Ermita
de La Concepción de San Vicentejo de Treviño
Introducción
A
apenas una veintena de kilómetros al sur de Vitoria, aunque
adscrita administrativamente a la provincia de Burgos en virtud
de su pertenencia al histórico enclave del Condado de Treviño,
la ermita de la Purísima Concepción se emplaza a las
afueras de la localidad de San Vicentejo, minúscula aldea
habitada por menos de una decena de personas.
Antiguamente bajo la advocación de San Vicente,
la hoy ermita de la Concepción de San Vicentejo, auténtica
seña de identidad del románico treviñés,
es uno de los monumentos más atractivos y qué más
interrogantes ha suscitado del románico burgalés,
ya que presenta unos particularismos en los que a continuación
nos detendremos que la hacen prácticamente única.
Fue declarada Monumento Histórico Artístico en marzo
de 1994.
Consideraciones previas
Pese a situarse en el corazón de un territorio
de profundísima solera histórica como es el Condado
de Treviño, las referencias documentales sobre la construcción
de la actual ermita de San Vicentejo son escasísimas, si
bien es cierto que se ha conservado, empotrada en el muro sur, una
inscripción que ha servido para datar la construcción.
Dicha inscripción, bastante desfigurada en uno
de sus extremos, parece citar el año 1162 como fecha de edificación
de la iglesia, sin embargo, algunos especialistas, basándose
en lo perdido que se encuentran algunos caracteres, señalan
la posibilidad de que en realidad la fecha allí plasmada
sea 1190.
En cualquier caso, no deja de resultar llamativo que
una construcción con ese grado de depuración artística
y técnica -sobre todo en su cabecera- pueda ser obra de una
fecha "tan temprana" como 1162, fundamentándose
en esta consideración muchos de los argumentos de quienes
defienden que se trata de una edificación tardorrománica
ya de los albores de la decimotercera centuria.
Pese a la citada depuración técnica
de la obra, a lo aparentemente novedoso de varias de sus formulaciones
decorativas y a su apreciable barroquismo, tampoco tiene por qué
resultar descabellada una datación en torno al año
1162, pudiendo explicarse por medio de los influjos estilísticos
de modelos borgoñones también patentes en edificios
románicos burgaleses como San Salvador de Oña o el
propio monasterio de San Pedro de Cardeña.
La ermita de la Concepción
Exterior
A juzgar por su aspecto actual, llegada a nuestros
días prácticamente intacta desde época románica,
se aprecia a simple vista que la ermita de la Concepción
de San Vicentejo de Treviño es el resultado de dos fases
claramente diferenciadas aunque consecutivas en el tiempo; y es
que todo parece indicar que en un principio fue planificada como
una obra más ambiciosa pero que, por motivos que se desconocen,
el proyecto inicial se paralizaría optándose por concluirse
casi "de urgencia".
Así pues, de ese primer y ambicioso proyecto
a juzgar por la perfección y la nobleza de su aparejo, tan
sólo se concluiría el presbiterio y el ábside
semicircular, recurriéndose a un taller mucho más
popular para cerrar el cuerpo de naves con el fin de hacerla hábil
cuanto antes para el culto.
Aún desconociéndose los motivos que llevaron
a ese cambio de planes durante la construcción del templo,
todo parece indicar que fue algo totalmente repentino ya que, incluso
in situ hoy, se aprecian diversos elementos como capiteles a medio
terminar por parte de ese primer taller.
Consta la ermita de una sola nave de dos tramos que
desemboca en un tramo recto presbiterial abierto a un único
ábside de planta semicircular. Levantada en un tipo de sillería
de personalísima tonalidad rosácea, en su conjunto
apenas rebasa los 16 metros de largo por unos 6 de ancho.
El principal interés de la construcción,
como no podía ser de otra forma, se centra en el exterior
del ábside.
Alzado sobre un prominente basamento, el tambor queda
articulado en cinco tramos separados por cuatro columnillas poligonales
rematadas en sus correspondientes capiteles a la altura de las cornisas.
Dichos capiteles presentan esquemáticas decoraciones
vegetales aunque de depurada labra. La mayoría llevan hojas
de acanto algo geometrizadas pero de apariencia muy vistosa gracias
a los huecos abiertos entre las hojas con el empleo del trépano.
Resaltando a la altura de las impostas y a tres cuartos
de altura de las semicolumnas afloran una especie de capiteles que
cumplen una función a medio camino entre la ménsula
y la metopa que presentan decoración vegetal, animal y con
aparición aislada de alguna figura antropomorfa.
Estos extraños elementos a mitad de las semicolumnas,
de apariencia puramente ornamental, tienen su razón de ser
en que, fijándose bien, se aprecia cómo el tambor
absidial va ensanchándose a medida que gana altura, de manera
que los soportes adosados deben ir igualmente adaptándose
al plano mural mediante este ingenioso recurso.
Los cinco paños en los que queda dividido verticalmente
el tambor absidial se articulan de idéntica manera: en primer
lugar, mediante un registro exterior de arcos ciegos trilobulados
que reposan sobre ménsulas adosadas a las semicolumnas poligonales.
A continuación se despliega un segundo registro
de arcos apuntados sobre columnas que se prolongan hasta el zócalo
y cuyos capiteles presentan decoración vegetal. Puede apreciarse
también como, en los tres paños centrales, entre el
arco trilobulado y el apuntado, se habilitan unos pequeños
arcos de descarga decorados con formas abotonadas, flores e incluso
figuras humanas en posición horizontal.
También en los tres paños centrales,
abrazadas cada una de ellas por las arcadas apuntadas, se abren
tres ventanas en vanos de medio punto perfiladas por roscas de delicadísima
decoración vegetal. Entre los capiteles de estos ventanales
hay alguno figurado con un "green man" o máscara de cuya boca salen
tallos vegetales.
Bajo los aleros volados se despliega igualmente una
interesante colección de canecillos que tienen continuidad
por el resto de cornisas del edificio, identificándose en
ellos decoraciones geométricas, vegetales, rollos de posible
influencia mozárabe y alguna cabeza humana.
Más allá del interesantísimo ábside
y de un sencillo óculo horadado en el hastial sur, la ermita
de la Concepción apenas cuenta como último elemento
de interés al exterior su portada meridional, habilitada
en el último tramo de la nave y perteneciente ya a esa segunda
fase de la obra realizada por artífices mucho más
populares.
Dispuesta bajo un prominente tejaroz sostenido por
potentes canes, consta de seis arquivoltas lisas de medio punto
que descansan sobre pilastras y columnas en alternancia y que rematan
en capiteles muy erosionados y de una labra considerablemente tosca
que viene a contrastar con la depuración escultórica
de la cabecera.
Interior
Al interior, la ermita queda cubierta en el cuerpo
de la nave mediante una bóveda de cañón apuntada
y reforzada por un único arco fajón que marca la separación
entre los dos tramos. Entre los capiteles, se aprecia incluso alguna
cesta inconclusa.
Mucho más interesantes son los capiteles del
arco triunfal, el cual presenta un perfil apuntado y doblado. Dichos
capiteles, que dan la impresión que pudieron servir de modelo
para el segundo taller, sí concuerdan estilísticamente
con el refinamiento técnico del exterior de la cabecera,
presentando minuciosos entramados de tipo vegetal de entre los que
sobresale una cabecita humana.
Otra de las señas de identidad de la ermita
de San Vicentejo es la línea de imposta que recorre horizontalmente
los muros interiores norte, sur y cabecero del templo, en la cual,
fueron representados diversos motivos decorativos vegetales y zoomorfos.
Las tres ventanas absidiales, perfiladas por arcos
apuntados, presentan, al igual que al exterior, roscas de tipo vegetal
de gran naturalismo.
En los tramos rectos presbiteriales fueron dispuestas
sendas credencias, un elemento que se repite en varias iglesias
románicas alavesas. La del costado sur presenta una pareja
de arcos doblados en cuyas roscas de medio punto fueron labradas
refinadas cenefas vegetales de zarcillos ondulantes entrelazados.
Contigua a la credencia sur aparece empotrada una sencilla
lápida en la que pueden leerse varios nombres de santos como
Pedro, Tomás, Andrés, Marina, Vicente y Pantaleón,
con lo que podía estar relacionada con un tema de custodia
de reliquias o con altares devocionales a ellos consagrados.
Su -en teoría- correspondiente credencia norte
se encuentra en la actualidad cegada, aunque bien podría
presentar en origen unas características similares.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)