Monasterio
de San Pedro de Cardeña (Burgos)
El célebre
Monasterio de San Pedro de Cardeña se encuentra a
tan sólo unos pocos kilómetros al sureste de la capital
burgalesa. Es famoso, entre otras razones, por su carácter
cidiano. Es decir, en todo el conjunto monástico y en su
historia y leyendas rezuma la figura de Rodrigo Díaz de Vivar,
el Cid Campeador.

Como otros
monasterios españoles, el entorno y el aspecto general exterior
son de gran monumentalidad, belleza y quietud.

En los jardines
ubicados al oeste de la fachada principal de la iglesia se han colocado
unas placas de piedra con los textos del Cantar de Mio Cid que hacen
referencia a la estancia del caballero burgalés y su esposa
Doña Jimena en este cenobio.

Introducción Histórica
El Monasterio
de San Pedro posiblemente sería fundado a finales del siglo
IX como una comunidad de monjes benedictinos. En el año 902
aparece una donación para este cenobio de Gonzalo Téllez
y su esposa.
Se cuenta
que a mitad del siglo X, en pleno auge del Califato de Córdoba
y en lo habituales enfrentamientos entre andalusíes y leoneses
y castellanos, este monasterio fue destruido por las tropas de Abderramán
III (6 de agosto de 934) y pasados a cuchillo la totalidad de sus
monjes, que fueron canonizados en 1603.
A pesar del acontecimiento, el monasterio fue repoblado
inmediatamente después y gracias al apoyo de los Condes de
Castilla Fernán González y García Fernández
renovó su poder y riqueza económica lo que permitió
asentar un excelente scriptorium del que saldrían obras maestras
como luego veremos.
Tras los turbulentos últimos decenios del siglo
X, entre otras cosas por las campañas de Almanzor y la guerra
civil entre García Fernández y su hijo Sancho García,
el monasterio recobro su pujanza, siendo de los más mimados
por Fernando I rey de Castilla.
El declive comienza en el siglo XII y durante un breve
periodo de tiempo pasó a pertenecer, como priorato, a la
todavía poderosa Abadía de Cluny.
También,
el Monasterio San Pedro de Cardeña es célebre, entre
otras cosas, porque según el Cantar éste fue el lugar
de cobijo y residencia para la familia de Rodrigo Díaz "El
Cid" durante el segundo destierro y haber sido el segundo lugar
de enterramiento del caballero castellano tras los pocos años
que yació en Valencia.
En efecto,
El Cid murió y fue enterrado en el año 1099 en la
ciudad de Valencia que él mismo conquistó. Su mujer
Jimena, al ver que su posición era indefendible ante la presión
almorávide mandó abandonar la ciudad llevándose
el cuerpo de su marido hasta Cardeña, donde fue enterrado
y allí estuvo hasta poco después de la Guerra de Independencia
en que se profanó su mortaja, por lo que tuvieron que llevarlo
a Burgos. Hoy los restos de El Cid se encuentran junto a los de
Jimena en el crucero de la catedral burgalesa.
Otra de
las tradiciones que ligan al Cid con Cardeña es el supuesto
lugar en que se halla enterrado Babieca en un jardín donde
se colocó un monumento conmemorativo
Arquitectura del Monasterio de Cardeña
La fachada de iglesia
La iglesia actual es básicamente gótica
tras haber desaparecido gran parte de las edificaciones prerrománicas
y románicas.
Lo primero que observamos al acercarnos a la iglesia
por su frente occidental es una puerta de arquivoltas apuntadas
con un grupo escultórico de plástica evidentemente
gótica donde un obispo se arrodilla ante las figuras de San
Pedro y San Pablo.
El cuerpo de la iglesia
La iglesia monacal de San Pedro de Cardeña es
un voluminoso y elegante edificio gótico, muy austero y,
al mismo tiempo, monumental. Cuenta con tres naves de dos tramos
más capillas laterales, transepto y cabecera con un ábside profundo.
Llama la atención la altura de la construcción
gracias a los pilares fasciculados que naciendo del suelo vuelan
a gran altura para recoger los nervios de las bóvedas de
crucería cuatripartita.
La cabecera es muy armoniosa gracias a los ventanales
ojivales rasgados que cobijan dos vanos separados por un parteluz
y un óculo tetralobulado.
La torre cidiana románica
Sabiendo
de su existencia desde el siglo X es lógico pensar que aquí
hubiera una iglesia prerrománica que sería reemplazada
entre los siglos XI y XII por otra románica.
Del
templo románico primitivo queda poco, pero lo suficientemente
interesante para ser visitado por los amantes del arte románico.
En primer
lugar está la legendaria torre "cidiana". Es un
campanario de cuatro cuerpos robusto y austero, con aspilleras y
ventanales románicos de diversa época.
Los vanos
más bajos son de un románico incipiente y rudo, casi
de progenie prerrománica, como se constata en las cestas
decoradas con sencillas formas geométricas como triángulos
o espirales, además de piñas, además de collarinos
sogueados. Se ha datado esta parte de la torre del tercer cuarto
del siglo XI.
El
penúltimo cuerpo muestra ya bellos ajimeces con parteluz
central y chambranas ajedrezadas, fechable a finales del siglo XII,
aunque hay que decir que fueron muy restaurados en 1951 con criterios
historicistas.
El Claustro de los Mártires
Del siglo
XII se conserva parte del interesante claustro románico,
el denominado "Claustro de los Mártires" y el ingreso
a la Sala Capitular.
En la actualidad no se puede pasar a visitar el claustro,
por lo que sólo se puede admirar desde el interior de la
citada sala capitular y siempre a través de cristales. Aún
así merece la pena y es de los espacios más interesantes
del monasterio.
La propia sala capitular ya es de por si espectacular
gracias a sus ventanales góticos y a la cubierta que es una
bóveda octopartita.
También
conserva los arcos y columnas de estilo románico de comunicación
con el claustro.
La panda
románica tiene arquearías de medio punto sobre columnas
únicas de robusto fuste y capiteles muy clasicistas que imitan
lo corintio (cuatro de ellos son de una reforma del siglo XV). Las
basas presentan ya formas ochavadas.
Las
dovelas de los arcos alternan bellamente el color rojo y blanco
que inevitablemente recuerdan a las arquerías de la Mezquita
de Córdoba.
Tanto la alternancia bícroma de las dovelas
como el tipo de capiteles -muy clasicistas- ha sido relacionado
con el románico cluniacense borgoñón (Vezelay,
Autun, Paray-Le-Monial, etc.), por lo que podría haber sido
construido a raíz de la vinculación con Cluny en la
quinta década del siglo XII.
Otras dependencias y lugares interesantes
El resto
de las dependencias del Monasterio de Cardeña son, como el
caso explicado de la iglesia, en su mayoría, obra del siglo
XV de estilo tardogótico.
Dentro de
ellas hay que citar, por su importancia, la llamada Capilla del
Cid, construida en 1735 en estilo barroco, presidida por dos sepulcros
monumentales donde estuvieron sepultados El Cid y Doña Jimena.
Esta sala está rematada por escudos de armas, pinturas modernas
y los restos mortales de algunos familiares del caballero.
También
es muy apreciable la escalera de caracol sin eje central que se
ha de tomar para llegar al archivo monacal y que es una magnífica
obra de cantería -y de geometría- del siglo XVI llevada
a cabo por un cualificadísimo maestro anónimo.
La fachada
en su parte baja sigue siendo gótica aunque es rematada por
una estructura barroca.
También
es barroca la fachada al complejo monástico con la famosa
estatua del Cid, montado a caballo con armadura y atuendo nada medieval
lanzándose sobre musulmanes en una estampa típica
de los "santiagos matamoros", que nos recuerda la de San
Pedro de Arlanza, pero en esta ocasión recreando a otro personaje
castellano: Fernán González.
El Scriptorium de San Pedro de Cardeña
A pesar
de los vaivenes históricos combinados con épocas de
mayor o menor pujanza, es sabido que el monasterio de San Pedro
de Cardeña contó con un importantísimo scriptorium
o taller de elaboración de códices, de donde partieron
muchas obras de categoría durante los siglos X, XI y XII.
Lamentablemente,
como es propio de estas delicadas obras de arte, apenas quedan restos
de ese maravilloso trabajo de copiar e iluminar (realizar ilustraciones)
a mano libros medievales.
No obstante
tenemos dos códices mundialmente conocidos: la Biblia de
Burgos y el Beato de Cardeña.
La Biblia románica de Burgos es un trabajo
de la última década del siglo XII, mientras que el
Beato es una década anterior.
Estos dos códices han sido calificados como
de los más suntuosos y bellos del románico, con profusión
de los colores azul y oro, los más caros de obtener en la
época.