendo utilizado como lugar de culto desde varias décadas
antes, la consagración efectiva de San Román por parte
del Arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada tuvo lugar en 1221,
con total probabilidad, antes incluso de finalizarse tanto la construcción
de la nueva cabecera mudéjar como el programa pictórico
de sus muros interiores, el cual, son varios los especialistas que
lo contextualizan ya entre 1230 y 1250.
Con posterioridad, ya en el siglo XVI y siguiendo planos
del arquitecto Alonso de Covarrubias, fue modificada la capilla
mayor enmascarando en parte la primitiva cabecera mudéjar
y siendo también levantada la cúpula plateresca decorada
a base de casetones que podemos admirar en la actualidad.
La iglesia
El edificio actual, erigido en el típicamente
toledano aparejo de mampostería encintada, presenta al interior
una estructura de tres naves cubiertas de madera y separadas entre
sí por arcos de herradura sobre pilares de ladrillo a los
que adosan columnas de mármol coronadas por capiteles visigodos
reaprovechados.
Sobre cada uno de los arcos torales que separan las
naves se abren, a modo de falso triforio, grupos de tres arcos menores
de medio punto.
Ésta es una conformación que con algunos
matices se repite en la Sinagoga de Santa María la Blanca
o la Iglesia (antigua mezquita) de San Sebastián, y que evoca
claramente a la sala de oración de una mezquita.
El hecho de reaprovechar piezas de acarreo o incluso
espacios de oración de religiones anteriores vencidas o sometidas
fue algo habitual en el Toledo medieval tanto por parte de cristianos
como de musulmanes, un proceder que se explica por su sentido práctico
de economización de materiales y, por supuesto, por un sentido
simbólico de triunfo y reafirmación de poder.
A esa sala de oración reaprovechada de la mezquita
precedente, tras su consagración como templo cristiano en
la segunda década del siglo XIII y como también se
llevó a cabo en otras mezquitas toledanas (por ejemplo Bab-al-Mardum),
le fue añadido como nuevo presbiterio un ábside semicircular
siguiendo la moda de la época: el mudéjar.
Este ábside, precedido de su consabido tramo
recto, quedó en parte oculto y enmascarado tras las reformas
del siglo XVI llevadas a cabo por Alonso de Covarrubias, sin embargo,
por su sector sur, queda aún visible su articulación
original, apreciándose cómo el tramo recto se componía
de un primer nivel de arcos de medio punto y otros dos de arcos
túmidos; mientras que en el hemiciclo propiamente dicho,
dividido en once paños, la secuencia de abajo arriba era
de arcos de medio punto doblados, arcos túmidos trasdosados
por roscas polilobuladas y, por último, nuevamente arcos
túmidos.
Este modelo de ábside mudéjar se repite
en un buen número de parroquias toledanas, tanto construidas
de nueva planta ex profeso tras la conquista cristiana de la ciudad,
como en aquellas que reaprovecharon mezquitas musulmanas. Algunos
especialistas han planteado incluso la posibilidad, dada la estructura
de San Román y la existencia de arcos (hoy ciegos) en los
muros cabeceros laterales, que pudiera haber tenido triple cabecera
como su contemporánea en consagración de Santiago
del Arrabal, pero este extremo, así como el que plantea que
pudo tener incluso claustro, no ha podido ser confirmado.
Al exterior, lo más llamativo de San Román
es su portada de acceso de acusada herradura, un ventanal pentalobulado
en el mismo hastial, y por supuesto la torre campanario exenta.
La torre
El campanario de la iglesia de San Román es
una de las joyas mudéjares de la capital toledana. Es quizás
heredera de un alminar islámico anterior como podría
descifrarnos el hecho de presentar dos partes bien diferenciadas:
un primer cuerpo a modo de base levantada en mampostería
(podría ser de origen anterior a la conquista cristiana),
y el cuerpo superior de campanas ya en ladrillo y repitiendo casi
de manera idéntica la conformación del de la vecina
iglesia de Santo Tomé (mudéjar del siglo XIV): arcos
de herradura y polilobulados diversamente conjuntados en sus dos
cuerpos altos de ladrillo.
A esta torre se puede subir desde el interior del templo
y avistar desde ella amplias panorámica de la ciudad. Hay
que fijarse en la subida cómo la estructura es doble, un
pilar central de ladrillo y los cuatro muros exteriores, entre los
cuales se podía practicar la escalera.
Aunque es básicamente una torre mudéjar
del siglo XIV sigue las pautas habituales de los alminares almohades.
Las pinturas murales
Además de su superposición de estilos
arquitectónicos y del Museo de los Concilios que acoge en
su interior, quizás el elemento de más valor de la
iglesia de San Román es la colección de pinturas murales
datadas aproximadamente hacia el segundo cuarto del siglo XIII que
decoran sus muros; unas pinturas redescubiertas tras capas de revoco
en el año 1940 y que constituyen uno de los mejores y más
completos programas pictóricos tardorrománicos del
sur de Castilla.
Las pinturas murales cristianas fueron trazadas sobre
decoraciones preexistentes de inspiración califal consistentes
en los típicos despieces bícromos del dovelaje de
los arcos, atauriques y composiciones epigráficas. En algunos
casos, incluso, se observa perfectamente como se superponen a ellas.
Las pinturas tardorrománicas propiamente dichas
se extienden por los muros norte y sur, por el muro de los pies,
por las enjutas y los intradoses de los arcos de las naves y, en
menor medida, en la cabecera, donde es de suponer que también
existiría programa pictórico como en el ábside
del Cristo de la Luz, pero tras la reforma renacentista se perdieron,
quedando tan solo alguna pequeña muestra en los derrames
de las ventanas.
Empezando por la nave norte, sobre la puerta de acceso
se advierte un Cristo en Majestad bastante desdibujado que se presenta
entronizado y bendiciendo flanqueado por el buey de San Lucas y
el león de San Marcos. Es de suponer que, en su momento,
completarían la composición las otras dos figuras
que conforman el habitual Tetramorfos: el águila de San Juan
y el hombre símbolo de San Mateo.
Junto a él, en la parte superior del muro de
acceso a la capilla absidial norte, se distingue una escena en la
que varios ángeles rodean un sepulcro vacío que bien
podría interpretarse como el Santo Entierro, ya que de ser
la Resurrección de Cristo como apuntan otras versiones, aparecerían
como protagonistas las Tres Marías, que fueron las primeras
en hallarlo.
Continuando con el muro norte, sin lugar a dudas el
peor conservado por su mayor exposición a los elementos climatológicos
y por la perfectamente documentada existencia de varios retablos
durante varios siglos, aparece una monumental figura de San Cristóbal
de cronología posterior.
Se completa el programa pictórico del muro norte
con una pareja de ángeles turiferarios en el espacio del
tímpano de una primitiva puerta cegada; y ya hacia los pies,
una escena apocalíptica violentamente cortada por la apertura
posterior de una ventana en la que un dragón de rasgos felinos
es alanceado en sus fauces; composición interpretada como
la Lucha de San Miguel contra el Dragón.
En el muro occidental, notablemente mejor conservado,
aparecen en su parte más elevada dos misteriosas figuras
de tres cabezas que parecen anunciar el resto de la escena con sus
trompetas. Inmediatamente debajo, a la altura del cuerpo de ventanas
y adaptándose al espacio que queda hábil, los profetas
mayores Isaías y Jeremías portando sendas filacterias.
Junto a ellos, graciosamente agazapados y asomando
tras las cenefas que perfilan las ventanas, otros dos personajes
con trompetas parecen reforzar la idea del anuncio.
En el cuerpo intermedio, flanqueando una preciosa ventana
de arco túmido polilobulado enmarcada en un alfiz pictórico
con decoración epigráfica, se despliega el Colegio
Apostólico sobre un fondo arbóreo; presentándose
bajo ellos en el cuerpo más bajo del panel otro grupo de
personajes tonsurados y vestidos de blanco ocultando sus manos entre
las túnicas identificados como profetas menores o incluso
como bienaventurados.
En el muro occidental de la nave sur presiden la composición
a cada lado de una ventana dos reyes coronados que suelen identificarse
como Salomón y David.
Justo debajo, acomodándose al arco de entrada
al espacio musealizado, un tema del Génesis relacionado con
el árbol del conocimiento del bien y del mal. Puede ser el
momento en que Dios alecciona a los primeros padres sobre la exigencia
de no comer de dicho árbol o el momento posterior al Pecado
Original, con Eva desnuda tapándose por la vergüenza
tras la transgresión.
En el muro meridional se intuye en primer lugar una
escena prácticamente borrada de la que tan solo se distingue
una figura femenina portando una rama de palma. Sobre el resto de
la composición, hay quien lo ha identificado como una alegoría
de la Iglesia y la Sinagoga, o como los bienaventurados salvados
tras el Juicio.
A continuación, ocupando buena parte de la superficie
del muro, se despliega una de las escenografías más
conocidas de la iglesia de San Román: se trata de la Resurrección
de los Muertos, en la que unos elegantes ángeles (alguno
tocando la trompeta) anuncian a los muertos la llegada del Juicio,
apareciendo numerosos personajes de diferentes perfiles y estamentos
sociales (algunos incluso identificables como miembros del clero
por sus tonsuras) despertando y saliendo de sus tumbas.
Sobre el lienzo que corona el arco de acceso a la capilla
absidial sur aparecen individualizados bajo arcos tres de los evangelistas
alados con sus rostros cambiados por su símbolo zoomorfo
escribiendo los Evangelios sobre graciosos pupitres (San mateo,
San Marcos y San Lucas).
El cuarto que falta, que es San Juan con su rostro
en forma de águila, bien por falta de espacio o bien de forma
deliberada, aparece (hoy más desdibujado) sobre el muro contiguo.
Justo debajo, aprovechando las enjutas del arco, aparecen
perfectamente reconocibles las efigies de tres padres confesores
de la iglesia católica como son San Eugenio, San Isidro y
San Gregorio; y en el propio intradós del mismo, los diáconos
mártires San Lorenzo y San Esteban.
A lo largo de toda la arquería que separa la
nave central de la sur, tanto en las enjutas como en los intradoses
aparecen retratados varios personajes relevantes de la Iglesia,
como los padres del monacato San Benito y San Bernardo, obispos
como San Leandro, San Ambrosio y San Nicolás; así
como varios profetas.
Es de suponer que en la arquería que separa
la nave norte se repetirían representaciones similares, pero
se encuentran perdidas.
Estos retratos de padres, confesores, diáconos
y obispos de la Iglesia se caracterizan por su frontalidad y su
estilo acusadamente bizantinista, el cuál contrasta con el
narrativismo y la movilidad del resto de escenas figuradas del templo,
que en algunos casos parecen incluso inspiradas en la miniatura
y que diversos especialistas han querido relacionar con las existentes
en la propia ermita del Cristo de la Luz o en la madrileña
iglesia de Valdilecha.
Para terminar con el programa pictórico figurado
hay que señalar que las enjutas de los arcos de herradura
se aprovecharon para representar otro buen número de profetas
como Jonás, Zacarías, Ezequiel, Joel, etc. Estos mensajeros
de Dios del Antiguo Testamento portan una filacteria con su nombre.
El Museo de los Concilios
No hay que olvidar que la iglesia de San Román,
al no tener actualmente culto, se ha convertido en la sede del Museo
de los Concilios de Toledo y exhibe una interesantísima colección
de obras de arte visigodas.
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información de la Museo
de los Concilios y la Cultura Visigoda