Historia
Algunos autores han apuntado la posibilidad de que
la fortaleza se sitúe sobre una construcción romana,
pero lo cierto es que no hay evidencias arqueológicas,
y las noticias más antiguas datan del año 1172,
cuando ya existía alcazaba andalusí.
En
1240 el bastión fue tomado por los caballeros calatravos,
que ocuparon el castillo durante un primer momento, aunque a los
pocos años fue entregado a Manuel de Castilla, nombrado
primer Señor de Villena. De esta forma, la villa se convirtió
en la cabeza del señorío homónimo, cuya base
territorial se extendió por un basto territorio, que comprendía
desde Cuenca a Murcia.
A su muerte el señorío fue heredado
por su hijo don Juan Manuel, autor de una de las obras más
importantes de la literatura medieval, El conde Lucanor. Éste
realizó algunas obras en la fortaleza para reforzar su
seguridad, al recluir allí a la infanta Constanza de Aragón
hasta los 12 años de edad, cuando contrajo matrimonio con
ella.
Tras revertir a la Corona, Juan II (1406-1454) concedió
a Juan Pacheco el título del marquesado de Villena en el
año 1445. Esto impulsó su autoridad en un momento
de luchas encarnizadas entre los linajes castellanos. Juan Pacheco
pertenecía a una de las familias más importantes
de Castilla, y ostentaba entre otros los cargos de Adelantado
Mayor, y Maestro de la Orden de Santiago, siendo nombrado posteriormente
también I Duque de Escalona. Tras su muerte, acaecida en
1474, el marquesado pasó en herencia a su hijo, Diego López
Pacheco y Portocarrero. Pero tan sólo dos años más
tarde los Reyes Católicos alentaron a la villa para que
se sublevase en contra de su Señor, y de esta forma el
marquesado perdió gran parte del dominio territorial y
jurisdiccional que ejercía en toda la comarca, y las tierras
se incorporaron a la Corona.
El Castillo de Villena nunca fue la fortaleza principal
del marquesado, pero la situación estratégica de
la villa en la línea fronteriza de las Coronas de Castilla
y de Aragón lo convirtieron en un importante baluarte defensivo
a lo largo de toda la historia, ocupando un lugar destacado en
las revueltas de las Germanías (1520-1523), la Guerra de
Sucesión (1701-1713), y la Guerra de la Independencia (1808-1814).
En el siglo XIX supuso, en términos generales,
una importante destrucción del patrimonio histórico,
y el castillo de Villena no es una excepción. Desde mediados
de la centuria, y durante más de cien años, la fortaleza
sufrió el abandono, la ruina y el expolio. En 1958 se emprendió
una campaña arqueológica y una restauración
integral de los restos conservados, gracias a los esfuerzos del
arqueólogo José María Soler. Muchos de las
piezas que se recuperaron se exponen en la actualidad en el Museo
Arqueológico Municipal, complemento inexcusable de la visita
al castillo. En la década de los 60 se reconstruyó
una parte importante del edificio, y desde entonces se han sucedido
algunas otras restauraciones y campañas arqueológicas,
que han profundizado en la conservación y el conocimiento
del edificio.
Estructura
El castillo tiene una planta cuadrangular con forma
irregular, con una barbacana en uno de sus ángulos. En
los ángulos de las murallas, e intercaladas en los lienzos,
hay torreones circulares, comunicados entre sí por medio
de un camino de ronda.
La plaza de armas
La plaza de armas también tiene una planta
cuadrangular, con torreones en tres de sus ángulos, y la
torre del homenaje en el otro. Sus muros son de época almohade,
aunque fueron revestidos en la época del marquesado de
Villena. Por encima de estos lienzos también hay un camino
de ronda protegido por almenas, que permite acceder a la torre
del homenaje.
Originalmente la plaza de armas tenía un tamaño
mucho menor. Las excavaciones arqueológicas han sacado
a la luz numerosas estancias que se adosaron al muro norte, y
que conformarían las salas de guardia, las caballerizas,
la cocina, y los almacenes. Junto al muro este también
se han encontrado restos de una gran sala rectangular, que podría
formar parte de un salón de recepciones.
El aljibe y la barbacana
Junto a la torre del homenaje se encuentra el aljibe,
que tiene una cubierta abovedada. A su lado se encuentra la barbacana,
en donde las excavaciones arqueológicas han sacado a la
luz restos de la antigua ermita de Virgen de las Nieves, y un
pozo que podría pertenecer a una noria.
La torre del homenaje
La torre del homenaje es uno de los elementos más
interesantes del castillo. De planta cuadrada, tiene unos muros
de más de tres metros de espesor, y cuatro alturas, aunque
desde ele exterior sólo se diferencian dos cuerpos.
Los dos inferiores fueron construidos en época
almohade. El piso bajo está ocupado por una sala diáfana,
cuya única iluminación procede de la puerta de acceso.
Esta sala se cubre con una bóveda nervada, que se ha datado
en la segunda mitad del siglo XII, y constituye un ejemplo excepcional
del uso de estas estructuras en edificios militares. Está
formada por ocho nervios que se entrecruzan, formando una estrella
en el centro. Una escalera situada en uno de los muros permite
el acceso a la sala superior, que se cubre con otra bóveda
de la misma época y similar estructura.
Los dos pisos superiores fueron construidos a mediados
del siglo XV, en la época de Juan Pacheco, y constituían
las salas residenciales de la fortaleza.
La sala del tercer piso está cubierta con
una techumbre de madera, mientras que la del piso superior tiene
una bóveda de cañón realizada en ladrillo.
La torre se corona con pequeños torreones volados en los
ángulos y el centro de los muros.
(Autor del texto del artículo
de ARTEGUIAS:
Víctor López Lorente)