Al sur de la provincia de Álava
y lindante con el Condado de Treviño, la población
de Markinez (Marquínez), hoy englobada en el municipio
de Bernedo, es un antiguo concejo rural de los que conforman la
Cuadrilla de Campezo, dentro de la comarca de la Montaña
Alavesa.
En la actualidad, su pequeño casco urbano,
con apenas 65 habitantes censados, se encajona en el pequeño
vallejo que esculpe un arroyo tributario del río Ayuda,
llamando la atención por sus recias casonas de piedras
muchas de ellas de floreadas balconadas y, por supuesto, por la
imponente mole de su iglesia parroquial, dedicada a Santa Eulalia
y literalmente pegada al risco sobre el que se asentaría
el núcleo germinal de la población, denominado Peña
Askana.
A nosotros sin embargo nos interesa mucho más
la hoy ermita de San Juan, situada unos cientos de metros
al oeste del núcleo urbano en dirección Arlucea
y que constituye uno de los monumentos más armónicos
y mejor conservados del románico alavés.
Territorio
rico en cuevas así como en abrigos rocosos naturales, los
testimonios de poblamiento en el entorno de Markinez se remontan
a nada menos que la prehistoria.
Precisamente, esas cuevas en las peñas Askana
y Larrea serían espacios más que propicios para
el establecimiento de eremitas desde los mismos albores del cristianismo,
como atestiguan un relieve de la diosa Epona y un orante tallados
en la conocida como cueva de Santa Leocadia, cuya datación
ha sido establecida hacia el siglo V.
A finales del siglo XI, Markinez figura citado por
primera vez dentro de un elenco de heredades cedidas al Monasterio
de San Millán de la Cogolla. Para encontrar una nueva fuente
escrita sobre la localidad hay que remitirse a la propia ermita
de San Juan, donde, perfectamente fechada en el año 1226,
se conserva una inscripción fundacional del templo en la
que a continuación nos detendremos.
Ya en la Baja Edad Media el monarca Enrique II de
Castilla cedería Markinez en régimen de señorío
a Diego Gómez Sarmiento, pasando con posterioridad de mano
en mano hasta que, a mediados del siglo XVIII, volvería
a convertirse en población de realengo.
La ermita de San Juan de Markinez
Construida en sillería de muy buena calidad
y perfectamente adaptada a la irregularidad del solar sobre el
que se asienta, la ermita de San Juan es una sencilla construcción
de una sola nave que, tras un amplio tramo recto presbiterial,
desemboca en su correspondiente ábside semicircular.
Exterior
En una visión de conjunto, llama la atención
el juego de volúmenes escalonados que conforman la nave
de mayor altura, el citado presbiterio ligeramente más
bajo y, por último, el tambor absidial a menor altura.
Como señalábamos, la construcción
está perfectamente datada gracias a su lápida fundacional
empotrada en el muro sur junto a la portada. En ella puede leerse
el año de 1226 como la fecha de su edificación,
lo que la convierte en una de las construcciones puramente románicas
más tardías de la Península Ibérica
y que viene a demostrar la pervivencia del estilo sobre todo en
zonas rurales bien entrado el siglo XIII.
En la inscripción puede leerse:
HEDIFICATIO: HUIUS: TEMPLI: FUIT:
FACTA: SUB: ANNO: D: OMNI: M: CC: XX: VI: NONO: KL: DECEMBRIS:
IOHE: PETRI: EPO: EXISTENTE: IN: CALAGURRA: ET: REGNANTE: FERDINADDO:
IN: CASTELLA: ET: M: ARCHIDIACONO: IN: ARMENTIA: ET: FORTUNIO:
DE: MARQUINIZ: ARCHIPRESBITERO: IN: TRIVINIO: ET: GARSIAS: DE:
PANGUA: MAGISTRO: IN: ARMENTIA: UT: VIDENTES: HOC: SCRIPTUM. ORENT:
PRO: ANIMIA: EPI: ESPECIALITER: ET: OMNIBUS: BENEFACTORIBUS: HUIS:
TEMPLI.
Que traducido vendría a decir algo así:
"Este templo se edificó
el día noveno de la calenda del mes de diciembre del año
del señor 1226, siendo Juan Pedro, obispo de Calahorra
y reinando Fernando de Castilla y siendo M arcediano en Armentia
y Fortunio de Marquínez arcipreste en Treviño y
garcía de Pangua maestro en Armentia. Para los que vean
esta inscripción rueguen especialmente por el alma del
obispo y por todos los benefactores de este templo"
Pese a su acreditada cronología tardía,
su cabecera no difiere en absoluto en lo arquitectónico
respecto a construcciones románicas más primitivas,
articulándose en tres paños separados por medias
columnas y abriéndose en el eje del central un ventanal
de doble arquivolta de medio sobre columnas y capiteles decorados
con motivos vegetales con la aparición puntual de alguna
cabecita humana entre el follaje.
Completa la decoración absidial los canecillos
que sustentan el alero volado y una imposta ajedrezada que se
prolonga desde el mismo muro sur y que divide el hemiciclo en
dos cuerpos.
Es precisamente en el muro meridional donde se concentra
el mayor interés del templo, destacando por encima de todo
su portada de acceso, practicada sobre un cuerpo en resalte delimitado
por columnillas adosadas en los ángulos del mismo y protegida
por un breve tejaron sustentado por ocho sencillos canecillos.
Despliega la portada tres arquivoltas ligeramente
apuntadas y molduradas, presentando la primera y la tercera una
decoración a base de hojas de acanto de puntas volteadas,
mientras que la intermedia queda recorrida por un doble zarcillo
entrelazado que conforma una cadeneta entre botones o bezantes
que evocan al Santuario de Estíbaliz.
Los capiteles, en su mayoría vegetales más
allá de alguna cabecita humana entre volutas, son de gran
belleza y realismo gracias a su precisa talla a trépano.
También en el lado sur junto a la puerta,
correspondiéndose con el primer tramo de la corta nave,
se abre un elegante ventanal de triple arquivolta de medio punto
sobre columnas cuyos capiteles se asemejan a los de la portada.
A su lado, sirviendo en este caso de iluminación al tramo
recto presbiterial, un nuevo ventanal gemelo en este caso con
una de sus roscas animada mediante acantos de puntas volteadas.
Interior
Al interior, donde se pone perfectamente de manifiesto
ese juego de volúmenes que adivinábamos al exterior,
lo primero que llama la atención es la irregularidad de
sus paramentos en comparación con la buena sillería
exterior, una circunstancia que en origen pasaría desapercibida
ya que los muros irían o bien pintados o, por lo menos,
revocados.
La nave, cubierta con bóveda de cañón
apuntado, se divide en tres tramos delimitados por dos sencillos
arcos fajones sobre pilastras. Un arco triunfal doblado y también
apuntado sobre pilastras con una media columna adosada en el frente
principal da paso al tramo recto, también solventado en
cuanto a su abovedamientos mediante cañón apuntado.
Los capiteles del arco triunfal repiten el esquema
vegetal a base de acantos superpuestos de puntas volteadas que
se aprecia tanto en la portada como en los ventanales.
Por último, el ábside se cubre
mediante bóveda de cuarto de esfera, articulándose
en dos cuerpos marcados por una moldura horizontal. Muy curiosos
son, dentro del espacio absidial, dos nichos a modo de credencias
conformadas por sendos arquillos pareados que descansan sobre
una columna central decorada, como no podía ser de otra
forma, con esquemáticas fórmulas vegetales.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)