El
Císter en Europa
Introducción
Diez
siglos atrás las primeras abadías cistercienses
nos regalaron un renacer medieval que se cubrió Europa
de obras maestras en piedra e igualmente de fe. Al difuminarse
los temores del fin del mundo en el año mil y una vez superadas
las hambrunas y las epidemias, el Cristianismo occidental se valoró
mucho más por su carácter redentor. Hechos como
el aumento demográfico, el feudalismo y la Reforma Gregoriana
hicieron que la Iglesia Católica reivindicara una independencia
y una pureza que se rápidamente se vieron reflejadas en
las nuevas fundaciones monásticas.

El escenario
político de finales del siglo XI venía definido
por la ya citada depresión del año 1000 (en general
del siglo X por las invasiones y devastaciones de húngaros
y normandos, antes de su definitiva cristianización). Después
de 1050 se llevaron a cabo nuevas readaptaciones, pero los reyes
ya no disponían de medios para sus ambiciones de poder
absoluto. En Alemania, Otón I el Grande estuvo dispuesto
a restablecer el Sacro Imperio Germánico, la cual consiguió
con la ayuda de la administración obispal.

Sin embargo
en Francia, la Dinastía Capeta ejercía su autoridad
sobre su propio territorio al que dedicaban todos sus esfuerzos.
La nobleza de duques y condes fueron herederos de los Pagi Carolingios,
quedando como funcionarios por herencia. Éstos trabajaban
para el Rey de Francia recaudando impuestos y reclutando ejércitos,
funcionando independientemente a modo de principados.

La situación
del monacato eclesiástico estaba en alza ya que las abadías
consiguieron ser un punto único de conocimiento que atraía
poderosamente a los señores feudales. La fundación
de una nueva abadía daba renombre al señor feudal.
Debemos tener en cuenta que el reclutamiento de monjes en los
monasterios tenía un origen noble en la mayoría
de casos; los segundos hijos de estos nobles, al no heredar el
titulo familiar, se hacían monjes llevándose consigo
una parte de la herencia que donaban al monasterio.
Antes
de que Roberto, promotor de la orden cisterciense, fundara en
Monasterio de Molestes en el 1075, la Orden más influyente
del territorio que hoy denominamos Europa era Cluny. Este monasterio
borgoñón se creó en el año 910 bajo
los dogmas de Benito de Aniane, quien promoviería una nueva
espiritualidad. Desde un principio el objetivo originario, que
no era otro que cumplir el espíritu y a la letra de la
Regla Benedictina escrita por (San Benito de Nursia), caracterizada
por la castidad, el trabajo, la oracíon y la estabilidad.
Su dependencia
exclusiva del papa, los buenos abadiatos de Odilón y Hugo
de Semur y el prestigio adquirido por sus oraciones y el cuidado
de peregrinos y pobres contribuyeron a que Cluny se convirtiera
en la cabeza espiritual de una red europea de monasterios y prioratos.
A Cluny hay que reconocerle una fructífera herencia religiosa,
social y artística en la Europa de los siglos X y XI pos
numerosos aspectos: la definitiva instalación del Benedictismo
que tanto hizo por las capas más desamparadas de la sociedad,
el impulso de las peregrinaciones -especialmente a Santiago- lo
que llevó a un fértil intercambio de ideas, conocimientos
y técnicas entre los terriorios fragmentados europeos,
la unificación de la liturgia y la promoción del
ese gran arte paneuropeo que hoy llamamos románico.
Sin embargo, su poder fue decayendo conforme iban
surgiendo nuevas fundaciones demasiados lejanas a la casa madre
borgoñona de la que dependía todas, lo cual suponía
la poca observancia de la orden originaria. Debemos destacar que
tras este decaimiento los reformadores de la iglesia y los seguidores
de la Regla de San Benito en su más estricta observancia
vieron en el eremitismo la vuelta al primer cristianismo, lo cual
beneficiaría a la nueva Orden del Cister. Si a los cluniacenses
debemos numerosas aportaciones a la construcción europea,
los cistercienses se caracterizarán por una religiosidad
más orientada a la pobreza y al trabajo, lo que se tradujo
-entre otros muchos logros- en la roturación y la puesta
en producción de tierras inhospitas al servicio de la agricultura.
Específicamente, en los territorios cristianos
hispanos, los reyes solían donar tierras para la fundación
de monasterios cistercienses en zonas despobladas y abruptas,
cerca de las fronteras con los musulmanes, pues conocían
sus habilidades para dar vida a espacios yermos. Además,
no rehusaban sacrificarse si los ejércitos oponentes les
atacaban.

La expansión cisterciense en Europa
La expansión
cisterciense por territorio europeo se llevo a cabo paulatinamente
mediante las abadías filiales de la casa Madre de Citaux,
que irían siendo construidas durante el siglo XII y el
siglo XIII. Así pues, podemos decir que el final del siglo
XIII coincidió con la máxima difusión de
la Orden, llegando a las 700 abadías. La Orden contaba
con filiales en todos los países de Europa Occidental.
Francia, casa madre de Cister, tenía el mayor número
con 244 abadías. Le seguían Italia con 98, el Sacro
Imperio Romano Germánico con 71, Inglaterra con 65 y España
con 57. Las restantes se distribuían entre los Países
Bajos, Polonia, Suecia, Austria, Bohemia, Hungría, Portugal
e Irlanda.
Las nuevas
fundaciones de la Orden Cisterciense podían llevarse a
cabo de diferentes maneras. Las había de creación
"ex novo", es decir, sin existir previamente ninguna
estructura: en este caso se solía producir por la donación
de tierras y bienes por parte de reyes y nobles, que lo hacen
a los monjes de un monasterio ya consolidado, solicitando la formación
de uno nuevo. Así, del primer monasterio, saldrían
generalmente doce monjes que ocuparían los terrenos e iniciarían
la construcción de los edificios necesarios para la pervivencia
de la comunidad.
Otro procedimiento
fundacional consistía en consolidar lugares donde ya existían
previamente comunidades de anacoretas o, incluso, terrenos donde
se había producido algún fenómeno religioso
de relevancia, como aparición de imágenes.

Un tercer
mecanismo era el de adhesión, por el cual, una comunidad
ya consolidada, solicitaba su inclusión en la orden de
Cister. En este caso, la Orden Cisterciense enviaba un emisario
para comprobar la disposición de dicha comunidad y si la
zona era adecuada para su supervivencia; entonces, una vez dado
el visto bueno, monjes de otro monasterio podían pasar
a engrosar la comunidad del nuevo. De
este modo, la abadía de donde procedían los monjes,
se convertía en la casa madre de la nueva y, por lo tanto,
su abad tendría la obligación de, al menos una vez
año, supervisar la situación de la nueva.
Como ya se
ha dicho, las cuatro casas madre fundadoras de todas las demás
fueron Citeaux, La Ferté, Pontigny, Morimond y Claraval;
siendo el resto de abadías, hijas o filiales de estas en
primer, segundo o tercer grado. Así por ejemplo, Poblet
es una filiación de Fontfroide, que a su vez es filial
de Grandselve y a su vez filial de Claraval.
Principales
abadías del Císter en Europa
A continuación
describiremos algunos ejemplos de abadías cistercienses
fundadas en Europa a lo largo del siglo XIII.
FOSSANOVA
(Itália)

La abadía
de Fossanova se sitúa en la región Italiana del
Lazio, dentro de la pequeña ciudad de Priverno. Fue fundada
por los monjes de la filial de Claraval de Hutecombe en 1135.
Consta el conjunto abacial de una iglesia que se construyó
sobre un antiguo lugar de culto anterior. En origen se estableció
allí un monasterio benedictino advocado a San Esteban,
sin embargo, el Papa Inocencio II apoyó el paso de sus
monjes a afiliación claravalense en el año de su
fundación.
Los cistercienses
crearon un sistema depurador de las aguas pantanosas de los alrededores,
lo cual mejoró los cultivos y la vida de la población.
Igualmente, se llevaron a cabo obras en el interior de la abadia
para adecuarla a su nueva filiación cisterciense, trabajos
que se prolongaron hasta su consagración en el 1208. Es
interesante destacar el hecho histórico de que el filósofo
Tomás de Aquino murió en esta abadía en su
camino a Roma del 7 de Marzo de 1274.

Arquitectónicamente
destaca su sobria iglesia, modelo idéntico al la de Claraval,
así como las nuevas dependías monacales, como la
crujía del refectorio a la cual, se le añadieron
la fuente y el lavabo. Los arcos diafragmas del claustro nos dan
un paso majestuoso a dependencias como el refectorio y la enfermería.
MAULBRONN
(Alemania)
La
abadía de Maulbronn se encuentra en la región alemana
de Wurtemberg, en el pueblo que le da nombre. Los monjes que la
fundaron procedían de la casa filial de Nuebeurg en-Foret
que, a su vez, dependía de Morimond. La iglesia se inició
hacia el año 1150, siendo consagrada en 1178. El valor
de esta abadia radica en la magnifica conservación que
presenta, no sólo del ámbito monástico, sino
también en las dependencias donde monjes y conversos, realizaban
el trabajo manual.

Se han conservado
todos los talleres y locales de servicio como la portería
fortificada, la hospedería, la capilla de forasteros, el
taller del carretero y herrero, los establos y caballerizas, la
panadería, el lagar y la casa donde se trataba la vid.
Igualmente, en la iglesia abacial podemos ver en la actualidad
la separación física entre monjes y conversos en
las celebraciones, una separación que se logra mediante
un alto muro de mampostería que divide la nave en dos coros
diferentes.
TINTERN
(Gales)
Los poéticos
restos de la abadia de Tinter se encuentran en el Valle de Wye
dentro de la comarca de Monmounthsire. Fundada en 1131 por monjes
llegados de Aumone, filial directa de la casa Madre de Cister.

La iglesia
fue planteada por los monjes con una estructura de nave única
que, en 1269, fue transforamada y convertida en una bella iglesia
de trazas góticas. Así como las dependencias monacales
están en absoluto abandono, la iglesia ha sobrevivido majestuosa,
mostrándonos sus vertiginosas bóvedas de ojivas
y esbeltos vanos.
TINTERN
MINOR (Irlanda)
Esta abadia
debe su nombre a su casa madre, la anteriormente citada Tirtern
en Gales, que la fundaría alrededor de 1200. Dicha fundación
cuenta con un toque novelesco ya que se debe a una promesa del
Conde de Pembroke, el cual escapo milagrosamente de un naufragio
en el terrible Mar de Irlanda. Se han llevado a cabo numerosas
transformaciones en las dependencias ya que sus propietarios incluso
construyeron una casa neogótica en lo que fue la iglesia
abacial. Desde 1982 se está llevando a cabo prospecciones
arqueológicas para sacar a la luz los retazos esta preciosa
abadia.
LÉRINS
(Francia)
Enclavada
en una isla en plena costa Azul se encuentra la abadia de Lerins,
hoy en día muy desvirtuada de su pasado Cisterciense. La
abadia fue fundada por San Honorato en el año 400 adoptando
la regla benedictina primero, más adelante formaría
parte de cluny. Sin embargo su pasado abacial no acaba aquí
si no que ha ido pasando de congregación en Congregación
hasta que en el 1869 fue recuperada por los cistercienses. En
la actualidad es la casa madre de la congregación de la
Inmaculada concepción, dependiente de la Orden cisterciense.

Del monasterio
primitivo subsiste el claustro Románico el cual se integra
perfectamente en el claustro barroco posterior. Así mismo
se conserva en un espolón sobre el mar, una construcción
fortificada aneja al monasterio que conserva también dos
claustros.
ZWETTL
(Austria)
Fundada en
1137, la abadia de Zwettl fue casa filial de la francesa de Morimond
y se sitúa en la zona de Baja Austria. Lo más destacable
de el conjunto es su torre ya que el capitulo general prohibía
los campanarios de madera y recomendaba su construcción
en piedra y de baja estatura. Igualmente la sala Capitular, el
dormitorio de los monjes, y el claustro han conservado sus trazas
románicas rematadas en las características bóvedas
ojivales.

TISNOV
O PORTA COELI (Republica Checa)
Las
abadías cistercienses no solo eran cenobio masculinos sino
que fueron muchas las monjas que, gracias a fundaciones de reinas
y nobles, consiguieron crear sus propias comunidades. En este
caso fue la reina Constanza, Hija del rey húngaro Bela
III y a su vez viuda del Rey de Bohemia, quien fundo el monasterio
en 1234.
Sobrevive
aún la iglesia gótica de 1239 poseedora de un magnifico
pórtico. Esta abadia fue saqueada por tártaros y
husitas durante el siglo XV hecho que provoco su restauración
y su aspecto actual.

(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Belén Fernández)
