Lo que si parece claro, por deducción, es
que esta iglesia perteneció a una persona o institución
de cierta relevancia pues no se trata de un templo cualquiera
sino de uno de buena arquitectura y mejor escultura.
Lo más probable es que el fundador, un noble
de cierta importancia, ejerciera como patrono y organizase una
cofradía. Ambos se ocuparían de mantener el edificio
y sus posesiones, y nombrarían un abad. La cofradía
se reuniría y celebraría sus festividades en la
propia iglesia.

Quien más ha estudiado este monumento navarro
es Andrés Ortega, que también ha trabajado exitosamente
para darla a conocer entre los amantes del arte medieval. Tras
una laboriosa investigación, este autor asegura que San
Pedro de Echano fue la capilla anexa a un palacio formado por
diversas dependencias propiedad del señor del Valle de
Orba (Valdorba). Dicho complejo palaciego se cita en un documento
del siglo XVI y sus ruinas todavía se conservaban en
el siglo XX como demuestra una fotografía aérea
realizada en 1931. Por desgracia, en la restauración
del edificio que se acometió en el siglo XX estos restos
fueron removidos por lo que hoy nada sabemos con certeza de
estas dependencias.
Arquitectura
Como veremos, el templo es una construcción
realizada completamente con sillería, de una sola y larga
nave de tres tramos engarzada a una cabecera con presbiterio
y ábside de planta semicircular. Posiblemente, se proyectó
con cimborrio sobre falso crucero (en el primer tramo de la
nave) pero no existe en la actualidad. El edificio también
cuenta con dos puertas y una espadaña.

Tradicionalmente se viene diciendo que su construcción
obedece a dos momentos y talleres distintos por la diferencia
en el estilo de esculpir entre ambos. El primero se ocuparía
del comienzo de las obras: cabecera, muros perimetrales, incluyendo
la gran portada norte, y los capiteles del interior. El segundo
se ocuparía del abovedamiento y de los canecillos de
la cabecera y del alero septentrional.

En un reciente estudio, Juan Antonio Olañeta
propone que son tres los talleres que intervinieron en su construcción,
como veremos al final de este artículo.
Exterior
La iglesia se encuentra completamente exenta en
un pequeño valle rodeado de verdor, lo que la convierte
en una auténtica belleza del románico rural navarro.
No debemos dejarnos influir por la denominación de "ermita",
porque, como veremos, se trata de un notable edificio de considerable
tamaño (20 metros de longitud), el más grande
la Valdorba junto a la iglesia de Orísoain.

Cabecera y nave
Su ábside semicilíndrico está
articulado y reforzado mediante contrafuertes de no excesiva
profundidad. En los paños existen tres ventanales de
tipo portada, muy grandes y esbeltos, con altas columnas que
recogen sendas arquivoltas de baquetón trasdosadas por
guardapolvos decorados con bolas. Sus capiteles son vegetales,
salvo alguno donde aparecen cabecitas humanas entre volutas.

Los muros laterales de la nave también tienen
parecidos contrafuertes a los de la cabecera, coincidiendo con
los arcos fajones de la bóveda de medio cañón
del interior. En la parte del muro sur, correspondiente al primer
tramo de la nave, existe una ventana de iluminación más
sencilla que las absidales.
Un rasgo que llama poderosamente la atención
de San Pedro de Echano es la existencia de numerosísimos
mechinales que sirvieron para encajar los postes horizontales
de los andamios. Éstos solían rellenarse con materiales
o con el propio tronco de madera cortado, pero aquí han
quedado huecos.

Sobre el imafronte hallamos una sencilla pero bonita
espadaña. Tiene tres troneras, dos contiguas y la tercera
encima. Es probable que sea de fecha posterior a la construcción
del templo. Había llegado a nuestra época bastante
deteriorada por lo que en los arreglos del pasado siglo se restauró.
Debajo, para iluminar el interior del templo, especialmente
en los atardeceres, se abrió una aspillera rodeada por
un arco dovelado.

Puertas
De manera poco habitual, el ingreso del muro meridional
es de una sencillez extrema: sólo un arco de medio punto
que cobija un tímpano liso. Tanta simplicidad, sobre
todo en comparación con la gran portada septentrional,
refuerza la hipótesis de que adosados a la iglesia -en
este caso al muro sur- hubiese estancias monacales, comunales
o palaciegas.
La puerta norte, sin embargo, se abre a un estrecho
pasillo flanqueado por la ladera del valle. Incluso, sabemos
que en la restauración se tuvo que desenterrar la parte
inferior por estar tapada por sedimentos. Sin embargo, cumplía
la función de comunicación con el entorno exterior
porque, como hemos conjeturado, la meridional sería empleada
para usos domésticos y de enlace entre el templo y otras
estancias privadas.

Sorprende que su localización no sea el
centro aproximado del muro sino que se encuentre en el tramo
más occidental de la nave.
Tiene esta puerta un gran tamaño y bella
estructura. Dado su gran desarrollo y abocinamiento hubo de
construirse un profundo arimez. La mitad inferior está
protagonizada por las jambas y seis columnas acodilladas cuyos
capiteles ofrecen temática vegetal, aves apicadas y personajes
interactuando entre sí con sus brazos, incluyendo uno
que se arrodilla. Se han lanzado diversas hipótesis sobre
la iconografía de las citadas cestas pero no es un tema
que haya quedado convenientemente aclarado. Además algunos
están parcialmente rotos lo que dificulta aún
más su correcta interpretación.

Tiene seis arquivoltas de medio punto, guardapolvos,
tímpano liso y tres pares de columnas acodilladas en
las jambas. Además de diversos motivos geométricos
y vegetales, interesan dos de las citadas arquivoltas. La interior
tiene una larga serie repetitiva de parejas de aves. La cuarta,
contando desde el centro, es la más importante por estar
esculpida con una serie de personajes dispuestos radialmente
que requiere una cierta profundización en el comentario.
En efecto, pocas puertas del románico rural
español (y por extensión el resto de la iglesia)
han gozado de tantos estudios y merecido tan distintas interpretaciones
iconográficas y simbólicas como ésta que
nos ocupa de la iglesia de San Pedro de Echano. Algunos de los
autores que han escrito sobre ella son: Tomás Biurrun
y Sotil, Francisco de Olcoz y Ojer, José María
Yarnoz Orcoyen, Andrés Ortega Alonso, C. Fernández-Ladreda,
J. Martínez de Aguirre, C. J. Martínez Álava,
Luis María de Lojendio, Antonio García Omedes,
Juan Antonio Olañeta, etc.

En la citada arquivolta se observan diversos hombres
que se encuentran simulando estar sentados y apoyados sobre
el propio bocel de la arquivolta como si fuera una mesa. Muestran
una cierta individualización mediante la forma de sus
cabellos y barbas. Dos de ellos presentan la curiosidad de ser
cojos y tener patas de palo. Muchos de ellos figuran con los
brazos levantados, en ocasiones tirando de sus propios cabellos.
Por último queda decir que no faltan entre estos personajes
algunos músicos que tocan una flauta de pan, un cuerno
y quizás tejoletas.
En la clave y las dovelas de próximas aparece
un personaje con barba partida y terminada en pronunciados rizos
en espiral. A su lado, un rostro que no tiene cuerpo (posiblemente
una máscara) y más a la izquierda dos cabezas
que continúan debajo del bocel con sólo dos piernas.
Se han buscado referentes a esta forma de ubicar
personajes en una portada del románico español.
Realmente existen varios pero los más próximos
geográficamente son algunos personajes así dispuestos
en la Porta Speciosa de la iglesia del monasterio de Leyre (Navarra)
y e uno de los arcos de la iglesia de Santa María de
Uncastillo (Zaragoza).
Para Andrés Ortega lo que se esculpió
en ella es una fiesta popular y de origen pagano promovida y
presidida por el noble, señor de la Valdorba, durante
el invierno (las Kalendae Januariae). El señor aparecería
junto a la clave con cabello largos y barba partida y terminada
en pronunciados rizos. A la izquierda del observador (su derecha),
el ya citado personaje con dos cabezas y dos piernas sería
la divinidad pagana Jano, aludiendo al cambio de año.
Entre ambos, la máscara simbolizaría la fiesta
de los carnavales invernales donde los aldeanos se disfrazaban
y portaban diferentes caretas.
Según esta hipótesis, los personajes
que aparecen en los capiteles estarían relacionados con
el servicio ofrecido por los vasallos al señor propietario
de la tierra, del palacio y de la capilla.

Otro autor ha querido ver en el grupo de los personajes
de esta misteriosa arquivolta (recordemos los cojos con pata
de palo), un banquete en el que se invita a los más desfavorecidos
de la sociedad, en alusión a las palabras del Evangelio
sobre el banquete de los pobres. Sin embargo, en toda la representación,
no hay rastro de alimentos ni de ningún elemento de la
vajilla que permita identificar la escena como un banquete (copas,
platos, jarras, etc.).

Un diferente estudioso ha considerado que en esta
arquivolta lo que se muestra es a los veinticuatro ancianos
del Apocalipsis por sincretización cristianizadora de
una celebración celta. Concretamente, se refiere a las
reuniones de bardos en el mundo celta irlandés. Los bardos
eran y son (pues las reuniones se siguen celebrando hoy día)
músicos y poetas -una especie de trovadores- que se juntan
para recitar y cantar sus poemas en competición por conseguir
el galardón al mejor de todos ellos. En Irlanda este
encuentro se llama "La Reunión Anual de Bardos".
La presencia del personaje de dos cabezas y dos
piernas serviría para enfatizar que la cultura céltica
era de carácter bicéfalo: el poder se concentraba
no sólo en una figura sino en dos: por un lado el rey
y por otro el druida, asociados al binomio entre la estrella
sirio y dios Lug. Para reforzar la hipótesis de los bardos
sincretizados como ancianos del Apocalipsis, presupone que en
el tímpano liso o perdido existiría un Cristo
en Majestad (Parusía del Apocalipsis). Por su parte en
los capiteles de la puerta estarían esculpidos pasajes
evangélicos relacionados directamente con Jesús.
Los canecillos
Desde el punto de vista de pericia estética,
el taller que se ocupó de los canecillos supera al de
la puerta. Se trata, como veremos al final de este artículo,
del taller del Maestro Leodegarius que trabajó, entre
otros lugares, en Sangüesa.
Canecillos vegetales y geométricos
Son numerosos los canecillos formados por hojas
vegetales arqueadas de distinta composición, algunas
llegando a plegarse formando espirales. Hay uno con cuatro grandes
flores de distinto número de pétalos. Otros contienen
series de semiesferas. Sin embargo, los más interesante
son dos que muestran lazos en complejos bucles sin fin.

Canecillos figurados
Aparecen numerosos animales como serpientes, leones,
posiblemente un oso, etc.
Entre los personajes humanos aparecen dos hombres
y una mujer exhibiendo sus sexos; músicos con variados
instrumentos incluyendo dolios, personas sentadas con las manos
apoyadas sobre las rodillas, un personaje con una llave, un
contorsionista, etc.

Uno muy interesante muestra una cabeza bestial
con cuernos y curvados colmillos devorando dos hombres, que
se ha identificado como el dios pagano Baal o lo que es equivalente:
una representación demoniaca.

Relacionado con el anterior, pero de posible signo
opuesto, es uno de los modillones que muestra la cabeza de un
león de cuya boca aflora medio cuerpo de un hombre. Probablemente
se trata de la habitual simbolización de la muerte iniciática.
Pero lo que complica la interpretación es que de uno
de los oídos del hombre sale una serpiente cuya boca
termina en el oído del felino y de su opuesto nace otra
serpiente que alcanza con su cabeza al humano.

Otro de los canecillos importantes es el que muestra
a un hombre barbado, con la frente ancha, alopecia o quizás
tonsura. Se encuentra sentado con sus grandes manos sobre las
rodillas y lleva ropa orlada con un perlado. Los distintos autores
se han ocupado de este personaje y lo han identificado con el
comitente de la construcción (el señor del Valle
de Orba), el abad, etc. Tampoco habría que descartar
la posibilidad de que se tratase del maestro del taller. A partir
del siglo XII se va haciendo más habitual que dicho maestro
se autorretratase en la obra del que él era coprotagonista.

Interior
El interior del templo se nos aparece como sobrio
y elegante, a pesar de que se aprecia que no fue terminado como
había sido concebido. El ábside tiene bóveda
de cuarto de esfera con apuntamiento y la nave se cubre con
bóveda de medio cañón también apuntado
con arcos fajones.
Los apoyos de los arcos del tramo siguiente al
presbiterio son de gran espesor y tienen semicolumnas. En este
tramo, precisamente, aparece adosados los arranques de arcos
laterales (como si fueran formeros) que, como en el Santo Cristo
de Cataláin, parecen indicar que se planificó
la construcción de un cimborrio de iluminación.
No sabemos si aconteció la ruina o que el proyecto no
llegó a materializarse, pero el caso es que también
ese tramo se terminaría cerrándose abovedándolo
con medio cañón apuntado.

Son seis las semicolumnas que aparecen en el interior.
Sus capiteles ofrecen diversos temas de difícil interpretación
iconográfica y simbólica.
Dos son vegetales, imitando las hojas de acanto
y las volutas de los capiteles clásicos. Un tercero es
similar a los anteriormente descritos pero en sus tres caras
vistas hay cabecitas humanas entre volutas. En otro se esculpieron
parejas de leones acompañados de cabezas humanas también
entre volutas.
Hemos dejado para el final los dos capiteles que
consideramos los más interesantes. En uno de ellos aparece
un personaje sentado con las manos sobre sus rodillas y es flanqueado
por otro dos personajes, uno de ellos arrodillado.
El otro capitel muestra un hombre sentado con un
libro y a sus costados sendos leones. Uno de ellos pone su garra
sobre este libro y parece avanzar su lengua sobre él.
El león opuesto apoya su garra sobre la pierna izquierda
del personaje.
Talleres
La mayoría de los autores defienden que
hay dos formas distintas de esculpir los relieves figurados
en San Pedro de Echano. Los capiteles interiores, los personajes
radiales y las aves de la portada norte así como sus
capiteles se habrían ejecutado por un taller vinculado
al monasterio de Leyre y mucho más lejanamente al Taller
del Maestro de las Platerías o de la Puerta Francígena
(antes se denominaba Maestro Esteban).
Los canecillos del ábside y del alero del
muro norte, sin embargo, muestran evidentes similitudes con
los entrelazos, los personajes humanos y los animales que pueblan
la gran portada de Santa María la Real de Sangüesa
y atribuidos al Taller del Maestro Leodegarius como indica una
inscripción.

Sin embargo, para Juan Antonio Olañeta,
tras un pormenorizado estudio estilístico de numerosos
templos a los dos lados de los Pirineos, no serían dos
sino tres talleres. A saber: