Sin embargo, estamos ante un lugar cargado de historia
y de arte y que no podemos dejar de visitar, aunque ya adelantamos
que el máximo interés que suscita es por su sepulcro
románico y por el conjunto de pinturas murales tardorrománicas
que atesora.
El Monasterio de Benedictinas se halla en el extremo
oriental del casco antiguo de Jaca, al final de la Calle Mayor,
muy próxima a la que fuera la puerta de San Ginés
de la desaparecida muralla medieval. En este lugar estuvo el palacio
del rey Ramiro I antes de que Sancho Ramírez lo reubicase
en el solar de la actual Torre del Reloj.
De la arquitectura de este conjunto medieval, que
fue muy modificado en el año 1730, todavía queda
el abovedamiento de medio cañón de la iglesia-cripta
de San Salvador y algunas partes de la iglesia superior de San
Gil: el ábside semicilíndrico que se aprecia perfectamente
desde la Avenida de Oroel y su puerta occidental con arquivoltas
de medio tambor sobre jambas.
En la sexta década del siglo XVI el rey Felipe
II instó a las monjas benedictinas de Santa Cruz de la
Serós que abandonaran su cenobio cerca de las montañas
y se trasladaran a Jaca. Para ello hubo que construir todo el
complejo de estancias monacales que se realizaron a finales del
siglo XVI siguiendo un estilo renacentista. Como templo para sus
oraciones y Misas recibieron la iglesia de San Gil.
De la cripta o iglesia del Salvador
o Santa María Baxo Tierra (mediados del siglo XI) se
ha perdido la cabecera pero se conserva el abovedamiento de
medio cañón de la nave y una serie de pinturas
murales realizadas alrededor del año 1200 que fueron
trasladadas a lienzo y de las que luego nos ocuparemos.
De la iglesia superior dedicada
a San Gil quedan, como ya hemos indicado, el ábside y
la puerta. Sin embargo, el interior muestra formas modernas
con paredes pintadas de blanco y crema, bóvedas barrocas
más pilastras corintias clasicistas en los muros laterales.
La sala con el sarcófago de Doña
Sancha y las pinturas de la Cripta
En una de la salas del monasterio, enfrente de
la iglesia, se ha habilitado una especie de pequeño museo
donde se exponen las pinturas murales de la cripta y el famoso
sarcófago de Doña Sancha.
El Sarcófago de Doña Sancha
Doña Sancha fue uno de los grandes personajes
femeninos del naciente Reino de Aragón durante la decimoprimera
centuria. Nació en el año de 1054 fruto del matrimonio
entre los reyes Ramiro I y Ermesinda. Se casó con el
conde Armengol III de Urgell aunque enviudó pronto por
lo que volvió enseguida a la corte de Aragón para
ayudar a su hermano Sancho Ramírez en tareas de gobierno
y educación de sus hijos.
Se retiró como abadesa del Monasterio de
Santa Cruz de la Serós donde profesaban también
sus hermanas Teresa y Urraca.
Poco después de su muerte y entierro en
este mismo monasterio en el año 1097, su sobrino el rey
Pedro I encargó este sepulcro para Doña Sancha,
lo que indicaría que su ejecución pudiera llevarse
a cabo en los primeros años del siglo XII. Algunos autores,
sin embargo, lo retrasan a la segunda o tercera década
de esa misma centuria.
El sarcófago de Doña Sancha permaneció
en Santa Cruz de la Serós hasta el año 1622, cuando
la abadesa Doña Jerónima Abarca mandó llevarlo
hasta el Monasterio de las Benedictinas de Jaca, del que nos
estamos ocupando en este artículo. Dado el elevado peso
de la pieza pétrea y la distancia entre Santa Cruz de
la Serós y Jaca (unos 15 km.), el transporte revistió
gran dificultad. Lo primero que se hizo fue guardarlo en un
arca de madera que hubo de transportase durante cuatro largos
días mediante rodillos de madera.
Este célebre sepulcro románico ha
dado nombre al maestro que lo esculpió en su cara principal,
llamado por tanto "Maestro de Doña Sancha"
y que dejó otras esculturas románicas en el Alto
Aragón, la más cercana es la del llamado capitel
de San Sixto de la Lonja Chica de la catedral de Jaca (ver imagen
inferior).
En la cara principal aparecen tres escenas. La
central, la más importante dado su sentido escatológico,
es la elevación del alma de la difunta dentro de una
mandorla por dos ángeles. A la derecha se encuentra Doña
Sancha entre otras dos mujeres, sus hermanas Urraca y Teresa.
A la izquierda un obispo y dos acompañantes se dirigen
a oficiar el funeral de la protagonista.
Los relieves de las caras laterales son de sentido
decididamente simbólico. En una aparece un magnífico
Crismón. La vuelta a la vida de los muertos sólo
es posible por el sacrificio expiatorio de Cristo. En la otra,
tenemos un par de grifos como símbolos positivos de guardianes
de lo sagrado y del Cielo.
En la cara trasera se muestran dos temas que seguramente
fueron esculpidos posteriormente pues su plástica es
diferente a la del Maestro de Doña Sancha. Uno de los
temas es Sansón desquijarando al león y el otro
un combate entre caballeros. Temas simbólicos ambos que
nos insiste en el combate espiritual que todo ser humano ha
de lidiar durante su vida mortal para alcanzar la vida eterna.
Las pinturas murales procedentes de la cripta
En las paredes de la sala donde se expone el sarcófago
de Doña Sancha se han colocado lienzos con pinturas murales.
Proceden de la bóveda de la cripta o iglesia del Salvador
o Santa María Baxo Tierra y Don José Gudiol las traspasó
a lienzo el siglo pasado. Durante bastantes años estuvieron
en el oratorio privado del monasterio pero en el año
2013 fueron trasladadas a este lugar.
Se trata de un total ocho paneles con escenas bíblicas,
la mayor parte del Ciclo de la Natividad: Anunciación,
Visitación, Anuncio a los Pastores, Nacimiento, Epifanía
o Adoración de los Reyes Magos, Presentación en
el Templo y Ascensión de Cristo a los Cielos.
Se data habitualmente este conjunto de frescos
a comienzos del siglo XIII y como obra estilísticamente
incluible en el Gótico Lineal o Pintura Francogótica.
Si bien hay que convenir en que todavía aparece un cierto
hieratismo románico en las composiciones y faltan las
habituales emociones, gestos, posturas en zigzag y perspectivas
de la primera pintura gótica.