Guía de la Ermita de la Virgen del
Camino de Badostáin, Navarra
Introducción
El
Concejo rural de Badostáin se sitúa apenas
a 5 kilómetros de la ciudad de Pamplona, pareciendo incluso
menos debido a la presión urbanística que ejerce
el imparable crecimiento de su área metropolitana; aunque
administrativamente se adscribe al municipio del Valle de Egüés,
del que durante décadas y hasta el desarrollo de Sarriguren,
fue uno de sus núcleos más importantes.
Pese a su cercanía con la ciudad y al carácter
eminentemente residencial que ha ido adquiriendo en las últimas
décadas, Badostáin, a diferencia de otros barrios
próximos a Pamplona, ha sabido mantener su autenticidad
y su fisionomía eminentemente rural, algo muy valorado
entre sus vecinos, entre los que circula el simpático chascarrillo
de "tenemos a 5 minutos el Corte Inglés y el aeropuerto,
pero vivimos en un pueblo".
Cuenta Badostáin con una iglesia parroquial
situada en el mismo centro de la población y dedicada a
San Miguel que conserva restos románicos, sin embargo,
a nosotros nos interesa más la hoy ermita de Santa María
del Camino, asociada al cementerio y situada a unos pocos
cientos de metros al oeste del caserío acomodándose
en una suave ladera desde la que se disfrutan amplísimas
panorámicas de la Cuenca de Pamplona.
Las primeras referencias documentales del lugar de
Badostáin se remontan al siglo XI, apareciendo entre las
numerosas propiedades del Monasterio de Leyre, sin embargo, para
hallar la primera referencia que nos habla explícitamente
de una construcción religiosa hay que esperar a 1215, año
en que Doña Sancha Arceiz de Arleta dona a la Catedral
de Pamplona el Monasterio de La Morea.
Para buena parte de los estudiosos esta ermita de
Santa María del Camino podría la iglesia monástica
de dicho cenobio desaparecido, y lo cierto es que por sus características
arquitectónicas su construcción no debería
alejarse demasiado de esas primeras décadas del siglo XIII.
Hasta los años 50 de la pasada centuria la
ermita permaneció en estado de ruina, desprovista de cubiertas
y sirviendo sus desvencijados muros como cerramiento del camposanto.
Fue entonces cuando se acometió una restauración
total siguiendo criterios históricos tratando de aproximarse
en el mayor grado posible a cómo sería en origen.
A pesar de esta intervención, el edificio
sigue sufriendo el mal de la piedra por exfoliación, como
se puede comprobar en el tímpano de la puerta, más
concretamente en el relieve de su crismón.
Exterior
Tal y como la admiramos en la actualidad, la ermita
de la Virgen del Camino de Badostáin, fue levantada
en buena sillería de rocas calcarenitas (rocas sedimentarias
por consolidación de arenas calcáreas) con esa tonalidad
tan especial que veremos en otros templos de la cuenca pamplonesa
como Eusa, ofreciendo tonalidades amarillas y grises. Presenta
una sola nave rematada tras un tramo recto en un ábside
semicircular.
Tanto los muros laterales norte y sur como la propia
cabecera llaman la atención por su potente articulación
a base de contrafuertes, confiriendo al conjunto cierto aire de
fortaleza. La espadaña, elevada a los pies, es un añadido
moderno.
Cabecera
Sin duda el mayor interés de la iglesia se
concentra en la zona cabecera, quedando dividido el ábside
en cinco paños separados por contrafuertes y abriéndose
en el centro de cada uno de los impares un ventanal en arco de
medio punto sobre columnas y capiteles.
Las cestas de los ventanales cabeceros, como las
de la horadada en el tramo recto meridional, presentan mayoritariamente
decoración vegetal muy esquemática y erosionada,
salvo en una de las ventanas en las que se vislumbran motivos
zoomorfos casi irreconocibles por su desgaste.
Puerta
También orientada al sur y encajonada entre
dos de los potentes contrafuertes que articulan la fachada, la
portada principal despliega tres arquivoltas abocinadas y de medio
punto que descansan sobre columnas acodilladas rematadas en capiteles
de decoración simétrica, de manera que cada uno
de ellos repite el esquema de su equivalente al lado opuesto del
vano.
Los más interiores, pese a la degradación,
permiten intuir unas cabecitas. Los intermedios motivos vegetales
de remate avolutados y, por último, los exteriores, parejas
de aves (dos por cada cara) que entrecruzan sus cuellos y se picotean
sus patas, un motivo que parece inspirarse (aunque con una factura
más popular) en los famosos capiteles del Maestro Esteban
en la seo pamplonesa, en Sos del Rey Católico o en el propio
Monasterio de Leyre.
Presidiendo el tímpano se intuyen los restos
de un desdibujado crismón, de los llamados "trinitarios"
tan típicos en tierras aragonesas y navarras.
Interior
En cuanto al espacio interior se refiere, la sensación
de belleza nos invade gracias a la rotundidad de sus formas.
La nave queda dividida en cuatro tramos delimitados
por los arcos fajones doblados, ligeramente apuntados y coincidentes
con los contrafuertes exteriores con el fin de sostener la ambiciosa
bóveda de cañón apuntada.
Dicha bóveda fue reconstruida en la década
de los cincuenta de la pasada centuria, aunque la original no
debía diferir mucho respecto a lo que podemos admirar hoy
en día, puesto que se habían conservado dos arcos
fajones apuntados del edificio primigenio.
Como al exterior, las únicas licencias escultóricas
que se permitieron sus artífices se circunscriben a los
capiteles de los ventanales cabeceros, donde de nuevo se repite
la decoración vegetal de trazo muy esquemático y
las ya referidas parejas de aves picoteándose sus patas,
también hay un capitel con arpías.