Castillos
de Italia. Características, historia y arquitectura
Introducción
a la historia de los castillos de Italia
Un
recorrido a través de los numerosos castillos llegados
a nuestros días constituye un magnífico testimonio para
comprender la agitada y convulsa historia de la Península Itálica
desde la caída del Imperio Romano hasta prácticamente
nuestros días. Y es que como bien es sabido, Italia,
hasta su unificación a mediados del siglo XIX, no era sino
un pequeño mosaico de pequeños estados independientes
que, en distintas fases de su devenir histórico, se veían
envueltos en conflictos de variada índole que no pocas veces
quedaban zanjadas a través de confrontaciones bélicas.
Así
pues, bien por puros fines propagandísticos disuasorios, o
bien como mecanismos de defensa en previsión de posibles conflictos
que pudiesen desencadenarse, cada uno de esos pequeños estados
transalpinos se preocupó de manera concienzuda en dotar a su
territorio de una sólida infraestructura defensiva y militar,
siendo esa la principal razón por la cual, a día de
hoy, recorrer Italia significa toparse con un castillo o una fortaleza
prácticamente en cada localidad.
Dentro de las construcciones militares italianas, son varias las tipologías
que distinguiremos en función tanto de su naturaleza como de
su finalidad:
En
primer lugar, es necesario señalar que el término italiano
"castello" sirve para designar a cualquier edificio fortificado,
tanto a aquellos de eminente carácter defensivo como a los
que, sobre todo a partir del siglo XIII, fueron concebidos como residencias
reales, nobiliarias o señoriales.
Para
definir a una fortaleza de finalidad exclusivamente defensiva, la
lengua italiana contempla el término "rocca", pudiendo
englobarse bajo esta nomenclatura a todos aquellas fortificaciones
destinadas a la protección de un territorio o una ciudad: disponiéndose
por lo general en lugares estratégicos como puede ser la cima
de un monte, y contando con las dotaciones justas y necesarias para
acoger a una guarnición militar.
Por último, cabe destacar también la proliferación,
sobre todo por los territorios interiores de la Península Itálica,
de los llamados "borgo": localidades nacidas al amparo de
una fortaleza y de su correspondiente cinturón amurallado fortificado
para su defensa.
A
continuación, nos detendremos en algunos de los castillos más
señeros de Italia:
Castillos-palacio
urbanos de Italia
Si
hay en Italia un castillo célebre, ese es, sin duda, el Castel
Sant'Angelo de la Ciudad del Vaticano, cuya proximidad con la
basílica de San Pedro le hacen ser uno de los monumentos más
visitados del mundo. Erigido en época romana como Mausoleo
del Emperador Adriano, esta singular fortaleza ha sido, desde prácticamente
sus orígenes, testigo mudo de la historia de Roma, habiendo
desempeñado con el paso de los siglos funciones de cementerio,
cárcel, fortaleza, palacio e incluso, en algunos momentos puntuales,
residencia papal.
Su
primitiva estructura romana apenas queda hoy perceptible más
allá de su planimetría circular, siendo el edificio
actual el resultado de las distintas reformas y ampliaciones que fueron
acometiéndose en su fábrica a lo largo de los siglos,
muchas de ellas en los siglos medievales.
Objeto
también de infinidad de visitas es el conocido como Castillo
Sforzesco de Milan, una majestuosa construcción ubicada
junto al Parque Sempione que en la actualidad, además, acoge
varios museos así como una importantísima biblioteca.
Mandado
levantar como bastión defensivo a mediados del siglo XIV por
la Familia Visconti, apenas un siglo después fue totalmente
destruido, siendo reedificado hacia 1450 por orden de Francesco I
Sforza para albergar en él su palacio ducal. Se articula su
estructura, de nada menos que doscientos metros de lado, en base a
un patio central de enormes dimensiones, elevándose en los
ángulos unas potentísimas torres cúbicas que,
junto a su foso, convertían al palacio-castillo en una construcción
prácticamente inexpugnable. El acceso al recinto se realiza
a través de la espectacular Torre del Filarete, reinaugurada
a principios del siglo XX siguiendo los planos originales.
El
Castillo Sforzesco alberga en su interior, además de las referidas
pinacotecas, algunas obras cumbres del Renacimiento Italiano ya que,
las distintas generaciones de la Familia Sforza que lo moraron, supieron
rodearse de los mejores artistas del momento para su decoración.
La
bulliciosa ciudad de Nápoles conserva tres castillos
importantes: el más antiguo de ellos es el llamado Castel
Capuano, edificio de origen normando hoy muy reformado para acoger
en su interior distintas oficinas de administraciones públicas.
De enorme fotogenia es el conocido como Castel dell'Ovo (Castillo
del Huevo), soberbio edificio construido sobre una islote volcánico
de nombre Megara en plena bahía napolitana.
Elevado sobre una primitiva estructura romana, el castillo actual
fue erigido a mediados del siglo XII como residencia de los reyes
normandos de la ciudad, utilidad que se mantuvo hasta que, durante
la segunda mitad del siglo XIII y tras su coronación como Rey
de Nápoles y Sicilia, Carlos I ordenó trasladar la corte
a la capital partenopea y erigir un nuevo palacio castillo.
El
Castel Nuovo de Nápoles fue comenzado en 1279 bajo las
órdenes del arquitecto francés Pierre de Chaule, quien
proyectó un edificio de planta ligeramente trapezoidal reforzada
con 4 torres abaluartadas cilíndricas en cada uno de sus ángulos,
más una quinta torre de similares características en
el centro de su fachada principal.
A
mediados del siglo XV y ya bajo poder aragonés, el rey Alfonso
el Magnánimo, empeñado en hacer de Nápoles una
capital cultural a la altura de Florencia o Roma, ordenó modernizar
su palacio real; contexto en el cual el arquitecto Francesco Laureana
proyectó su celebérrima fachada que, entre dos de las
circulares que articulan el muro, parece evocar un arco triunfal romano.
En
pleno centro de la ciudad de Ferrara se yergue el soberbio
Castillo Estense, una fortaleza mandada construir en 1385 por
Niccolo' II d'Este cuando, tras sofocar una revuelta popular y consciente
de que su palacio (hoy ayuntamiento) no era lo suficientemente seguro,
decidió encomendar a Bartolino da Novara la erección
de un bastión defensivo urbano en el que refugiarse junto a
su familia en caso de episodios bélicos.
El
edificio, erigido en su práctica totalidad en ladrillo, presenta
planta cuadrangular, constando de tres accesos a base de puentes levadizos
que salvan un casi inexpugnable foso. Durante la segunda mitad del
siglo XVI el castillo fue profundamente remozado, sustituyéndose
el almenado que coronaba el edificio por elegantes terrazas renacentistas.
De
similares características y obra del propio Bartolino da Novara
es el llamado Castello di San Giorgio, construido en la ciudad de
Mantua por orden de la Familia Gonzaga.
Castillos
de la Toscana
Más
allá de ciudades como Florencia, Siena o Pisa, cualquier recorrido
que se precie a través de las evocadoras y tantas veces elogiadas
tierras de la Toscana significará toparse con infinidad de
burgos medievales fortificados y bellísimos castillos, escenario
y testimonio vivo todos ellos del azaroso y conflictivo pasado de
la región
Protagonista
principal en las encarnizadas luchas entre güelfos (defensores
del papado) y ghibellinos (partidarios del Sacro Imperio Germánico)
que caracterizaron el ambiente toscano del Medievo, la Fortaleza
de Montalcino es una de las construcciones defensivas más
fotogénicas y mejor conservadas.
Situada
en la parte más elevada del precioso burgo medieval amurallado,
el castillo fue construido a mediados del siglo XIV, presentando una
estructura pentagonal con esbeltas e irregulares torres almenadas
en los ángulos.
De
similares características aunque de mayor antigüedad,
el Castillo de Montecchio Vesponi, cerca de Arezzo, domina
amplísimas panorámicas a lo largo de la histórica
Val di Chiana. La fortaleza defensiva, convertida posteriormente en
residencia del célebre condottiero Giovanni Acuto, consta de
un recinto murado principal de planta irregular jalonado por ocho
pequeñas torrecillas, destacando, en el centro del perímetro,
una elevadísima torre cuadrangular de más de treinta
metros visible desde kilómetros de distancia.
Uno
de las postales más recurrentes de la Toscana rural es, sin
duda, el imponente Castello dei Conti Guidi en Poppi, también
en las cercanías de Arezzo. Los orígenes de la construcción
se remontan al siglo XII, siendo testigo privilegiado de la histórica
batalla de Campaldino, en la cual, güelfos y ghibellinos midieron
su potencial ante los propios muros del castillo.
Remodelado
tras la batalla, consta el conjunto de un primer cinturón amurallado
que envuelve el cuerpo principal, el cual se eleva en tres pisos rematados
en almenas que queda coronado por una esbeltísima torre a modo
de campanario. En el interior conserva su capilla original, decorada
con frescos alusivos a la vida de María y los Santos Juanes
obra de Taddeo Gaddi, discípulo de Giotto. Su estructura recuerda
inequívocamente al Palacio de la Signoria de la ciudad de Florencia.
Castillos
de los Abruzos
La
región de los Abruzos ocupa el centro geográfico de
la Península Itálica hacia su vertiente Adriática.
En su territorio, escarpado hacia el oeste y suave a medida que se
aproxima a la costa hacía levante, es posible encontrar numerosos
castillos, bien destinados a la defensa de pequeños burgos
o bien concebidos como defensa de ciudades relevantes.
El
castillo más importante de la región es el conocido
como Castello Piccolomini de Celano, soberbio edificio que
corona la pequeña población del mismo nombre. Fue mandado
construir hacia el siglo XIII por los Condes de Celano, pasando posteriormente
a manos de la influyente familia Piccolomini, quienes bajo la protección
de varios pontífices de la familia, fueron acometiendo distintas
obras de ampliación hasta su transformación en residencia
palaciega.
Se accede al recinto a través de un puente levadizo que sortea
el cinturón amurallado externo, el cual queda articulado mediante
once torres cuadrangulares y cinco de planta circular. El núcleo
central presenta planta rectangular con torres almenadas en los ángulos,
abriéndose en el interior un precioso patio dotado de aljibe
ya de sabor renacentista.
Espectacular es también el Castello Caldoresco de Pacentro,
edificio cuya primitiva construcción se remonta a los tiempos
de la ocupación normanda, quienes lo concebirían como
un bastión inexpugnable de defensa ante las acometidas sarracenas.
A
finales del siglo XIII y en pleno conflicto entre angiovinos y aragoneses
por el dominio del Reino de Nápoles, el castillo pasó
a poder de la Familia Caldora. En la actualidad la fortaleza, de planta
irregular, se encuentra en estado de ruina consolidada, habiendo sobrevivido
tres de sus esbeltas torres cuadrangulares, las cuales, dominan la
pequeña población regalando al visitante una estampa
inigualable.
Dignos
de mención son también el Castillo de Rocca Calascio,
emplazado en un escarpe rocoso casi inaccesible; el semirruinoso de
Popoli; y el Castillo Caldoresco de la ciudad de Vasto,
espectacular fortificación erigida entre los siglos XIV y XV
para defender el territorio costero.
Castillos
del Lazio y la Umbría
Situado
a tan sólo cuarenta kilómetros de Roma, en la misma
orilla del lago de su mismo nombre, el conocido como Castello Orsini-Odescalchi
de Bracciano es quizás el castillo más conocido
de la región de Lazio ya que, desde sus orígenes, perteneció
a las más influyentes familias romanas como fueron la Orsini,
la Torlonia o la Odescalchi.
Todas ellas, por su privilegiada ubicación junto al espléndido
lago natural en las proximidades de Roma, se esmeraron especialmente
en dotarlo de las mayores comodidades, trabajando tanto en su construcción
como en su ornamentación destacadísimas figuras del
Medievo y Renacimiento Italiano.
También
en las cercanías de Roma, la Rocca Pia de Tivoli debe
su nombre al papa Pío II Piccolimini, quien en 1461 ordenó
su construcción para asegurarse la defensa de la ciudad, envuelta
durante décadas en conflictos entre Güelfos y Ghibellinos.
Fue
erigido en la parte más elevada de la ciudad, dirigiendo sus
obras los arquitectos Niccolo' y Varrione, ambos alumnos aventajados
del célebre Filarete. De planta cuadrangular, dispone tres
torres cilíndricas y almenadas en sus ángulos, reservándose
el cuarto de ellos para la torre del homenaje.
El Castillo Orsini de la localidad de Soriano nel Cimino es
uno más de los muchos castillos laziales de origen medieval
que, debido a su cercanía a la capital romana, fueron objeto
de deseo y especial atención por parte de los principales linajes
nobles de los siglos XIII, XIV, y XV.
En
este caso, la mitrada familia Orsini, aprovechando una torre que dominaba
el pequeño burgo aún hoy conservada, levantó
un soberbio castillo de planta irregular definida por varios paralelepípedos
almenados superpuestos en distintas ampliaciones.
La
Rocca Albornoziana de Spoleto forma parte del cinturón
de fortalezas que Inocencio VI, ante la inminente llegada de los papas
a Roma tras su periodo en Avignon, mandó levantar a mediados
del siglo XIV para hacer patente el poder de la mitra en territorios
del Lazio y la Umbría.
El artífice del proyecto fue el cardenal español Egidio
Albornoz, quien supo transmitir a sus arquitectos su deseo de reunir,
en un solo edificio, las dotaciones necesarias para que éste
cumpliese a la vez una función defensiva y una función
residencial.
Presenta
una planta rectangular definida al interior por dos cuerpos principales
en torno a otros tantos patios comunicados entre sí a través
de un corredor porticado. Justo en el centro de la estructura perimetral
amurallada se yergue la torre principal, mientras que en los ángulos
fueron igualmente proyectados cuatro bastiones cuadrangulares.
También
en tierras umbras, al igual que Spoleto, la pequeña ciudad
de Gualdo Tadino conserva, en su parte más elevada,
la llamada Rocca Flea, un complejo militar levantado en el
siglo XIII sobre un solar en el que se situaba una fundación
religiosa de época longobarda.
La
fortificación original se limitaría a lo que hoy es
el perímetro amurallado exterior, siendo de factura posterior
el núcleo central, en el que destaca su torre del homenaje.
Castillos
de los Grandes Lagos del norte: Véneto y Lombardía
Situados
al norte de Italia entre las regiones del Véneto y la Lombardía,
las orillas de los grandes lagos italianos -Garda, Como, Maggiore
e Iseo- ven salpicadas sus orillas con pintorescas localidades para
cuya defensa, en muchos casos, fueron edificadas importantes fortificaciones.
En Sirmione, sobre una pequeña lengua de tierra que
como una península se adentra en el Lago de Garda hacia su
orilla sur, fue levantada la soberbia Rocca Scaligera, uno
de los principales bastiones de la Familia Della Scala, gobernadores
de Verona entre los siglos XIII y XIV.
La
construcción, erigida sobre un pequeño islote al final
de la península, era sólo accesible a través
de un puente levadizo que sorteaba el canal lacustre como si de un
foso natural se tratase. Pese a que a principios del siglo XX se encontraba
prácticamente arruinado, ha sido recientemente reconstruido
respetando su morfología original.
En
un espectacular paraje también a orillas del Lago di Garda,
el Castello de Malcesine fue otro de los bastiones scaligeros
en torno a los grandes lagos. Su construcción, inmortalizada
por Gustav Klimt en una de sus más elogiadas obras, presenta
características similares arquitectónicas a su vecino
de Sirmione.
Castillos
de la Emilia Romagna y la Llanura Padana
La
región italiana de la Emilia Romagna se extiende a lo largo
del curso medio del río Po, cuyas zonas ribereñas de
orografía totalmente llana, propiciaron que la más mínima
elevación constituyese un lugar propicio para erigir una fortaleza
defensiva.
Buen
ejemplo de esta circunstancia es la localidad de San Leo, ubicada
en las proximidades de Rimini, la cual fue levantada sobre un vertiginoso
espolón rocoso rematado en su parte más elevada por
el conocido como Fuerte de San Leo.
Por
su privilegiado emplazamiento, capaz de dominar amplísimos
horizontes, fue anhelado por los diferentes pueblos que se disputaron
el territorio en tiempos altomedievales, constando la existencia ya
entonces de una pequeña fortificación longobarda.
Ya
en el siglo XV, después de años de disputa entre las
familias Malatesta y Montefeltro, un jovencísimo Federico,
Conde de Urbino, se hizo con el dominio del enclave, mandando reedificar
la fortaleza dotándola de una parte militar protegida por una
potente muralla rematada en dos torres cilíndricas, y una zona
residencial dispuesta sobre la parte más escarpada de la inaccesible
prominencia rocosa.
De similares características es el Castello dei Landi,
situado en la población parmesana de Bardi. El castillo, documentado
ya a finales del siglo IX, fue un importante bastón defensivo
ghibellino hasta que, en tiempos de paz, fue remodelado y adaptado
a funciones residenciales.
El
castillo se adapta a la forma irregular del espolón rocoso
en que se asienta, constando de un primer recinto defensivo y un núcleo
central en diferentes alturas en la que son perfectamente distinguibles
tanto los equipamientos defensivos como los distintos aposentos residenciales.
De origen medieval es también la Rocca Sforzesca de Imola,
levantada a mediados del siglo XIV sobre una estructura anterior por
Gian Galeazzo Sforza con el fin de garantizarse el control de la principal
vía de comunicación que unía la llanura Padana
con Florencia y Roma. Durante la última década del siglo
XV la fortaleza caería en manos de la familia Borgia, la cual,
contó nada menos que con Leonardo Da Vinci para su remodelación.
Su estructura recuerda al Castillo Sforzesco de Milán por su
planta cuadrangular reforzada con potentes baluartes circulares en
los ángulos. Llama la atención como todo el perímetro
superior de la construcción es perfectamente recorrible gracias
a un camino de ronda abovedado habilitado sobre las propias almenas.
Castillos
del Piamonte y del Valle de Aosta
Por
su eterna condición fronteriza, los abruptos territorios norteños
limítrofes con Francia del Piamonte y del Valle de Aosta fueron
del todo propicios para la erección de numerosas fortalezas
con el fin de garantizar el control y la defensa de las escasas vías
de comunicación que permitía la siempre hostil cordillera
alpina.
Uno
de los más representativos y espectaculares es el Castillo
d'Aymavilles, coronando la colina en cuya ladera se asienta la
población del mismo nombre. Planteado a mediados del siglo
XIII como una casa-torre, tan sólo un siglo después
y de la mano de de un noble local de nombre Aimone di Challant, fue
sometido a una notable ampliación que conferiría al
conjunto su actual planimetría cuadrangular rematada en sus
cuatro ángulos por estilizadas torres cilíndricas almenadas.
A diferencia de
la mayoría de castillos y fortificaciones piamontesas y valdostanas,
el Castello di Fenis, probablemente el más renombrado
de la región, fue levantado en un ameno valle carente de defensas
naturales, lo cual hace sospechar que fuese concebido desde un primer
momento como una pequeña corte señorial de la familia
Challant.
Quizás
esa citada ausencia de defensas naturales propició su más
que particular configuración, en la que llaman poderosamente
la atención las numerosas torres fortificadas cúbicas
y cilíndricas que, sin aparente orden ni concierto, van emergiendo
de sus muros. Consta el conjunto de un doble pertrecho amurallado
que abraza una estructura principal de planta pentagonal en torno
a un patio central desde el cual, se accede a las distintos aposentos,
aún hoy perfectamente reconocibles gracias a su magnífico
estado de conservación.
Pese
a no detenernos en ellos, son igualmente destacables los castillos
de Ussel, de Verrés o el decimonónico
Forte de Bard, mandado construir por la Casa de Saboya y del que
puede decirse que es una de las construcciones fortificadas más
espectaculares de Europa.
Burgos
fortificados y ciudadelas medievales
Además
de castillos y fortalezas propiamente dichos, proliferan a lo largo
y ancho de la geografía italiana las pequeñas poblaciones
surgidas al amparo y bajo la protección de un recinto amurallado.
La
ciudadela amurallada medieval por excelencia en Italia es la localidad
de Cittadella, ubicada en las proximidades de la ciudad de
Padua. Debido a su emplazamiento en un territorio absolutamente llano,
no quedó otro remedio, como único recurso defensivo
que garantizase la seguridad de sus habitantes, que levantar una potente
muralla que, afortunadamente, ha llegado a nuestros días en
perfecto estado de conservación.
El
recinto, levantado hacia 1220, es de planta elíptica, quedando
abierto mediante cuatro entradas principales accesibles a través
de sus respectivos puentes levadizos que salvaban el foso. La ciudad
quedaba dividida en cuatro grandes parcelas definidas por los dos
viales perpendiculares que surgían de las cuatro puertas, un
esquema que, siglos después, se volvería a ensayar perfeccionado
en la ciudad friuliana de Palmanova: una de las mejores manifestaciones
de urbanismo renacentista conservado
De
similares características es el burgo amurallado y fortificado
de Monteriggioni, situado en las cercanías de Siena.
Su construcción, a cargo de la República sienesa, se
remonta a las primeras décadas del siglo XIII, siendo concebido
como un bastión defensivo que dominaba todo el Valle d'Elsa
en la ruta principal que unía las entonces enfrentadas urbes
de Siena y Florencia.
El
recinto murado, de planta elíptica y de nada menos que 172
metros de diámetro, se caracteriza por el notable espesor de
sus muros, de los cuales van elevándose una quincena de torreones
comunicados entre sí a través de un paseo de ronda o
"andito" aún conservado. El acceso al pequeño
núcleo urbano se realizaba por dos puertas, orientadas a Siena
y a Florencia respectivamente.
Parcialmente conservado ha llegado a nuestros días el perímetro
amurallado que circundaba el histórico burgo medieval de San
Gimignano; sin embargo, lo que nos interesa de esta pequeña
localidad, que por méritos propios se ha convertido en una
de las postales más recurrentes de toda la Toscana, es el conjunto
de torres fortificadas que, desafiando las leyes de la gravedad, se
elevan por encima del modesto casco urbano haciendo de San Gimignano
perfecto acreedor al apelativo de "la Manhattan del Medievo".
Los
Castillos de Federico II
Federico
II de Hohenstaufen fue una de las figuras más relevantes del
Medievo en Italia. Conocido como "stupor mundi", fue emperador
del Sacro Imperio Romano Germánico así como Rey de Sicilia,
corona que entonces, además de la propia isla, extendía
sus territorios por buena parte del sur de la Península Italiana.
Su mandato, el cual se prolongó durante la primera mitad del
siglo XIII, se caracterizó por los numerosos conflictos políticos
y territoriales que mantuvo contra el papado, motivo por el cual se
encargó personalmente de fortificar sus dominios con un buen
numero de castillos.
Los llamados castillos de Federico II -castelli federiciani- se extienden
sobre todo por los territorios sureños de Sicilia, Calabria,
Apulia, Campania, Basilicata y Molise; aunque incluso en las ya septentrionales
tierras de la Toscana, concretamente en la ciudad de Prato
y tras su alianza con el poder güelfo, Federico II mandó
erigir en 1240 el hoy conocido como Castello dell'Imperatore.
El
más célebre de cuantos castillos fueron levantados bajo
el mandato del emperador, y uno de los más famosos de Italia,
es el Castel del Monte, situado no lejos de la ciudad de Bari.
Su construcción, en la cual consta la implicación personal
de Federico II entre los años 1240 y 1250, permanece aún
envuelta en el misterio tanto en lo referente a su funcionalidad como
a su más que particular arquitectura.
El edificio, levantado sobre una elevada colina desde la que se dominan
amplísimos horizontes y enfatiza aún más su sensación
de esbeltez, fue concebido como un octógono perfecto en cuyos
ángulos, además, fueron dispuestas ocho torres también
octogonales. Idéntica planta ochavada presenta el patio central,
desde el cual, se accede a las distintas estancias, de planimetría
trapezoidal y abovedadas en sus dos pisos.
Mucho
se ha debatido sobre la más que posible intencionalidad simbólica
del número ocho, tan recurrente en toda la edificación
y que, además de evocar la capilla de Aquisgrán, recuerda
inevitablemente a la forma de una corona. Otras teorías han
apuntado también una posible intencionalidad astral.
Otro
de los más renombrados del sur de Italia es el Castillo
de Melfi, construcción de gran importancia durante la dominación
normanda que, en tiempos de Federico II, desempeñó un
papel preponderante dentro del Reino de Sicilia, hasta el punto de
que, entre sus muros, fue promulgada la llamada Constitución
de Melfi, corpus legislativo promovido por el propio emperador siciliano
y que estuvo vigente en sus territorios durante todo su reinado.
La
construcción, de enorme empaque y de aspecto irregular fruto
de las distintas ampliaciones a la que fue sometida con el paso de
los siglos, domina la bonita ciudad de Melfi disponiendo nada menos
que una decena de torres, siete cuadrangulares y tres pentagonales.
En el interior, pese a las modificaciones sufridas sobre todo durante
los siglos XIV, XVI y XVII, son aún patentes los restos de
la primigenia fábrica normanda.
Similares
características presenta el Castillo de Oria, en la
provincia de Brindisi, construcción también de origen
normando que, en tiempos de Federico II, vio como su configuración
fue redefinida y ampliada para ser adaptada a las nuevas necesidades
defensivas.
El
conjunto fortificado se dispone en base a la forma de un triángulo
isósceles en el cual, la llamada Torre dello Sperone define
el ángulo norte, mientras que hacia el sur, dos bastiones circulares,
de nombre "Cavaliere" y "del Salto", cierran la
cinta muraría hacia el costado de la ciudad. En el centro del
perímetro, el patio de armas reproduce la forma de triángulo
isósceles de la fortaleza, conservándose junto a él
restos del primitivo donjón normando.
Digno
de mención es también el Castillo litoral de Trani,
mandado construir por Federico II en el año 1233 para proteger
la ciudad de eventuales ataques marítimos. La construcción,
de planta cuadrangular resaltada por torres angulares, aprovecha un
pequeño espolón rocoso sobre la misma línea costera,
circunstancia que confiere al conjunto una enorme fotogenia.
También reseñables como dignos ejemplos de "Castelli
federiciani" son el Castillo de Lagopesole, el Castillo
de Brindisi o la Fortaleza de Lucera en territorio peninsular;
o ya en la propia Sicilia el Castello Ursino de Catania, la
Torre de Enna, el Castillo de Lombardía en la
misma ciudad, el Castelluccio di Gela, o el conocido como Castello
Maniace, en la histórica Siracusa.
Los
Castillos Aragoneses
También
en territorios del sur de Italia se han conservado una buena nómina
de castillos defensivos cuya construcción, o al menos buena
parte de su actual fábrica, remontan su origen a los años
en los que el Reino de Nápoles y Sicilia, de la mano del rey
Alfonso el Magnánimo, formaron parte de la Corona de Aragón.
El más
espectacular de todos por su singular emplazamiento es el Castillo
de Ischia, soberbia construcción encaramada sobre los verticales
acantilados de un promontorio rocoso de origen volcánico al
este de la isla de Ischia, frente a las costas napolitanas.
El enclave, de
vital importancia para el control de la costa y del estratégico
puerto de Nápoles, fue ya ocupado por griegos, romanos, partenopeos,
árabes y normandos, debiéndose su actual factura a los
tiempos del Rey Alfonso, bajo cuyo mandato fue reconstruida la fortaleza
sobre los restos de distintas edificaciones anteriores.
El castillo, prácticamente
inexpugnable, contaba con el único acceso que le proporcionaba
una pequeña lengua arenosa a modo de tómbolo que unía
la mole rocosa con el resto de la isla. A partir de ahí, sólo
una vertiginosa escalera tallada sobre el propio sedimento volcánico
permitía, tras superar un pequeño puente de madera,
ingresar en el primer cinturón amurallado, dentro del cual,
además de los propios aposentos reales y cortesanos, quedaban
protegidos distintos edificios religiosos como la catedral de la Asunción,
las iglesias de la Inmaculada y de Nuestra Señora de las Gracias,
así como un convento de religiosas Clarisas.
No menos espectacular
es la visión del Castillo Aragonés de Tarento,
conocido igualmente como Castel Sant'Angelo. La construcción,
levantada sobre una primitiva fortificación defensiva bizantina
que protegía de ataques marítimos al primitivo burgo
medieval, fue mandada ampliar por Fernando de Aragón durante
las últimas décadas del siglo XV, confiriéndole
su actual estructura cuadrangular con potentísimas torres cilíndricas
en los ángulos, una estructura que se repite en buena parte
de fortificaciones aragonesas contemporáneas del sur de Italia
como Crotone, Reggio Calabria, Otranto, Gallipoli, Ortona, Venosa,
etcétera.
Torres
Costeras
Una
última tipología de fortificación muy recurrente
en Italia, principalmente en tierras meridionales, fueron las llamadas
torres costeras: construcciones defensivas que se erigían en
primera línea marítima con el fin de prevenir y proteger
las poblaciones litorales de posibles ataques piratas o sarracenos.
Por lo general,
solía elegirse para su construcción emplazamientos elevados
y con buena visibilidad marítima, llegando a constituir en
los siglos medievales una primera línea de defensa fortificada
que, además, funcionaba igualmente como sistema de vigía
ya que, entre las propias torres, se creó un sistema de comunicación
mediante señales de humo capaz de alertar a varias localidades
cercanas de posibles peligros.
Información
adicional relacionada con la Arquitectura Medieval en Italia:
Románico
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Gótico
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(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)