Monasterio de Veruela (Real Monasterio de Santa
María)
Introducción
Si
los monasterios del Císter de Aragón
suponen siempre una agradabilísima sorpresa para el amante
del arte medieval, no cabe duda que el Monasterio de Veruela,
no muy lejos del Moncayo, impacta especialmente por su belleza.
Además, puede presumir de haber sido uno de los más
importantes de la orden del Císter en España, y con
un grado de conservación muy bueno.
Ubicación
El monasterio de Veruela se encuentra junto a Vera
de Moncayo (perteneciente a la provincia de Zaragoza) a las puertas
del Parque Natural de la Dehesa del Moncayo y escasa distancia de
esta emblemática montaña del Sistema Ibérico.
Por tanto, desde el punto de vista geográfico,
su localización lo sitúa en un punto de Aragón
muy próximo a Castilla (provincia de Soria) y Navarra. Esta
ubicación fronteriza le acarreó no pocos conflictos
al cenobio, como veremos en el próximo apartado dedicado
a su historia.
Historia
La fundación cisterciense del Monasterio de
Veruela data del año de 1145.
El lugar era adecuado para una fundación del
Císter gracias a lo retirado del lugar y a la abundancia
de agua que provee el río Huecha.
No hay que pensar que el deseo cisterciense de regresar
a la vida austera y recogida elegida por San Benito varios siglos
antes, llevara a estas comunidades a la pobreza. Todo lo contrario,
los monasterios medievales fueron auténticos poderes feudales
-y el Císter no fue una excepción- por lo que el Monasterio
llegó a ostentar la posesión de numerosas poblaciones
en los alrededores de Tarazona y Borja: Ainzón, Alcalá
de Moncayo, Vera de Moncayo, Bulbuente, Litago, etc.
Durante la contienda entre Aragón y Castilla
(La Guerra conocida como "de los Dos Pedros") las tropas
castellanas ocuparon el monasterio y destruyeron el claustro románico,
que debió ser reconstruido tras la finalización de
las hostilidades (último tercio del siglo XIV) mediante los
donativos de la familia Luna.
La primera mitad del siglo XVI es un momento de gran
auge del monasterio y se acometieron importantes reformas, como
la reconstrucción del recinto amurallado que daba protección
a la comunidad, aunque se mantuvo la torre del homenaje medieval.
También se modificaron las bóvedas del
dormitorio y del refectorio de los monjes y se añadió
el segundo piso de galerías por encima de del claustro gótico.
Otra importante obra fruto de esta época fue
la edificación del palacio abacial fuera del la estructura
claustral, en concreto, junto al acceso del monasterio.
En el siglo XVII se acomete la construcción
de un nuevo espacio de reposos para los monjes, construyéndose
un total de 65 celdas individuales alrededor de un nuevo claustro
barroco. También se lleva a cabo la espectacular sacristía
nueva.
El poder del Monasterio de Veruela cesó abruptamente,
como sucedería con el resto de las comunidades monásticas
españolas, con la Desamortización de Mendizábal
de 1835. Por fortuna, a diferencia de otros cenobios medievales
españoles que quedaron abandonados a la ruina y el expolio
a partir de ese momento, el de Veruela se mantuvo en buen estado
gracias a la formación de una junta de conservación
formada por algunas personas de Tarazona y Borja que impidieron
su ruina total y merced a la creación de una importante hospedería
frecuentada por la alta sociedad aragonesa y otros ilustres hombres
de la segunda mitad del siglo XIX, como los hermanos Bécquer,
de los que nos ocuparemos en el próximo apartado.
En 1875 el Monasterio de Veruela pasó a manos
de los jesuitas hasta 1975 en que el Estado cedió a la Diputación
de Zaragoza el usufructo y su conservación. En la actualidad,
pertenece a la citada diputación que lo mantiene abierto
al público, complementándolo con actividades culturales
como conciertos y exposiciones.
Como consecuencia de tan dilatada historia el conjunto
del Monasterio de Veruela mantiene una gran parte de sus estructuras
iniciales de los siglos XII y XIII; también del XIV tras
la destrucción parcial de la Guerra de los dos Pedros y de
una etapa ya moderna (mediados del siglo XVI) coincidiendo con el
mandato del abad Hernando de Aragón y sus sucesores.
Por último, citaremos la importante edificación,
durante el siglo XVII, de un nuevo claustro rectangular barroco
al sureste de la iglesia, rodeado por celdas individuales para los
monjes.
Veruela y los heranos Bécquer
Veruela se encuentra ligado a los hermanos Bécquer
(Gustavo Adolfo y Valeriano). En efecto, el romántico poeta
y el pintor -junto a sus familias- se hospedaron aquí varios
meses entre 1863 y 1864. No obstante, antes de esta visita, Gustavo
Adolfo Bécquer ya estaba familiarizado con el lugar, puesto
que su esposa Casta Esteban y Navarro era natural de la cercana
población soriana de Torrubia.
Fruto de la relación entre Bécquer
y Veruela es su producción de varias cartas tituladas "Desde
mi celda" y leyendas fantásticas. En alguna de ellas
se recoge la tradición de los aquelarres de brujería
que supuestamente se practicaron en las ruinas del cercano castillo
de Trasmoz.
No cabe duda, que la relación Bécquer-Veruela
ha sido un factor determinante para la difusión del cenobio
y su universalización. En su conmemoración, se ha
instalado en la cilla del monasterio una exposición sobre
los hermanos Bécquer, reproducción de pinturas y fragmentos
literarios, etc.
Dependencias
Muralla y dependencias extraclaustrales
El conjunto monástico está cercado por
una muralla de forma hexagonal de 1 Km. de perímetro jalonada
por once gruesos torreones cilíndricos. La entrada al monasterio
se efectúa por la torre del homenaje que nos conduce a un
bello y romántico espacio arbolado que finaliza en la monumental
fachada principal de la iglesia abacial.
A la derecha (sur) de este "parque"
encontramos el Museo del Vino dedicado a la denominación
de origen Campo de Borja, ubicado junto al aljibe medieval. Algo
más al este veremos el antiguo palacio abacial del siglo
XVI.
La iglesia abacial
La iglesia del Monasterio de Veruela se puede considerar
de las más románicas del Císter en España.
Cuenta con tres altas naves separadas por pilares cruciformes con
columnas en sus frentes -las que miran a la nave central no llegan
hasta el suelo- que soportan arcos todavía de perfecto medio
punto. Las bóvedas son de crucería sencilla. Todo
el conjunto impone al espectador por su armonía y monumentalidad
(VER IMAGEN INFERIOR).
Cabecera con girola y capillas radiales
Las citadas naves terminan en una nave transversal
o transepto y una espectacular cabecera con una capilla principal
abierta a una girola que da paso, a su vez, a cinco absidiolos.
La citada capilla principal tiene un alzado formado
por tres niveles. El inferior es el de los vanos de comunicación
con el deambulatorio, que presentan arcos apuntados que voltean
sobre pilares con semicolumnas adosadas. El segundo nivel es de
sencillos ventanales al exterior para la iluminación. Entre
estas ventanas surgen columnas truncadas sin basas que recogen los
nervios de crucería del tercer nivel que es del abovedamiento.
La girola es un espacio de enorme interés, donde
se percibe un gran ambiente medieval, gracias a las armónicas
y rítmicas formas que combinan las bóvedas de crucería,
arcos apuntados y columnas. Los cinco absidiolos o capillas que
emanan del deambulatorio son relativamente pequeños y de
formas plenamente románicas: planta semicircular y bóveda
de cuarto de esfera.
Por su parte, el citado transepto también cuenta
con un par de capillas absidales.
Este tipo de cabecera convierte a Veruela en el modelo
más avanzado de los tres monasterios cistercienses aragoneses
que citamos al comienzo.
Las naves
La iluminación de la nave central, al ser más
alta que las laterales, se práctica directamente a través
de grandes ventanales abocinados sin molduras ni decoración.
Siguiendo las pautas de austeridad establecidas por
Bernardo de Claraval, los capiteles son de carácter vegetal
y geométrico, salvo uno que muestra esquemáticas arpías.
Aunque el aspecto interior es de bastante oscuridad,
hay que imaginar esta iglesia mucho más luminosa en origen
puesto que el claustro superior construido en el siglo XVI tapó
las ventanas de la nave sur. Además, las paredes estarían
revestidas de un enlucido de color blanco, como era preceptivo en
el Císter.
La puerta occidental
No
debemos obviar la hermosa y gran puerta occidental con seis arquivoltas
sobre diez columnas.
En los capiteles se esculpieron motivos florales junto
a otros figurados (zoomorfos y humanos) lo que, a buen seguro, habría
enojado a San Bernardo, fallecido algunas décadas antes.
Por encima corre un juego de arquillos ciegos que apean
sobre columnillas truncadas por las basas. También es perfectamente
visible un crismón trinitario de buena factura, que no es
el único que tiene esta puerta pues si nos fijamos bien,
encontraremos otro de dimensiones mucho más pequeñas
en la clave de la primera rosca del vano.
El claustro y las dependencias claustrales
El claustro del Monasterio de Veruela es gótico
puesto que el románico de la primera campaña constructiva
se vio afectado por una incursión castellana durante la Guerra
de los Dos Pedros. Así que debió reconstruirse a finales
del siglo XIV.
Su estética es netamente gótica, de
modo que sus galerías se comunican con el patio interior
mediante arquerías apuntadas entre contrafuertes. Tres óculos
lobulados por tramo, actualmente cegados, ofrecen la principal ornamentación.
Hay que fijarse en la colección de ingeniosas y expresivas
gárgolas que emanan de los contrafuertes.
Las pandas se abovedan con crucería, siendo
la base de sus nervios un conjunto de ménsulas esculpidas
con cabezas de animales, personajes, etc.
También pertenece a esta campaña constructiva
el monumental lavatorio que hallamos junto a la entrada al refectorio
y que estaba destinado a la higiene de las manos de los monjes antes
de entrar a comer. Tiene planta hexagonal con enormes vanos de comunicación
con el exterior a base de numerosas arquivoltas apuntadas y columnillas
de hojarasca gótica. Su abovedamiento es de crucería
teniendo como clave un medallón con un guerrero tallado.
La fuente se sitúa en el centro.
En el siglo XVI se añadió un piso de
estilo renacentista plateresco mediante antepechos que soportan
columnas toscanas y arcos con cada intradós decorado con
cabezas de ángeles. Las enjutas muestran enormes cabezas
de personajes relevantes como abades, reyes, etc.
También hay que fijarse en los numerosos sepulcros
y arcosolios funerarios que se practicaron en el claustro bajo.
De las dependencias claustrales que se conservan de
la Edad Media hay que citar, por su importancia y/o buena conservación
la sala capitular, el locutorio, el refectorio de los monjes, la
cocina y la cilla.
Sala Capitular
La sala capitular es de gran belleza. Se comunica con
el claustro a través de unas arquerías todavía
románicas de exquisita belleza, gracias a sus anchas arquivoltas
ajedrezadas y a sus elegantes columnas.
La
propia Sala Capitular también es la más románica
de los tres monasterios cistercienses aragoneses. Es de la menor
altura y las sencillas bóvedas de crucería se sostienen
mediante el apoyo de elegantísimas columnas adosadas a los
muros y otras cuatro repartidas en el espacio central.
En el muro opuesto a la entrada (el oriental) cuenta
tres ventanales, uno por cada tramo.
En el muro septentrional de esta sala se halla el sepulcro
gótico del siglo XIII de Lope Ximénez, señor
de Agón, con buena parte de su policromía original.
Por su parte, en la pared opuesta encontramos la sepultura del abad
y cardenal Sancho Marcilla trabajado una centuria (finales del siglo
XIV).
Como era preceptivo, existía una puerta de comunicación
entre la iglesia y la panda del capítulo del claustro, próxima
a la sala capitular. Esta puerta, llamada "de los monjes"
porque por ella accedían éstos al templo se ha conservado
de forma óptima. Tiene tres arquivoltas y dos columnas.
El Locutorio
Al sur de la sala capitular encontramos el locutorio,
lugar donde se explicaba verbalmente a cada monje su trabajo diario,
puesto que en el resto del monasterio estaban prohibidas las conversaciones
Se trata de una estancia rectangular de gran sencillez, aunque la
fábrica es de sillería y con su correspondiente abovedamiento.
En la panda del refectorio tenemos el propio refectorio
y la cocina.
La Sala de los Monjes
Éste era el lugar donde los monjes realizaban
su principal trabajo manual que era el de la copia de códices.
Se trata de un espacio bastante diáfano abovedado cuyos nervios
caen sobre gruesas columnas de fustes agrupados y las ménsulas
adosadas a las paredes.
El Refectorio de los Monjes
El refectorio es una sala rectangular con su eje longitudinal
dispuesto en sentido perpendicular a la panda del claustro, como
era preceptivo en los complejos del Císter, ya que de ese
modo, en caso de aumento del número de monjes bastaba con
eliminar el muro de cierre y añadir más tramos a la
nave. Tanto los muros laterales como el de cierre están horadados
por grandes vanos. El abovedamiento de crucería estrellada
tardogótica es fruto de las reformas acaecidas en el siglo
XVI.
La Cocina
La cocina es una sala contigua con vanos para evacuar
los humos. La acumulación de hollín de siglos de uso
ha impregnado de color negro los plementos de su bóveda de
crucería.
La Cilla
Las estancias de los legos, adosadas a la panda
oeste, sufrieron algunas modificaciones. No obstante tenemos en
buen estado la cilla o almacén de víveres del cenobio
que englobaba el callejón de conversos.
Se trata de un espacio rectangular de dos naves
separadas por arcos apuntados que caen sobre columnas cilíndricas
de sencillos capiteles. La techumbre es de madera.
También nos ha llegado en óptimo
estado la llamada "Puerta de los Conversos", por donde
accedían los legos a la iglesia para no mezclarse con los
monjes que hacían lo propio por la de "Puerta de los
Monjes" ya descrita en un apartado anterior. La Puerta de los
Conversos de Veruela es de estilo románico y cuenta cuatro
arquivoltas decoradas con secuencias de motivos geométricos
y florales, además de con dos columnas.