Iglesia de La Magdalena de Tudela, Navarra
Introducción
La Iglesia de La Magdalena de Tudela
se sitúa en el casco urbano de la ciudad, justo a la orilla
del caudaloso río Ebro y a escasos metros de la Catedral.
Es
precisamente, junto a la propia Catedral, el monumento más
importante de Tudela, siendo la única de las numerosas parroquias
con que contó la ciudad en época medieval que ha llegado
a nuestros días íntegramente conservada.
Breve aproximación histórica
Tras aproximadamente cuatro siglos bajo la dominación
musulmana, Tudela, de la mano del monarca Alfonso I el Batallador,
caería en manos cristianas en febrero de 1119, pocos meses
después de la capitulación de Zaragoza.
Desde ese momento, la ciudad quedaría integrada
primero en la Corona de Aragón y, tras la muerte del rey
Batallador, en el Reino de Navarra; siendo distinguida como cabeza
de Merindad y beneficiada con numerosos fueros con el objetivo de
fomentar su repoblación y su consiguiente desarrollo.
Durante la segunda mitad del siglo XII y principios
del XIII, Tudela fue, alternativamente con Pamplona, sobre todo
en meses estivales, lugar de residencia del rey, gozando así
de un primer momento de esplendor que alcanzaría su culminación
con la erección de su suntuosa catedral sobre los propios
cimientos de la antigua mezquita aljama.
Contemporáneamente a la Catedral, fueron levantadas
en Tudela, como corresponde a una cabeza de merindad, numerosas
iglesias parroquiales, muchas de ellas aprovechando viejos lugares
de culto musulmanes o mozárabes.
Ese fue el caso de la iglesia de La Magdalena, de la
cual, se sabe que, incluso durante la dominación musulmana,
funcionó como espacio de oración para la comunidad
mozárabe de Tudela, siendo así mencionada documentalmente
desde la tempranísima fecha de 1119.
Al igual que en otras poblaciones del entorno como
Ágreda o Tarazona, en la Tudela medieval convivieron en un
clima de relativa armonía cristianos, musulmanes y judíos,
siendo aún patentes en el propio casco urbano distintos signos
de esta multiculturalidad.
La iglesia de la Magdalena
La iglesia de La Magdalena, en su apariencia actual,
es el resultado de una conveniente y acertadísima restauración
acometida a finales del siglo XX en la que fue despojada de aditamentos
tardíos e incluso de viviendas adosadas.
Se presenta como una construcción de una sola
nave de planimetría algo irregular ya que su eje acusa una
ligera desviación, circunstancia que, muy probablemente,
se debe a la necesidad que tuvo de ser adaptada a la primitiva construcción
mozárabe ahí preexistente.
La nave, al exterior, queda definida en sus lados norte
y sur por recios contrafuertes prismáticos así como
por sendas capillas laterales a modo de crucero, levantadas ambas
en el siglo XVI.
Quizás ese condicionamiento motivado por la
preexistencia de ese oratorio mozárabe anterior, fue la principal
razón por la que el templo no contase con la prototípica
cabecera semicircular, sino que se optó por una solución
a base de presbiterio de testero recto de similar altura al cuerpo
de la nave.
En el ángulo noroccidental de la fábrica
y sobresaliente en planta al quedar exenta en tres de sus cuatro
flancos, se yergue su elegante torre románica, de planta
cuadrangular y tres cuerpos en altura en los que se abren huecos
de campana mediante arcos de medio punto; simples en el cuerpo intermedio,
y pareados en el superior.
Conserva La Magdalena dos de sus portadas románicas
originales: una habilitada en el muro norte oculta durante siglos
y que fue redescubierta en el siglo XX tras ser despojado el templo
de algunas de sus capillas barrocas; y su célebre portada
occidental, santo y seña de este templo y uno de los portales
románicos más interesantes de Navarra, en el cual,
nos detendremos a continuación.
Las portadas
Sin duda, el elemento más conocido de la parroquia
de La Magdalena es su espléndida portada occidental, por
méritos propios, una de las más puras del románico
navarro, pudiendo equipararse en valor con las existentes en la
iglesia de San Miguel de Estella o en la de Santa María la
Real de Sangüesa.
Durante varios siglos protegida y semioculta por un
revestimiento de ladrillo a modo de pórtico, fue despojada
de aditamentos durante su proceso de restauración del año
1986, conservándose en la actualidad en un más que
aceptable estado.
Se presenta la portada sobre un cuerpo avanzado o arimez
bajo un tejaroz sostenido por una interesante colección de
once canecillos figurados, en los cuales, además de un demonio
perfectamente reconocible, aparecen labrados personajes desempeñando
distintas actitudes y oficios como un flautista, un campesino con
su cuchillo de podar, una costurera, un posible prestamista con
su bolsa de caudales en la mano, etc.
En otro de los canecillos de la serie, concretamente
en el central, se distingue perfectamente a un hombre portando un
cincel y una maza, clara alusión al oficio de escultor y
que, pese a no existir firma alguna, se ha querido identificar como
un autorretrato del posible artífice de la portada.
La puerta, considerablemente abocinada, despliega cuatro
arquivoltas de medio punto protegidas por un guardapolvo externo
en el que se alternan motivos decorativos a base de entrelazos geométricos
de inspiración mudéjar, con representaciones del bestiario
fantástico, concretamente grifos.
Bajo el saliente guardapolvo, la arquivolta más
extrema dispone repetitivamente una composición vegetal a
base de hojas carnosas, mientras que la siguiente, en posición
radial, muestra multiplicada la representación de un ciervo
que voltea su cabeza hacia atrás entre motivos vegetales.
La segunda arquivolta vuelve a incidir en el recurso
de la repetición de un mismo motivo escultórico a
lo largo de toda su rosca, en este caso, distintas especies de arpías
también entre zarcillos vegetales.
Mucho mayor interés iconográfico concentra
la rosca más interior del conjunto, apareciendo labradas
un total de quince figuras de las cuales, doce de ellas son los
Apóstoles representados en posición sedente, mientras
que, justo en la clave, se distingue el episodio de la Anunciación,
mostrándose en piezas independientes la Virgen María,
el Arcángel San Gabriel, y el Espíritu Santo en forma
de paloma.
Todo el conjunto escultórico de la portada occidental
gravita en torno a un núcleo principal representado en el
tímpano. En él, preside la composición dentro
de una mandarla tetralobulada un majestuoso Pantocrátor entronizado
que con su mano diestra en alto bendice mientras que, con la izquierda,
sujeta el Libro de la Vida.
Flanqueando al Pantocrátor y adaptándose
al marco semicircular encontramos el Tetramorfos; es decir, la representación
zoomorfa de los cuatro Evangelistas. Por último, a cada uno
de los extremos del tímpano, aparecen las efigies de quiénes
han venido siendo identificadas como María Magdalena en postura
genuflexa, y Lázaro saliendo de su sepulcro, aunque más
probalemente sean dos personajes femeninos: la Virgen (izquierda)
y Magdalena (derecha) simbolizada con el sepulcro de Cristo.
Las cuatro arquivoltas de la portada descansan sobre
columnas cilíndricas acodilladas rematadas en capiteles vegetales
dotadas de cimacios de ornamentación vegetal. Las cestas,
aún habiendo llegado a nuestros días algo erosionadas,
permiten distinguir algunas representaciones figurativas, entre
ellas, varias versiones de las Tentaciones de Cristo en el desierto.
Igualmente llamativa es la figuración desplegada
en la cara interna de las mochetas que sostienen el tímpano,
cuyo hilo conductor ha sido interpretado como la Resurrección
de los Muertos.
Al costado norte, casi a la altura de la capilla renacentista
añadida a modo de crucero, se abre una segunda puerta que,
durante siglos, permaneció oculta hasta que en una última
restauración fue redescubierta al ser eliminada la capilla
barroca que tapaba su visión.
Mucho más sencilla que la occidental aunque
no exenta de valor, la portada norte -hoy cegada y abierta tan solo
mediante un óculo tardío- dibuja tres arquivoltas
ornamentales de medio punto sobre capiteles muy perdidos, entre
los cuales, es reconocible una escena interpretada como el Banquete
de los Discípulos de Emaús.
Por último, coronando la portada occidental,
llama la atención un elegante crismón trinitario de
brazos perlados, el alfa y el omega, y una inscripción de
compleja traducción sobre la que se han dado varias y distintas
versiones.
Interior de la iglesia
Rebasado el umbral de la puerta, la iglesia de La Magdalena
se presenta al interior como un espacio algo angosto de una sola
nave, la cual, al interior, acusa más si cabe esa desviación
respecto al eje que indicábamos anteriormente y que vino
motivada por la posible adaptación del edificio románico
a una estructura mozárabe anterior.
Consta la nave de siete tramos definidos por arcos
fajones apuntados que descansan sobre columnas adosadas coronadas
por capiteles figurados, llamando la atención cómo,
en algunos casos y sin duda debido a la apertura de capillas laterales
en fechas tardías, fueron eliminadas varias de las semicolumnas
torales, conservándose solo la cesta casi a modo de falsas
ménsulas.
El espacio queda cubierto por una bóveda de
cañón de marcadísimo apuntamiento, circunstancia
que delata su más que posible cerramiento tardío,
probablemente a finales del siglo XII o ya a principios del XIII.
Sin embargo, los elementos de mayor interés
del interior de La Magdalena son los capiteles sobre los que descansan
los arcos fajones, en los cuales, se alternan cestas vegetales con
composiciones figurativas narrativas alusivas al Ciclo de la Infancia
y a la Vida Pública de Cristo.
Respetando el orden cronológico, el primer capitel
en el que nos detenemos es el dedicado al Nacimiento de Cristo,
el cual, aparece dividido en cada una de sus caras por arcos rebajados,
resultando muy llamativa la composición en la que la mula
y el buey son representados insuflando su aliento al Niño
Jesús en presencia de la paloma del Espíritu Santo.
Continua la "narratio" con el capitel de
la Epifanía, donde, al igual que el anterior, la cesta queda
dividida en campos mediante arquillos similares que acogen diferentes
momentos del pasaje de la Adoración de los Magos.
Dispuesta ya en una única escena que ocupa las
tres caras de la cesta, el capitel de la Huida Egipto es uno de
los más conocidos del templo, apareciendo la Virgen María
con el Niño en brazos a lomos de la borriquilla y siendo
conducidos por un majestuoso ángel.
Cierra el Ciclo de la Infancia el capitel de la Matanza
de los Inocentes, donde se reconoce en un flanco a Herodes jerarquizado
en tamaño respecto al resto de figuras, y al otro, la dramática
ejecución de los infantes ante el gesto desgarrado de las
madres.
De la Vida Pública, el capitel más destacado
es el de la Representación de las Bodas de Caná, escena
que otros especialistas han identificado con el Banquete de Emaús.
Por último, cabe señalarse en el
interior del templo la existencia de un coro alto de cronología
tardía a los pies de la nave, así como un magnífico
retablo mayor plateresco realizado entre 1552 y 1556 por Domingo
de Laguna.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)