Iglesia (antigua mezquita) de El Salvador de Toledo
Situada en pleno casco histórico,
la iglesia de San Salvador, pese a no ser uno de las construcciones
más conocidas y visitadas de la universal y monumental Toledo,
sí que puede presumir de ser una de las más antiguas
e interesantes de la ciudad, atesorando entre sus muros un interesantísimo
patrimonio amén de una dilatadísima historia.
Breve aproximación histórica
Como
ocurre en la inmensa mayoría de monumentos de Toledo, la
iglesia del Salvador es un reflejo más del dilatadísimo
devenir histórico de la ciudad, siendo en ella perfectamente
patentes restos de diferentes épocas y estilos que se remontan
desde la época de la dominación romana hasta prácticamente
nuestros días.
Edificada sobre restos romanos, algunos reaprovechados
en el propio edificio y otros salidos a la luz en las recientes
obras de rehabilitación y puesta en valor, durante los siglos
de la monarquía visigoda sería una parroquia más
de la numerosas con que contaría la urbe, pasando tras la
invasión musulmana a ejercer la función de mezquita
hasta que, por fin, tras la Reconquista cristiana, recuperaría
la función de templo cristiano.
Tanto de época romana como visigoda y en ausencia
de referencias documentales, no queda otra que conformarse con las
evidencias arqueológicas reaprovechadas en el templo y en
las que a continuación nos detendremos; sin embargo, sí
consta gracias a una lápida conmemorativa musulmana conservada
que en 1041 el edificio funcionaba como mezquita, no estando claro
si se trata de la fecha específica de consagración
del edificio al culto islámico o de una reforma o ampliación.
Dicha mezquita se convertiría en una de las
más importantes de la ciudad, más aún a raíz
de la conversión de la aljama principal de la ciudad en la
catedral cristiana.
Según reza en un documento conservado, fue en
el día de San Juan Bautista del año 1159 cuando el
edificio sería de nuevo cristianizado y convertido en parroquia
bajo la advocación de El Salvador.
Cuenta la tradición que dicha cristianización
y conversión de la mezquita en iglesia fue promovida por
Doña Berenguela, esposa del monarca Alfonso VII de Castilla,
tras resguardarse en ella al ser sorprendida por una virulenta tormenta.
A lo largo de la Baja Edad Media y, sobre todo, durante
toda la Edad Moderna, la iglesia del Salvador fue sometida a todo
tipo de reformas y ampliaciones, una de las más importantes,
a finales del siglo XV y tras sufrir el templo un incendio, la construcción
de la Capilla de Santa Catalina.
Tras un nuevo incendio en el siglo XIX el templo fue
encalado, hasta que, ya en nuestra actual centuria, este histórico
edificio -que puede presumir de aparecer mencionado en la obra literaria
"El Lazarillo de Tormes"- ha sido objeto de una profusa
labor de estudio, restauración y puesta en valor por medio
del Consorcio de Toledo.
La iglesia y su predecesora mezquita
En su aspecto exterior, la parroquia del Salvador de
Toledo pasa relativamente desapercibida dentro de lo que es la riqueza
monumental de la ciudad de Toledo.
Su pobreza de materiales, su sencillez arquitectónica,
sumado a su emplazamiento considerablemente encajonado entre construcciones
anejas, podrían hacer pensar que se trata de una parroquia
más de las muchísimas existentes en la ciudad.
Sólo su torre campanario, que reaprovecha en
parte la estructura su primitivo alminar, rompe la monotonía
exterior, llamando la atención por estar construido en material
pétreo en su cuerpo bajo y rematado por un cuerpo de campanas
de ladrillo.
Tras permanecer décadas revocada, las recientes
obras acometidas por el Consorcio de Toledo han sacado a la luz
diferentes restos visigodos reaprovechados en forma de cenefas en
la propia torre. Se trata de grandes bloques calizos de dibujan
refinadas fórmulas esquemáticas de tipo vegetal a
base de juegos geométricos.
Al interior, el templo respeta la canónica orientación
hacia La Meca de las primitivas mezquitas peninsulares que, en este
caso y según estudios arqueológicos, respondería
a la tipología de naves -tres en total- perpendiculares al
muro de la quibla.
De esta manera, su reconversión en parroquia
de culto cristiano no resultaría compleja, siendo respetada
su planimetría de tres naves (la central más ancha)
solo que, en lugar de desembocar en un muro de quibla dotado de
su correspondiente mihrab, lo hacía sobre altares.
El elemento más interesante desde el punto de
vista histórico-artístico del Salvador de Toledo es
la arquería que separa la nave central de la nave de la epístola,
para la cual, fue aprovechada la primitiva estructura de la mezquita.
Consta dicha arquería de siete arcos de herradura
enjarjados y encalados que descansan sobre seis columnas romanas
y un pilar visigótico reaprovechados todos ellos de obras
preexistentes.
Las columnas rematan sobre capiteles romanos y visigodos
sobre los que se asientan los prominentes cimacios -también
de acarreo- desde los que surgen las roscas de la arquería.
Por su estilo y proporciones, las columnas y capiteles nos dan pistas
de cómo el primitivo edificio de culto visigodo desaparecido
podría estar emparentado con la basílica palentina
de San Juan de Baños.
La pilastra visigótica reutilizada como soporte
de uno de los arcos extremos de la galería es, sin duda,
la pieza más conocida del templo. Presenta decoración
floral en sus caras laterales menores y escenas narrativas superpuestas
alusivas a la vida y milagros de Cristo, la mayoría de las
cuales, han llegado a nuestros días con las caras de los
personajes raspadas debido al característico aniconismo del
culto musulmán, contrario a cualquier representación
figurada.
Entre las escenas reconocibles, se distinguen varios
milagros de Cristo como la resurrección de Lázaro,
la sanación de la hemorroísa, el episodio de la samaritana
o la curación del ciego. Junto a ellos, varios pasajes más
siempre alusivos a la figura de Cristo y de marcado carácter
eucarístico.
La pieza, labrada a bisel y caracterizada por su tosquedad
de formas, ha venido tradicionalmente siendo fechada en torno a
finales del siglo VI o principios del VII, posiblemente inspirada
en algún sepulcro paleocristiano o en alguna pieza de marfil.
En la parte trasera de la iglesia, junto a la cabecera,
las recientes labores de estudio y puesta en valor han sacado a
la luz restos de la primitiva "musalla" o patio de abluciones
de la mezquita, un espacio que, durante siglos y tras su conversión
en templo cristiano, sería utilizado como cementerio y después
permanecería sellado.
De este espacio, erigido también sobre restos
tardorromanos, han podido ser rescatados, además de un aljibe,
cuatro arcos de ladrillo en ligera herradura y enmarcados por alfices
individuales que descansan sobre tres columnas cilíndricas
reaprovechadas y culminadas por capiteles de acarreo, dos romanos
y uno visigodo.
Rematan la arquería en su parte superior lo
que parecen simular canes a base de ladrillos en degradación
cuya tipología recuerda a la existente en la mezquita del
Cristo de la Luz.
Por último, fruto de una ampliación a
caballo entre los siglos XV y XVI, conviene hacer mención
a la Capilla de Santa Catalina, estructura aneja con acceso independiente
y a la vez abierta al interior de la nave de la epístola
mediante una magnífica reja plateresca.
Fue propiedad de los Condes de Cedillo y en ella
aparecen labrados numerosos blasones tanto de los Reyes Católicos
como del linaje de los Álvarez de Toledo, una de las familias
más poderosas de la época.
(Autor del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)