Biografía
de Jaime I El Conquistador, Rey de Aragón
Jaime I de Aragón
nació en Montpellier (Francia) en 1208, hijo de Pedro II
el Católico, rey de Aragón y Conde de Barcelona, y
de María de Montpellier. Fue Rey de Aragón (1213-1276),
de Valencia (1239-76) y de Mallorca (1229-1276), Conde de Barcelona
(1213-1276), y señor de Montpellier (1219-1276).

El comienzo de su reinado
estuvo marcado por la batalla de Muret (1213), en la que murió
su padre, dejando al pequeño Jaime bajo la custodia de Simón
de Monfort, el vencedor de Muret, que le retuvo como rehén
hasta que por orden del Papa Inocencio III fue entregado a los Templarios
en 1214. Muret también marcó el inicio del fin de
la política de expansión catalana en la Occitania,
que quedaría definitivamente vinculada a Francia, dirigiéndose,
a partir de entonces, los intereses catalana-aragoneses hacia el
Mediterráneo, política en la que Jaime I obtuvo grandes
éxitos, por los que recibió el apodo con el que ha
pasado a la historia: El Conquistador.
Los
primeros años del reinado de Jaime I El Conquistador
fueron difíciles. La anarquía se apoderó tanto
de Aragón como de Cataluña, mientras el rey-niño
permanecía en el castillo de Monzón a cargo de los
Templarios. Siguiendo las disposiciones de la reina María,
muerta en 1214 en Roma, la regencia era ejercida por su tío
Sancho Raimúndez, conde de Rosellón, que tuvo que
hacer frente a frecuentes revueltas nobiliarias, que finalizarían
con la paz de Alcalá (1217). Jaime I asumió la dirección
de sus estados en 1225. Ya antes, en 1221, contrajo matrimonio con
Leonor de Castilla, hija de Alfonso VIII. Este casamiento fue anulado
por razón de parentesco, contrayendo segundas nupcias (1235)
con la princesa Violante, hija de Andrés II, rey de Hungría.
Jaime I dedicará
los primeros años de su reinado a someter a los nobles rebeldes,
recrudecida la pugna nobleza-monarquía con episodios como
los sitios de Albarracín, (1220) y Montcada (1223), llegando
incluso a caer prisionero en 1224; a reorganizar las finanzas del
reino, arruinado por la política de Pedro II el Católico;
y a afrontar los problemas derivados de la sucesión en el
condado de Urgell.

Solventada la cuestión
interior, el debilitamiento del poderío musulmán tras
la derrota en las Navas de Tolosa (1212) permite al rey emprender
la expansión del reino por el Mediterráneo. Proceso
inscrito en el marco global de la política de los reinos
cristianos peninsulares, se constituyó en parte fundamental
del programa propiciado por el monarca a partir de 1228 para reafirmar
su poder y recuperar el prestigio y la autoridad de la Corona, que
su padre había arruinado, para lo que propuso una empresa
militar colectiva que beneficiara a todos, con el rey como motor
y como cabeza suprema de este proyecto.
En 1229 emprendió
la conquista de Mallorca. Tras la toma de la ciudad de Mallorca
(diciembre de 1229), se apoderó de la isla en pocos meses,
salvo un pequeño núcleo de resistencia musulmana,
que logró mantenerse en la sierra de Tramontana hasta 1232.
Entretanto, estableció un protectorado sobre Menorca, rubricado
por el tratado de Capdepera, por el cual los musulmanes menorquines
aceptaron su soberanía (1231). Por último, cedió
la sumisión de Ibiza a la alta aristocracia catalana, que
la hizo efectiva en 1235.

Dominadas las Baleares,
Jaime I asumió en 1232 la dirección de la conquista
de Valencia, ocupando Burriana y Peñíscola, el reino
de Valencia (1238) e incorporando entre 1244-45 Játiva y
Biar. Conquistó también Murcia en 1266, aunque la
cedió a Alfonso X de Castilla por el tratado de Almizra (1244)
Su interés principal se asienta en la expansión comercial
y política en el Mediterráneo. Así, la conquista
de Mallorca, lograda gracias a la potencia naval catalana, le permite
establecer y controlar las rutas comerciales del occidente mediterráneo.
Acabó con la piratería islámica y las Baleares
se constituyeron en puente para el comercio entre Cataluña
y el norte de África.
Tanto
en Mallorca como en Valencia, Jaime I decidió crear reinos
autónomos, pero integrados en la Corona de Aragón.
Así ésta quedará convertida en una serie de
piezas que, siguiendo una concepción patrimonial, Jaime I
repartirá entre sus hijos en testamentos sucesivos. En un
primer reparto (1241), Alfonso, fruto de su matrimonio con Leonor
de Castilla, hereda Aragón y Cataluña, y Pedro, primogénito
de Violante de Hungria, Valencia, las Islas Baleares, el Rosellón
y la Cerdaña.
En 1243 en un nuevo testamento
lega a Alfonso únicamente Aragón; a Pedro, Cataluña
y Valencia; y a Jaime, las Baleares. De nuevo testa en 1248, incluyendo
en el reparto al nuevo hijo, Fernando. Por último, muerto
Alfonso en1260, otorgó nuevo testamento (1262) y legó
a Pedro (III), Aragón, Cataluña y Valencia, y a Jaime
(II de Mallorca), las Baleares, el Rosellón, la Cerdaña,
Colliure y Conflent.
El periodo de campañas
permitió resolver momentáneamente los problemas económicos
del reino y desviar la belicosidad de la nobleza hacia otros objetivos,
pero las decisiones tomadas por el rey para la reorganización
de los territorios, el reparto entre sus herederos, y las cuestiones
de derechos y jurisdicción, enfrentaron de nuevo al rey con
la nobleza, a cuyo frente estuvieron algunos de sus hijos: Alfonso
hasta su muerte en 1260, el infante Pedro y el bastardo Fernando
Sanchís de Castro, ya en los últimos años del
reinado.
En Aragón la nobleza
consideró un ataque a sus derechos la conversión de
Valencia en un reino independiente, pues consideraba a Valencia
una simple prolongación de su reino, lo que junto a la no-imposición
del fuero aragonés y la desvinculación de este reino
del de Aragón y su unión a Cataluña en el testamento
de 1243, situó a toda la nobleza aragonesa junto al infante
Alfonso, enfrentado a su padre.
En Cataluña la devolución
de Murcia a Castilla provocó un malestar que se transformó
en oposición abierta cuando Jaime I solicitó ayuda
para una nueva expedición a Andalucía, lo que provocó
nuevas sublevaciones ante la confiscación de bienes que emprendió
el monarca.
Jaim I el conquistador fue
un hombre culto e inteligente, que en su pugna con la nobleza utilizó
el soporte de la doctrina jurídica romana revitalizada por
la escuela de Bolonia, que afirmaba la supremacía del Príncipe.
También favoreció a los municipios y a la burguesía.
Organizó el Consell de Cent o gobierno municipal de Barcelona
y promovió la redacción del Libro del Consulado de
Mar, un compendio de derecho marítimo.
Fue en su reinado cuando
se produjo el nacimiento de la conciencia territorial en la Corona
de Aragón, sobre todo en los Estados fundacionales de Aragón
y el principado de Cataluña, con la actuación de dos
fuerzas: la normalización del Derecho, y la conversión
de las Cortes en una institución reivindicativa y cohesionadora
de la conciencia de la comunidad.

En Aragón se promulgan
en 1247 los Fueros de Aragón, realizados por el Obispo de
Huesca, Vidal de Canellas, que recogen una parte sustancial de los
fueros locales junto a un marco más amplio de reminiscencias
romanistas. En Cataluña, la protección de la monarquía
permitió el triunfo de los Usatges de Barcelona y su difusión
territorial por Cataluña a mediados del siglo XIII. También
otorgó a Valencia una ordenación político-administrativa,
la Costum (1240), de carácter municipal, que fueron revisadas
en 1251. Los Foris et consuetudines Valentiae fueron confirmados
por el rey en 1271 y se fueron extendiendo por todo el reino, a
pesar de la oposición de la nobleza aragonesa.

En los últimos años
de su vida promovió dos cruzadas a Tierra Santa (1269 y 1274),
fracasando ambos intentos. Enfermo, abdicó en sus hijos,
Pedro y Jaime, y murió en Valencia en 1276. Enterrado en
Poblet, sus restos fueron trasladados en 1835 a Tarragona y reintegrados
a Poblet en 1952.