Biografía
de San Benito de Nursia
San
Benito y su tiempo
San Benito de Nursia
fue fundador de los benedictinos, orden basada en "La Santa
Regla". Imprimió unos usos y costumbres muy valorados
a la largo de la Historia, que han hecho que San Benito sea considerado
el patriarca del monasticismo occidental.

A San Benito de Nursia le
tocó vivir en una de las etapas críticas de la historia.
La descomposición del Imperio Romano de Occidente y la implantación
de los pueblos germánicos, mucho menos civilizados, asumiendo
gran parte del poder y el gobierno de las instituciones políticas
y religiosas debió suponer un enorme desconcierto y una involución
dramática en todos los campos de la civilización y
la cultura.
Jesús
Martí dice de él, de sus discípulos y de su
legado: los monjes benedictinos fueron los primeros que tuvieron
conciencia de la nueva realidad post-romana, los que sirvieron de
puente entre el mundo antiguo y el Medievo, cuando rescataron, cultivaron
y transmitieron casi todo el patrimonio grecorromano, sobre todo
el pensamiento y el Derecho, dándole además su última
y más completa dimensión.
La gran leyenda que gira
entorno a San Benito se agranda si hablamos del hecho de que se
le atribuyen multitud de milagros e incluso la cualidad de sanar
a los enfermos.
Conocemos a San Benito gracias
a los Diálogos de San Gregorio Magno, obra que, si bien nos
habla del Santo, carece -a juicio de estudiosos actuales- de rigor
histórico. Aún así podemos conocer muchos detalles
sobre la vida de este santo, que fue testigo de los últimos
tiempos del Imperio Romano y que sin saberlo, se convertiría
en uno de los primeros grandes religiosos de la historia de la Humanidad.
Biografía
de San Benito
San
Benito (Nursia 480-Montecasino 547) nació en una familia
noble italiana y creció junto a su hermana gemela, la también
santificada Escolástica. Gracias a la buena situación
económica de su familia, Benito fue enviado a estudiar en
Roma, donde recibió una exquisita preparación.
Pero esta formación,
como más tarde diría San Gregorio Magno, no fue lo
principal para el Santo quien, lejos de comulgar con el estilo de
vida romano, se retiró a Subiaco, donde decidió dedicar
su vida a la oración. De esta forma, San Benito estableció
su vivienda en una cueva de muy difícil acceso, por lo que
estuvo años sin que nadie le descubriera hasta que un día
un sacerdote, guiado por Dios según San Gregorio, reparó
en la presencia del ermitaño. A partir de este momento algunos
pastores y campesinos, sabiendo de su pureza, lo visitaban, proveyéndolo
de alimentos y recibiendo de él instrucciones y consejos.
Tras
estos años, el Santo se trasladó a Vicovaro donde
le nombraron prior de un pequeño convento. Allí introdujo
una gran disciplina basada en unas costumbres estrictas que los
monjes no toleraron, llegando incluso a intentar envenenarlo. Tras
este incidente, San Benito decidió volver a su vida solitaria
en Subiaco, donde muchas gentes, atraídos por la gran popularidad
que iba adquiriendo Benito, quisieron convertirse en sus discípulos.
Cada vez eran más las gentes que llegaban y llegó
a haber hasta 12 casas donde se alojaban los nuevos monjes.
De una forma acaso inesperada,
San Benito dejó el convento y se trasladó hasta Montecasino,
donde sobre las ruinas de un antiguo templo construyó dos
capillas además de otros edificios a su alrededor. Esta construcción
se convertiría en una de las más famosas abadías
de la cristiandad.
San Benito murió,
según la crónica ya citada, rodeado de sus discípulos,
quienes aseguraron que cuando murió, un rayo de luz subió
hasta el cielo. Era el año 547, su legado había sido
asentado.

La
Regula Monasteriorum
La Regula Monasteriorum
o Regla Monástica estaba formada por 73 capítulos
donde San Benito reflejó su método y disciplina. La
regla encontraba en la frase ora et labora su columna vertebral,
viendo el trabajo manual como algo necesario y honroso, imitando
de esa forma a Jesucristo y su padre José, quien había
sido un dedicado trabajador.

Respecto a los tiempos de
rezo y descanso, San Benito estableció un estricto horario
en el que la reflexión y el rezo marca la vida de los monjes,
siendo esenciales para la purificación del alma y por tanto
de la persona. Del mismo modo, la oración de los monjes en
el coro de la iglesia es de gran valía como intercesión
a Dios por la Humanidad.
La alimentación debía
ser básicamente vegetariana, sólo ingiriendo productos
que nacieran en el suelo, tierras que ellos debían cultivar.
Las horas de comidas eran siempre las mismas: el almuerzo a la hora
sexta y la cena al anochecer.
Los momentos de ayuno eran
igualmente importantes, relacionadas con los martirios de Jesucristo.
En definitiva, aunque San
Benito no pretendió fundar una orden religiosa, su acierto
en la imposición de las costumbres que él mismo practicaba
fue acogida por numerosos fieles que veían en su pureza de
alma un ejemplo a seguir.

Curiosamente, la Regla de
San Benito tuvo un relativo éxito en los siguientes siglos
a su creación, puesto que los diferentes cenobios europeos
se regían por diversas reglas. Hubo que esperar hasta la
aparición en el siglo VIII de un monje de origen visigodo
llamado Witiza (que luego pasó a llamarse Benito de Aniano)
que influyó decisivamente sobre los emperadores francos Carlomagno
y Ludovico Pío, para que los monasterios carolingios adoptasen
la regla de Benito de Nursia, por considerarla la mejor de todas.
En la expansión definitiva de la Regla de San Benito jugó
un papel determinante el monasterio benedictino de Cluny (fundado
en el año 910 en Borgoña) que se expandió rápidamente,
creando una gran red de monasterios y prioratos por toda la Europa
Occidental. Más tarde el Císter relevó a los
cluniacenses e impulsó un estricto cumplimiento de sus preceptos.
(Autora
del texto del artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Ana Molina Reguilón)