Introducción
La iglesia de San Pedro de Plecín se sitúa
en el extremo oriental del Principado de Asturias, en la vertiente
sur de la Sierra del Cuera y constituyendo un privilegiado balcón
natural desde el que se divisan varias de las más míticas
y elevadas cumbres de los Picos de Europa.
En concreto, las ruinas de Plecín se emplazan
a unos quinientos metros del casco urbano de Alles, capital del
concejo de Peñamellera Alta, desde cuya actual iglesia,
construcción dieciochesca y de sabor indiano que vino a
sustituir en su función parroquial a la que nos ocupa,
parte una amena vereda que desemboca en unos pocos minutos de
agradable paseo a los mismos pies de lo que queda del monumento.
Abandonada a su suerte tras la erección en
1787 de la mucho mejor comunicada y más capaz iglesia nueva
de Alles, San Pedro de Plecín permaneció durante
décadas en el más absoluto desamparo, sufriendo
como consecuencia de ello un irremediable proceso de ruina que
no fue frenado hasta que ya era demasiado tarde, conservándose
en la actualidad sus valiosos restos consolidados y limpios de
maleza. Fue declarada Bien de Interés Cultural en el año
2003.
Breve aproximación histórica
Las referencias documentales sobre San Pedro de Plecín
son, además de escasas, muy posteriores a la construcción
del monumento, siendo más que factible la posibilidad de
que, ya consolidada la Reconquista por tan remotos valles astures,
fuese erigida sobre un lugar de culto pagano una primera iglesia
prerrománica.
La
actual construcción podría datarse entre finales
del siglo XII y principios del XIII, estando su erección
tradicionalmente ligada a la casa nobiliaria de los Vela, linaje
de origen alavés y cuya presencia por estos pagos del oriente
asturiano procedente quizás de territorios norteños
de Castilla o León, está documentada desde el siglo
XII, constando su participación en representación
de Peñamellera en el Concilio de Oviedo (1115).
Para hallar la primera mención del todo contrastada
sobre la iglesia de Plecín, hay que esperar a finales del
siglo XIV, apareciendo bajo la advocación de San Salvador
y con rango de abadía en el Libro Becerro de Don Gutierre,
entre 1385 y 1389.
Ya en el siglo XVI, la iglesia de Plecín aparece
bajo su actual advocación de San Pedro, permaneciendo como
principal parroquia de Peñamellera Alta hasta que, como
ha quedado dicho, fue remplazada a finales del siglo XVIII por
una nueva iglesia en el mismo centro de la población de
Alles, quedando desde entonces totalmente abandonada.
Ruinas de la iglesia de San Pedro de Plecín
Pese a su actual estado ruinoso en el que apenas
quedan en pie los muros perimetrales de la nave, así como
el arranque de los cabeceros, puede apreciarse como San Pedro
de Plecín respondía en origen al prototípico
modelo rural de una sola nave -presumiblemente cubierta de madera-
que, tras un breve tramo recto presbiterial con bóveda
de cañón, desembocaba en un único ábside
semicircular abovedado con solución de horno.
A primera vista llama la atención, además
del enorme grosor de los muros, el hecho de que mientras el aparejo
de las naves fue realizado a base de mampostería caliza
irregular, para la cabecera y la portada fueron empleados sillares
de una mucho más maleable piedra arenisca.
Al interior, una vez ha sido liberada de la espesísima
maleza que durante décadas la invadió, apenas queda
resto alguno más allá de la propia caja muraria,
pudiendo tan solo adivinarse los restos de alguna basa de columna.
Dada por buena la teoría de que la nave se
cubría mediante un armazón de madera a dos aguas
(no queda huella alguna de posibles soluciones abovedadas), las
cubiertas más nobles, como era denominador común
en tantos templos rurales del norte de España, se reducían
a los tramos cabeceros, existiendo constancia además de
la existencia de un arco triunfal gracias a un deteriorado capitel
custodiado hoy en el Ayuntamiento del concejo.
Bien entrado el siglo XIII, quizás por necesidades
espaciales, la iglesia de San Pedro de Plecín fue ampliada
en su sector occidental mediante la adición de un tramo
más, practicándose como consecuencia de ello un
sencillo vano de ingreso de doble arquivolta apuntada ligeramente
descentrado respecto al eje principal.
Ya de finales del siglo XV o incluso entrado el XVI
sería añadida en el muro norte la capilla funeraria
de la familia Mier, y un típicamente asturiano pórtico
en el muro sur, hoy completamente desaparecido.
Pese a los escasísimos restos conservados
en la zona absidial, a juzgar por la nobleza de los materiales,
puede extraerse que su cabecera sería de extraordinario
porte, dividido en tres paños mediante dos contrafuertes
y abriéndose en el paño central un ventanal de similares
características al conservado en el hastial sur.
En el interior de la cabecera, gracias a unas pequeñas
basas aún apreciables en la zona del tramo recto, hay quienes
han planteado la posibilidad de la existencia de una galería
de arcos ciegos; un recurso presente en varias iglesias románicas
asturianas sobre todo de la zona de Villaviciosa, pero también
recurrente tanto en los valles cántabros como en las comarcas
del norte palentino y burgalés, con cuyo románico,
como veremos a continuación, tienden a emparentarse las
ruinas de San Pedro de Plecín.
Contaría igualmente San Pedro de Plecín
con una interesante colección de canecillos, sin embargo,
son escasos los conservados en la actualidad, apreciándose
entre los subsistentes in-situ representaciones de animales, músicos
y alguna otra figuración humana casi irreconocible.
La zona que en "mejor estado" ha llegado
a nuestros días es el hastial meridional del templo, donde
se encuentra la portada principal y un hermoso ventanal contiguo
que, sin duda, son los elementos más relevantes de la iglesia.
La portada se presenta horadada en un cuerpo en resalte
o arimez que, a su vez y desde el siglo XV, quedaba cobijada por
un pórtico hoy desaparecido pero que de su existencia quedan
palpables huellas sobre el muro.
Bajo un breve tejaroz sustentado por canecillos,
son en total cuatro las arquivoltas ligeramente apuntadas que
la componen, llamando la atención en una de ellas un bocel
taqueado de tradición jacobea, así como una chambrana
decorada con celdillas a modo de panal de abeja.
Descansaban las arquivoltas sobre columnas acodilladas
-hoy desaparecidas- que culminaban en capiteles figurados en los
que, además del largo periodo de abandono sufrido por el
templo, han hecho mella la mala calidad de la piedra arenisca
en que fueron realizados.
Pese al deterioro, puede aún ser descifrada
su iconografía en varias de las cestas, reconociéndose
una especie de sirena tocada con un gorro frigio, un dragón,
dos centauros afrontados y dos figuras humanas muy erosionadas
que bien podría tratarse de la representación de
una lucha de caballeros.
De los fustes, hoy desaparecidos, existe tanto alguna
fotografía antigua como testimonios que los describían
como piezas monolíticas cilíndricas decoradas con
celdillas y acanaladuras helicoidales animadas con florecillas
de botón central, una fórmula decorativa que de
nuevo nos remitiría a modelos mucho más comunes
en territorios castellanos, como por ejemplo San Andrés
de Arroyo o Rebolledo de la Torre, heredados quizás del
monasterio cántabro de Piasca.
Al lado de la portada, concretamente en el primer
tramo de la nave, se abre un precioso ventanal concebido como
una aspillera trasdosada por una chambrana ajedrezada que abraza
a su vez dos arquivoltas de medio punto, de las cuales, la interna
presenta un curioso perfil pentalobulado.
Sus capiteles, también bastante desgastados,
presentan en ambos casos pares de grifos afrontados entre sí,
llamando poderosamente la atención una representación
de Cristo Salvador (primitiva advocación de la iglesia)
a modo de tímpano.
Este curioso ventanal ha sido puesto en relación
formal con los existentes en la iglesia cántabra de Santa
María la Real de Las Henestrosas de las Quintanillas, y
con la burgalesa ermita de San Pantaleón de Losa.
Así pues, puede concluirse que la iglesia
de San Pedro de Plecín se aleja en cierto modo de los prototípicos
esquemas del románico rural asturiano para aproximarse
más a modelos tanto decorativos como formales más
propios del románico cántabro y castellano, circunstancia
que, para varios especialistas, se justificaría por ese
posible patrocinio nobiliario de la familia Vela que, si bien
era originaria de Álava, parece que se asentó en
tierras astures de Peñamellera procedente de territorios
del norte castellano; quizás Burgos, Palencia o incluso
León.