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Las imágenes no firmadas son de dominio público menos las siguientes, que se usan bajo licencia Creative Commons ShareAlike: Trebuchet (autor: Quistnix), Catapultas (autores: Greudin y Vonmangle), Ballista (autor: Shauni)

Poliorcética Medieval

Introducción

La poliorcética o arte de atacar y defender las plazas fuertes resulta fundamental a la hora de estudiar el mundo de la guerra en la Edad Media pues, la inmensa mayoría de los enfrentamientos que tuvieron lugar en este período, se solucionaron ante los muros de las fortalezas o de las ciudades y no en campo abierto.

Poliorcética: grabado de Gustave Doré recreando armas de asedio medievales en las Cruzadas

Las batallas campales fueron mucho menos frecuentes que los asedios ya que, además de acarrear numerosas pérdidas humanas, este tipo de combates muy pocas veces resultaban decisivos, estando obligado el vencedor a conquistar las principales plazas enemigas, generalmente ubicadas en lugares estratégicos, para ganar la guerra.

Ciudad asediada y atacada. Manuscrito del siglo X

Técnicas de asalto

Libro de arteCuando un ejército se disponía tomar un fortificación o una ciudad, generalmente se producía un primer intento por medios diplomáticos, es decir, pactando la rendición con los defensores. En caso de que la diplomacia no consiguiese persuadir al enemigo para que rindiera la plaza, se recurría a la fuerza, existiendo varias modalidades a la hora de tomar una ciudad:

Maqueta de catapulta

El asalto por sorpresa

Se solía llevar a cabo aprovechando alguna circunstancia propicia, como la lluvia, la oscuridad de la noche o la existencia de traidores intramuros.
Las ventajas de este sistema eran que se podía llevar a cabo el asalto en poco tiempo y con un bajo coste. Pero los asaltos por sorpresa tan sólo tenían éxito contra pequeñas fortificaciones, no defendidas por grandes contingentes de tropas.

El asalto por la fuerza

Se usaba como un modo de expugnación rápida. Su coste en vidas humanas era muy elevado pero evitaba los sufrimientos de un cerco prolongado. Resultaban útiles contra fortalezas de pequeño y mediano tamaño.

El sitio o cerco (asedio)

Tenía como finalidad aislar una fortaleza del exterior y romper sus comunicaciones impidiendo cualquier salida o entrada del recinto amurallado. Se trataba de destruir las líneas de abastecimiento de la ciudad para conseguir rendirla por hambre.

Simultáneamente, la ciudad era sometida a un bombardeo ininterrumpido por parte de las piezas de artillería, lo que acababa minando la moral del enemigo.

Torre de asedio

La técnica del cerco se empleaba para la conquista de las grandes ciudades pero era una estrategia muy lenta y excesivamente costosa, ya que obligaba a inmovilizar ante los muros enemigos un ejército durante espacios de tiempos prolongados, que podían llegar a ser varios años.

Tipología armamentística en el asedio de ciudades y fortalezas

Las murallas, siempre que fuera posible, se construían sobre rocas para evitar las labores de zapa  enemigas

La principal dificultad para conquistar una ciudad fortificada era superar sus murallas. Aquí es donde entraban en juego las máquinas de asedio que se podían utilizar para:

  • Atravesar las murallas abriendo brechas en sus lienzos con artillería o mediante piezas de golpeo como arietes y taladros.
  • Superarlas por su parte superior mediante torres de asedio, escaleras o escalas que se apoyaban en la pared para que trepasaen los atacantes.
  • Traspasarlas por debajo mediante el minado. Con esta técnica se pretendía derribar parte de la muralla, minando sus cimientos, o que un grupo de soldados pudiera penetrar en la ciudad a través de un túnel para abrir las puertas al resto de tropas.

Foso y barbacana artillera

Artillería

Antes de la introducción del cañón, las piezas de artillería utilizadas como lanzadoras de proyectiles o catapultas, pueden dividirse en tres tipos: armas de torsión, de tensión y de contrapeso.

Reproducción de una catapulta medieval

Artillería de torsión

Las piezas de artillería de torsión basaban su funcionamiento en el empleo de potentes resortes hechos con tendones o crines de animales que se enrollaban alrededor de bastidores de madera.

La más importante de las máquinas que actuaban mediante este sistema fue la ballista, ya conocida en época romana. Se trataba de un ingenio de aspecto y mecanismo similares a los de una ballesta, pero de tamaño mucho mayor. Debido a ello, era manejada por varios hombres encargados de colocar los proyectiles, tensar la máquina y lanzar el proyectil.

Ballista

La ballista, a su enorme potencia, añadía una gran precisión pues la línea descrita por el proyectil era bastante recta, confiriéndole un carácter devastador.

Artillería de contrapeso de tracción manual

Las piezas de artillería de contrapeso de tracción humana llegaron desde China hasta el mundo musulmán y desde allí se extendieron hasta Europa Occidental, donde su uso se generalizó entre los siglos VIII y IX.

Los ingenios descritos serían copias de los que habían traído los árabes, que ya llevaban dos siglos usando los manjaniqs, palabra de la que derivó mangonel.

Mangonel o catapulta

El mangonel fue la máquina de contrapeso de tracción manual más habitual en la Edad Media. Aunque la palabra posee varios significados, por lo general se refiere a la típica catapulta, es decir, una maquina dotada de un brazo parecido a una cuchara con unas cuerdas que echaban hacia atrás el brazo, que era cargado. Al soltarse el brazo, proyectaba la cuchara hacia delante hasta golpear contra la barra de frenado, saliendo disparado contra la muralla el proyectil colocado en la cuchara (generalmente una piedra de gran tamaño).

Bolas de catapulta. Castillo de Coca, Segovia

Los mangonels más pequeños podían ser manejados por un solo hombre, pero los tipos más comunes eran movidos por equipos de entre veinte y cien hombres, pudiendo llegar a disparar proyectiles de 60 kilos a una distancia de entre 80 y 130 metros.

Las piezas de artillería con contrapesos fijos

La natural evolución de la artillería de contrapeso de tracción manual fueron los trabucos, unas máquinas de mayores dimensiones que se basaban en el principio del contrapeso fijo, semejante al de una balanza. Así, se eliminó totalmente la fuerza humana y se sustituyó por un contrapeso consistente en una caja rellena de tierra, arena, piedras o plomo.

Al aumentar las dimensiones del contrapeso se consiguió una mayor precisión, se aumentó la cadencia del disparo, se alargó la trayectoria del proyectil y se elevó notablemente el peso de las piedras. Eran las piezas de artillería con capacidad para disparar los proyectiles más grandes, pudiendo llegar a pesar hasta 300 kilos.

Trebuchet

El trabuco o trebuchet fue el arma de contrapesos fijos más importante. Además, fue una de las primeras armas originales de la Edad Media. Dependía del uso de un largo y flexible brazo de madera, como el del mangonel, pero unido a un eje con el que pivotaba. Éste era tensado hacia atrás y en su punta se colocaba una eslinga con el proyectil, por lo general, una gran piedra. En el otro extremo se colocaba un gran peso. Al soltarse el brazo, el peso caía y el brazo era volteado hacia delante, arrastrando consigo la eslinga y lanzando el proyectil con violencia.

Se inventó en el Mediterráneo oriental durante la primera mitad del siglo XII, como consecuencia de la intensa actividad militar que se estaba desarrollando en este territorio. A principios del siglo XIII su uso ya se había generalizado por Occidente, convirtiéndose en la más poderosa de las máquinas de asedio.

Trebuchet

Las piezas de artillería de tensión

La artillería que utilizaba el sistema de tensión es la más antigua. Este tipo de máquinas basaban su funcionamiento en la energía almacenada al tensarse un arco de madera, metal, cuerno u otro material.

La función de las piezas de artillería de tensión era facilitar el acercamiento de los atacantes a los muros durante los asedios, así como permitir la defensa en algunos puntos clave como torres o puertas. Eran armas como arcos, ballesta de torno, etc. mucho más fáciles de transportar debido a sus dimensiones.

Resultaban fundamentales para el lanzamiento de las flechas incendiarias, fabricadas envolviendo la punta con estopa impregnada en pez, o simplemente lanzadas con la punta todavía al rojo.

Máquinas de golpeo

Además de con los impactos producidos por la artillería, los sitiadores podían abrir una brecha en el muro que les permitiera penetrar en la ciudad o fortaleza mediante la utilización de las máquinas de golpeo: el taladro y el ariete.
El taladro consistía en una viga de madera con un extremo rematado en hierro puntiagudo para golpear el muro. Se hacía girar con la fuerza proporcionada por un arco y también era conocido con el nombre de musculus.

Sin embargo, fue el ariete la máquina de golpeo más empleada, por la simpleza de funcionamiento y construcción.

Se trataba de un gran tronco de madera reforzado con una cabeza de hierro colocada en su parte frontal que le confería una gran capacidad de perforación. El modelo más simple no era más que un madero impulsado manualmente por los atacantes que lo balanceaban para golpear la muralla. Una variedad más compleja del ariete colgaba de un marco con cadenas o cuerdas para hacerlo oscilar en una especie de balancín.

Máquinas para la superación de las murallas por altura

Escalas

Del grupo de armas destinado a cruzar los muros por su parte más elevada, la más sencilla era la escala. Disponían de ganchos de hierro en su parte superior que permitían su anclaje en las almenas y que los atacantes trepasen por el muro.

Asalto mediante escalas

Por lo general estaban construidas de madera, pero también se utilizaban escalas de cuerda o cuero. Se utilizaban muchas escalas a la vez para que muchos hombres pudiesen trepar al mismo tiempo.

Torres de asedio

Fueron las máquinas de mayores dimensiones empleadas en la Edad Media y su puesta en funcionamiento influyó notablemente en las concepciones poliorcéticas, obligando a los defensores a diseñar nuevas estrategias para hacerles frente. Se las denominó con diferentes nombres: belfries, beffrois, bastidas, campanarios, etc.

Las murallas de Ávila son un buen ejemplo de laos obstáculos que teníasn que salvar los asaltantes

Las grandes torres de asedio eran utilizadas por los sitiadores para acercarse a los muros y superarlos por altura. Se trataba de estructuras de madera con forma de torre cuya altura igualaba o sobrepasaba la de los muros del castillo, de modo que los asaltantes podían utilizarlas para alcanzar la muralla.

Maqueta de una torre de asedio

Estas inmensas máquinas de guerra avanzaban hasta los muros mediante la fuerza de sus ocupantes, ruedas, rampas o con la ayuda de grandes norias, cabestrantes o polipastos, mientras eran apoyadas por la artillería. Su principal inconveniente residía en que no permitía ataques sorpresa pues su excesivo peso hacía que sus desplazamientos fueran muy lentos y que fuese necesario que el suelo fuera allanado por el cuerpo de zapadores.

Dibujo de una torre de asedio

Cuando llegaban a las murallas, dejaban caer el puente levadizo y los soldados de la torre avanzaban por él, entablando una lucha cuerpo a cuerpo con los defensores. Si el primer grupo de atacantes lograba pasar, una corriente continua accedía desde la torre.

Aunque su función principal era acercar a las tropas a las murallas, también se utilizaban para cubrir las operaciones de zapa que tenían lugar por debajo de ellas y para resguardar catapultas y máquinas de golpeo como arietes mientras trabajaban.

 

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