Monasterio
de Santo Estevo de Ribas de Sil (Nogueira de Ramuín, Ourense)
Importancia
histórica y artística de este monasterio
El
Monasterio de de Santo
Estevo de Ribas de Sil
(San Esteban de Ribas de Sil) es uno de los importantes monasterios
románicos de La Ribeira Sacra. También
es posiblemente el más conocido turísticamente pues
no hace mucho que ha sido reconvertido en Parador de Turismo.
La iglesia
monástica es de un estilo románico muy tardío.
Tiene tres amplias naves con arcos apuntados que finaliza en cabecera
de tres ábsides, con la curiosidad se ser los laterales más
altos que el central.
En el interior
es destacable un precioso retablo pétreo románico
de forma pentagonal con Cristo en el centro y los doce Apóstoles
que lo flanquean bajo arquerías. Es muy posible que originalmente,
esta pieza fuese parte del tímpano de una portada.

El
Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil conserva uno de los pocos
claustros románicos (llamado "de los Obispos")
de toda Galicia, aunque con alteraciones del siglo XVI, como veremos.
El
piso bajo es el románico aunque con pesados contrafuertes
rematado en pináculos tardogóticos para compensar
el peso del piso superior. Estos
contrafuertes rompen la armonía y regularidad de las arcadas
románicas de este claustro. Las austeras arquerías
de medio punto apoyan sobre parejas de columnas con capiteles de
fustes esbeltos y capiteles de decoración vegetal. Como
hemos adelantado, por encima se construyo, a partir del siglo XVI,
otra galería gótico-renacentista con arcos carpaneles
y cresterías.

El Monasterio
de San Estevo ha sido adaptado como Parador de Turismo e inaugurado
en el año 2004.
Descripción detallada del monasterio de
Santo Estevo de Ribas de Sil, Ourense
El monasterio de Santo Estevo, o San Esteban, se encuentra
en el corazón de la Ribera Sacra, una zona del interior de
Galicia, ubicada entre las provincias de Orense y Lugo, que se extiende
por el tramo final del río Sil, cuando sus aguas están
a punto de mezclarse con las del Miño. Este territorio es
famoso por sus vinos y, sobre todo, por albergar la mayor concentración
de iglesias y monasterios románicos de toda Galicia.

El monasterio de San Esteban es el más grande
de toda la zona, y, en su momento fue uno de los que alcanzó
mayor poder. Se sitúa en el municipio de Nogueira de Ramuín,
en la orilla meridional del Sil, dentro la parroquia de San Esteban.

Historia del monasterio
Es posible que su primitivo origen se encuentre en
un eremitorio creado en torno al siglo VI, que sería abandonado
tras la invasión musulmana. La tradición dice que
fue fundado por San Martín de Dumio (ca. 520-579), al que
también se le atribuye la fundación del monasterio
de Dumio (Fraga, Portugal) y de San Pedro de Rocas (Esgos, Orense).
No se ha conservado nada de este primitivo edificio.
El primer documento que menciona el monasterio es del año
921, y apoya la hipótesis de una fundación antigua.
Se trata de una donación en la que el rey Ordoño II
(910-914) entrega al abad Franquila el edificio, al que califica
como sagrado, y lo describe abandonado desde antiguo y arruinado.

En un primer momento el cenobio se rigió por
la orden de San Fructuoso, pero desde el siglo X acogió a
la orden benedictina. A finales del XV pasó a depender de
la congregación de San Benito de Valladolid.

Entre los siglos X y XII alcanzó una gran popularidad,
debido a las peregrinaciones motivadas por los nueve obispos que
decidieron acabar allí sus días, y que consiguieron
fama de santidad. Sin embargo a partir del XIII comenzó una
etapa de decadencia y pobreza, que terminará cuando se produjo
la reforma de la orden de San Benito en los primeros años
del siglo XVI, cuando todo el edificio fue objeto de sucesivas remodelaciones
y ampliaciones, que continuaron en los siglos XVII y XVIII y que
casi acabaron con su pasado medieval.

A finales del siglo XVI las dependencias monásticas
comenzaron a funcionar como Colegio de Artes. En 1875, tras el proceso
de Desamortización, el edificio pasó a ser propiedad
del Estado, y durante todo el siglo XX se mantuvo prácticamente
abandonado y en ruinas. A raíz de la aprobación de
la Ley de Patrimonio Histórico en 1985 fue declarado Bien
de Interés Cultural, y a partir de aquí se realizaron
algunos proyectos para restaurarlo, como la creación de un
pequeño albergue, o su adaptación como Archivo General
de la Administración de la Xunta de Galicia, pero ninguno
de estos proyectos llegó a materializarse. En 1999 se comenzó
a trabajar sobre la idea de convertir el monasterio en un hotel
de lujo, establecimiento que sería inaugurado cinco años
más tarde, integrado en la red de Paradores de Turismo, y
que ha contribuido a revitalizar el turismo de la Ribera Sacra,
y a su vez, a evitar el deterioro del edificio.

Los nueve obispos
Gran parte del poder económico, la riqueza,
y la fama que alcanzó el monasterio de San Esteban en la
alta Edad Media se debió a los nueve obispos que, a lo largo
del siglo X, se retiraron a terminar allí su vida. Esta historia
ya se menciona en un texto del siglo XI, aunque son fuentes muy
posteriores, del siglo XVI, las que identifican a estos prelados
y sus diócesis: Ansurio y Vimarasio, de Orense; Gonzalo Osorio
y Froalengo, de Coimbra; Servando, Viliulfo y Pelayo, de Iria; Alfonso,
de Astorga y Orense; y Pedro, del que no se conoce su diócesis.
El mismo documento indica que fueron enterrados en el conocido como
Claustro de los Obispos, el más antiguo del monasterio, hasta
que a mediados del siglo XV fueron trasladados a la zona del altar
mayor de la iglesia. Los anillos de estos prelados se guardaron
en una arqueta de plata y fueron venerados como reliquias.

Las causas de esta concentración de obispos
en este lugar pueden encontrarse, en algunos casos en la huida que
tuvieron que hacer desde sus sedes debido a la invasión musulmana,
y en otros, seguramente en la búsqueda de una vida ajena
a los valores de la sociedad terrenal, algo muy frecuente en este
momento. Sus mitras aparecen reflejadas en el escudo del monasterio,
que puede verse en la monumental fachada renacentista que da acceso
a las dependencias monásticas.

Las dependencias monásticas del siglo XII
Nada se ha conservado del primitivo edificio del siglo
X, que fue reconstruido por el abad Franquila. Las dependencias
más antiguas son de mediados del siglo XII, y su proyecto
se debe al abad Ramiro Yañez (1165-1195). Las reconstrucciones
se sucedieron a lo largo del siglo XII y se paralizaron en el XIII,
seguramente por falta de recursos económicos para financiar
las obras.
Por lo general, los monasterios benedictinos articulan
todas sus dependencias en torno a un claustro, situado en el costado
meridional, siguiendo el modelo de Cluny II. Sin embargo en San
Esteban, la particular orografía del terreno impidió
esta estructura, y el primitivo patio, conocido como Claustro de
los Obispos, se situó en el costado norte, junto a la iglesia,
con la que se encuentra comunicado. De esta forma las dependencias
monásticas que se encontraban a su alrededor estarían
en la zona del río, donde los monjes tenían la huerta
y las viñas.

El profesor Manuel Castiñeiras afirma que seguramente
en torno a este claustro se situarían, en la panda oriental,
la Sala Capitular, y, justo enfrente, el refectorio, la cocina y
las bodegas. En el ala norte se encontrarían los dormitorios
y en un primer piso estaría ubicada la biblioteca. Sin embargo
las posteriores reformas que se emprendieron en época moderna
hicieron que todas estas dependencias desapareciesen, sobreviviendo
de época medieval tan sólo el piso inferior del Claustro
de los Obispos y una parte de la iglesia.
La iglesia
La iglesia actual del monasterio se comenzó
a edificar en el último cuarto del siglo XII. En el fuste
de una columna de la cabecera hay una inscripción en donde
se indica la fecha exacta, el año 1183. No obstante, el proyecto
constructivo se interrumpió en el siglo XIII, y no sería
retomado hasta el XV.

Interior
El templo tiene un volumen notable, con tres naves
separadas por pilares a los que se adosan medias columnas, que sostienen
arcos apuntados. Originalmente estaba cubierta con una estructura
de madera, pero en la primera mitad del siglo XVI éstas se
sustituyeron por las actuales bóvedas de crucería,
que obedecen ya a una estética gótica.

Las tres naves rematan en tres ábsides semicirculares,
dándose la peculiaridad de que el central es más bajo
que los laterales. Esto permitió a los constructores abrir
un rosetón encima del ábside central, que ilumina
el interior del templo y que, de no ser por él, resultaría
demasiado oscuro. El profesor Castiñeiras opina que quizás
este óculo se abrió en el momento en el que se sustituyeron
las cubiertas de madera por las bóvedas de piedra.

El tramo de la nave más cercano al ábside
es de época románica, mientras que los tres tramos
de los pies también son del XVI.

Del repertorio de capiteles románicos, la mayoría
son vegetales. No obstante también hay algunos de ellos en
que se esculpieron arpías de lejana influencia mateana.

Del interior de la iglesia, una de las piezas más
destacadas es el retablo de piedra situado entre las naves central
y norte del primer tramo. Se trata de los restos de un frontal de
altar o, más probablemente, de un tímpano, dado que
tiene decoración en sus dos lados. En una de sus caras hay
una representación de los doce apóstoles y Jesucristo
en el centro, con una corona y una cruz procesional. La figura del
apóstol Santiago aparece con cuatro vieiras, símbolo
de la peregrinación a Santiago de Compostela. En el lado
opuesto tan sólo hay unos arcos de medio punto apoyados sobre
columnas, y en el centro la figura de Cristo.

Entre el mobiliario litúrgico del templo también
hay que destacar el retablo del altar mayor, de enormes dimensiones.
Fue ejecutado por el escultor Juan de Angés el Mozo a partir
de 1593. La figura de Santa Catalina, situada en el tercer cuerpo,
es uno de los arquetipos de la escultura manierista gallega.
Exterior

Se trata de una construcción realizada a base
de sillares de piedra granítica. En el exterior puede verse
la característica franja de pequeños arquillos ciegos.
En los muros laterales hay unos contrafuertes que ocupan los dos
tercios inferiores de la altura del edificio, situados junto a las
pilastras, y que seguramente fueron añadidos a mediados del
siglo XVI, con el objetivo de contrarrestar los empujes de las nuevas
bóvedas de crucería.

De imponente se puede calificar la cabecera, con la
particularidad ya citada de disponer los absidiolos laterales más
altos que el central. Además del equilibrio de formas generado
por las líneas verticales y horizontales de columnas e impostas,
hay que resaltar la colección escultórica de ménsulas
y metopas.

En estos espacios podemos identificar personajes humanos,
un Crucificado, animales como leones y arpías, una estrella
de David, entrelazos, etc.

El Claustro de los Obispos
A medida que las obras de la iglesia fueron avanzando
y se edificó el muro norte, hacia 1220, se debió de
comenzar la construcción del claustro conocido con el nombre
de los Obispos, el más antiguo de todo el conjunto, que fue
el que acogió los restos de los nueve prelados. Aunque no
se han conservado sus sepulcros, seguramente éstos se situaban
en la panda sur, entre los contrafuertes del muro.

El patio tiene una planta cuadrada, y a simple vista
puede verse que su construcción obedece a dos momentos distintos.
La parte inferior es la más antigua, construida en el siglo
XIII -aunque la bóveda fue reconstruida en 1722-, mientras
que el primer piso es de la primera mitad del siglo XVI.

El piso bajo se articula por medio de arcos de medio
punto que apoyan en pilares y columnas geminadas, siguiendo la estructura
característica de los claustros románicos. Sus fustes
son lisos y monolíticos, y los capiteles presentan, mayoritariamente,
decoración vegetal. Hay un pequeño grupo que, sin
embargo, está ornado con arpías, pequeños cuadrúpedos
y cabezas humanas.

En la panda oriental de este claustro inferior queda
una robusta puerta románica con dos interesantes capiteles,
de lo mejor de la escultura románica de este cenobio.

Uno de ellos muestra una gran arpía cuya cola
hace un auténtico nudo.

Más importante es el segundo, con una escena
del Sacrificio de Isaac, donde un ángel de rizos acaracolados
sujeta la espada de Abraham cuando va a degollar a su hijo Isaac.

El piso superior del claustro tiene una decoración
que obedece a la estética tardogótica, con arcos carpaneles
sostenidos por pequeñas columnas. Sobre estos arcos hay unos
pequeños óculos. Lo más llamativo de esta reforma
son los grandes contrafuertes que se construyeron para soportar
los empujes del piso superior, que se rematan con grandes pináculos.
En la parte superior de las cuatro pandas hay una crestería
calada que recorre todo el perímetro del claustro, con cuatro
pináculos en los ángulos y en los lugares en donde
hay un contrafuerte.

El Claustro Grande
Este claustro también se conoce con los nombres
de Claustro de la Portería o de los Cabaleiros. Se trata
de una obra realizada entre los siglos XVI y XVII por el maestro
vizcaíno Diego de Isla. Tiene una planta rectangular y tres
alturas. Las cuatro pandas del nivel inferior se articulan por medio
de arcos de medio punto apoyados sobre columnas con una decoración
sobria.

Una pequeña cornisa separa este piso del superior,
que tiene una estructura arquitrabada con gruesas columnas que rematan
en zapatas, sobre la que descansa una línea de imposta. El
tercer piso tiene una galería corrida con arcos ciegos de
medio punto separados por pilastras y en algunos lugares, pequeñas
ventanas que permiten la iluminación del interior. A raíz
de la restauración emprendida en el edificio para darle un
uso hotelero, la panda norte se cubrió totalmente con un
panel de cristal.

El Claustro Pequeño

También conocido como el Claustro Do Viveiro,
este pequeño patio se sitúa al norte del Claustro
de los Obispos, y es obra del mismo maestro de obras que realizó
el Claustro Grande, que contrató la obra en el año
1595. Tiene planta cuadrada, y dos cuerpos en altura. Los dos pisos
se articulan por medio de arcos de medio punto con columnas de orden
dórico.

La fachada del monasterio
La fachada del monasterio fue reformada a mediados
del siglo XVIII. Lo más destacado es su portada, articulada
por medio de tres calles. En la central hay un vano adintelado y
un frontón partido sobre el que se abre un balcón.

Las calles laterales se delimitan por medio de dos
columnas de orden toscano, que acogen entre ellas una hornacina
con una figura escultórica de San Vicente abad y San Benito,
y los escudos de la congregación de San Benito de Valladolid
y del monasterio de San Esteban, con las mitras de los nueve obispos.
La portada se remata con un entablamento, que culmina en un escudo
de Castilla y León con un águila bicéfala.
Autores del texto del artículo:
Víctor López Lorente y David de la Garma