Razones
históricas del continuo nacimiento de Órdenes Religiosas
en la Edad Media
Desde los
primeros siglos del Cristianismo y especialmente en el contexto
monástico casi siempre existieron ciclos que se movían
entre dos polos opuestos: una fuerte tendencia a la purificación
y vuelta a principios de pobreza y piedad y, por otro lado, una
progresiva tendencia a la relajación y apego a las riquezas
mundanas y poder terrenal.

La Iglesia
militante representado por los monjes, sentía menos directamente
la influencia reformadora de los Papas o de sus legados. Con frecuencia,
los monasterios plenomedievales habían acumulado importantes
posesiones; debían ser, pues, codiciados por ambiciosos
de todo género.
Los yermos
donde se habían establecido los primeros eremitas, anacoretas
y monjes, siglos atrás eran ahora fértiles llanuras;
donativos y herencias habían multiplicado de un modo inaudito
los bienes de las casas de los religiosos. Como, de acuerdo con
la regla benedictina, cada monasterio era una entidad independiente,
la casa madre de Montecassino no podía arrogarse más
que una dignidad primacial puramente honorífica.
Sin
la vigilancia de una autoridad central, y tentados por la sed
de riquezas, algunos laicos de escasa vocación religiosa
-auténticos advenedizos- tomaron los hábitos de
monje para caer a menudo en los excesos que originan la ociosidad
y la abundancia.
En este
contexto de choque entre virtud ascética y poder terrenal
no es de extrañar
que muchos hombres verdaderamente piadosos, desearan la verdadera
quietud y soledad y se fuesen a vivir otra vez a zonas despobladas
para consagrarse a prácticas que recuerdan las de los primeros
discípulos cristianos.
Ésta
suele ser la causa de la mayoría de las fundaciones de
Órdenes religiosas del Medievo: la recuperación
de los principios primitivos de San Benito y la vuelta a una vida
verdaderamente de crecimiento espiritual al margen de las tentaciones
mundanas y de la comodidad de las altas rentas.

Orden
de Cluny y Císter
Las Órdenes
más importantes durante la Plena Edad Media fueron, sin
duda, la cluniacense y la cisterciense.
Pinche en
los siguientes enlaces para sabe más de estas dos importantes
órdenes religiosas benedictinas:
Orden
de Cluny
Orden
del Císter
Además
de Cluny y el Císter, tuvo gran importancia la Orden
de los Cartujos y de forma muy sobresaliente las mendicantes,
es decir la de franciscanos y dominicos.
Orden
de los Cartujos
Varias fundaciones
de los siglos XI y XII revelan el ya citado deseo ascético
de recuperación de la vida de pobreza y soledad.
De estas
fundaciones ha sobrevivido, llegando con singular renombre a nuestros
días, la orden de los cartujos, fundada por San Bruno.
A últimos del siglo XI se retiró éste al
desierto de la Gran Cartuja, en un apartado lugar de la Cordillera
de los Alpes, porque lo consideró bastante apartado y con
un clima lo bastante frío para no tentar a los que no tuvieran
firme vocación de penitencia y oración.

Pero no le
pareció suficiente pues se encontraba todavía demasiado
accesible, y se trasladó al sur de Italia, en un lugar
cerca de Squilace, donde el sol y la sequía hacen más
ingrata la vida que el valle helado de la Gran Cartuja alpina.
En las Consuetudines
Cartusiae, o Reglas de los cartujos, el número de monjes
se limitaba a doce por monasterio, con dieciséis conversos
y algunos pastores y labriegos. Así se evitaban las peligrosas
aglomeraciones de los cluniacenses, y sobre todo, se exigía
que la pobreza individual de cada monje debería ser absoluta;
con total abstinencia de carne; así como soledad y silencio
como las principales virtudes de los cartujos.
Orden
de los Franciscanos
La
Orden de los Franciscanos fue fundada por San Francisco de Asís
(Giovanni Francesco Bernardone) a comienzos del siglo XIII.
La vida azarosa
y llena de acontecimientos brillantes de San Francisco de Asís
ha provocado que sea uno de los santos del Catolicismo más
estudiado y su biografía ha sido publicada en innumerables
ocasiones.
Aunque las
enseñanzas de San Francisco son complejas, podemos resumir
que se basaban en la idea de la pobreza como virtud. Si en la
Edad Media fueron frecuentes los movimientos que trataban de ensalzar
la pobreza como medida de precaución ante el pecado o incluso
como penitencia, San Francisco entendía la pobreza como
una virtud que necesariamente debía generar alegría.
Su ideal de extrema austeridad se apoyaba en que Dios provee de
lo necesario a sus hijos.

Además,
la pobreza debía ir unida al amor por los prójimos
y al respeto de la naturaleza.

San Francisco
fundó tres órdenes: La Primera, que es la de los
Frailes Menores, la Segunda (Clarisas), que es la rama femenina
fundada por él y Santa Clara de Asís. Por último
tenemos la Tercera (Hermanos de la Penitencia)
La Primera
Orden, con el tiempo se dividió en observantes, conventuales
y capuchinos.

Parece que
el convencimiento de ideales y buen ejemplo de Francisco y sus
primeros frailes fue tan intenso que atrajo a muchas personas
a seguir sus pasos por lo que los franciscanos se convirtieron
en la orden religiosa con mayor número de miembros durante
la Baja Edad Media y siglos posteriores.
Orden
de los Dominicos
Su
fundador fue Domingo de Guzmán. Muy frecuentemente, San
Francisco de Asís y Santo Domingo van aparejados en la
historia de las órdenes religiosas. Murieron casi dentro
del mismo año, aunque Domingo era de más edad, pues
había nacido el 1170, doce años antes que Francisco.
Si hemos de creer a los que más tarde escribieron sobre
ello.
Domingo era de familia
importante de Castilla la Vieja. Nació en Caleruega (Burgos)
y estudió en la escuela catedralicia de Palencia. Tuvo,
pues, una preparación eclesiástica de la que careció
San Francisco.
Muy pronto fue nombrado
canónigo de Osma. Participó activamente en al predicación
a los albigenses en Francia en una época en que el conflicto
entre la ortodoxia católica y la herejía albigense
tenía al sur de Francia en un estado de grave conflicto.
No intervino en la cruzada
materializada por Simón de Montfort contra estos herejes,
pues prefirió los métodos pacíficos.
Pero sí vivió este conflicto en primera
persona y probablemente interpretó que era necesaria una
nueva fuerza de predicación cercana al pueblo que evitase
estas desviaciones en las creencias católicas. Posiblemente
consideró que los monjes cluniacenses y cistercienses e
incluso el clero secular no tendrán éxito en mantener
a las gentes en la pureza del dogma.
Por otro lado, Santo Domingo de Guzmán deduciría
que una de las razones que alimentaba la herejía y la rebelión
contra la Iglesia era las riquezas con que vivían algunas
autoridades eclesiásticas, lo que le convencería
de que la predicación, para ser efectiva, debía
ir acompañada de su ejemplo de austeridad, pobreza y generosa
dedicación, como fue el caso de los primeros apóstoles
y discípulos de Jesús.

En 1215 Domingo solicitó
del Papa la autorización para fundar una nueva orden, hecho
que consiguió un año después y que fue concedido
por Honorio III.
Cuando Domingo muere en
el año en 1221, existían ya más de sesenta
conventos.
Las
Órdenes Mendicantes y su papel en la Baja Edad Media
Los dominicos y los franciscanos
no vivían recluidos como los cluniacenses y los cistercienses,
sino que andaban por las calles, visitaban las familias y participaban
en fiestas populares. Así influían con su consejo
y ejemplo.
En el orden del pensamiento
y del arte, los dominicos, como los franciscanos, contribuyeron
al cambio que la Edad Media experimenta al filo del 1200 en que
cambian las maneras de pensar y de actuar.
En el campo demográfico
se vive un crecimiento urbano sin precedentes en detrimento del
mundo rural. Como los frailes mendicantes edificaron sus conventos
dentro de las ciudades, mientras los de los monjes anteriores
lo hacían en despoblados, indirectamente contribuyeron
a reforzar el auge de las ciudades.
Los monasterios ceden
gran parte de su protagonismo religioso y cultural a los conventos
mendicantes, escuelas catedralicias y universidades.
El hombre comienza más
a observar la naturaleza, no como una falsa ilusión que
nos separa de la Divinidad sino como algo real y estimable.
De esta manera, en el
campo del arte, los conventos mendicantes y especialmente las
catedrales son protagonistas de las principales campañas
constructivas en un lenguaje distinto, en que el simbolismo teológico
románico deja paso al naturalismo gótico.
