Puntualmente,
la expedición con más de medio centenar de acompañantes
partió desde la madrileña Plaza de Castilla al encuentro
de las tierras sorianas del Cid. Se apreciaba que el verano no
quiere dejarnos y el día soleado estaba garantizado.
Después
una parada para desayunar en Santo Tomé del Puerto, y tras
contextualizar histórica y artísticamente la ruta
que nos esperaba durante la jornada, llegamos dentro del horario
previsto a la localidad de San Esteban de Gormaz, inmersa en plenas
fiestas patronales. En el pórtico de la Iglesia de Nuestra
Señora del Rivero, nos recibió Ana Hernando, directora
de Turismo del municipio, quien a su vez, nos presentó
a Don Fortunato, párroco de la localidad y profundo conocedor
de la historia sanestebeña.
En la Iglesia
del Rivero, las explicaciones se centraron sobre todo en el pórtico
sur, uno de los más interesantes y primitivos del románico
castellano y desde el cual, se aprecian nítidamente los
menguados restos del castillo de San Esteban, que si bien hoy
se reducen a unos pequeños lienzos ruinosos, en origen
fue una plaza de enorme relevancia durante la Reconquista.
Un agradable
paseo por las calles de la localidad nos condujo desde la Iglesia
de Nuestra Señora del Rivero a la de San Miguel, en cuya
galería porticada no pasó desapercibido el canecillo
fechado que confirma su muy primitiva datación, la cual
nos confirma a San Miguel como la primera galería porticada
del románico español junto a la vecina del Rivero
y a la de San Salvador de Sepúlveda.
Un breve recorrido
de veinte minutos, siempre con la inmensa fortaleza califal de
Gormaz saludándonos desde el horizonte, nos condujo a la
insigne ciudad episcopal de El Burgo de Osma, donde tras visitar
el interior de su catedral gótica, llegamos a la zona claustral,
donde centraríamos el interés de la visita ya que
en él, se conservan los escasos restos de la que sería
primitiva catedral románica.
Verdadera
sensación entre los visitantes causó la enorme calidad
de los arcos que daban acceso a la sala capitular, donde el Segundo
Maestro de Silos dejó plasmado un interesantísimo
repertorio basado en el bestiario, lo cual nos permitió
fantasear acerca de la inmensa riqueza que poseería el
claustro antes de su reforma, seguramente, a tenor de lo conservado,
a la misma altura de Silos.
La visita
a la catedral de Osma tuvo un magnífico colofón
con el sepulcro de San Pedro de Osma y las interesantísimas
explicaciones acerca del Beato de la catedral, una de cuyas ediciones
facsímiles allí se exponen.
Desde El Burgo
de Osma nos desplazamos hacia Casillas de Berlanga para recuperar
fuerzas en el restaurante San Baudelio, donde pudimos disfrutar
de un cordero asado magníficamente preparado.
A escasos
dos kilómetros de Casillas se encuentra la singularísima
ermita de San Baudelio, sin duda, uno de los puntos culminantes
del viaje. Se trata de un edificio que al exterior destaca por
su sencillez, pero una vez en el interior, a nadie deja indiferente.
Las explicaciones acerca de la ermita se concentraron en dos aspectos
principales: en primer lugar, el más que que discutido
origen y finalidad de un edificio cargado de misterio; y en segundo,
en el riquísimo programa pictórico que adornaba
sus muros y que, pese al expolio sufrido, es aún interpretable
gracias tanto a los restos que permanecen in situ, como a las
improntas que han quedado marcadas en sus lienzos.
Antes de regresar
al autobús camino de nuestro último destino, los
más intrépidos tuvieron la ocasión, provistos
de linternas, de adentrarse en la cueva accesible desde el interior
del templo, pudiendo comprobar de primera mano las sacrificadas
condiciones en que vivieron los eremitas que, diez siglos atrás,
eligieron este aislado enclave como lugar de retiro espiritual.
Tras acompañarnos
visualmente durante gran parte de nuestro recorrido por tierras
sorianas, la alcazaba califal de Gormaz constituyó la última
etapa del viaje guiado. Sin embargo, antes de ascender a él,
aún nos quedaba un plato fuerte que degustar en la ermita
de San Miguel de Gormaz, un modesto edificio ignorado durante
años hasta que, hace algo más de una década,
fueron descubiertas unas interesantísimas pinturas murales
recientemente restauradas y acondicionadas para la visita. En
el interior de la ermita, y con el apoyo de una interesante proyección
audiovisual, pudimos interpretar el programa iconográfico
y comprobar sus enormes semejanzas con las de la vecina San Baudelio.
Como dignísimo
colofón a una jornada inolvidable, ascendimos a la impresionante
alcazaba califal que corona el cerro sobre el que se asienta la
pequeña pero celebérrima localidad de Gormaz. Allí,
ya con los rayos del sol del atardecer cayendo sobre la inmensa
llanura soriana, pudimos disfrutar de un agradable paseo por el
interior de su perímetro murado, comprendiendo perfectamente
por qué dicho enclave fue tan preciado por cristianos y
musulmanes en tiempos de la Reconquista ya que, desde sus atalayas,
eran perfectamente reconocibles parajes tan alejados como el Cañón
del Río Lobos, el Moncayo e, incluso, la silueta del castillo
de Atienza. En definitiva, todo un paraíso para los aficionados
a la fotografía.
Desde Gormaz,
y tras una breve parada en Ayllón para estirar las piernas,
emprendimos viaje de regreso hasta Madrid.