Catedral
de Sigüenza
Sigüenza
es una población de importantes precedentes. Se sabe que
ya en época visigoda tenía obispo, pues participó
en el tercer Concilio de Toledo del año 589.

Tras
la invasión musulmana fue ocupada por Tarik y Muza en el
año 713. A partir de este momento, la población pierde
importancia quedando relegada a una simple aldea dependiente de
Medinaceli. En ella habitaría una pequeña comunidad
mozárabe y algunas tropas musulmanas en su pequeña
alcazaba al cuidado de este lugar estratégico.
Se
sabe que fue tomada a los moros en el año 1124 por Alfonso
I de Aragón y su primer obispo, el aquitano Don Bernardo
de Agén nombrado con anterioridad a su conquista, toma posesión
de su sede el 22 de enero de 1124.

Sigüenza,
en estos años, está dividida por dos entidades con
su propia muralla: la Sigüenza Superior o Sigüenza la
Vieja, alrededor del castillo y la Sigüenza inferior o Área
de los Huertos.
En
1146, Alfonso VII decide unificar ambas poblaciones bajo un único
Concejo que dona al Obispado de Don Bernardo.

Es
a partir de estas fechas, de mediados del siglo XII y con el impulso
del emperador, cuando comienza una época de intensa repoblación
que va a hacer de Sigüenza uno de los centros políticos,
militares y religiosos más influyentes de Guadalajara y de
toda Castilla.

El
monumento más importante de Sigüenza es, junto a su
castillo convertido en Parador, la catedral dedicada a la Virgen
María.
Como
veremos de manera monográfica, lo que fue un edificio de
arranque plenamente románico (iniciado en la sexta década
del siglo XII) con cabecera de cinco ábsides escalonados
semicirculares, se desarrolló hasta 1221 en un estilo que
podríamos denominar tardorrománico o "protogótico"
y que se refleja en los muros perimetrales con ventanas de medio
punto y la parte baja de la fachada occidental con sus tres portadas
aún románicas (aunque raspadas las arquivoltas menos
la de entrada a la nave septentrional.

La
construcción de la catedral seguntina supone un foco de irradiación
artística que, en principio, afecta a la propia ciudad, quedando
restos de iglesias tardorrománicas como Santiago y San Vicente
que son deudoras del edificio catedralicio.

La
ciudad de Sigüenza en Conjunto Histórico-Artístico.
Catedral
de Santa María
Como
tantas catedrales medievales, la de Sigüenza es la suma de
diversos replanteamientos y reconstrucciones realizados durante
siglos, lo que conlleva una cierta dificultad a la hora de analizar
fases y estilos. Aunque inicialmente, como veremos, se trata de
un edificio de proyecto románico es finalizada con planteamientos
góticos.

El
estudio más prolijo y eficaz que se ha desarrollado hasta
la fecha de la catedral de Sigüenza pertenece a la doctora
María del Carmen Muñoz Párraga y en él
nos basamos para describir, someramente, las características
artísticas de tan relevante edificio castellano.
A
pesar de lo que se asegura en algunos textos, los primeros sillares
de la catedral no fueron colocados en tiempos de don Bernardo de
Agén. Durante su mandato tan sólo se debió
reconstruir un antiguo templo visigodo o mozárabe ya existente
en el Área de los Huertos. Esta iglesia debió tener
doble muro y torres, denominándose Santa María de
Medina. Lamentablemente el edificio citado fue derribado en 1322
por don Simón Girón de Cisneros.
La
actual catedral fue mandada construir por el sucesor de Don Bernardo,
el obispo Don Pedro de Leucata en la sexta década del siglo
XII, ya que sabemos que en 1156 destinaba los ingresos de las salinas
a la edificación del templo.

El
proyecto consistiría en un edificio plenamente románico
y muy ambicioso, de tres naves con cuatro tramos, con fachada rematada
en dos torres, crucero bien señalado con sendas torres en
sus extremos y cinco ábsides escalonados de planta semicircular.
En 1169 debió abrirse el templo tras la finalización
de los ábsides y parte del crucero, aunque con cubiertas
provisionales de madera.
De
esta época primitiva quedan restos de la parte baja interior
del ábside central. También pertenecen a esta fase
algunas viejas portadas que veremos a continuación.

La
puerta del Mercado es la que se abre en el muro sur del crucero,
tapada hoy por un pórtico cerrado neoclásico del siglo
XVIII. Tiene dos arquivoltas baquetonadas sobre parejas de columnas
con capiteles de dos órdenes de hojas de acanto. La puerta
de la Torre del Santísimo, en el muro oriental del brazo
sur del crucero es la más tardía de esta fase, fechable
por una inscripción en 1169 ó 1179 con la particularidad
de que incorpora un Crismón trinitario. Por último,
abriéndose al claustro, está la puerta del Corralón
con baquetones apoyados en jambas.
A
partir de 1170 debió continuar las obras un nuevo taller
con avanzados conocimientos de las vanguardistas construcciones
francesas languedocianas, donde se utilizan grandes pilares con
sus caras rodeadas por dobles columnas que reciben arcos apuntados
y bóvedas nervadas, además de una ornamentación
de estilo cisterciense.

En
este periodo se construyen el claustro románico desaparecido,
la sacristía, convertida en capilla de los Zayas, y la Sala
Capitular que se cubrió con una de las primeras bóvedas
de ojivas de la arquitectura española. También en
estas décadas se trabaja en el remate de la cabecera y el
crucero.

En
la nueva fase que se inicia entre los años 1192 y 1221, durante
el obispado de don Rodrigo, se finalizan los muros de las naves
laterales iluminadas con ventanales de medio punto, alguno con guardapolvos
de puntas de diamante. La fachada occidental debió iniciarse
también en este periodo incluyendo el basamento de las torres
y las tres grandes portadas alineadas con cada nave, más
el cuerpo de ventanales que se abren sobre las dos laterales. La
puerta central es de gran tamaño, con ocho arquivoltas que
fueron lamentablemente raspadas, dejando sólo a la vista
la decoración de las más extremas, con hojas y róleos
en una y baquetón la otra. Ocho columnas de diferente grosor
y las jambas aboceladas constituyen los soportes. Los capiteles,
mayoritariamente, presentan hojas de acanto finalizadas en volutas.

Las
portadas laterales son más pequeñas que la central.
Ambas están rodeadas por columnas. Por desgracia algún
arquitecto desalmado volvió a mutilar la decoración
de las arquivoltas de la meridional. La portada norte es la más
bella, al haberse salvado milagrosamente de la piqueta. Sus arquivoltas
forman una superficie abocinada continua decorada con bandas de
hojas rodeadas por entrelazos ovoides, cestería, grandes
hojas rodeadas por sus tallos y banda ajedrezada. Estas arquivoltas
se sustentan mediante seis columnas anchas y otras tantas estrechas
con capiteles vegetales deteriorados.

Encima
de las puertas laterales descritas se abrieron grandes ventanales
de completa tradición románica, con arquivoltas de
medio punto y guardapolvos de puntas de diamante, que caen sobre
parejas de columnas.

Durante
el siglo XIII se debieron construir, para separar las naves, cuatro
pilares languedocianos rodeados por veinte columnas y las bóvedas
de las naves laterales. Más tarde, a comienzos del siglo
XIV, por influencia del obispo don Simón Girón de
Cisneros, se abovedaría la nave central. Todo ello de carácter
plenamente gótico.

También
parece datar de mitad del siglo XIV el remate de la torre meridional
de poniente que le presta carácter militar por su reciedumbre
y las almenas que la coronan. La otra torre septentrional, respetándose
el mismo planteamiento, debió finalizarse dos siglos más
tarde.

En
la segunda mitad del siglo XVI se va a llevar a cabo la más
radical de las transformaciones sufridas por la catedral y que arruinará
gran parte de la obra considerada románica. Se decide construir
una girola detrás del ábside principal, para lo que
se hace necesario eliminar las capillas adyacentes y alterar los
ábsides esquineros, convertidos en la capilla del Doncel
(el meridional) y la sacristía de los Mercedarios (el septentrional).

En
el siglo XVIII se tapó la parte baja del testero del brazo
sur del crucero y, por último, tras los graves destrozos
ocasionados durante la Guerra Civil, se restauró de forma
inadecuada, construyéndose un cimborrio que la seo nunca
tuvo.

Un
aspecto interesante de la catedral de Sigüenza es el de su
influencia en el románico de Guadalajara. No es irrelevante
el hecho de que llegara a ser, sin duda, el edificio más
prestigioso y admirado por los primeros repobladores de la provincia,
durante sus fases constructivas románicas de los siglos XII
y parte del XIII. Pero como se constata en el patrimonio rural todavía
conservado, el único efecto decisivo será la tendencia
al ornato vegetal no figurado, pues sus estructuras arquitectónicas
complejas, desarrolladas por artífices extranjeros, apenas
pudieron trasvasarse al entorno aldeano.

Otras
dependencias
Al
margen de la arquitectura medieval de la iglesia, no hay que olvidar
mencionar su claustro gótico, situado al norte del templo.
Es un gran cuadrado rodeado por pandas de gran altura abovedadas
con crucería y abiertas al patio central mediante arcos ojivales
con tracerías.

La
capilla de San Juan y Santa Catalina, antiguo absidiolo lateral
de la iglesia románica, es archifamosa por albergar varios
sepulcros, entre ellos los de Fernando de Arce y Catalina de Sosa
y, especialmente, el de su hijo Martín Vázquez de
Arce apodado por el Romanticismo como el Doncel de Sigüenza.

