Muy
cerca de la población de Vargas, punto donde confluyen los
ríos Pas y Pisueña, la colegiata de Santa Cruz de
Castañeda se sitúa prácticamente en el centro
geográfico de Cantabria, en un agradable paraje a caballo
entre las suaves ondulaciones que caracterizan el paisaje prelitoral
montañés y los primeros desniveles serios de la Cordillera
Cantábrica.
Dicha ubicación,
importantísima desde el punto de vista estratégico
ya en el medievo con vistas al control tanto de la rasa costera
como de los valles pasiegos; se ha revelado, incluso en la actualidad,
como un enclave de vital importancia y de paso obligado ya que,
muy cerca de la canónica, confluyen los principales viales
que atraviesan longitudinal y transversalmente el territorio cántabro,
a saber: la autovía del Cantábrico en su ramal de
Torrelavega, y la ruta del puerto del Escudo; histórico y
tradicional eje de comunicación entre Santander y la Meseta
antes de la reciente apertura de la complejísima autovía
que, a través de Reinosa y del paso de Pozazal, permite acortar
considerablemente las distancias entre tierras montañesas
y castellanas.
Breve
aproximación histórica
Pese a que tanto
las tierras astures como las cántabras constituyeron bastiones
de especial relevancia durante los primeros siglos de Reconquista,
a medida que el proceso fue avanzando y la línea del frente
descendiendo primero al Duero y después al Tajo, la montaña
cántabra fue quedando en un discreto segundo plano en cuanto
al interés de notables, monarcas y órdenes religiosas.
Esta circunstancia,
unida al lamentable incendio que en 1560 asoló totalmente
su archivo, ha motivado que sean ciertamente escasas las fuentes
y las referencias documentales que permitan reconstruir de manera
fehaciente el devenir histórico del primero monasterio y
después colegiata de Santa Cruz de Castañeda durante
los siglos medievales.
La primera mención
expresa sobre esta construcción pasiega hay que remontarla
al año 1073, cuando un abad de nombre Juan aparece como testigo
firmante de un documento relacionado con Santillana. Tras esta primera
referencia, durante el resto del siglo XI y a lo largo de todo el
XII, las noticias continúan siendo muy vagas si exceptuamos
un documento de septiembre de1120 en el que el cenobio, propiedad
de la Condesa Jimena Muñoz y gobernado por el abad Pedro,
es donado junto a todas sus propiedades a la abadía de Cluny.
En dicho documento
es mencionada expresamente la figura del abad Juan, circunstancia
que ha hecho pensar que podría tratarse de su fundador, lo
cual, teniendo en cuenta la referencia anteriormente citada, remontaría
el origen de la primera comunidad monacal de Castañeda no
mucho antes del año 1070.
Pese a su contrastada
relación con Cluny, lo cierto es que sería una filiación
más teórica que práctica ya que el interés
de la abadía borgoñona por estos pagos cántabros
fue escaso, centrándose principalmente tanto en territorios
recientemente reconquistados como en asentamientos próximos
a vías de peregrinación. Por esta razón, y
en fecha que se desconoce, el Monasterio de Castañeda acabaría
desligándose de la casa matriz pasando a convertirse en canónica
colegial agustiniana durante la segunda mitad del siglo XII, siendo
erigida en ese momento la construcción hoy conservada.
Durante la Baja
Edad Media y durante toda la Edad Moderna, se suceden con cuentagotas
las noticias sobre la canónica de Castañeda, la cual
va pasando por diferentes manos hasta que a mediados del siglo XVI,
pasa a depender, junto a sus homónimas de Elines y Escala
(hoy desaparecida), a San Miguel de Aguilar de Campoo, circunstancia
que provocaría un serio revuelo y malestar en todo el entorno.
Finalmente,
en 1851 la colegiata de Santa Cruz de Castañeda quedaría
exclaustrada de manera definitiva, pasando desde entonces a cumplir
la función de templo parroquial de los pequeños núcleos
dispersos en torno a ella. El 7 de noviembre de 1930 sería
declarada Monumento Nacional.
La
Colegiata de Santa Cruz de Castañeda
La colegiata
de Santa Cruz de Castañeda es, junto a la también
colegiata de Santa Juliana de Santillana del Mar, una de las construcciones
románicas más conocidas y mejor conservadas de Cantabria.
Pese a las reformas
posteriores a las que fue sometida a lo largo de los siglos y que
a continuación detallaremos, se caracteriza la colegiata
de Castañeda por su elegancia, por su sensación de
armonía y su pureza de líneas y, por supuesto, por
su magnífica fotogenia, algo a lo que colabora decisivamente
el verdor que caracteriza el paraje en que se asienta y, por supuesto,
lo cuidado de su entorno.
Exterior
Obviando en
primera instancia las distintas modificaciones y ampliaciones a
las que fue sometida, presentaría la colegiata de Castañeda,
en origen, una planta de una sola nave de tres tramos que, sin solución
de continuidad, desembocaba en un marcadísimo crucero al
que abría a su vez una estructura de cabecera tripartita
canónicamente orientada.
El ábside
central, precedido por un profundo tramo recto, presentaba un mucho
mayor relieve respecto a sus dos colaterales, que no eran sino el
remate en forma de hemiciclo de los dos brazos del crucero habilitados
como altares siguiendo la más estricta tradición litúrgica
altomedieval.
Corona el crucero,
dando mayor empaque si cabe al conjunto, un robusto cimborrio de
planta cuadrangular con ángulos achaflanados soportado por
trompas arquitectónicas cuya estructura se manifiesta claramente
al exterior. A los pies del primitivo brazo meridional del crucero,
hoy sustituido por una capilla neoclásica, se levanta la
torre campanario, constituida por un cuerpo principal de notable
altura y un segundo registro abierto en vanos de medio punto geminados
que descansan en columnas a modo de parteluces coronados por capiteles
figurados.
La torre de
Santa Cruz de Castañeda, además de ser una de las
escasísimas estructuras de este tipo conservadas en territorio
cántabro, presenta también la particularidad de que
su espacio interior se corona con una curiosísima cupulilla
sostenida por losetas angulares.
El acceso principal
al interior, único conservado a día de hoy de su primitiva
fábrica, se abre a los pies del templo enmarcado por un cuerpo
en resalte o arimez; constando de ocho arquivoltas de medio punto
que reposan alternativamente sobre pilares y columnas acodilladas
en cuyos capiteles fueron representados motivos zoomorfos muy arcaicos.
Anejo a la portada
principal hacia su costando norte, fue levantado, en una segunda
fase constructiva ya bajomedieval, un porche que cobija un segundo
acceso al templo compuesto por dos arcos gemelos de hechura cisterciense
desde los que se accede a la nave colateral norte, añadida
durante el siglo XIII siguiendo ya los más estrictos parámetros
tanto constructivos como ornamentales del gótico.
La cabecera,
canónicamente orientada, constaría en origen de un
potente ábside semicircular precedido de tramo recto y flanqueado
a cada uno de los lados por sendas absidiolas que remataban ambos
brazos del crucero. En la actualidad, de la primitiva estructura
cabecera han llegado a nuestros días los ábsides central
y lateral norte, habiendo desaparecido el que remataba el brazo
sur del transepto probablemente cuando en el siglo XVIII fue erigida
la capilla neoclasicista que anteriormente citábamos.
Mientras que
la absidiola lateral norte presenta un único ventanal aspillerado
sobre una cenefa ajedrezada que recorre horizontalmente todo su
perímetro, el central dispone una articulación mucho
más compleja a base de tres paños separados por dos
columnillas adosadas que, desde un breve plinto, se proyectarían
hasta la altura de la cornisa, conservándose en la actualidad
tan sólo hasta el nivel la segunda línea de imposta,
justo a la altura de los cimacios de los vanos que iluminan el interior.
Los tres ventanales,
dispuestos cada uno en el centro de los tres lienzos absidiales,
se componen de sencillos arcos de medio punto de roscas decoradas
en dientes de sierra y guardapolvos vegetales que descansan sobre
columnillas con capiteles en los que, de nuevo, encontramos representaciones
zoomorfas muy someras.
Coronan las
cornisas tanto del ábside principal como del lateral norte
una interesante colección de canecillos figurados.
Interior
Si ya al exterior
resulta evocadora la estampa de la colegiata de Santa Cruz de Castañeda
por su sobriedad, armonía y pureza de líneas; puede
decirse que la misma sensación se produce, incluso acrecentada,
una vez superado el umbral de la puerta ya que, obviando las ya
referidas reformas y ampliaciones posteriores, el equilibrio de
las formas románicas es absoluto, presentando además
la particularidad de que la escultura monumental, a diferencia de
la desplegada en el exterior, es de mucha mayor riqueza plástica.
Nave, transepto y crucero
La nave principal
se divide en tres tramos cubiertos con bóveda de cañón
delimitados por dos esbeltos fajones de medio punto apeados sobre
semicolumnas adosadas a pilastras prismáticas. Los capiteles
de los arcos de la nave son de gran sencillez, limitándose
a fórmulas vegetales que, en algunos casos, parecen inspirados
en modelos corintios.
Coronando en
crucero se levanta la esbeltísima linterna cupulada, la cual,
queda sustentada mediante cuatro trompas angulares compuestas por
arquillos de medio punto en degradación que permiten que,
sobre un espacio cuadrangular, quede engendrada una estructura esférica.
Los dos costados
laterales del espacio crucero quedan definidos por grandes arcos
torales de medio punto que, a su vez, cobijan otros tantos de menor
luz que cumplen la función de acceso a los brazos del crucero.
Es en este sector, junto a los arquillos ciegos del ábside
mayor, donde se concentra la mayor riqueza escultórica del
templo.
Los capiteles
del arco triunfal de ingreso al presbiterio, a considerable altura
respecto al nivel del pavimento, presentan águilas en el
correspondiente al costado de la epístola; mientras que en
su equivalente del evangelio fue representado un anciano apoyado
en su cayado junto a otro personaje que parece ser devorado por
felinos.
Los dos capiteles
del gran arco ciego orientado al brazo septentrional del crucero
presentan leones afrontados con alguna figura humana aislada, mientras
que su correspondiente del costado sur reproduce una escena que
bien podría tratarse de Adán y Eva en el Paraíso.
Por último,
en el arco que comunica la nave principal con el transepto, volvemos
a encontrar la recurrente estampa de parejas de felinos afrontados
en un lado, así como aves con sus cuellos entrelazados en
el otro.
Llama la atención
el hecho de que en la práctica totalidad de capiteles del
interior de Santa Cruz de Castañeda aparece una cabecita
humana de la que parte, hacia cada uno de los lados, un tallo de
remate avolutado, un recurso que encontramos en varios construcciones
cántabros más, entre ellas, la colegiata de Santillana
del Mar.
Cabecera
El ábside
principal, precedido de un marcado tramo recto, queda cubierto mediante
bóveda de horno, articulándose el casquete semicircular
al interior mediante dos registros en altura separados por sendas
líneas de imposta horizontal: uno superior en el que abren
los tres vanos, y otro inferior definido por una galería
de arquillos ciegos de medio punto sobre columnas rematadas en capiteles
figurados, fórmula que nos traslada claramente a modelos
castellanos.
La galería
de arquillos ciegos del ábside, que incluso se proyecta en
sus extremos por el tramo recto, cuenta con un interesante repertorio
iconográfico en sus capiteles, donde de nuevo llama la atención
la omnipresencia tanto del león, como de las fórmulas
avolutadas a las que anteriormente hacíamos referencia, apareciendo
de manera aislada en las arcadas centrales escenografías
figurativas antropomorfas en las que se adivinan guerreros en actitud
de lucha.
La única
absidiola lateral, conservada al lado norte, presenta mucha mayor
sencillez ornamental, limitándose el programa escultórico
a los capiteles zoomorfos sobre los que apea su arco de ingreso.
Nave adosada al norte
Una de las curiosidades
de la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda es que a finales
del siglo XII o comienzos del XIIII se adosó una nueva nave
al norte de la principal con tres tramos que desemboca en el brazo
norte del transepto y hace un todos continuo con el ábside
del Evangelio.
A su vez se
edificó también un brazo perpendicular a ésta
nueva norte apuntando a septentrión, conocida como Capilla
del Calvario.
Todos los tramos
de estas dos naves perpendiculares son de medio cañón
apuntado, mientras que el crucero o tramo cuadrado de cruce lleva
bóveda crucería cuatripartita sencilla.
Es evidente
que el taller que se ocupa de estos dos espacios es distinto al
del edificio de mediados del siglo XII. Aquí se adivinan
formas arquitectónicas -como las dobles columnas de fustes
pareados finos- y escultóricas -crochets cistercienses y
animales de lejana pervivencia silense como arpías, centauros,
etc. donde ya no es protagonista el león de la primera etapa-
del románico cercano a Aguilar de Campoo y aquí incluyendo
la iglesia burgalesa de Rebolledo de la Torre.
Una de las columnas
se adorna con un expresivo "gloutón", es decir,
una cabeza de león que parece engullir el mismo fuste del
que pende. Esta figuración la encontramos en la citada iglesia
de Rebolledo de la Torre.
Para terminar,
hay que citar que este espacio tiene fines claramente funerarios.
Así encontramos varios arcosolios con sepulcros de los siglos
XIII y XIV.
Pinche
para ver nuestro Vídeo sobre
"Las Colegiatas de Cantabria"
Alrededores
Santillana
del Mar
Su estratégico
emplazamiento, prácticamente en el mismo centro geográfico
de Cantabria, hace de la Colegiata de Santa Cruz de Castañeda
un punto de partida idóneo para conocer otros muchos interesantes
templos románicos cántabros.
A escasos veinte
kilómetros en dirección norte, una vez rebasada la
próspera e industrial Torrelavega, se encuentra la celebérrima
población de Santillana del Mar, en la que entre una multitud
de construcciones señoriales bajomedievales y renacentistas,
se yergue su magnífica colegiata románica de Santa
Juliana, muy probablemente, el edificio románico más
reconocido de toda la comunidad.
Magníficamente
conservada, llama la atención en Santa Juliana su magnífica
portada principal, su armónica cabecera triabsidial coronada
por una cúpula sobre trompas análoga a la de Castañeda
y, sobre todo, su claustro, donde sobrecoge la magnífica
labra de sus capiteles tanto figurados como vegetales.
Argomilla
de Cayón
A tan sólo
siete kilómetros de Castañeda en dirección
Este, en plena vega del río Pisueña, se levanta, coronando
una loma junto al monumental palacio de los Ceballos, la iglesia
de San Andrés de Argomilla, construcción rural de
una sola nave heredera de un antiguo monasterio exclaustrado ya
hace varios siglos.
Del templo actual,
cabe llamar la atención sobre la magnífica colección
de canecillos figurados que coronan la cornisa absidial, conservándose
también una bella portada hoy embutida y cobijada por un
pórtico bajo la torre.
Santa
María De Cayón
A tan sólo
diez kilómetros de Castañeda y a escasos tres de Argomilla,
la iglesia de Santa María de Cayón es una construcción
románica de finales del siglo XII considerablemente reformada
en fechas tardías al serle añadidas sendas estancias
laterales a modo de crucero, circunstancia que confiere al conjunto,
si cabe, aún mayor empaque.
Amén
de su portada de los pies, de cierto gusto cisterciense por su austeridad
y su ligero apuntamiento, el principal interés se centra
en la monumental cabecera absidial, en cuyo interior además
se repite la galería de arquillos ciegos que apreciamos anteriormente
en la colegiata de Santa Cruz.
Eclipsadas por
la grandilocuencia de la propia colegiata de Castañeda y
de ambos templos del municipio de Cayón, han llegado también
a nuestros días, dentro de las tierras ribereñas entre
los ríos Pas y Pisueña, diversos restos románicos
aislados en las iglesias de Villasevil, Pando, Tezanos o La Penilla.
Santa
María de Yermo
Quince kilómetros
al suroeste de Castañeda, ya en el valle del río Besaya
y muy próxima a Torrelavega, se sitúa la preciosa
iglesia de Santa María de Yermo, construida durante la primera
década del siglo XIII por Pedro Quintana según constata
una inscripción conservada en una de las jambas de su portada
principal.
Dicha portada,
ligeramente apuntada en sus cinco arquivoltas, alberga un interesantísimo
tímpano figurado en la que un caballero, con el auxilio de
un ángel, se enfrenta a un dragón; clara alegoría
de la lucha entre el bien y el pecado.
En la propia
fachada meridional, además de dos armónicas ventanas
protegidas por chambranas ajedrezadas, encontramos empotrados varios
relieves aislados que representan leones, una Virgen entronizada
con el Niño, y una pareja de mujeres de cuerpo entero: una
de las cuales, aparece identificada mediante una inscripción
como Santa Marina.
Remontando el
Besaya río arriba, encontramos igualmente buenos edificios
románicos en Rioseco, Silió y en Bárcena de
Pie de Concha.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)