Para poder aprovechar
mejor el día, nos emplazamos en Avenida de América
a las 8:30 de la mañana. A pesar del madrugón, todos
fuimos estrictamente puntuales y en los rostros había más
sonrisas que ojeras.
En Guadalajara hicimos
una breve parada para recoger a dos compañeros alcarreños
y seguimos ruta hacia Huerta. Ya en este pueblito se produjo el
anécdota del día, al no poder tomar café
porque los bares o estaban cerrados o no admitían tantas
personas.
Una vez en el Monasterio
de Santa María, saboreamos la arquitectura cisterciense
de sus viejas estancias (con especial mimo hacia los refectorios
de los conversos y de los monjes) y aprovechamos para hacer compras
en su tienda artesana, especialmente de sus riquísimas
mermeladas y dulces de membrillo.
Aunque el día estaba
completamente soleado, comprobamos la dureza del clima soriano
y más de uno se acordó de la chaqueta olvidada en
el autocar, especialmente en el interior de la grandiosa y gélida
iglesia monacal.
Seguimos camino a la ciudad
de Soria que encontramos repleta de turistas atraídos por
la exposición las Edades del Hombre. Aquí la temperatura
ya estaba muy caldeada y disfrutamos de una tarde agradabilísima.
La primera iglesia que
visitamos fue la de Santo Domingo. Como es natural, la armonía
de su fachada y la rica iconografía esculpida en ella merecieron
cientos de fotografías por parte de todos. Ante ella pudimos
desgranar y saborear todo lo relatado en esta auténtica
Biblia en piedra.
A unos metros de Santo
Domingo teníamos la reserva del restaurante y tras reponer
fuerzas nos dirigimos en el autocar a San Juan de Rabanera, donde
pudimos admirar su peculiar arquitectura exterior e interior.
La siguiente visita fue
San Juan de Duero con su misterioso claustro y edículos
interiores de la iglesia. Allí pudimos enumerar las distintas
teorías que se han enunciado sobre el origen y formas de
este pintoresco lugar. De nuevo, las cámaras retrataron
masivamente los capiteles de los templetes y las orientalizantes
siluetas de los arcos.
A continuación,
accedimos al interior de la concatedral de San Pedro para ver
la exposición de Las Edades del Hombre, que se encontraba
abarrotada de visitantes.
La escasa representación
medieval de sus piezas y la mala educación de parte de
su personal nos invitó a abandonarla pronto para admirar
algo mucho más valioso: el precioso claustro románico
de la antigua colegiata, con sus arquerías y tallas de
influencia silense.
El viaje de vuelta, como
es habitual, se nos hizo más corto de lo esperado, por
la animada conversación que mantuvimos entre nosotros.
Como siempre, llegamos a Madrid algo cansados pero muy satisfechos
por haber compartido un buen día entre amigos y haber saboreado
las doradas piedras románicas de Soria.