Durante el primer fin de semana de
marzo tuvo lugar la II Edición (ampliada) del Viaje Guiado
ARTEGUIAS "Ruta del Mudéjar Aragonés Patrimonio
de la Humanidad", un itinerario que recorrió varias
de las iglesias mudéjares zaragozanas que, desde 2001,
fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco ampliando
así el reconocimiento que ya en 1986 distinguió
al mudéjar turolense.

Y es que aunque Teruel es la gran capital
del Mudéjar Aragonés, la provincia del Mudéjar
es sin duda Zaragoza, cuya geografía se encuentra de norte
a sur y de este a oeste salpicada de maravillosas iglesias de
este estilo que, pese ser endémico en nuestro país,
ha contado con mucho menor reconocimiento y estudio que otros
estilos medievales.

En concreto, nuestra atención
se centró en la Comarca de Calatayud y en la Ribera Alta
del Ebro, donde la densidad tanto cualitativa como cuantitativa
es realmente relevante.

De esta manera, tal y como estaba estipulado,
salimos de la Avenida de América de Madrid para, tras la
parada técnica de rigor en un área de servicio de
Medinaceli, llegar a la localidad de Ateca, primera de nuestras
paradas temáticas del fin de semana, no sin antes sentar
las bases durante el camino y a modo de introducción sobre
los aspectos conceptuales sobre el estilo que nos ocupaba.

Allí en Ateca, ascendimos a través
de su casco urbano medieval hasta la iglesia de Santa María,
donde en primer lugar nos detuvimos frente a la torre campanario,
erigido sobre un antiguo alminar que lo convierten en uno de los
más antiguos del grupo.

A continuación, tras acceder
al interior y disfrutar de su amplia nómina de obras de
arte sacro así como explicar la convivencia o maridaje
entre el gótico y el arte andalusí, ascendimos a
ese andito o paseo de ronda tan común en el mudéjar
aragonés, lo que nos permitió contemplar de primera
mano esa primitiva estructura y decoración del viejo alminar.
Desde Ateca, en apenas cuarto de hora
llegamos al epicentro de nuestra ruta, que no era otra que la
ciudad de Calatayud, en la que, tras descender del autobús
frente a la Puerta de Terrer, nos aproximamos a la iglesia de
San Andrés, magníficamente restaurada y con uno
de los campanarios más interesantes de la ruta.

Tras visitar su interior, a pocos metros
se yergue la espectacular colegiata de Santa María, donde
además de su torre mudéjar ya bajomedieval, no podíamos
dejar de detenernos en un gran templo llamado a ser catedral -aunque
nunca llegó a serlo- y que cuenta con una de las mejores
portadas renacentistas aragonesas, así como una amplia
nómina de capillas laterales con impresionantes retablos.

Tras Santa María, ya de camino
al restaurante, no podíamos tampoco dejar de visitar la
iglesia de San Pedro de los Francos, con su suntuosa portada gótica
y en cuyo interior se custodia uno de los mejores órganos
de la Comunidad.
Tras la comida, la tarde se centró
en dos espectaculares iglesias fortaleza muy próximas a
Calatayud y que, pese a su distinción por parte de la Unesco,
resultan grandes desconocidas.
La primera de ella fue la de Santa Tecla
de Cervera de la Cañada, encaramada en la parte más
elevada del núcleo urbano resaltando su carácter
defensivo. Esta iglesia, como ocurre en otras mudéjares
de Aragón, se caracteriza porque su mayor belleza se encuentra
en su interior, de manera que una vez accedimos, ninguno de nuestros
acompañantes pudo ocultar su sorpresa y admiración.

Aquí tuvimos ocasión de
desgranar al dedillo cada aspecto del templo, de nuevo haciendo
énfasis en la cuestión de nomenclatura y mano de
obra, ya que además de su belleza, esta iglesia es una
auténtico libro abierto para investigadores y estudiosos
ya que está cuajada de inscripciones que nos aportan numerosos
datos sobre su devenir histórico.

Apenas a 5 kilómetros de Cervera,
ya atardeciendo y haciendo brillar especialmente el ladrillo con
que está levantada, nos acercamos a Torralba de Ribota,
una verdadera joya desconocida del mudéjar aragonés
que, de nuevo, hizo las delicias de nuestros viajeros.

En ella, además de comentar su
interesantísima colección de retablos góticos
así como diversas particularidades sobre su restauración,
tuvimos ocasión de ascender y recorrer todo el perímetro
de su paseo de ronda, obteniendo sobre todo desde la zona del
coro alto, instantáneas que quedarán para el recuerdo.

Ya de noche, con la iglesia maravillosamente
iluminada, regresamos al autobús para, en apenas 10 minutos,
llegar a nuestro hotel situado en Calatayud.
La mañana del domingo, soleada
y algo más templada que la del sábado, la iniciamos
poniendo rumbo sureste con destino a uno de esos lugares por los
que no se pasa nunca: un lugar al que solo llegan los verdaderos
amantes del arte. Se trata de la localidad de Tobed, alejada de
cualquier vía de comunicación y solo accesible a
través de una carretera tan curvilínea como pintoresca.

Pero mereció la pena, ya que
la iglesia de Santa María es una de las joyas de la corona
del mudéjar zaragozano, con su fachada magníficamente
conservada y decorada y su impoluto interior, con museo parroquial
incluido. Un auténtico disfrute para los sentidos.

A media mañana abandonamos provisionalmente
la Comarca de Calatayud para, rumbo norte, adentrarnos en la Ribera
Alta del Ebro y conocer la iglesia de San Pedro de Alagón,
también especialmente interesante y perfecto paradigma
de esas "lagunas" historiográficas que aún
padece el mudéjar, y es que sobre su torre aún quedan
dudas si aprovechaba un alminar árabe o fue levantado exprofeso
en época de dominación cristiana.


Para rematar la jornada de mañana,
unos kilómetros aguas abajo del Ebro y ya bajo la influencia
urbanística y demográfica de la expansión
de Zaragoza, aún nos aguardaba una sorpresa que resiste
en el pequeño casco antiguo de Utebo y que constituye uno
de los símbolos del mudéjar zaragozano.
Nos referimos al antiguo campanario
de la parroquia de La Asunción, este sí íntegramente
mudéjar cuajado de fórmulas decorativas a partir
de la colocación del ladrillo que generan preciosos claroscuros
y que contrastaban, en un día tan soleado como el que tuvimos
ocasión de disfrutar, con el brillo resplandeciente de
sus placas de cerámica vidriada.

Ya ganándole terreno al viaje
de vuelta, comimos en un céntrico restaurante de La Almunia
de Doña Godina para, desde ahí y como colofón
a un fin de semana fantástico, visitar la Ermita de la
Virgen de Cabañas, una pequeña construcción
que se salía un poco de la línea temática
mudéjar pero bien merecía una visita.

Pese a estar en restauración,
tuvimos ocasión de comprobar de primerísima mano
el resultado del mismo, y es que su interior conserva interesantísimas
pinturas del gótico lineal tanto en el ábside como
en la zona del baptisterio en el sotocoro, cuyo alfarje por cierto,
es también mudéjar original.
Desde la ermita de Cabañas emprendimos
regreso a Madrid para llegar perfectamente holgados en el horario
previsto.
Muchas gracias por acompañarnos.