Biografía
de Alfonso VII El Emperador. Rey de León y Castilla
La
agitada infancia de Alfonso Raimúndez
El
matrimonio de Alfonso VI con Inés de Aquitania primero, y
Constanza de Borgoña después, y la alarma provocada
en Europa ante los avances almorávides en España,
estimulará a diversos caballeros de origen francés
y, muy especialmente, borgoñón, a venir a la Península,
caballeros junto a los cuales vendrán también religiosos
y prelados que, ocupando diversas e importantes sedes episcopales
del reino, habrán de promover y aplicar las reformas impulsadas
por Roma respecto a cuestiones como la liturgia, las inmunidades
eclesiásticas o la consolidación de la autonomía
episcopal respecto al poder civil, en lo que es conocido como reforma
gregoriana.
Efectivamente,
la presencia de prelados y caballeros franceses, no será
una mera anécdota, dado que, a las aportaciones que van a
hacer a la música, el arte o las instituciones, hemos de
añadir que dos de ellos se casarán con las hijas del
conquistador de Toledo: Así, Teresa se casará con
Enrique de Borgoña, al que se concede la mandación
sobre Portugal, mientras que Urraca se casará con Raimundo
de Borgoña, recibiendo la mandación de Galicia.
De la unión entre
Urraca y Raimundo de Borgoña, nacerá Alfonso Raimúndez,
es decir, el futuro Alfonso VII. Dado que Alfonso VI no había
logrado engendrar hijos, el nacimiento de Alfonso Raimúndez
suscitó grandes esperanzas en diversos grupos de interés,
empezando por los borgoñones que rodean a su padre, los notables
gallegos que, como el conde de Traba o el arzobispo Gelmírez
de Santiago, rodeaban al señor de Galicia, o los obispos
favorables a las reformas pontificias que tenían en los franceses
a sus principales valedores.
Sin
embargo, al final de su vida, el Emperador de las tres religiones,
se unirá con Zaida, viuda del rey moro de Sevilla, concibiendo
de la misma a Sancho, infante cuyo nacimiento frustraba las esperanzas
del grupo de interés mencionado. Efectivamente, Sancho se
convertía automáticamente en heredero al trono, en
detrimento de Alfonso Raimúndez. Pero la muerte de Sancho
en Uclés (1108), en el contexto de la nueva ofensiva almorávide,
iba a convertir a Urraca en heredera al trono - dado que su hermanastra
Teresa no era hija legítima de Alfonso VI -, a la que, previsiblemente,
sucedería el pequeño Alfonso. Pero, las esperanzas
del bloque galaico-borgoñón-pontificio habrían
de verse de nuevo frustradas por la muerte de Raimundo de Borgoña:
La minoría de edad de Alfonso y la seria amenaza que suponían
los almorávides, aconsejaban que la reina tomara un nuevo
esposo para asegurar la estabilidad y la integridad del reino. Sería
el propio Alfonso VI el que se inclinaría por Alfonso I,
el Batallador, soberano en Navarra y Aragón, y cuyos éxitos
e ímpetu guerrero parecía ser una garantía
frente al empuje almorávide.
Ahora bien, si Urraca y
Alfonso I concebían un hijo, sería éste, y
no Alfonso, el que se convertiría en heredero, de manera
que el bloque galaico-borgoñón perdería su
influencia en la corte, al verse desplazado por los vasallos del
aragonés y sus partidarios castellano-leoneses, entre los
que destacaban los castellanos del propio conde Ansúrez.
El propio Alfonso VI, procuró
neutralizar los recelos y la hostilidad que los magnates laicos
y eclesiásticos gallegos tenían hacia el aragonés,
concediéndoles privilegios e inmunidades, pero pronto se
organizó una fuerte oposición al Batallador, empezando
por los obispos ligados a las reformas gregorianas, como el obispo
de Palencia, Pedro Agés o desde el monasterio de Sahagún,
no en vano, uno de los centros de difusión del cluniacense:
Los eclesiásticos alegaban que la cosanguinidad de los cónyuges
- eran primos - hacía su relación incestuosa, por
lo que el matrimonio debía anularse - especialmente, antes
de que el Batallador y Urraca concibieran un hijo -.
El carácter de Alfonso
I y su aparente aspiración a controlar Castilla marginando
a quien no era sino reina propietaria, habría de contribuir
a aglutinar voluntades en torno a los opositores más activos
del Batallador que, a su vez, se apoyará en los enemigos
de sus enemigos, que en el caso de Galicia, eran los pequeños
propietarios y, sobre todo, los burgueses de las ciudades, como
Santiago, que veían en el conquistador de Zaragoza un valladar
frente a la pujanza política y económica de obispos
y magnates.
Este estado de agitación
llegaría a su clímax entre los años 1110 y
1111, años durante los cuales, se va a desarrollar una intensa
y compleja guerra civil en Castilla. Más que el acuerdo al
que llegan Urraca y su marido, será la coronación
de Alfonso Raimundez como rey - 17 de septiembre de 1111 - lo que
podría contribuir a la estabilidad y la paz. De hecho, a
propósito de la reforma gregoriana, el acuerdo entre ambos
cónyuges se romperá pronto y degenerará en
una nueva lucha. La definitiva separación de ambos cónyuges
pondría fin a la misma, pero éste acto no era sino
una mera manifestación de que Alfonso I no estaba dispuesto
a desgastar en exceso sus energías luchando por un reino
que se mostraba refractario al control del aragonés, y menos
cuando la taifa de Zaragoza estaba por conquistar. Además,
el Batallador seguía ejerciendo el control sobre varias comarcas
de Castilla e incluso retenía plazas tan importantes como
Burgos.
Alfonso
VII: de rey de Galicia a Imperator totius Hispaniae
Reconocido
como rey en Galicia y León, algunas ciudades y magnates que
habían sido partidarios del Batallador, se mostraron inicialmente
más reticentes. Sin embargo, Alfonso VII estableció
una serie de alianzas dirigidas a fortalecer su propia posición
y debilitar la de un padrastro que todavía ocupaba algunas
importantes comarcas y ciudades del reino. La expulsión de
la guarnición aragonesa de Burgos - abril de 1127 - y la
pérdida de interés por parte de Alfonso I respecto
a Castilla, ahora que el imperio almorávide se derrumbaba
y la taifa de Zaragoza y el este peninsular se abrían al
empuje reconquistador de Aragón, contribuyeron a zanjar de
alguna manera la cuestión en lo que se conoce como el Acuerdo
de Támara - julio de 1127 - por el que Aragón evacuaba
Castilla, si bien, retenía ciertas comarcas, aquellas que
incorporara Sancho II.
De
momento, Alfonso I había cedido, pero al castellano le preocupaba
que su padrastro consolidara su posición y pudiera volverse
otra vez hacia Castilla, reclamando algún tipo de derecho.
Es por ello, que Alfonso VII se preocupará de establecer
estrechas relaciones y forjar sólidas alianzas con otros
poderes peninsulares e incluso ultrapirenáicos: Dado que
a los condes de Barcelona también les preocupaba la enorme
pujanza del bloque navarro-aragonés, Ramón Berenguer
III se mostrará propicio a establecer una alianza, que habría
de ser sancionada mediante el matrimonio entre su hija, Berenguela
y el rey castellano, Alfonso VII. También Alfonso Jordán,
conde de Tolosa y primo de Alfonso VII o Aben Hud Almostantir Sayfal
Dawla, el Zafadola de las crónicas cristianas, último
descendiente de los reyes de Zaragoza, le prestarán homenaje,
tejiendo así en torno al aragonés una malla protectora
frente a posibles veleidades expansionistas.
Alfonso
VII y Portugal
La muerte en 1134, de Alfonso
I, el Batallador, no habría de suponer necesariamente un
respiro para Alfonso VII: Ciertamente, el testamento de Alfonso
I introducía diversos elementos de inestabilidad, al ceder
el territorio a las Órdenes Militares, suscitando una fuerte
contestación por parte de la nobleza y generándose
un grave conflicto con Roma, por esta cuestión de las Órdenes
y la exclaustración de su hermano Ramiro.
Además, García
Ramírez se arrogaba la soberanía sobre Navarra titulándose
rey, y para asegurar su posición, se alineará con
Alfonso VII, a fin de contrarrestar cualquier maniobra aragonesa
dirigida a recuperar dicho territorio.
La adhesión de Ramón
Berenguer IV - cuñado de Alfonso VII -, Armengol de Urgel,
Alfonso Jordán de Tolosa, Guillermo de Montpellier, los condes
de Foix o los de Pallars, que se explicitará el 25 de mayo
de 1135 con la solemne coronación del castellano como Imperator
totius Hispaniae, parecía hacer de Castilla la auténtica
restauradora de la unidad peninsular perdida en 711.
Sin embargo, este 'imperio'
sería contestado, paradójicamente, no tanto por el
nuevo rey de Aragón, Ramiro II, llamado el Monje, sino desde
el condado de Portugal: El hijo de Enrique de Borgoña y Teresa,
Alfonso Enríquez, pondrá todo su empeño en
adquirir cada vez más autonomía frente al reino de
Castilla, lo cual podría explicar su interés por expandirse
hacia el sur, a costa de los musulmanes, con el evidente objeto
de fortalecerse, así como la alianza establecida con algunos
magnates gallegos, a fin de crearle problemas en el que había
sido su feudo. Es significativo, además, que ningún
obispo portugués estuviera presente en la coronación
imperial celebrada en 1135.
El nacimiento en 1136 de
Petronila, hija de Ramiro II e Inés de Poitiers, vendrá
a tensar aún más la situación, dado que los
consejeros del antiguo monje, consideran que el mejor pretendiente
para su hija es Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona -
cuyo matrimonio dará nacimiento a la Corona de Aragón
en la persona de Alfonso II, el Casto -. Para Alfonso VII, lejos
de ser una ruptura de la alianza con el barcelonés, este
matrimonio supone un auténtico triunfo para su política
de equilibrio respecto a la amenaza aragonesa, dado que es su cuñado
y aliado el que mediatiza al reino aragonés.
Sin embargo, García
Ramírez toma conciencia de que, si había permanecido
al frente del trono navarro, es porque este reino completaba el
dispositivo en torno a Aragón; si ahora los intereses de
Castilla y Aragón convergían, Castilla podía
llegar a permitir la recuperación de Navarra por parte de
Aragón, o lo que era más probable, acordar un reparto.
Es por ello, que García V, rey de Navarra, empezó
a ayudar a Enrique de Portugal, crisis que se superará con
la renovación del vasallaje del navarro hacia el castellano
y el matrimonio entre don Sancho de León y Doña Blanca
de Navarra.
A pesar de todo, aunque
Alfonso Enríquez no pudiera contar con el navarro, la victoria
del portugués sobre los musulmanes en Ourique (1139), habrá
de consolidar su posición ante sus seguidores, hasta el punto
que el hijo del borgoñón comenzará a utilizar
el título de rey, poniendo en marcha un proceso que culminará
décadas más tarde con la definitiva separación
de Portugal.
Almorávides,
andalusíes y almohades
Las discordias internas,
la prevención contra Aragón y la todavía sólida
posición almorávide, alejaron a Alfonso VII de las
luchas contra los musulmanes. Sin embargo, el fortalecimiento de
la posición de Alfonso y Castilla, y el progresivo deterioro
de la posición almorávide en al-Andalus, estimularán
al monarca castellano a emprender expediciones cada vez más
atrevidas en territorio musulmán: Entre junio y julio de
1143 atacará Córdoba y Sevilla, tocándole en
1144 a Almería, éxitos que agitarán a otros
reyezuelos y caudillos musulmanes contra los almorávides.
Zafadola tendrá,
en este sentido, un gran protagonismo como referente para los gobernadores
andalusíes, si bien, su muerte a raíz de un desacuerdo
respecto al reparto del botín, evitará su consolidación
como líder único del movimiento anti-almorávide
andalusí, neutralizándose el peligro que podía
suponer la constitución de un fuerte poder musulmán
en la península, precisamente ahora que el movimiento almorávide
comenzaba a desmoronarse.
Conscientes de esta situación
y de la posición preeminente de Alfonso VII respecto a los
poderes cristianos peninsulares, Génova y Pisa, potencias
marítimas y comerciales emergentes, se pondrán entonces
en contacto con el monarca castellano para proponerle la toma de
Almería, enclave desde el que operaban implacables piratas
que trastornaban gravemente el comercio en el Mediterráneo.
Pero, sólo un año antes de la recepción de
los embajadores italianos, en 1145, Tasfin, el último líder
almorávide, caía abatido por los seguidores de un
movimiento similar, el almohade, que consideraba a los primeros
degenerados, impíos y laxos. Aunque en enero de 1145, los
almohades toman Sevilla, Alfonso VII iniciará en mayo de
ese mismo año la campaña contra el enclave pirático
de Almería, que se rendirá el 17 octubre 1147 al castellano.
Mientras esto ocurría,
los almohades iban consolidando su posición en al-Andalus,
tomando Córdoba en junio 1149, y recabando la lealtad y el
apoyo, ya de grado o por fuerza, de los reyezuelos andalusíes.
Aunque Ibn Mardanish o Lope de Murcia y Valencia, se erigió
en el contrapunto de los líderes musulmanes sometidos a los
africanos, posicionándose del lado de Alfonso VII desde las
ricas tierra levantinas, las acometidas almohades comenzaron a debilitar
las fuerzas de Alfonso VII, con la consiguiente pérdida de
prestigio.
A esto hay que añadir
que, la muerte de Berenguela, hermana de Ramón Berenguer
IV, va a suponer el enfriamiento de las relaciones con el condado
de Barcelona, dado que la vinculación familiar desaparece
con la muerte de la barcelonina. Dado que, además, Ramón
Berenguer IV será el esposo de Petronila de Aragón,
ahora los intereses de ambos convergen, sin que el castellano pueda
apelar a los vínculos familiares, de manera que nada podría
detener al bloque catalano-aragonés en caso de arremeter
contra Navarra. Para evitarlo, García V procuraría
mejorar las relaciones con Ramón Berenguer IV que, si bien
era conde de Barcelona, también sería marido de Petronila
de Aragón y, lo más importante, padre del futuro Alfonso
II, el Casto. Una buena relación con el padre, contribuiría
a mantener una buena relación con el hijo, y a evitar en
lo posible un enfrentamiento por el reino perdido y una desposesión
violenta por parte del rey catalana-aragonés.
Sea como fuere, lo cierto
es que, el brillo y el prestigio de Alfonso VII comenzaba a disminuir,
y la larga campaña por retener Almería no iba sino
a debilitarle aún más: de hecho, en julio de 115,
los almohades tomarán Almería y será precisamente
durante la retirada hacia Toledo, cuando el rey Alfonso VII muera.
Era el 21 de agosto de 1157, y con su muerte, el reino de Castilla
entraba en una nueva fase que pasaba por la división de la
Corona en el reino de Castilla - al frente del cual estará
Sancho III - y de León - que tendrá en Fernando II
su rey -.
En definitiva, durante el
reinado de Alfonso VII acontecen hechos importantes en nuestra historia
medieval, tal que: