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Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio de Montfalcó (Huesca)



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Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio de Montfalcó, Huesca

Introducción

La ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio de Montfalcó se sitúa en el extremo oriental de la provincia de Huesca, al sur del histórico Condado de Ribagorza y a escasos metros de los límites autonómicos catalanes.

Cabecera de la Ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio de Montfalcó, Huesca

Pese a su actual dependencia administrativa aragonesa, Montfalcó (como buena parte de los territorios orientales ribagorzanos que conforman la llamada "Franja), cultural, histórica, política y geográficamente hablando mantuvo lazos mucho más estrechos con los vecinos territorios catalanes, circunstancia que queda aún patente en la mayoría de los topónimos de la zona e incluso en la propia lengua empleada aún hoy por sus escasos habitantes.

Oscuro interior de la Ermita de Montfalcó

Libro de arteEsta estrecha y secular relación con la vecina Cataluña quedó cercenada de raíz hacia los años sesenta del siglo XX cuando, con motivo de la construcción del Embalse de Canelles, quedaron anegadas, además de buena parte de las tierras útiles de daban vida y sustento a sus moradores, sus hasta entonces únicas vías de comunicación y salida natural hacia "la civilización", motivo por el cual tanto Montfalcó como la casi totalidad de poblaciones del entorno quedaron despobladas.

Ruinas de la aldea de Montfalcó

En la actualidad, pese a que en la medida de lo posible se han mejorado sus comunicaciones y servicios básicos, el progreso parece haber llegado demasiado tarde a esta recóndita comarca del Montsec aragonés, siendo de lamentar el hecho de que la gran mayoría de sus poblaciones se encuentren hoy prácticamente abandonadas cuando no convertidas en casi informes ruinas (el propio Montfalcó, Fet, L'Estall, Finestras, Mongay, etc).

Ruinas de L'Estall

Situación y accesos

Puede afirmarse sin riesgo a equivocarse que la ermita de Santa Quiteria de Monfalcó se levanta en una de las zonas más aisladas e inaccesibles de toda la geografía aragonesa, siendo muy necesario para llegar a ella tanto armarse de paciencia como, en caso de no contarse con vehículo todo-terreno, estar dispuesto a maltratar los amortiguadores del coche.

Inaccesible desde Cataluña desde la construcción del ya referido embalse de Canelles, la "mejor" manera de llegar a Montfalcó es desde la carretera nacional que une las localidades oscenses de Benabarre y El Puente de Montañana.

Población de Viacamp

En ella, a la altura de la pequeña población de Viacamp -último reducto de civilización que encontrará el visitante- debe tomarse un estrecho ramal en dirección sur que, tras dejar atrás el cerro sobre el que se asienta su menguado casco urbano presidido por una torre defensiva, se convierte rápidamente en una pista forestal sin asfaltar aunque apta para todo tipo de vehículos con precauciones y, por supuesto, siendo recomendable evitarla en temporada de lluvias torrenciales.

Desde Viacamp, deben recorrerse unos quince kilómetros de curvas, contracurvas, subidas y bajadas para, atravesando el ruinoso caserío de L'Estall, llegar por fin a lo que queda de Montfalcó, que no son sino los restos de sus antiguas viviendas convertidas hoy en un amasijo de escombros y maleza; y un enorme caserón rehabilitado conocido como Casa Batlle que, tras años empleado como refugio para trabajadores forestales, en la actualidad ha sido habilitado y reacondicionado como un albergue para montañeros y excursionistas.

Junto a la propia Casa Batlle, último punto alcanzable con el coche, parte un tortuoso y estrecho sendero que, en sentido ascendente, dejando a la derecha las ruinas e la población y a la izquierda el espectacular cortado que cae sobre las aguas del Noguera Ribagorzana, conduce en unos 15 minutos de trepada a los pies del vertiginoso espolón rocoso sobre el que se asienta la ermita.

La ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio

Una vez en la ermita, se comprueba que la recompensa al larguísimo trecho necesario para alcanzarla bien merece la pena: quizás más que por el propio valor artístico de la construcción en sí misma, por su palpable antigüedad y por el majestuoso escenario en el que se ubica, literalmente colgada sobre un casi inaccesible risco desde el que se observa un privilegiado panorama de los murallones naturales del Congosto de Mont-rebei, entre los cuales, discurre el por allí represado río Noguera Ribagorzana.

Congosto de Mont-rebei

Breve aproximación histórica

Tanto de Montfalcó como de la ermita de Santa Quiteria, son escasas las noticias documentales que les hacen referencia, remontándose las más antiguas a la segunda mitad del siglo XI y apareciendo siempre bajo la tenencia de los Condes de Urgell y Barcelona, señores de buena parte de la Baja Ribagorza.

Pese a ello, dado el estilo de la construcción y a concomitancias tanto estructurales como estilísticas con otras edificaciones análogas del territorio, es muy probable que su fundación, de eminente carácter castrense, hubiera de contextualizarse durante la primera mitad de la undécima centuria, formando parte del importante cinturón defensivo que protegió el sur ribagorzano y en el que, al igual que en buena parte de las comarcas altoaragonesas, abundan este tipo de complejos religioso-militares, como los de Samitier, Muro de Roda, Fantova, El Mon de Perarrúa, la propia Montañana, etcétera.

Las vistas desde la ermita son sencillamente impresionantes

Durante toda la Edad Media, Montfalcó aparece vinculado al Condado catalán de Ager, cuya capital se encuentra a escasos kilómetros a la orilla opuesta del congosto; siendo probable que, una vez superadas todo tipo de amenazas, en torno a la hoy desparecida fortaleza surgiese un primer caserío que adaptaría su oratorio como parroquia o, al menos, como pequeño lugar de culto.

Con el paso de los siglos, los obsoletos equipamientos defensivos irían desapareciendo y el caserío, ya libre de peligros, iría paulatinamente desplazándose ladera abajo para acomodarse en un emplazamiento más accesible y habitable, quedando la iglesia -hoy ermita- de Santa Quiteria y San Bonifacio como último testigo del pasado altomedieval de Montfalcó.

Cabecera

Arquitectura de la ermita

El propio topónimo ribagorzano "Monfalcó" (traducible al castellano como monte de halcones), ya delata bien a las claras la particular orografía sobre la que se asentó la primitiva población. A ello hay que unirle la propia dedicación de la ermita a los santos Quiteria y Bonifacio, advocaciones bastante recurrentes en el Alto Aragón y que aparecen frecuentemente relacionadas con lugares de complicado acceso como pueden ser congostos, pasos de montaña, etcétera.

Basta un simple vistazo a la pequeña construcción para preguntarse cómo es posible que pudiera construirse un templo en tal emplazamiento o, incluso, yendo más allá: cómo es posible que se sostenga en pie.

La Ermita de Montfalcó en su entorno natural

Y es que la ermita se sitúa enriscada sobre un abrupto peñasco que, por tres de sus cuatro lados, resulta del todo inaccesible al encaramarse literalmente al borde mismo de un profundo cortado que cae verticalmente varias decenas de metros al vacío.

Así pues, el único acceso al edificio debe abordarse por su costado norte a través de unas modernas escaleras de madera que salvan la notable altura a la que fue habilitada su puerta, ya que, como es común en estos conjuntos religioso-castrenses altoaragoneses, los vanos de entrada, por pura finalidad defensiva, se disponían en altura para ser solo accesibles a través de escalas portátiles.

Puerta de acceso

La ermita, de modestas dimensiones y canónicamente orientada, presenta una planta de nave única y trazado algo irregular, algo que, indudablemente, viene motivado por el condicionamiento físico al que le obliga la roca sobre la que se asienta.

Al interior, la nave queda dividida en tres tramos mediante fajones dovelados de medio punto que descansan sobre desnudas pilastras prismáticas adosadas al muro. Desde el primer tramo de la nave y a través de un arco también de medio punto hacia el sur, se accede a un irregular habitáculo a modo de brazo crucero rematado en una segunda absidiola.

Nave abovedada con medio cañón

Conserva la ermita un pavimento empedrado de lo más sugestivo, resultando muy llamativo como, en la zona de la cabecera, se han puesto de manifiesto tras la última restauración signos del arranque de un ábside semicircular, circunstancia que podría explicarse bien como un primer proyecto no materializado, o bien porque, en un momento dado, el hemiciclo fue remodelado y transformado en un ábside de testero recto.

A excepción de en la zona absidial, conserva la ermita, a lo largo de todo su perímetro interior, un banco corrido que nos da aún más pistas de su antigüedad. Otro elemento curioso del espacio interior son los dos arcos ciegos perfilados a ambos costados del tramo central de la nave, posiblemente, concebidos para disponer en ellos altares auxiliares o devocionales.

El material empleado y su aparejo denotan gran antigüedad

Queda cubierta la nave mediante una bóveda de cañón a base de lajas en aproximación reforzada por los mencionados fajones de medio punto, mientras que la capillita lateral sur, también de cañón, acusa en este caso un incipiente peraltamiento.

Todo el interior embruja por su sencillez y antigüedad

También en la nave central, a medida que nos acercamos a la cabecera, se aprecia como, mediante escalones, va elevándose el nivel del pavimento, algo que, aunque no era en ningún caso ajeno al primer románico con vistas a jerarquizar litúrgicamente la posición el altar o sancta sanctórum, en este caso podría deberse más a la propia morfología del peñasco sobre el que fue levantado el oratorio.

Cuenta el edificio con varios vanos y óculos de sencilla traza que dotan al interior de buena luminosidad natural, siendo sin duda el ventanal habilitado en el muro de los pies del templo el de mayor personalidad.

Ajimez en el muro occidental

Ligeramente desplazado respecto al eje de la nave con el objetivo de buscar la mayor luminosidad posible para el espacio interior, se trata de un vano geminado cuyas roscas gemelas apean directamente sobre un tosquísimo parteluz de dos piezas, enmarcándose todo ello al interior por un vano de medio punto dovelado que no se manifiesta al exterior.

Para acabar con el interior, las únicas licencias ornamentales se limitan a tres burdos angelotes escultóricos de aspecto dieciochesco añadidos al arco triunfal, y a varias cruces monocromáticas en tono negro dibujadas en el muro cabecero, las cuales, han sido relacionadas con posibles cruces de consagración.

Cruz pintada en uno de los muros

Al exterior, todo el conjunto se caracteriza por su extrema tosquedad, observándose en el aparejo ciertas influencias o al menos reminiscencias de un estilo lombardo que para nada es ajeno en el área de la Ribagorza (Roda de Isábena, Obarra, Alaón, etcétera).

La portada, de manera excepcional y por puros condicionantes orográficos, se abre al costado norte de la nave, siendo abordable hoy en día gracias a una escalera moderna allí instalada tras su restauración; y es que, como fue denominador común en este tipo de construcciones de carácter religioso-castrense, los vanos de entrada se habilitaban a considerable altura con fines defensivos, siendo tan solo abordables mediante escaleras portátiles.

El costado sur, lugar donde suelen disponerse las puertas de ingreso en edificios religiosos, resulta del todo inhábil para tal fin, ya que la ermita, por su flanco de mediodía, aprovecha hasta el último centímetro de risco hábil y adapta sus muros al inaccesible precipicio existente ante ella.

Santa Quiteria de Montfalcó, por lo tanto, es tan solo apreciable en conjunto por su cara oeste, siempre con extremas precauciones ante el evidente riesgo que hay de caer al vacío que le circunda.

No podemos terminar sin hacer mención a la oportuna y acertada restauración a la que fue sometida en 1996 de la mano de la empresa Prames, para la cual, dado su casi inaccesible emplazamiento, fue necesario el uso de helicópteros; lo mismo que en los procesos de rehabilitación de otros monumentos altoaragonesas de difícil acceso como Samitier, Chiriveta o San Martín de Val d'Onsera.

Alrededores

En los alrededores de Montfalcó, y siempre dentro de la desolada subcomarca del Monstec aragonés, han sobrevivido varias construcciones de similar naturaleza a la ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio.

Así, en la también deshabitada aldea de Finestras e igualmente enriscada entre dos espectaculares y verticales paredones rocosos, se conservan los restos de la ermita de San Vicente, también de origen castrense y de cronología románica.

Aguas arriba respecto a Montfalcó y perteneciente a la minúscula población de Chiriveta se conserva, esta vez en buen estado, la ermita de Nuestra Señora del Congost, también edificada sobre un espectacular balcón rocoso que cae verticalmente sobre el represado Noguera Ribagorzana.

Al otro lado del pantano, ya en territorio ilerdense aunque a escasos kilómetros en línea recta de Montfalcó, es obligatorio hacer mención a la ermita de La Mare de Deu de la Pertusa, edificio que, tanto en estilo como en su montaraz emplazamiento, puede considerarse prima hermana de Santa Quiteria y San Bonifacio.

No lejos de Montfalcó, también en plena cuenca del Noguera Ribagorzana y a escasos kilómetros de la frontera catalana se encuentra el monumental Conjunto Histórico Artístico de Montañana, un lugar hasta hace poco desconocido y casi despoblado pero que, en la actualidad, tras ser rehabilitado, ha sido redescubierto por el turista como un destino recurrente y encantador.

Santa María de Baldós de Montañana

Más información del Conjunto monumental de Montañana

Además de su propia conformación urbana y de sus intrincadas y tortuosas callejas empedradas, conserva Montañana varios monumentos de interés, como son sus torres fortificadas, su puente bajomedieval, y las iglesias románicas de San Juan y Santa María de Baldós.

Más allá de Montañana, los Monasterios de Alaón y Obarra, así como la antigua catedral de Roda de Isábena, son destinos de obligada visita para cualquier amante del románico que se anime a adentrarse en tierras de la Ribagorza.

(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)

 

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Última actualización de "ERMITA DE SANTA QUITERIA Y SAN BONIFACIO DE MONTFALCÓ" en abril de 2013

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