Durante los días 21 al 24 de
noviembre tuvo lugar la primera edición del nuevo Viaje
Guiado ARTEGUIAS "Lisboa, Évora, Santarém y
Sintra: Patrimonio de la Humanidad", un completo recorrido
por algunos de los principales conjuntos monumentales del bonito
país vecino y los magníficos enclaves que bien han
merecido la máxima calificación de la UNESCO.
Teniendo en mente el cambio horario,
el jueves salimos bien temprano de la concurrida Puerta de Toledo
de Madrid y tras las dos paradas reglamentarias, llegaríamos
a la antiquísima "ciudad-museo" de Évora.
Nuestra primera visita fue para su catedral gótica de la
Asunción, uno de los edificios medievales más destacados
de Portugal que incluye uno de los claustros más elegantes
del país vecino.
Comentamos con detenimiento su bonita
portada y paseamos por el monumental claustro, admirando su soberbia
decoración escultórica; también subimos al
sobreclaustro para contemplar la magnífica panorámica
de la ciudad y poder admirar la belleza de su famoso cimborrio
gótico.
Por último, nos acercamos a su
pequeño museo de arte sacro, que acoge, entre otras obras,
un soberbio relicario cuajado de gemas que custodia un fragmento
del Lignum Crucis.
Después de una primera comida
familiar, nos acercamos a la singular Capela dos Ossos, ubicada
en las antiguas dependencias conventuales de San Francisco. Esta
capilla, datada a mediados del siglo XVII, no deja indiferente
a nadie, puesto que está construida con los huesos de más
de 5000 personas. Sin embargo, no debe entenderse como algo macabro,
sino como una invitación a reflexionar sobre la fragilidad
y la fugacidad de la vida humana, algo que todos los allí
presentes, sin duda, hicimos.
Visitamos también la iglesia
del convento franciscano, una de las primeras sedes portuguesas
de esta Orden, aunque con fuertes intervenciones manuelinas, renacentistas
y barrocas.
Antes de recogernos en el autobús,
hicimos una última parada para admirar el templo romano
del siglo I d.C., el edificio más antiguo de la ciudad.
Aunque popularmente se conoce como Templo de Diana, en realidad
está dedicado al culto imperial de Octavio Augusto. Si
bien no ha sido ajeno a los estragos del tiempo, sorprende su
magnífico estado de conservación.
Con esto, dimos por finalizado el día
y nos dirigimos a nuestro lujoso hotel a orillas del Tajo en la
localidad de Alcochete para cenar y descansar del largo viaje.
El viernes lo dedicamos por completo a la antiquísima
capital de Portugal, la bella Lisboa. Escenario de grandes acontecimientos
históricos desde época fenicia hasta la Revolución
de los Claveles, pocas capitales europeas pueden competir con
la alegría y el colorido lisboeta.
Comenzamos, como no podía ser de otra forma,
por el Monasterio de los Jerónimos. Aunque su iglesia se
encuentra recientemente clausurada por restauración, sí
pudimos disfrutar de sus dos soberbias portadas, todo un programa
propagandístico esculpido a la gloria del rey Manuel I.
Además, dedicamos a su magnífico claustro
y a las dependencias monacales más de una hora para comentar
los intricados detalles de esta obra cumbre de la arquitectura
manuelina.
Llegada la hora del desayuno, nos acercamos a degustar
los típicos pastelitos de nata de Belém, antes de
seguir bordeando el puerto hasta el Monumento a los Descubridores,
una colosal carabela de piedra que honra a los navegantes portugueses
como Vasco de Gama, Fernando de Magallanes o Pedro Alvares Cabral.
No podíamos irnos de esta zona sin visitar
la icónica Torre de Belém. Construida en la desembocadura
del Tajo en el siglo XVI con fines defensivos y en un delicadísimo
estilo manuelino, en la actualidad se ha convertido en el emblema
de la ciudad de Lisboa. Tras subir a su bonita logia y tomarnos
unas fotos en la barbacana, cogimos nuestro bus hacia el centro
de la ciudad para seguir con nuestra programación.
Nuestra próxima visita fue el Museo Arqueológico
do Carmo, ubicado en las ruinas de un antiguo convento carmelita
de estilo gótico venido a menos tras el terrible terremoto
de 1755. Movidos por el espíritu romántico decimonónico,
la primera Asociación de Arqueólogos portugueses
decidió instalar su sede en tal mágico lugar y preservar
así una nutrida colección de piezas prerromanas,
romanas, precolombinas, medievales...
A continuación, cruzamos la popular Plaza
del Rossio para entrar en la Iglesia de Santo Domingo, en apariencia,
una sobria iglesia barroca. Su interior, sin embargo, es verdaderamente
sobrecogedor, pues se encuentra quemado y semiderruido, testigo
de los numerosos terremotos e incendios que han sacudido la capital
lusa a lo largo de los siglos.
No se plantea su restauración, pues los lisboetas quieren
dejarlo como testimonio vivo de su historia, y en este caso, no
podríamos estar más de acuerdo, pues el lugar está
envuelto en misticismo y emoción.
Tras una fantástica comida en un céntrico
restaurante, ascendimos por el casco histórico hasta la
Catedral de Lisboa, uno de los templos más importantes
para la historia portuguesa pues su construcción está
marcada por la reconquista de la ciudad a los musulmanes. En origen
románica, en época gótica se construirá
una girola con diez capillas para dar cabida a todos los peregrinos
que venían a honrar las reliquias de San Vicente, actualmente
expuestas en su pequeño museo capitular.
Como todavía era temprano y el buen tiempo
acompañaba, dispusimos de un buen rato de tiempo libre
para recorrer la ciudad a nuestro antojo, tomarnos un refresco
en la vital Plaza del Comercio o comprar souvenirs antes de recogernos
en nuestro hotel para cenar y descansar.
La mañana del sábado la dedicamos por
completo al maravilloso Palacio da Pena de Sintra, residencia
de verano de la familia real portuguesa y máximo exponente
del estilo romántico en el país. Construido en el
siglo XIX sobre las ruinas de un antiguo convento medieval, este
singular lugar no nos dejó indiferente a ninguno por su
eclecticismo y su colorido.
Aunque de difícil acceso, pues requiere de
un periplo de tres autobuses para llegar a la cima, recorrimos
con gusto todas sus estancias, perfectamente musealizadas, y disfrutamos
del paraje tomando numerosas fotografías.
A mediodía llegamos a la ancestral ciudad
de Santarém, que remonta sus orígenes a las primeras
colonias fenicias, aunque también pasarían por ella
griegos, romanos, visigodos y musulmanes. Su rica historia se
evidencia en su nutrida arquitectura, aunque nosotros nos centramos
en los conjuntos medievales, ya que Santarém es conocida
como la capital del gótico portugués.
Tras una estupenda comida, en la que degustamos los
tradicionales torricados, nos acercamos rápidamente a conocer
el claustro del convento de San Francisco, de remarcable importancia
histórica pues fue la primera fundación de la orden
en Portugal.
Tristemente, su estado de conservación no
es demasiado bueno, puesto que el abandono iniciado en el siglo
XIX y posterior expolios han dejado su interior casi irreconocible.
En la actualida se usa la iglesia para diversos eventos políticos
y sociales.
Seguimos nuestra ruta gótica hacia la bonita
iglesia conevntual de Santa Clara. Con una fachada sobria, su
interior sorprende por sus diáfanos 72 metros de longitud,
rematados por un sencillo rosetón a cuyos pies se encuentra
la historiada tumba de Doña Leonor, que destaca por su
relieve de San Francisco recibiendo los estigmas.
Continuamos paseando por el casco histórico
hasta la monumental iglesia de Santa María de Graça
y su espléndida fachada flamígera dominada por un
intrincado rosetón de tracerías. Su interior es
armónico y luminoso, y custodia varios sepulcros nobiliarios
de especial interés, como el de Pedro Álvares Cabral,
descubridor de Brasil, cuya lauda se encuentra tallada con una
delicada inscripción en letras góticas.
Terminamos la tarde en la recién inaugurada
iglesia de São João de Alporão. Tras varios
años cerrada por una meticulosa restauración, fuimos
unos de los primeros afortunados en volver a contemplar su bello
y peculiar ábside hemidecagonal, así como los intrincados
túmulos adosados a la nave. ¡Bien ha merecido la
pena la espera!
Con la caída de la tarde, las terrazas de
Santarém comenzaron a animarse, así que decidimos
dejar un rato libre para tomarnos algo y charlar animadamente
antes de emprender el camino de vuelta al hotel de Alcochete.
Aprovechamos la mañana del domingo para hacer
una última visita antes de regresar a Madrid, y nos desviamos
hacia el municipio de Óbidos. Esta coqueta ciudadela recibe
el nombre de "Vila das Rainhas", pues desde el siglo
XIII será incluida en las dotes de las reinas portugueses,
quienes harán cuantiosas donaciones para embellecer la
ciudad. Eso da como resultado un encantador pueblecito plagado
de calles laberínticas, casitas blancas, capillas manuelinas
y acogedoras cafeterías y tiendas típicas donde
venden la famos ginjinha que es un riquísimo licor de guindas.
Una forma relajada y agradable de terminar un viaje tan cargado
de arte.
Ganando kilómetros hacia Madrid, paramos a
hacer una última comida familiar todavía en Portugal.
Tras las dos paradas reglamentarias, llegaríamos a casa
una hora antes de lo previsto.
¡Gracias a todos por acompañarnos un
año más! Esperamos contar con todos vosotros en
los viajes del año 2025.