Introducción
El Museo Arqueológico de Asturias
se ubica en Oviedo, a escasos metros de la Cámara Santa
y de la Catedral. Inaugurado a mediados del siglo pasado, ha
sido sometido recientemente a una profunda transformación,
convirtiéndose en el principal museo arqueológico
del Principado, con más de 8.000 piezas y alrededor de
5.400 cajas de materiales que se encuentran a la espera de ser
catalogados.
Entre sus fondos destaca la colección
de objetos romanos, y, sobre todo, la espléndida colección
de piezas arquitectónicas de la Monarquía Astur.
Historia de la Institución
El
origen del Museo Arqueológico de Asturias se remonta
a 1844, cuando, por medio de una Real Orden, la Comisión
Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos
reunió y clasificó un número considerable
de objetos de titularidad pública, la mayoría
procedentes de la Desamortización de Mendizábal
(1836-1837).
La falta de medios económicos
hizo que en este momento no se designase ningún edificio
para su exposición, y las piezas se fueron trasladando
de unos lugares a otros, hasta llegar al edificio de las Escuelas
Normales de Maestros y Maestras, en la segunda mitad del siglo
XIX, donde por primera vez la colección consiguió
un espacio digno, y cierto reconocimiento a nivel nacional.
Pero debido a los problemas que hubo con la dirección
de estas Escuelas, en 1919 los fondos se tuvieron que volver
a trasladar, esta vez a los bajos de la casa del señor
Pajares, tras fracasar el intento de construir un edificio específico
para el Museo. Allí permanecieron almacenados hasta que
en 1949 se decidió su instalación en el antiguo
monasterio benedictino de San Vicente, sede actual de la Institución.
En febrero de 2003 el Museo cerró
sus puertas, para hacer una restauración integral del
edificio, rehabilitar los fondos históricos, ampliar
el espacio expositivo, y renovar el discurso museográfico,
inaugurándose de nuevo en el año 2011.
El edificio: el antiguo monasterio
de San Vicente
El monasterio de San Vicente perteneció
a la orden benedictina, y fue fundado el mismo año que
la ciudad de Oviedo, el 761, por el presbítero Máximo.
No se conserva prácticamente nada de este edificio, aunque
en el transcurso de las obras emprendidas entre 2003 y 2008
han aparecido algunos restos arqueológicos, correspondientes
a los siglos XI y XII, que se han incorporado a la colección
permanente.
En 1512 se desencadenó un incendio
que destruyó por completo las dependencias monásticas
y que también afectó parcialmente a la Catedral.
A raíz de esto, en 1516 se comenzaron las obras del claustro
que vemos en la actualidad. A lo largo del siglo XVII debieron
de destruirse los escasos restos del edificio medieval que habían
sobrevivido, y se construyó la gran portada barroca de
la fachada.
En la siguiente centuria el monasterio
alcanzó un gran desarrollo, fruto del poder económico
que reunió, en parte, gracias a la presencia del padre
Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), que fue su abad desde
el año 1721. En esta época se realizaron las obras
del claustro alto, y se construyó otro patio de servicio,
que ocuparía el terreno de la actual plaza del Padre
Feijoo.
En 1837 el edificio se vio afectado
por la Desamortización, pasando a ser titularidad de
la Diputación de Oviedo. Cien años más
tarde, en 1934, fue declarado Monumento Histórico-Artístico,
y en 1939 se planteó un proyecto de restauración.
Desde 1952 es la sede del Museo Arqueológico de Asturias,
lo que ha contribuido a revitalizar el edificio y a impedir
su ruina.
Las colecciones
Los fondos del Museo Arqueológico
de Asturias se nutren fundamentalmente de las diferentes actividades
que desarrolló la Comisión Provincial de Monumentos
tras la Desamortización, las excavaciones arqueológicas
emprendidas en la segunda mitad del siglo XX y, en menor medida,
las adquisiciones y donaciones de particulares.
Las piezas se exponen formando un
recorrido cronológico, divididas en cinco áreas
temáticas, correspondientes al Paleolítico, el
Neolítico y la Edad de los Metales, la época de
celtibérica, la romanización, y el reino Astur
durante la Edad Media. La visita se complementa con una sala
dedicada al Patrimonio de la Humanidad del Principado; una colección
de sarcófagos, y de objetos heráldicos; un espacio
destinado a la historia del Museo; y la reconstrucción
de una celda de un monasterio benedictino, como homenaje al
padre Feijoo.
Los fondos de la Prehistoria
Toda la planta primera alberga piezas
procedentes de los diferentes periodos de la Prehistoria, encontradas
en los diversos yacimientos arqueológicos del Principado.
El visitante se introduce de esta forma en el conocimiento de
los primeros pobladores, que dejaron vestigios rupestres en
más de cincuenta cuevas repartidas por toda la región,
algunas de las cuales están declaradas Patrimonio de
la Humanidad.
Muchos de los objetos que se exponen
proceden de las excavaciones realizadas en los años 90
en la cueva del Sidrón (Borines, Piloña). Para
contextualizar esto, se muestra una reproducción de una
figura femenina, elaborada a partir de los datos del ADN extraídos
de las excavaciones de esa cueva.
En la sala dedicada al Neolítico y la Edad de los Metales,
destaca la llamada Estela de Allande, una laja de pizarra con
grabados geométricos en forma de semicírculos,
que forman una especie de serpiente en sentido vertical. Hay
que llamar la atención sobre la colección de hachas
pulimentadas. También son piezas destacadas los dos moldes
de fundición, procedentes de los yacimientos de Los Oscos
y de Castropol.
La época de los castros
En esta sala se puede ver una maqueta
del castro de Villacondide (Coaña), quizás el
más conocido de todos los castros que hay en Asturias.
Se exponen también diversos objetos como hebillas, puntas
de flecha, fíbulas, ollas o broches procedentes de los
principales castros de Asturias.
Se pueden ver piezas de orfebrería,
entre las que destaca la arracada del castro de Chao Samartín
(Chao, Grandas de Saline), o una reproducción de los
fragmentos de la diadema de Moñes, cuyos fragmentos originales
se encuentran repartidos entre el Museo Arqueológico
Nacional, el Instituto Valencia de Don Juan y el Museo Saint
Germain-en-Laye.
La invasión romana
El periodo en el que Roma invadió
los territorios asturianos, en la época del emperador
Augusto (63 a. C. - 14 d. C), se encuentra representado en el
Museo por medio de estelas, monedas, jarrones, o fragmentos
de cuencos y lucernas. El discurso gira en torno a la romanización
del Principado, la exposición de diversos materiales
de las villas y las ciudades romanas, y sus costumbres funerarias.
El Museo cuenta con una gran colección
de lápidas y varias inscripciones votivas, que han sido
recientemente restauradas. También se exponen tres magníficos
capiteles, encontrados en Oviedo, y que se encuentran descontextualizados,
al no conocerse su procedencia.
En los espacios dedicados a las ciudades
y las villas romanas, pueden verse algunos ejemplos de mosaicos,
como el de Memorana, (Vega del Ciego, Lena), de fines del siglo
IV, procedente de una villa situada junto a la antigua vía
de Astúrica de Locus Augisti, mandada edificar por Memorius.
Se compone de pequeñas teselas, y decoración figurada
con peces y aves, junto a objetos, tales como ánforas
y decoración estrellada, todo ello rodeado de una superficie
ajedrezada.
Otro mosaico destacado es el de Andallón,
que fue hallado en la finca del Pedregal (San Martín
de Andallón, Las Regueras), cuyas teselas componen una
decoración de motivos decorativos geométricos.
Se ha fechado a finales del siglo IV o principios del V, pero
hay arqueólogos que lo retrasan hasta mediados del siglo
III. Este mosaico fue hallado en la década de los 50
del siglo XX, y se creía perdido. Sin embargo en el año
2009, en el transcurso de las obras de rehabilitación
y ampliación, fue hallado en los almacenes del Museo,
distribuido en varias cajas.
Otras piezas destacadas son los vasos
y objetos de vidrio, metal y cerámica que fueron depositados
como ofrendas en la necrópolis tardorromana de Paredes
(Siero), de una excepcional calidad.
Todo el discurso se complementa con vídeos, que ilustran
muy bien la explotación de las minas de oro, principal
interés de los romanos en esta zona de la Península.
El arte de la Edad Media y su
representación en el Museo
La Asturias medieval ocupa toda la
tercera planta del Museo. Debido a la importancia que tiene
el Reino Astur en la Alta Edad Media peninsular, en esta área
del museo se presentan algunas de las piezas más destacadas
de la colección.
Aquí se pueden ver muchos elementos
arquitectónicos de las iglesias, monasterios y sedes
regias de la monarquía asturiana, tales como celosías,
columnas, capiteles o altares.
Destacan varios fragmentos pertenecientes
a tres juegos de cancel de San Miguel de Lillo. La función
de los canceles era separar el espacio litúrgico dentro
de los templos religiosos, creando una barrera entre el presbiterio
y el espacio de los fieles.
En el Museo, se puede ver una placa
de cancel de mármol gris con un friso decorativo con
formas vegetales que muestran influencias orientales, en una
de sus caras, bajo el cual hay una talla de un grifo alado,
fechado en torno al siglo VII, en época visigoda. En
su reverso se encuentra un bajo relieve con una forma vegetal
muy estilizada, con hojas de palmera y folículos acorazonados,
que también muestra influencias islámicas. Este
relieve parece posterior al del anverso, fechándose en
la segunda mitad del siglo IX. La segunda de las placas de cancel
que conserva el Museo está decorada con unas formas vegetales
muy similares, y está realizada en el mismo material.
La tercera es muy distinta, ya que
tiene una decoración calada, con una franja con decoración
de espiga en la parte superior. Bajo la misma hay dos arcos
de medio punto que apoyan sobre un capitel troncopiramidal de
tradición bizantina decorado, con motivos geométricos,
que muestran una influencia visigoda. Debajo de cada arco hay
una cruz que desciende, conformando dos folículos acorazonados.
De esta iglesia también se
exponen otros elementos arquitectónicos muy interesantes,
como capiteles, ménsulas o celosías.
También hay que llamar la atención sobre la mesa
de altar de Santa María del Naranco, cuyo original se
encuentra en el Museo, conservándose una copia de la
misma en el edificio. Se trata de una pieza monolítica
en caliza blanca, coronada por un ara, con decoración
de espigas, en donde se puede leer una inscripción que
data su construcción en época del rey Ramiro I
(842-850).
Otras piezas destacadas de los fondos
altomedievales del Museo son los escasos restos del palacio
de Alfonso III (866-910): dos columnas y dos placas, estas últimas
con la Cruz de la Victoria y una inscripción protectora
que hacen alusión a su construcción.
Como piezas curiosas, se pueden ver
una excelente reja románica, labrada en hierro, procedente
de la iglesia de San Isidoro en Oviedo; o tres tejas con dibujos
realizados sobre el barro fresco, que representan imágenes
de caballeros medievales y de barcos, procedentes de los antiguos
monasterios de San Juan Bautista de Corias (Cangas de Narcea)
y de San Salvador de Cornellana (Salas).
También hay que citar algunos
capiteles como uno doble de San Salvador de Moro, u otros de
San Claudio.
De época gótica hay
varios capiteles y ménsulas procedentes del monasterio
de San Francisco, en Oviedo.
Sin embargo, de esta periodo lo más
destacado del Museo es sin duda el impresionante sepulcro de
don Rodrigo Álvarez de Noreña (ca. 1260 - ca.
1334), tutor del futuro rey Enrique II de Castilla (1367-1379),
que procede de la iglesia de San Vicente, en Oviedo. Se trata
de una pieza de mármol, cubierta con una tapa a dos vertientes.
Tanto su base como su cubierta se encuentran decoradas con diferentes
escudos y motivos vegetales muy estilizados, que siguen la estética
del gótico. Aunque en la actualidad no se conserva, se
han hallado restos de policromía en los blasones, y seguramente
también estuviesen policromados los relieves vegetales.
Su importancia radica en el papel
que esta obra pudo desempeñar al introducir los nuevos
modelos castellanos en la escultura funeraria bajomedieval asturiana.
Se ha especulado, por este motivo, que se trata de una obra
importada, realizada en la primera mitad del siglo XIV por un
maestro cuyo nombre no ha trascendido. Sin embargo, a pesar
de las novedades que presenta este sepulcro, no parece haber
tenido demasiadas consecuencias. La pieza ingreso en el Museo
en 1859, y, durante las últimas obras de rehabilitación
y ampliación, ha sido sometida a un minucioso proceso
de restauración.
También hay que destacar la
colección de ajuares domésticos, objetos que,
sin pertenecer propiamente a la Historia del Arte, son protagonistas
de la vida cotidiana en la Edad Media. A este respecto, se pueden
ver varias escudillas, cazuelas, jarras, ollas, llaves, hebillas,
o tinajas, que muestran un amplio discurso en torno al conjunto
de la sociedad medieval.
Dentro del apartado de imaginería,
nos encontramos con varias tallas de madera policromadas, con
imágenes religiosas de La Virgen y el Niño en
su habitual iconografía del Trono de Sabiduría,
además de un grupo formado por San Juan y la Virgen procedentes
de un Calvario, cuyo origen no se ha podido precisar, de Santa
Ana Triple, y San Miguel, procedentes de San Miguel de Lillo.