Fondos romanos, tardoantiguos
y medievales
El edificio
El Museo Arqueológico de
Sevilla se encuentra situado en la plaza de América,
en uno de los extremos del parque de María Luisa. Ocupa
un edificio neorrenacentista construido entre 1910 y 1915 por
el arquitecto Anibal González y Alvarez-Ossorio (Sevilla,
1875-1929) para albergar el Pabellón de las Bellas Artes
en la Exposición Iberoamericana de 1929. El edificio
y sus colecciones fueron declaras Monumento Histórico
Artístico en el año 1962.
Historia de la Institución
El
Museo fue creado en la segunda mitad del siglo XIX. A consecuencia
de la desamortización, el 19 de julio de 1835 el Ministerio
del Interior aprobó una Real Orden para tratar de evitar
la pérdida de las obras de arte conservadas en los conventos
suprimidos. Estos objetos deberían ser valorados por
una Junta Provincial integrada por expertos para ser inventariados.
En 1844 la Junta fue sustituida por
una Comisión Provincial de Monumentos, que decidió
unos años más tarde, integrar los fondos arqueológicos
con los de bellas artes y trasladarlos al antiguo convento de
la Merced, donde se creó el Museo de Antigüedades
de Sevilla.
En el año 1941 el Ayuntamiento
de la ciudad cedió al Ministerio de Educación
el Pabellón de Bellas Artes de la Exposición Iberoamericana
de 1929 con el objetivo de crear allí un Museo Arqueológico,
debido a la falta de espacio que había en el convento
de la Merced. Tras la adaptación del edificio, el 25
de mayo de 1946 se inauguraba la nueva institución, a
la que se incorporaron también en este momento, los fondos
procedentes de la colección municipal.
En 1973 se amplió el número
de salas y se mejoró la exposición de las piezas.
Recientemente se ha aprobado otra reforma, con el propósito
de mejorar las instalaciones y renovar el discurso museográfico,
pero el proyecto se encuentra paralizado desde el año
2009.
Las colecciones
El Museo Arqueológico de Sevilla
tiene uno de los fondos más completos de España,
con casi 60.000 piezas, entre las que destacan por su calidad
las de época romana.
Las de época tardoantigua,
visigótica e hispanomusulmana es bastante más
reducida en comparación con la anterior. No obstante,
realizando un recorrido sosegado por las salas dedicadas a estas
épocas nos percataremos de los interesantes que son muchos
de los objetos expuestos.
Aunque en esta página nos vamos
a centrar casi exclusivamente en las colecciones de arte romano,
tardoantiguo y medieval, huelga decir que son también
soberbias las colecciones arqueológicas de prehistoria,
arte celtibérico, fenicio y tartésico, como el
célebre "Bronce Carriazo" preciosa pieza fundida
en bronce probablemente elaborada para formar parte del bocado
de un callo. Su datación se estima en el periodo entre
625-525 a.C.
Procedencias
El conjunto museístico de Museo
Arqueológico de Sevilla se encuentra formado por tres
colecciones distintas. La más antigua data del siglo
XVI, es la del Marqués de Tarifa don Fadrique Enríquez
y su hijo, el virrey de Nápoles don Per Afán de
Rivera Enríquez. Esta colección está compuesta
tan sólo por dos estatuas italianas de enorme interés:
la parte inferior de una estatua de Apolo y un Nióbide
herido, que fueron donados al museo en 1954 por los Duques de
Medinaceli, que conservan el resto de esta colección
en la Casa de Pilatos.
La mayoría de los fondos del
museo proceden de la colección de don Francisco Bruna
y Ahumada, que reunió las obras en el siglo XVIII. También
hay piezas pertenecientes a la colección municipal, que
se encuentra en calidad de depósito. Se trata de objetos
adquiridos por el Ayuntamiento de Sevilla en el siglo XIX, y
que formaban parte de un desaparecido Museo Arqueológico
Municipal.
El Tesoro del Carambolo
Además del excelente repertorio
arqueológico y artístico de época romana,
otro de los conjuntos que, sin duda, mayor prestigio le ha dado
a este museo hispalense es el llamado Tesoro del Carambolo,
conjunto de un controvertido y magnífico ajuar de 21
piezas de oro de 25 quilate realizado en época de los
fenicios (Siglos VIII-VI a.C).
En la actualidad las piezas originales
-dado su valor económico, histórico y arqueológico-
se guarda en la caja fuerte de un banco, de modo que lo que
se expone en un grupo de réplicas realizadas por orfebres
sevillanos.
Los fondos de época romana
Los fondos de época romana
proceden fundamentalmente de las excavaciones de Itálica,
aunque también hay algunas piezas encontradas en los
yacimientos de la provincia y las dos estatuas italianas donadas
por los Duques de Medinaceli.
Entre las piezas romanas destacan
la colección de bustos y las medallas, las obras de cerámica,
o las relacionadas con el mundo funerario.
Algunas de las obras más sobresalientes
de esta época son las grandes esculturas de Venus, Diana
cazadora y Mercurio. Las tres se datan en la primera mitad del
siglo II, en época del emperador Adriano, y fueron encontradas
en el mismo lugar, en el teatro del yacimiento de Itálica.
De estas tres obras, destaca la escultura de Venus, ya que presenta
una iconografía excepcional. Se encuentra parcialmente
mutilada, y su cabeza ha desaparecido. Venus aparece representada
en posición frontal, con una pierna adelantada y desnuda.
La parte trasera está mucho
menos trabajada, lo que indica que fue realizada para verse
de frente. En su mano izquierda lleva una hoja, y a sus pies
hay un delfín, que alude al nacimiento de la diosa. La
planta que lleva en la mano se ha interpretado como una hoja
de colocasia, que la diosa utilizaría como abanico, lo
que confiere a esta escultura de una iconografía particular
y anómala.
Otra de las soberbias obras de estatuaria
romana está representada la escultura Fortuna, obra tallada
en mármol alabastrino. Aunque ha perdido la cabeza y los antebrazos
es una obra maestra de casi un metro de altura realizada entre
los siglos I- II d.C.
Sorprende su curiosa procedencia pues
fue hallada casualmente, junto a otras piezas escultóricas,
en el fondo de un pozo en el barrio de Barzola hace unos cuarenta
años.
Otra escultura destacada es la del
emperador Trajano divinizado, procedente del mismo yacimiento
que la anterior. Se trata de un retrato imperial, una representación
en actitud heroica, donde el personaje se encuentra representado
desnudo, con un manto sobre los hombros. No se han conservado
los brazos ni la cabeza, pero seguramente llevase en uno de
ellos una lanza, que sostendría en alto, en posición
arrogante y triunfal. Esta representación hay que entenderla
como un deseo de legitimar el poder por parte del emperador
Adriano, sobrino segundo de Trajano, en cuya época se
realizó esta escultura.
También hay que destacar la
colección de mosaicos, que resaltan por su monumentalidad
y sus dimensiones. Entre todos, quizás el más
interesante sea el que representa el Juicio de Paris, realizado
en la segunda mitad del siglo IV, en época del bajo imperio
romano. Procede de una villa del Alcaparral, en el municipio
Casariche (Sevilla).
La escena narrada se recoge por primera
vez en un pasaje de la Ilíada, y se narra en varias fuentes
posteriores, como las Metamorfosis de Ovidio. El mito cuenta
como Éride, diosa de la Discordia, ofendida porque no
había sido invitada al convite de bodas de Tetis y Peleo,
urdió su venganza presentándose allí con
una manzana de oro, que sería el premio a la diosa más
bella. Minerva, Juno y Venus pretendieron este premio enzarzándose
en una acalorada discusión ante la que tuvo que intervenir
Zeus. Para tomar la decisión final, el padre de los dioses
le encomendó al pastor Paris la elección, que
se decantó por Venus.
En el mosaico vemos representada esta
escena en el cuadro central, con las tres diosas, Paris, y el
dios Hermes, mensajero de los dioses, que fue el encargado de
trasmitir el mensaje al pastor de la misión que se le
encomendaba. Las figuras aparecen en una composición
isocefálica, en postura hierática. A los pies
se pueden ver hojas y ramas, y en un extremo hay unas rocas,
que son una alusión al monte Ida, donde Paris vivía
retirado, y en donde tuvo lugar el juicio. Rodeando la escena
hay tres marcos con teselas policromadas, que dan profundidad
a la escena representada.
Éstos no son los dos únicos
mosaicos romanos destacables del Museo Arqueológico de
Sevilla. Tenemos, por ejemplo, los mosaicos alegóricos
de las estaciones que proceden de Dos Hermanas y están
fechados entre los siglos II y III d.C.
De Dos Hermanas proceden también
fragmentos alusivos a escenas de anfiteatro como un león
o de circo, como una carrera de cuádrigas.
También citamos los mosaicos
procedente de Itálica, de comienzos del siglo II d-C.
correspondientes a Perissotervs, el Rapto de Hylax y escenas
marinas con animales fantásticos como tritones.
Antes de abandonar las salas
de arte romano es aconsejable detenerse en la sala de Epigrafía
Jurídica en bronce, ya que en ella se puede ver una de
las colecciones de textos jurídicos romanos más
completas del mundo. Se trata de un conjunto de leyes municipales
y coloniales, entre la que destaca la Lex Irnitana, la ley del
municipio hispano-romano de Irni, compuesta por diez tablas
de bronce, de las cuales se conservan seis, cinco de ellas completas,
firmadas por el emperador Domiciano en el año 91 d. C.
Contienen el conjunto de normas por el que debía regirse
la ciudad, y fueron encontradas en el año 1981 en El
Saucejo (Sevilla), entre los restos de un taller de broncistas.
Más allá de estas tablas, no existen más
fuentes documentales que testimonien la presencia de Irni. Se
ha identificado esta ciudad con un yacimiento de un poblado
ibérico romanizado en la provincia de Sevilla.
Las piezas paleocristianas y de
la Edad Media
Los fondos medievales del Museo no
son demasiado abundantes, aunque la importancia y calidad de
los mismos es excepcional.
En la actualidad, se encuentran divididos
en dos salas cuya separación viene marcada por la cronología
de las piezas expuestas. Destacan todas las piezas relacionadas
con el arte visigodo e hispano-musulmán, aunque también
se exponen interesantes obras de época tardoantigua y
de la baja Edad Media cristiana.
Dentro del repertorio tardorromano
y paleocristiano hay que mencionar algunas piezas como un aplique
de forma de paloma elaborado en bronce y fechado en el siglo
V d.C.
También tenemos un mosaico
tardorromano de la tumba de María Severa, del siglo V,
varias ladrillos y epígrafes funerarios con símbolos
cristianos como el Crismón.
No podía faltar, también
dentro del contexto funerario, un sarcófago paleocristiano
del siglo IV decorado con las habituales estrígiles, (curvas
sinuosas opuestas a modo de letra "S" mayúscula y que
simbolizaba la pureza del alma.
Época hispanovisigoda
La primera pieza que hay que destacar
especialmente es el dintel hispano-visigodo de San Hermenegildo.
Se trata de un bloque paralelepípedo de mármol
gris claro, con una inscripción que hace alusión
a la sublevación del rey Hermenegildo que se convirtió
al cristianismo y se reveló a su padre, Leovigildo. La
pieza se data en torno al año 581. Lo más seguro
es que este dintel, que todavía conserva sus hendiduras
para anclar a él una puerta, se encontrase en la iglesia
que mandó levantar el rey, donde reposaron sus restos.
En algún momento incierto anterior al siglo XVII la pieza
fue trasladada al molino de Cajul, en Alcalá de Guadaira,
donde fue encontrado en el año 1699.
Otra pieza de época tardoantigua
que merece distinguirse es un pie de altar visigodo, fechado
en los siglos VI-VII. No se ha podido ubicar su procedencia
con seguridad, se ha barajado la posibilidad de que sea de la
propia Sevilla o quizás de Córdoba. Se trata de
una pieza de formato vertical, paralelepípeda, con decoración
en relieve en sus cuatro caras.
El tenante era un contenedor de las
reliquias de un mártir, y formaba parte del mobiliario
litúrgico. En este caso, no se ha conservado el loculus,
la parte superior de la pieza, en donde se hallaría el
hueco para depositar las reliquias. Son muy pocos los ejemplares
que nos han llegado de este tipo de piezas, y por eso ésta
tiene un carácter excepcional. Otro ejemplo, que en este
caso si se ha conservado completo, es el de la mezquita de Córdoba,
que puede verse en el Museo de San Vicente, dentro del recinto
de la mezquita de esta ciudad. Los relieves que decoran la pieza
que nos ocupa presentan una iconografía con motivos tales
como rosetas, espigas o cruces patadas. El tipo de cruz es característica
del modelo emeritense, pero en su decoración también
encontramos características propias que la relacionan
con Córdoba y con el norte de África.
En una de las vitrinas encontraremos
una fiel reproducción de la cruces y otras joyas que
componían el famoso tesoro visigodo de Torredonjimeno
(Jaén), hallado en 1926 por un labriego de forma completamente
casual. Después de numerosas aventuras y avatares, las
diversas piezas que lo componían fueron a parar a los
Museos Arqueológicos de Madrid, Barcelona y Córdoba.
Época hispanomusulmana
En las salas correspondientes a arqueología
y arte hispanomusulmán podemos admirar columnas, capiteles,
relieves, brocales, piezas de cerámica vidriada, etc.
El arco conológico abarca desde tiempos emirales hasta
la conquista de Sevilla por el rey cristiano Fernando III en
1248.
Capiteles y columnas
Dentro de la colección de arte
hispanomusulmán o andalusí se encuentran diversos
capiteles de época califal que definen bien su evolución
a partir de modelos romanos y visigodos hasta llegar al estandarizado
de avispero.
Otra de las obras más sobresalientes
del Museo es la columna de Ibn Abaddas. Se trata de una pieza
romana datada en el siglo III, que fue reaprovechada en el siglo
IX en la primitiva mezquita aljama de la ciudad, actual iglesia
del Salvador. Tiene un fuste liso, con símbolos grabados
en toda su extensión. Además, en este fuste se
pueden ver las inscripciones árabes más antiguas
de la Península Ibérica. Se pueden ver dos en
sentido transversal y una en vertical. Todas ellas hacen alusión
a la fundación de la mezquita y a su fundador, proporcionando
unos datos de enorme interés para reconstruir la historia
del edificio.
Epígrafes
Una de las tablas pétreas con
epígrefes que se conserva en el Museo Arqueológico
de Sevilla tiene un notable valor histórico y social
al corresponderse a un epitafio de una mujer de la comunidad
mozárabe cordobesa que murió en la última
etapa del Califato -finales del siglo X- durante el mandato
del califa Hisham II. Procede de Haza de los Aguijones.
El texto está escrito en latín
y reza así: