Coronando una despejada colina
desde la que se divisan amplias panorámicas de las vegas
de Villaviciosa e incluso del Mar Cantábrico, el Santuario
de Santa María de Lugás, convertido hoy en parroquia
de varias aldeas y caseríos colindantes, se levanta a unos
5 kilómetros al sur de la villa de Villaviciosa.
Desde
varios siglos atrás, para muchos, el de la Virgen de Lugás
es, solo por detrás del indiscutible de Covadonga, el segundo
santuario mariano más importante de Asturias, llegando
a constar en varias fases de su historia como incluso superaba
a aquél en número de romeros que lo visitaban, muchos
de ellos procedentes del Camino de Santiago que pasa muy cerca
del lugar y cuyos peregrinos se desviaban ligeramente para rendir
culto a la Virgen.
Según el acervo popular y devocional, fue
la propia Virgen la que eligió el emplazamiento del santuario
ya que en el lugar predeterminado por los vecinos, una vez iniciadas
las obras de cimentación, al día siguiente encontraban
el espacio intacto. También milagrosa es la leyenda que
atribuye el hallazgo de la imagen a un labriego que la encontró
mientras araba, pensándose en primera instancia que la
Virgen era manca por el golpe del arado, aunque luego se descubrió
que llevaba la mano bajo el manto. De ahí procedería
la tradición de encomendarse a ella los amputados de alguna
extremidad o los enfermos que veían peligrar tal circunstancia.
Además de su extensísima tradición
romera y devocional, el hoy Santuario de Santa María de
Lugás es heredero de una historia que se remonta a la Alta
Edad Media. Más allá de evocaciones no documentadas
que pretenden retrasar sus orígenes al siglo VIII, lo cierto
es que para encontrar la primera mención fehaciente hay
que esperar al año 1201, fecha en la que consta su donación
por parte el rey Alfonso IX al cercano monasterio de Valdediós.
La iglesia
Así pues, los restos románicos conservados
en el templo actual corresponderían a ya bien entrado el
siglo XIII, no siendo descartable que pudieran haber sido erigidos
sobre una construcción anterior.
Constaba el templo en origen de la clásica
planimetría rural de nave única cubierta de madera
desde la que se accedía tras el arco triunfal a un espacio
cabecero abovedado compuesto de tramo recto y hemiciclo absidial.
Como veremos, dos eran sus puerta de ingreso.
A partir del XVII a medida que su importancia devocional
fue exponencialmente creciendo, fue objeto de un sinfín
de reformas y ampliaciones tanto del propio templo como de estructuras
colindantes que acabaron por enmascarar la obra románica,
de manera que, a día de hoy, de su primitiva construcción
tardorrománica solo han sobrevivido sus dos portadas de
acceso y el antiguo arco triunfal de ingreso al presbiterio.
Interior
Comenzando por el interior, amen de los muros norte,
sur y oeste de la nave, el único elemento reconociblemente
medieval es su arco triunfal que daba paso a la cabecera, la cual
fue sustituida durante la Edad Moderna por la estructura hoy visible
de crucero y ábside poligonal.
Presenta triple arquivolta de medio punto con roscas
decoradas a base de zigzags y boceles que van a apear a cada lado
sobre tres columnas acodilladas culminadas en capiteles figurados
en los que son reconocibles, en el lado del evangelio, aves afrontadas
y la efigie de la Virgen con el Niño acompañados
de músicos entre follaje vegetal.
En el lado opuesto, las cestas aparecen decoradas
con motivos vegetales a excepción de una en la que fueron
plasmados dos leones que se unen en una sola cabeza justo en el
vértice del capitel, un motivo también presente
en las iglesias de Valdebárcena y Santa María de
Narzana.
Exterior
Las dos puertas
De las dos portadas, la principal se abre al costado
occidental del templo, desplegando tres arquivoltas de medio punto
abrazadas por una chambrana externa decorada a base de ajedrezado.
De las tres roscas, la externa presenta molduración en
zigzag, la intermedia medias cañas y la más interna
flores inscritas en clípeos.
Descansan sobre tres columnas a cada lado rematadas
todas ellas en capiteles vegetales de variadísima conformación;
siendo la única excepción a este repertorio el capitel
interior izquierda, donde fue plasmada una escena en la que dos
fieras se abalanzan sobre un personaje central y que bien pudiera
representar el episodio de Daniel en el foso de los leones.
Sobre ella, un pequeño tejaroz queda sostenido
por un total de nueve canecillos de ornamentación geométrica
a excepción de dos de ellos en los que se adivina figuración
zoomorfa. En los espacios entre canes, al igual que veíamos
en Narzana y es habitual en el románico maliayo, aparecen
metopas animadas con motivos florales.
Más modesta aunque quizás de mayor
personalidad es la portada sur, estructurada en dos arquivoltas
de las que, la interior, presenta una curiosa configuración
a base de lóbulos cerrados por formas bulbosas colgantes
a modo de rollos: un modelo que se repite en la no lejana iglesia
de San Esteban de Aramil (Siero) y en las algo más alejadas
de Ciaño y Ujo, ambas en las Cuencas Mineras en torno a
Mieres y Langreo.
La arquivolta exterior despliega a lo largo de toda
su rosca semicircular una sucesión de cabezas picudas que
de inmediato nos evocan a modelos anglosajones y normandos, aunque
con diversas reinterpretaciones, se repiten en otros templos astures
tanto del propio entorno de Villaviciosa como en las ya citadas
de Ciaño y Ujo en las cuencas del Caudal.
Los capiteles de esta puerta, de gran sencillez,
presentan cintas perladas la cesta de la izquierda, y un mascarón
antropomorfo regurgitando dos hojas la de la derecha (green man).
Además de la iglesia ya descrita, el
santuario mariano de Santa María de Lugás se completa
con una serie de equipamientos auxiliares propios de un conjunto
religioso de tal importancia devocional, como son la casa rectoral,
unas escuelas públicas, la casa de rezos, un altarín
secundario, un cementerio y un curiosísimo polvorín
(todos ellos de cronología tardía).
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)