En el corazón de la conocida como Comarca
De la Sidra, la parroquia de Santa María de Narzana
se levanta en un entorno idílico rodeada de onduladas praderías
y caseríos rurales, constituyendo el monumento más
relevante del pequeño Concejo de Sariego.
Las
primeras referencias conservadas del topónimo Narzana hay
que remontarlas nada menos a finales del siglo X (año 996),
cuando en un documento firmado por el rey Bermudo II, una serie
de pagos en torno a Sariego son donados al Monasterio de San Pelayo
de Oviedo. Probablemente este es el origen de una tradición
que sitúa en Narzana una pequeña comunidad monástica
femenina de la que incluso Jovellanos se hace eco en el siglo
XIX.
Sin embargo, para hallar la primera mención
explícita de Santa María de Narzana como parroquia
hay que esperar a principios del siglo XIII, figurando como tal
en un inventario de bienes del mismo monasterio ovetense de San
Pelayo.
En la actualidad, el edificio románico llegado
a nuestros días responde al prototípico modelo de
románico rural asturiano conformado por una nave de planta
rectangular y cubierta mediante armazón de madera que,
por medio de un arco triunfal, abre al espacio cabecero conformado
por un brevísimo tramo recto y un ábside semicircular
abovedado.
Pese a quedar oculto por el moderno revoco que cubre
sus muros desde su reciente restauración, llama la atención
el diferente aparejo entre la zona de la nave, levantada a base
de mampostería y sillarejo; y la noble sillería
del ábside, una práctica muy común en el
románico rural asturiano.
Exterior
Al exterior, los elementos de mayor interés
del templo se concentran en el ábside y, por supuesto,
en su portada principal, orientada al oeste y protegida por un
pórtico de cronología muy tardía.
El ábside
El ábside, recorrido en todo su diámetro
por una línea de imposta horizontal animada a base de hojas
lanceoladas, presenta justo en el eje un ventanal de medio punto
en el que el guardapolvo repite idéntico esquema decorativo
que la imposta abrazando una arquivolta de medio punto decorada
en zigzag y que descansa sobre columnillas rematadas en capiteles
de pomas.
Sosteniendo la cornisa volada de remate ajedrezado
se conserva una notable colección de canecillos geométricos,
vegetales, animales y tres figurativos en la que dos de ellos
parecen monjes portando un libro y una tercera pieza representa
un personaje en actitud de orar. Entre cada uno de los canes fue
representada una metopa floral tetrapétala de botón
central.
La puerta
La portada occidental, sin lugar a dudas el elemento
más reconocible del templo, se presenta sobre un pequeño
cuerpo en resalte bajo un breve tejaroz sostenido por nueve canecillos
entre los cuales fueron concebidas ocho metopas escultóricas.
Despliega tres arquivoltas de medio punto enriquecidas
con fórmulas decorativas a base de zigzags, elementos entrelazados
y composiciones florales; descansando a cada lado del vano sobre
dos columnas acodilladas rematadas en capiteles figurados.
Los dos capiteles del lado izquierdo (según
el punto de vista del espectador) disponen respectivamente hojas
de las que penden bolas y leones alados, motivo este último
más que justificado para una puerta de acceso como animal
protector del templo.
Al lado opuesto del vano identificamos serpientes
entrelazadas en la cesta externa, y los recurrentes grifos afrontados
en su contigua. Completando la decoración de la portada,
llama la atención una graciosísima escena cinegética
tallada en la imposta en la que un cazador alancea un jabalí
a la vez que es acechado por un perro: un motivo que se repite
en varios templos románicos más del entorno de Villaviciosa.
En los canecillos que sustentan el tejaroz, además
de sendos mascarones monstruosos en cada extremo, aparecen representadas
unas curiosas figuras danzantes en diferentes posturas.
Entre los ocho espacios restantes entre cada canecillo
aparecen representadas unas interesantísimas metopas figurativas
de carácter narrativo entre las que se reconocen escenas
de lucha, la despedida del caballero ante la dama, Daniel en el
Foso de los Leones, la Anunciación a los Pastores o la
Epifanía.
Interior
Al interior, notablemente restaurado tras quedar
muy dañado por un incendio en 1936, conserva como elemento
original más destacado su arco triunfal, doblado y apuntado
y que vio como se perdió buena parte de la ornamentación
de sus roscas por dicho incendio pero que, gracias a fotografías
anteriores, consta que repetía los modelos florales y geométricos
en zigzag presentes en la portada.
En sus capiteles, dos a cada lado, fueron tallados
en las cestas del lado del evangelio dos leones que se unen en
una sola cabeza y una composición en la que un personaje
(quizás eclesiástico) sostiene un libro flanqueado
en la cara lateral del capitel por otras dos figuras que bien
podían tratarse de músicos. En los del lado de la
epístola reconocemos motivos vegetales y grifos similares
a los de la portada.
A modo de conclusión, todo
parece indicar que el templo fue levantado entre los últimos
años del siglo XII o incluso las primeras décadas
del XIII, presentando tanto en sus características formales
como en los temas iconográficos una doble filiación:
por un lado la cercanísima escuela en torno a Villaviciosa
en la que se concentra la mayor densidad de edificios románicos
asturianos llegados a nuestros días; y por otro lado, ciertos
influjos del románico en torno a la capital ovetense que
bien podría justificarse por su perfectamente documentada
dependencia del poderoso Monasterio de San Pelayo de Oviedo.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)