Biografía
de Almanzor (Abi Amir Muhammad)
Introducción
a la figura de Almanzor
Almanzor se llamó
verdaderamente Abi Amir Muhammad. El nombre de Almanzor es una castellanización
del calificativo árabe con que él mismo se rebautizó
tras una de sus muchas victorias guerreras: "al-Mansur bi-Allah"
(el victorioso de Dios)
Almanzor es uno de esos
personajes históricos que ha trascendido al terreno del mito
al quedar su huella grabada en el acerbo colectivo.
Y es que Almanzor encarna
la virulencia de las frecuentes y encarnizadas guerras de la Reconquistay
que protagonizaron moros y cristianos.
No se va a profundizar aquí
en los hechos pormenorizados de la vida de Abi Amir Muhammad "Almanzor".
Es sabido que este personaje de raza árabe estudio leyes
en Córdoba y fue acercándose a la figura del joven
califa Hixem II hasta lograr de él todo poder político
del Califato, siendo nombrado "hayib".
También se conocen
sus esfuerzos por establecer reformas legislativas y atraerse el
afecto y admiración del pueblo llano andalusí gracias
a las victorias sobre los cristianos y los botines de guerra llevados
a Córdoba tras sus expediciones.
La
Guerra Santa
Es
precisamente por estas incursiones de castigo y devastación
por las que Almanzor es recordado históricamente. Fueron
casi sesenta a lo largo de su vida, todas victoriosas, en las que
destruyó, entre otras, ciudades tan emblemáticos para
los reinos cristianos hispanos como León (984), Barcelona
(985) Santiago de Compostela (997) Pamplona (999) y San Millán
de la Cogolla (1002).
Por sus firmes creencias
religiosas, Almanzor aplicó la idea de guerra santa o yihad
con entusiasmo durante toda su vida. Se dice que mandaba recoger
el polvo con el que sus ropas quedaban manchadas durante sus incursiones
contra los cristianos para ser enterrado con ellas cuando le llegara
el último día.
De
hecho, se sabe que en su última correría que tenía
como objetivo la destrucción de uno de los focos espirituales
de la cristiandad hispana, San Millán de la Cogolla, Almanzor
se puso a la cabeza de su ejército a pesar de sentirse gravemente
enfermo. Corría el año de 1002.
Su salud se deterioró
durante esta última campaña y tras quemar el cenobio
riojano decidió una apresurada retirada hacia sus bases.
Probablemente murió en las cercanías de Bordecórex
(sur de Soria) para ser enterrado en Medinaceli, la principal base
logística andalusí y cabeza de puente de sus correrías.
Los reinos cristianos suspiraron
aliviados con la muerte de Almanzor, que había sido considerado
un verdadero azote de Dios. Es significativo que un cronista cristiano
de la época celebró su desaparición con la
elocuente frase: "fue sepultado en los infiernos".
El
legado de Almanzor
La paradoja de la biografía
de Almanzor es que siendo un gobernante de una energía poco
frecuente y que llevó al Califato a la cima del poder político
y militar, sentó las bases para la destrucción definitiva
de Al-Andalus.
Al acaparar las riendas
del gobierno, que hasta ahora pertenecían a los califas,
menoscabó el prestigio de esta figura. Además provocó
una verdadera guerra civil entre los partidarios de sus descendientes
y los sucesores de Hixem II. Tras su muerte, el Califato de Córdoba
se sumió en un continuo proceso de violencia y descomposición
hasta su oficial supresión pocos años más tarde
(1032).
De haber seguido existiendo
un Califato fuerte como el de las décadas centrales del siglo
X, los reinos cristianos hubieran visto muy difícil su expansión
al sur. Sin embargo, con su pronta desaparición en 1032 y
la formación de los pequeños reinos de Taifas, los
castigados reinos cristianos pudieron recuperarse y en muy poco
tiempo convertirse en una amenaza real para Al-Andalus, que se culminaría
con la toma de la emblemática ciudad de Toledo en 1085.
Otro de los históricos
errores de Almanzor, y que probablemente cometió por sus
creencias y supersticiones religiosas, fue respetar el sepulcro
del apóstol Santiago, cuando tomó la ciudad en el
año 997.
Si lo hubiera destruido
la tumba y hecho desaparecer todo rastro de estas importantísimas
reliquias, hubiera cortado la principal arteria dinamizadora de
la que se proveía la España cristiana, tanto en el
plano espiritual, económico y cultural, que era el Camino
de Santiago.