Entre el jueves día 9 y el domingo
12 de junio tuvo lugar el esperadísimo Viaje Guiado ARTEGUIAS
"Tarragona y La Ruta del Císter", un itinerario
que nos llevó a conocer tanto la bimilenaria Tarraco romana
como los tres grandes monasterios del Císter catalán,
todo ello complementado con una serie de visitas a lugares situados
entre ellos y que por su estratégica situación,
bien merecían una parada.
Así pues, el jueves, huyendo
del calor madrileño, iniciamos viaje rumbo a tierras catalanas,
realizando las consabidas paradas técnicas reglamentarias
y aprovechando el trayecto para introducir tanto el contexto histórico
del territorio a visitar como las especificidades teóricas
y arquitectónicas de los monasterios cistercienses, sometidos
a una estricta regla.
Tras comer en un restaurante de la ciudad
de Fraga, nos adentramos en la provincia de Lérida para
visitar el primero de los cenobios de "La Ruta del Cister",
el único femenino de los tres que visitaríamos y
también el único femenino: nos referimos a Santa
María de Vallbona de les Monges.
En Vallbona iniciamos la visita en el
exterior, comentando la cabecera y la portada del crucero norte,
excepciones figurativas dentro del rigor anicónico cisterciense.
Ya en el interior, nos detuvimos tanto en su iglesia abacial como
en su monumental claustro y estancias adyacentes, entre ellas
una recién inaugurada botica que llamó la atención
a todos los viajeros.
Desde Vallbona abandonamos Lleida para
penetrar en tierras de Tarragona y visitar la iglesia de San Ramón
de El Pla de Santa María, una preciosa construcción
románica y complemento ideal a la Ruta del Cister al situarse
equidistante entre Poblet y Santes Creus.
Desde El Pla tomamos dirección
hacia el litoral hasta llegar a nuestro hotel, situada en la populosa
localidad de Salou, la cual ya a inicios de verano empieza a tener
mucho ambiente.
La jornada de sábado la dedicamos
íntegra a la ciudad de Tarragona, desembarcando frente
al Portal del Roser, punto de entrada al casco histórico
donde nos esperaba nuestra guía oficial que nos acompañaría
durante toda la jornada.
Como no podía ser de otra manera,
la introducción a la historia de Tarraco la realizamos
frente a una espectacular y más que clarificadora maqueta
de la antigua ciudad romana para, desde ahí, iniciar el
paseo arqueológico que discurre paralelo a las murallas.
Ya en el interior del cogollo monumental,
realizamos la parada técnica en la misma plaza en la que
se conservan los restos más evidentes del antiguo foro
de la provincia para, desde ella, introducirnos en la Tarragona
medieval visitando la fachada del antiguo Hospital de Santa Tecla
o la capilla de Sant Pau, hoy integrada en el edificio del Seminario.
El plato fuerte de la mañana
tarraconense, como no podía ser de otra forma, fue su catedral,
donde comentamos detenidamente su fachada occidental antes de
acceder al interior.
Dentro de la catedral explicamos las
fases de su construcción, desde el siglo XII al XIV básicamente.
Nos detuvimos en algunas capillas especialmente importantes y
analizamos dos obras de arte mueble de singular valor: el retablo
gótico de la cabecera y el frontal de altar románico.
Para rematar la jornada matutina tuvimos
ocasión de comentar detenidamente su claustro catedralicio,
que si bien no es de los más famosos del románico
español, sí presenta capiteles de gran interés
iconográfico al tratarse temas no tan comunes.
Fue, precisamente en este claustro,
el lugar elegido para hacernos la habitual foto de grupo que nos
servirá de recuerdo para siempre de esta visita.
Tras la comida en una agradabilísima
y fresca terraza del centro histórico, regresamos a la
Tarraco romana para visitar varios de sus restos más famosos,
como el Circo o la Torre del Pretorio, desde cuyas terrazas se
contemplan magníficas vistas de la ciudad y de la costa
mediterránea.
Tras la parada técnica nos acercamos
a los restos del foro local o de la provincia y, como más
que digno remate a una jornada de lo más intensa de contenidos,
descendimos hasta su famoso Anfiteatro, en cuyo interior se conservan
restos de una basílica altomedieval.
Para la mañana del sábado
nos aguardaba otro de los platos fuertes de la ruta como es el
Monasterio de Santa María de Poblet, declarado Patrimonio
de la Humanidad.
En esta ocasión iniciamos la
visita por el claustro y dependencias: sala capitular, locutorio,
refectorio etcétera. Desde el propio claustro ascendimos
al monumental dormitorio de monjes, una estancia de enormes dimensiones
desde la que, como harían los monjes en su día,
descender por la escalera de maitines hasta la iglesia.
Por supuesto, en la iglesia abacial
de Poblet la atención la captó el panteón
real en el que reposan varios de los reyes más relevantes
de la historia de la Corona de Aragón.
Muy cerca de Poblet no podíamos
dejar pasar la ocasión de visitar la villa de Montblanc,
una de esas poblaciones que indefectiblemente aparecen en el elenco
de pueblos más bonitos de Cataluña.
En Montblanc realizamos un recorrido
urbano visitando las iglesias de San Pere, Santa María
y recorriendo incluso la parte transitable de su muralla.
El tercer y último de los monasterios
del Císter que visitamos fue el de Santes Creus, después
de comer en un agradable restaurante de la pequeña localidad
surgida y crecida en torno a él.
De nuevo la monumentalidad y la armonía
de la arquitectura cisterciense causó sensación
entre los viajeros, especialmente su claustro gótico, la
inmensa sala capitular y, por supuesto, la iglesia abacial, también
con tumbas reales.
Desde Santes Creus emprendimos brevemente
rumbo norte para conocer una de las mejores manifestaciones del
románico en la provincia de Tarragona como es la ermita
de Santa María de Bell-lloch, situada en la localidad de
Santa Coloma de Queralt.
En ella, además del precioso
sepulcro custodiado en su interior, nos detuvimos en su portada
occidental, originalísima y con un interesantísimo
repertorio iconográfico. Desde allí, regresamos
al hotel para descansar y afrontar la última de las jornadas
del viaje.
El domingo, ya con la idea de ir ganándole
kilómetros al viaje de vuelta, visitamos la espectacular
población medieval de Siurana, cuyas casas literalmente
cuelgan sobre un espolón rocoso que precipita sobre el
desfiladero tallado por el río hoy embalsado.
En Siurana recorrimos los diferentes
miradores sin dar tregua a nuestras cámaras fotográficas
hasta desembocar frente a su iglesia románica, cuya portada
con su tímpano fue la mejor guinda monumental a cuatro
días fantásticos.
Desde Siurana, tras dejar un rato para
descansar y tomar un refrigerio en las encantadoras terrazas del
pueblo, regresamos al autobús para, atravesando las preciosas
carreteras de la Comarca del Priorat, llegar a Fraga para comer
e iniciar camino de regreso a Madrid.
Muchas gracias a todos por vuestra compañía.