Monasterio
de Santa María de Rioseco (Burgos)
Introducción
y ubicación
Al norte de la provincia de Burgos y dentro
de la histórica comarca de Las Merindades, las ruinas del
antiguo Monasterio Cisterciense de Santa María de Rioseco
se emplazan a la entrada misma del Valle de Manzanedo, a orillas
del río Ebro y junto a la carretera que, en paralelo a él,
comunica la Merindad de Castilla la Vieja con su capital Villarcayo
a la cabeza con los valles más occidentales de Valdebezana,
Zamanzas y el ya cántabro de Valderredible.
Breve recorrido histórico
Orígenes y esplendor del Monasterio
Los
orígenes de la comunidad monástica de Rioseco se remontan
a la primera mitad del siglo XII, cuando el rey Alfonso VII entrega
a un monje de nombre Cristóbal un modesto cenobio situado
en Quintanajuar, en el llamado Páramo de Masa. Medio siglo
después aproximadamente, en 1184 y en el contexto de su labor
repobladora y pacificadora de las fronteras navarras y castellanas,
el rey Alfonso VIII insta a la comunidad a trasladarse, a cambio
de generosas donaciones, a San Cipriano de Montes de Oca, en La
Rioja; donde permanece hasta principios del siglo XIII.

Concretamente en 1204 y sin autorización del
Capítulo General de la Orden, la comunidad se traslada al
Valle de Manzanedo, donde vía donaciones y compra de heredades,
había adquirido una serie de terrenos. Sin embargo, el primer
establecimiento en el propio valle de la comunidad religiosa no
sería la definitiva ya que, en 1216, una inundación
destruiría parcialmente el cenobio, quedando aún escasos
restos de lo que fue la construcción primitiva bajo la denominación
de Santa María de Suso o de Parrales.

Como consecuencia de ello, la comunidad buscaría
un nuevo emplazamiento en una zona más elevada y alejada
del riesgo de posibles aluviones, de manera que, a pocos metros
del anterior, se establece definitivamente en su actual ubicación
el Monasterio de Santa María de Rioseco, el cual, entre 1235
y 1236 consiguió el beneplácito definitivo del Capítulo
General de la Orden.

Gracias a los innumerables privilegios y donaciones
que recibió, unido a la modélica explotación
agropecuaria que la comunidad hizo de sus cotos adyacentes junto
al río Ebro, el Monasterio de Rioseco llegó a ser
entre finales del siglo XIII y durante todo el XIV uno de los cenobios
más importantes de Castilla, llegando a albergar entre sus
muros a aproximadamente cien almas entre monjes y legos.

Decadencia y ruina
Tras un largo periodo de ostracismo entre los siglos
XV y XVI, Rioseco vivió un segundo renacimiento durante la
decimoséptima centuria, siendo acometidas obras de ampliación.
Este esplendor quedó cortado de raíz a principios
del siglo XIX cuando, entre 1808 y 1809, estalla la Guerra de la
Independencia y el monasterio cae en manos de las tropas francesas,
las cuales, expropian todos sus bienes obligando a la comunidad
a exclaustrarse.

Con posterioridad, pese a los intentos de volver a
la vida, durante el Trienio Liberal (1820-1823) el monasterio vuelve
a ser tomado y sus bienes subastados, recibiendo la puntilla definitiva
a raíz de la promulgación de las leyes desamortizadoras
de Mendizábal en 1836.

Desde entonces, el vetusto Monasterio de Rioseco pasó
a la familia Arquiaga, siendo poco después donado por sus
descendientes a la Archidiócesis de Burgos, quedando desde
entonces en el más absoluto olvido y abandono, objeto de
expolio y utilizado incluso como cantera tanto para viviendas de
la zona como, incluso, para alguna represa del Ebro en sus inmediaciones.

Intentos de recuperación
Ante la absoluta pasividad institucional y el más
que patente riesgo de desaparición total del monasterio,
desde el año 2010 un colectivo de voluntarios constituido
bajo el nombre de "Salvemos Rioseco" viene desarrollando
una encomiable labor en la que, paso a paso y con sus propias manos,
trata de salvar esta joya histórica y artística de
la irremediable ruina a la que parecía condenado.

Gracias a la labor de "Salvemos Rioseco"
y a través de exitosas convocatorias y semanas de voluntariado
anuales, ha podido ser frenado el expolio, se ha desbrozado la hasta
entonces impenetrable maleza que lo envolvía, han sido consolidadas
diversas estructuras en peligro de derrumbe y, unido a todo ello,
se ha procedido a una importante y eficaz labor divulgativa que
ha traído consigo, gracias a los trabajos de acondicionamiento
y accesibilidad, un notable incremento en las visitas.

Descripción del Monasterio
Son perfectamente distinguibles en el Monasterio de
Santa María de Rioseco hasta tres etapas constructivas principales.
La primera de ellas se remontaría al siglo XIII con puntuales
intervenciones en el XIV, fase esta en el que se levantaría
la aún conservada iglesia monacal junto a su claustro y dependencias
claustrales anejas, a día de hoy desaparecidas todas ellas
al ser reconstruidas en fechas posteriores.

La segunda etapa vendría a datarse en el siglo
XVI, cuando se reconstruye la sala capitular y son licitadas las
obras del nuevo claustro; el cual sería culminado como atestigua
una inscripción ya en la tercera fase constructiva del cenobio,
correspondiente al siglo XVII y en la que además son levantadas
el resto de estancias claustrales amén de ser acometidas
ciertas reformas sobre todo de carácter decorativo en la
iglesia.
La iglesia monacal

Poco a poco saliendo a la luz gracias a la labor de
la Asociación "Salvemos Rioseco", la iglesia monacal
de Santa María de Rioseco presenta una sola nave de unos
cuarenta metros de largo por tan solo siete de ancho que desemboca
en una triple cabecera de testero recto en el cual, el ábside
principal, queda flanqueado a cada lado por sendas absidiolas también
planas precedidas de sus respectivos tramos cruceros.

Así pues, la iglesia monacal respondía
en origen al modelo típicamente cisterciense de cabecera
plana recomendado por San Bernardo en su búsqueda de la austeridad
y sencillez total de líneas, de ahí que en ocasiones
suela llamarse "planta bernarda".

Los tramos de la nave cubren mediante soluciones de
crucería nervada con medallones decorativos en las claves,
mientras que la cabecera hace lo propio mediante un esquema de ocho
nervios convergentes en la clave.

En el muro oriental del ábside, zona de mayor
antigüedad del conjunto, abrían tres elegantes ventanales
apuntados y geminados semicegados en la actualidad.

Las capillas que conforman el crucero se dedicaban
a Santiago la del lado de la epístola (en la que además
se encontraban los enterramientos de la familia Fernández
de la Isla), mientras que la del lado del evangelio era conocida
como capilla del Cristo o de las Reliquias.
Durante las reformas barrocas además de nuevos
elementos decorativos pictóricos y escultóricos más
acordes a los gustos de la época, fueron abiertos nuevos
vanos destinados a mejorar la iluminación de la iglesia.
En el muro de los pies y en posición elevada
se habilitaba el coro, directamente comunicado con el segundo piso
del claustro. La espadaña, de dos cuerpos y rematada en un
agudo piñón triangular, se yergue a mitad de la nave
sobre el muro norte.

La práctica totalidad de los numerosos bienes
muebles que pudo poseer el monasterio de Rioseco o bien fueron expoliados
durante sus décadas de total abandono, o bien se encuentran
hoy repartidos por diferentes parroquias del entorno.
Claustro y dependencias monacales
Como fue denominador común en todo cenobio cisterciense
hispano, es de suponer que el conjunto de estancias en torno al
claustro se disponían de manera regular siguiendo los preceptos
de la orden. Así, al este se situaba la panda del capítulo,
al sur la del refectorio, al oeste la de conversos y, por último,
al norte y junto a la iglesia, la panda del mandatum.

Las numerosas reformas de las que fue objeto el Monasterio
de Rioseco, unido a su pésimo estado de conservación
tras décadas de expolios y abandono, hace difícilmente
reconocibles hoy en día buena parte de estas estancias, algunas
de ellas arruinadas y desaparecidas por completo.
Claustro
El claustro primitivo y contemporáneo a la iglesia
constaría de un solo piso; sin embargo, en el siglo XVII
durante una de las etapas de pujanza económica del monasterio,
fue mandado reedificar por completo con la finalidad de hacerlo
más funcional y más acorde a las modas contemporáneas.

Su remodelación fue autorizada y encargada al
arquitecto cántabro Juan de Naveda en 1595, prolongándose
los trabajos hasta 1637, fecha esta grabada en uno de los sillares
y que, muy probablemente, podría indicarnos su año
de finalización.

De este nuevo claustro herreriano, dividido en dos
pisos y configurado a base de arcos de medio punto sobre pilastras
de gran clasicismo, se conservan en relativo buen estado las arcadas
de las crujías norte y oeste, habiéndose perdido la
mitad de la galería oriental y la meridional en su totalidad.
Sala Capitular
Al igual que el claustro, la primitiva sala capitular
fue desmantelada por completo para erigir en un lugar una nueva
en el siglo XVII, tal y como nos indica en ella una inscripción
con el año 1663. Recientemente y gracias a la labor del colectivo
"Salvemos Rioseco" la estancia ha sido techada y desbrozada
por completo poniendo en valor una preciosa celosía de labor
geométrica y su bóveda de terceletes.

Cilla

De semejante factura es la bóveda de la cilla
o almacén de grano, situada al costado occidental del conjunto
sobre la roca viva. Igualmente, gracias a la labor del citado colectivo
de voluntariado, en fechas recientes ha podido ser rehabilitada
la estancia recuperándose también la puerta que comunicaba
con la galería claustral, hasta entonces cegada e impracticable.

Por el contrario, la práctica totalidad de espacios
monacales situados al sur del claustro han desaparecido casi por
completo, existiendo estudios diversos que han tratado, a partir
de restos conservados, de reconstruir idealmente cómo pudo
ser la zona de conversos, donde pudo existir un segundo claustro
cerrado.
En el ángulo suroriental del monasterio, bajo
la que se denominaba "Torre del Abad", se ubicaba el acceso
principal al conjunto monástico. Actualmente ese sector se
encuentra totalmente arruinado debido a que, al ser expoliada su
portada clasicista, la estructura completa se vino abajo. Hoy en
día es posible conocer cómo era en origen gracias
a fotografías antiguas.
Por último, merece ser reseñada una magnífica
escalera de caracol situada en la panda del capítulo y que
recuerda a otra existente en el también burgalés monasterio
de Cardeña.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)