Colegiata
de Alquézar
Introducción
Perteneciente
a la comarca del Somontano de Barbastro, la villa de Alquézar
se sitúa a unos cincuenta kilómetros al este de la
ciudad Huesca, al mismo pie de la Sierra de Guara y asentada sobre
uno de los numerosos barrancos que, formando estrechas gargantas
y abruptos escarpes, descienden vertiginosamente hacia el curso
del río Vero.

Con
sus apenas 300 habitantes, Alquézar es, en la actualidad,
una de las poblaciones más dinámicas y turísticas
del prepirineo oscense, tanto por su magníficamente conservado
urbanismo y patrimonio monumental medieval, como por los beneficios
que le reporta en forma de turismo activo y de aire libre los espectaculares
recursos paisajísticos de su entorno.
Breve
aproximación histórica
El actual topónimo
"Alquézar" proviene del vocablo árabe "Al-Qasr",
que traducido significa "fortaleza"; y es que los orígenes
de la villa actual se remontan a principios del siglo IX, cuando
el poder musulmán, al mando de Jalaf Ibn Rashid, levanta
una primera fortificación en el lugar para defender la cercana
ciudad de Barbastro frente a los reductos de resistencia cristiana
asentados en la Marca Hispánica, principalmente en los Condados
de Sobrarbe y Ribagorza.

Hacia el año
1067 el rey Sancho Ramírez toma por fin Barbastro, cayendo
también en sus manos la plaza de Alquézar, donde,
aprovechando la antigua fortaleza árabe, establece una guarnición
militar permanente bajo la denominación de "Castrum
Alqueçaris" que acabaría por erigirse en uno
de los bastiones principales desde donde se fraguó el avance
reconquistador cristiano desde el Alto hacia el Bajo Aragón.
Entre 1069 y
1074, tras resistir el asedio del rey taifa zaragozano Al-Moctadir,
el propio monarca Sancho Ramírez dotó a la población
de Alquézar de cuantiosos fueros y privilegios, mandado erigir
una canónica agustiniana dependiente de Roda de Isábena
que sería consagrada en el año 1099.

Entre los siglos
XII y XIII la villa de Alquézar viviría su primera
época de esplendor, experimentando un notable crecimiento
demográfico que obligaría a su población a
expandirse más allá del recinto fortificado y siendo
distinguida, además, con numerosos privilegios -entre ellos
el de acoger un mercado semanal- por parte del rey Jaime I de Aragón,
quien, en 1218, cedería el poder de su canónica al
obispado de Tortosa.
Durante la Baja
Edad Media, como consecuencia principalmente del alejamiento del
enemigo musulmán una vez consolidadas las fronteras cristianas
más allá de la línea del Ebro tras la caída
de Zaragoza, Alquézar perdió gran parte de su importancia
estratégica. Aún así, la población continuó
experimentando un notable crecimiento urbano en el que jugaría
un papel importante la población mudéjar allí
asentada tras su conversión al cristianismo, la cual, en
buena parte, se especializó en el oficio de la albañilería.

Ya en la Edad
Moderna y como consecuencia del crecimiento demográfico experimentado
por la villa, la primitiva colegiata románica quedaría
obsoleta, siendo reconstruida entre los siglos XVI y XVII siguiendo
modelos estéticos tardogóticos y clasicistas. En el
año 1966 el binomio colegiata y fortaleza fue declarado Monumento
Histórico Artístico, ampliándose tal distinción
en 1982 a todo su casco urbano.
El
conjunto monumental
La colegiata
de Santa María se ubica en el punto más elevado de
la población de Alquézar, coronando un abrupto escarpe
rocoso entre dos profundas gargantas naturales literalmente talladas
por el río Vero y uno de sus múltiples barrancos tributarios.

La primitiva
colegiata románica fue construida dentro del cinturón
fortificado de origen árabe, el cual, tras la conquista cristiana,
fue pertinentemente reformado y ampliado hasta constituirse en el
primitivo núcleo poblacional de Alquézar, el cual,
a medida que fue creciendo y una vez alejado el peligro, acabó
por expandirse por el resto de la ladera.
De dicho recinto
defensivo original se conservan los restos de una potente torre
defensiva, una modesta iglesia hoy notablemente desfigurada, una
torre albarrana de planta cuadrangular a modo de avanzadilla sobre
el valle, y los restos de la muralla, la cual, fue sucesivamente
modificada y ampliada en su perímetro con el paso de los
siglos.
En consecuencia,
tanto por la propia muralla, como por los verticales barrancos que
rodean al binomio colegiata-fortaleza por varios de sus costados,
Alquézar sería una de los bastiones más inexpugnables
del Alto Aragón durante la Edad Media.

La actual colegiata
de Alquézar se compone de dos espacios claramente diferenciados:
por un lado, la iglesia tardogótica que vendría a
sustituir a la primitiva construcción románica; y
por otro, el claustro, del cual, pese a que también fue objeto
de una profusa reforma, conservó una de sus primitivas crujías
originales.

La
iglesia
El acceso a
la iglesia colegial se acomete a través de una empinada y
sinuosa rampa al más puro estilo árabe que, tras superar
el cinturón murado mediante una angosta puerta, desemboca
en una pequeña explanada. El ingreso actual al templo ha
de realizarse a través del claustro -del que a continuación
nos ocuparemos- mediante una sencilla portada de arquivoltas apuntadas.
Nada se conserva
de la primitiva iglesia románica ya que, en 1525 y siguiendo
planos del maestro Juan de Segura, la colegiata fue totalmente reformada,
siendo concebida como un espacio de una única y diáfana
nave cubierta con bóvedas estrelladas a la que abren capillas
laterales y una cabecera de planta poligonal.

En el último
tramo hacia los pies del costado sur se abre su portada principal,
totalmente integrada en la crujía claustral norte y compuesta
por un arco conopial trasdosado por otro mayor apuntado, siendo
integrados entre ambos, a modo de tímpano, una bonita imagen
sedente de la Virgen con el Niño flanqueada por ángeles
músicos. Junto a ella, al interior y en una reciente restauración,
aparecieron restos de pinturas murales de factura gótica.

Buena parte
de la riqueza patrimonial de la colegiata de Santa María
de Alquézar se concentra en los bienes muebles que atesora
en su interior. Así, el retablo mayor, dedicado a la Virgen,
es una sobresaliente obra barroca de autoría desconocida
que vendría a sustituir a uno anterior gótico. Al
costado norte de la nave y semiexcavada en la roca, fue habilitada
la capilla de San Nicóstrato, santo mártir patrón
de la villa y del que se veneran las reliquias de su cráneo.

A los pies de
la nave a la altura de la interesante reja que delimita el coro
se sitúa un magnífico órgano del siglo XVI
que, según la mayoría de expertos, es uno de los más
valiosos de Aragón. También en el muro norte hacia
los pies fue erigida en 1615 la capilla de la influyente familia
Lecina, en la cual, se venera un Cristo de finales del siglo XII
o principios del XIII que, pese a sus rasgos claramente románicos,
deja entrever ya ciertos rasgos goticistas de humanización.

Por último,
bien merece una visita el pequeño museo habilitado en la
sacristía, accesible mediante desde el presbiterio mediante
una portada gótica florida y en el que se expone, entre otras
piezas, el remate de un báculo episcopal románico.
También románica es la pila bautismal que fue rescatada
y puesta en valor durante las obras de restauración acometidas
en el año 2001.

El
claustro
De todo el conjunto
monumental de la fortaleza y la colegiata de Alquézar, es
sin duda en el claustro dónde se concentra el mayor interés
desde el punto de vista románico. De planta trapezoidal irregular
debido a los condicionantes físicos del terreno sobre el
que se asienta, el claustro se habilita al costado sur de la iglesia.

De su primitiva
construcción románica tan sólo ha llegado a
nuestros días la galería norte ya que, durante los
siglos del gótico, el resto de crujías fueron reconstruidas
aún respetando la estética románica a base
de arcos de medio punto sobre columnas dobles y estilizados capiteles
lisos con cimacios ornamentales.
Ya durante la
Edad Moderna el claustro fue recrecido mediante la adición
de un segundo piso de ladrillo abierto al espacio ajardinado central
mediante la prototípica galería aragonesa de arcos
de medio punto, desde la cual, pueden admirarse incomparables panorámicas
tanto de la propia villa como del precioso valle del río
Vero que la circunda.

La mencionada
panda septentrional románica se articulaba en origen mediante
dos parejas de arcos de medio punto sobre tres pares de columnas
separadas entre sí mediante un rotundo machón central,
sin embargo, en tiempos posteriores, el deseo de una importante
personalidad de levantar su sepulcro en la propia galería,
obligó a replantear la arquería desplazando una de
sus columnas, dando como resultado una arquería desigual.

En cuanto a
la iconografía de sus capiteles, dispuestos sin respetar
la secuencia cronológica, se adivinan principalmente temas
del Antiguo Testamento, apareciendo aislado en uno de los capiteles
exentos la representación de la ceremonia de consagración
de la colegiata.
De este a oeste,
el primer capitel representa la escena del Sacrificio de Isaac,
justo en el momento en que el ángel enviado por Dios detiene
la acción de Abraham y le propone un cordero para ofrecer
en lugar de su hijo. En uno de los laterales, se reconoce a Sara
preparando unas viandas.

El segundo de
los capiteles es el ya referido de la ceremonia de consagración
de la canónica en el año 1099, en el cual, aparece
el Obispo San Ramón de Roda, distinguido con su báculo
y ropas ceremoniales, en actitud de bendecir junto a otros oficiantes
y testigos.

El tercero de
los capiteles, adosado al machón central es, por su singularidad,
el más conocido de la colegiata. En él se representa
la escena de la Creación de Adán, apareciendo, en
el interior de una mandarla sostenida por ángeles, Dios Creador
portando en posición horizontal formando con Él una
cruz la figura de Adán. Lo más llamativo de esta escena,
más allá del hecho de que conserven aún restos
de su policromía original, es el recurso que eligió
el artista para plasmar el misterio de la Trinidad mediante una
figura de tiple cabeza.

Al otro lado
del machón central, la primera de las cestas recrea la escena
del Diluvio Universal y del Arca de Noe, representado éste
como un gran barco de tres niveles en el que se acomodan las parejas
de cuadrúpedos, de aves, y la propia familia de Noe en el
centro individualizada mediante arquillos de medio punto.

El quinto capitel,
segundo de los exentos, presenta a lo largo de sus cuatro caras
visibles varios episodios más del Génesis, como son
la Tentación y Pecado Original de Adán y Eva, la Expulsión
del Paraíso y la historia de Caín y Abel.

La última
de las cestas despliega la escena del Banquete de Herodes y la Muerte
de San Juan Bautista, en la cual, aparecen los comensales en torno
a una mesa delante de la cual, la danzarina Salomé representa
su baile en una posición de atrevida contorsión. En
las caras laterales se aprecia en una de ellas al Bautista reprochándole
a Herodes y, en la otra, a Herodías con la cabeza San Juan
tras ser decapitado.

De gran interés
son también las pinturas murales de los siglos XV y XVI desplegadas
en el interior de los muros del claustro. En ellas, a excepción
de su sector meridional en el que se abre un ventanal que asoma
a la población y al valle, fue representada en dos niveles
una completísima secuencia de escenas alusivas a la Infancia
y la Pasión de Cristo, conservándose en relativo buen
estado y constituyendo uno de los ciclos pictóricos de temática
bíblica más completos de Aragón.

Por último,
en el segundo piso de la galería claustral, concretamente
en el costado norte, ha sido habilitado un pequeño habitáculo
a modo de museo en el que se exponen interesantísimas piezas
de arte sacro, siendo de destacar un retablo dedicado a Santa Ana
obra del Maestro de Arguis, un segundo retablo dedicado a Santa
Quiteria también de cronología gótica, y una
magnífica Sagrada Familia que ha venido siendo tradicionalmente
atribuida a Murillo.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)