Biografía
de Leovigildo
Reinado
de Leovigildo en las fuentes
Se ha considerado
a menudo la etapa de Leovigildo como aquella marcada por el apogeo
del arrianismo en el Reino de Toledo. Sin embargo, se ha destacado
aún más la eficiencia e intensa actividad política
y militar que presidió su reinado. Leovigildo se mostró
desde el principio sorprendentemente activo en lo que a negociaciones
y concertaciones de alianzas con los territorios periféricos
se refiere, así como respecto al número de campañas
militares que protagonizó prácticamente desde su llegada
al trono.
Sin que esto
deje de ser cierto, no podemos soslayar el hecho de que, por otra
parte, Leovigildo es el rey visigodo acerca del cual más
referencias documentales han llegado hasta nosotros. La principal
fuente ha sido en este sentido la Crónica de Juan de Bíclaro,
también conocida como Crónica del Biclarense. Aparte
de la profusión de datos que presenta, esta obra goza de
una virtud añadida y es la aparente independencia de su autor:
Juan de Bíclaro era un monje godo, católico convencido,
que llegó al episcopado para terminar siendo desterrado por
Leovigildo a pesar de la alta estima de su talento entre la realeza
visigoda, cuando el monarca decidió expandir el arrianismo
a toda costa.
Aparte
de la Crónica de Juan de Bíclaro, poseemos otras fuentes
de gran relevancia para conocer su reinado, tales como De viris
illustribus, la obra más conocida de Isidoro de Sevilla o
la Historia Francorum, de Gregorio de Tours.
Campañas
militares
En el año
570 emprende una acción bélica contra la Bastania,
donde derrota a un numeroso contingente de tropas bizantinas que
habían acudido desde Málaga como refuerzo. En el año
571, conquistaría Assidonia -lo que hoy es Medina-Sidonia-
y Córdoba, que cae en manos godas. Un año después
se lanzaría a la conquista de las ciudades del Valle del
Guadalquivir. En este punto, el Biclarense realiza una alusión
controvertida en su crónica. Habla de "matanzas de campesinos".
Se ha pensado que, más que tratarse de un deseo ciego de
acometer represalias contra la población, fuera un intento
de acabar con las llamadas bagaudas, esto es, partidas armadas de
campesinos que, desplazados de su tierra y agobiados por la penuria
y el hambre por permanecer en medio de los enfrentamientos entre
los visigodos y el Imperio bizantino, no dudaban en saquear a terratenientes
y familias de notables que residían en las ciudades.
En 573 Leovigildo
conquista Sabaria y Juan de Bíclaro vuelve a informar en
la Crónica de las mismas matanzas de campesinos y de diversos
estragos. Al año siguiente, el monarca visigodo lanza una
campaña muy ambiciosa contra otros pueblos del norte peninsular.
De esta forma conquistará Cantabria -que por aquel entonces
se extendía desde la costa de Vizcaya, la zona próxima
a lo que hoy es Santander, hasta el valle del Ebro- y el área
de La Rioja. En 575 una expedición visigoda tomará
los montes Aregenses y capturarán a Aspidio, señor
de la zona. De este modo el dominio godo llegó a extenderse
por la zona noroeste peninsular, hasta lo que actualmente es la
región oriental de Orense.
En el año
576 se produce la expedición contra el rey de los suevos
Miro, quien previamente había firmado un tratado con Leovigildo
por el que se comprometía a pagar un tributo a los godos.
Lo acordado debió tener un carácter muy transitorio
y finalmente se optó por la salida bélica. En 577
las campañas de expansión continuarían con
la ocupación de la Oróspeda, enclave del cual el Biclarense
no aporta ninguna indicación geográfica ni relativa
al gobierno del mismo pero que, presumiblemente, se encontraría
dominado por el Imperio. Nuevamente se alude en este punto a las
matanzas de campesinos rebeldes. Este dato ha hecho pensar a los
estudiosos en una prolongación del fenómeno de las
bagaudas del siglo V que, en la centuria siguiente, habría
creado una situación endémica de bandidaje en amplias
extensiones territoriales de la Península Ibérica.
En el año
579 Hermenegildo, hijo del Leovigildo, se subleva contra su padre
en Sevilla. Puede que el vástago rebelde recibiera apoyo
bizantino, por lo que Leovigildo se vio obligado a distraer esfuerzos
contra los vascones para destinarlos al sur en 582. Un año
después, Leovigildo establece el cerco sobre Sevilla y bloquea
el acceso a la ciudad por el Guadalquivir, a buen seguro, para impedir
la llegada de tropas imperiales. En 584 la ciudad se rinde definitivamente.
Poco antes de la caída, Hermenegildo trata de huir pero es
apresado en Córdoba y enviado al exilio en Valencia, desde
donde pasaría a Tarragona, ciudad en la que moriría
asesinado, aún hoy se desconoce por quién.
Sofocados los
problemas en el sur, Leovigildo aprovecha el derrocamiento del rey
suevo Eborico a manos de Andeca para intervenir militarmente en
el noroeste peninsular en virtud de anteriores tratados firmados
entre visigodos y suevos. Leovigildo depone entonces a Andeca y
el territorio suevo deja de existir como reino independiente, siendo
incorporado a los dominios godos.
Política
del reinado
Según
Isidoro de Sevilla, a la muerte del rey Atanagildo sobreviene un
período de cinco meses en los que el trono queda vacante
hasta que el notable Liuva es promovido al trono de la Narbonense.
Liuva asoció al trono a su hermano Leovigildo, a quien cedió
el reinado de Hispania mientras él ocupaba el trono de la
Narbonense, también conocida como la Galia gotica. En 569,
el año de su acceso al trono, Leovigildo, que ya tenía
dos hijos de una unión anterior, contrae matrimonio con Gosvinta,
viuda de Atanagildo. El enlace, al parecer, fue concertado por quienes
habían aupado a Liuva al poder y por una facción de
nobles que permanecían próximos a la reina, conscientes
de su poder y su implicación política. En el año
572 muere Liuva y queda como única cabeza visible del poder
Leovigildo.
El nuevo monarca
visigodo heredaba un reino afectado por las luchas nobiliarias intestinas
a lo que había que sumar la presión de pueblos como
vascones, cántabros o suevos en los límites septentrionales
y la de Spania, la provincia bizantina, por el sur. En el año
573 asoció al trono a Hermenegildo y Recaredo, ambos hijos
de su anterior matrimonio. En 579 otorgaría entonces el reinado
de la Bética a su hijo Hermenegildo en calidad de rey asociado,
bajo la fórmula jurídica ad regnanum. En ese mismo
año Hermenegildo se casó con Ingunda princesa merovingia,
hija de Sigeberto de Australia y de Brunequilda. Esta maniobra,
así como el enlace de Hermenegildo con Ingunda, pudo deberse
a la necesidad de establecer un poder sólido en una región
como la Bética, donde la presión bizantina era constante,
y por tratarse de un área propensa a sufrir revueltas. También
pudo tratarse de una estrategia mediante la cual Hermenegildo debería
recibir mayores poderes aprovechando su casamiento con Ingunda,
quien guardaba lazos de parentesco con Atanagildo.
En 579 Hermenegildo
abandona públicamente el culto arriano, toma el nombre de
Juan y se une al Imperio bizantino para levantarse contra su padre.
La causa habitualmente esgrimida para justificar la sublevación
del hijo contra el padre ha sido el hostigamiento que la esposa
del primero sufría por parte de Gosvinta, quien no le perdonaría
su resistencia pertinaz a abrazar el culto arriano. Leovigildo,
que un año antes se había concedido una pausa en sus
campañas militares para fundar la ciudad de Recópolis
-se supone que en honor de su hijo Recaredo- opta en un primer momento
por una salida negociada al conflicto.
En 580 reúne
el Sínodo de la Iglesia arriana en Toledo para facilitar
el acercamiento de posiciones con los católicos. Continuando
con esta estrategia, emprende acciones bélicas de corta duración
contra los vascones y negocia con los bizantinos la neutralidad
de estos en el conflicto. Como culminación de esta estrategia,
concierta una alianza con el rey Chilperico de Neustria, enemigo
de Brunequilda, reina regente de Austrasia y madre de Ingunda, la
cual resultaba especialmente peligrosa para el reino visigodo si
decidía intervenir a favor de los sublevados. La derrota
final de Hermenegildo, a la que nos hemos referido anteriormente,
frenó súbitamente las tendencias centrífugas
en los dominios de la monarquía visigoda, permitió
la integración de las élites dirigentes de la Bética
en la vida política del Reino de Toledo y evitó una
fragmentación del territorio similar a la acaecida en la
Galia merovingia.
Las confiscaciones
llevadas a cabo contra sus enemigos y una política fiscal
draconiana dotaron a la monarquía visigoda de una mayor estabilidad
y solidez económica. Lo saneado de la situación financiera
del reinado de Leovigildo se evidencia en el hecho de que las monedas
acuñadas durante este período, especialmente el tremises,
eran de mejor ley que las acuñadas en reinados anteriores.
La bonanza económica permitió a Leovigildo aumentar
el número de efectivos en las tropas que envió a combatir
a las zonas limítrofes de sus dominios, además de
establecer alianzas más sólidas y unas redes clientelares
más tupidas. La política monetaria conllevaría,
también, cambios en la representación institucional
del Rey, pudiendo añadir elementos como el solio y aumentando
sensiblemente la calidad del tejido en las prendas reales, de este
modo la Corona visigoda se distanciaba de sus súbditos haciendo
alarde de su poder.
A Leovigildo
se atribuye la promulgación del Codex Revisus que no se limitó
a recoger y revisar las leyes promulgadas por Eurico sino que incorporó
otras nuevas relativas a la regulación del matrimonio. Conocemos
parte de la obra jurídica de este monarca visigodo gracias
a la incorporación del Codex Revisus al Liber Iudiciorum
de Recesvinto del año 654.
Balance
del reinado de Leovigildo
Leovigildo
muere en el año 586 dejando un reino visigodo que ocupaba
prácticamente toda la Península Ibérica. Las
disputas internas y la presión en todos los frentes a un
territorio pequeño por parte de pueblos limítrofes
era ya cosa del pasado. Leovigildo legó a Recaredo, por aquel
entonces su único hijo vivo, un reino cohesionado donde habían
desaparecido formas de gobierno locales que podían obstaculizar
su autoridad, como era el caso del reino suevo. La amenaza meridional
que representaba el Imperio bizantino había quedado prácticamente
reducida a la nada tras la derrota de Hermenegildo y algunas campañas
posteriores.
Sólo
demostró falta de cálculo político a la hora
de imponer una versión modificada del arrianismo en un territorio
como el Reino de Toledo, donde prevalecía el culto católico
trinitario de los hispanorromanos. La homogeneidad religiosa vendría,
por el contrario, de la mano de su hijo Recaredo, que, invirtiendo
la situación, desplazó al arrianismo en favor del
catolicismo.
(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
José Joaquín Pi Yagüe)