Justo en el límite entre
las comarcas de La Bureba y Las Merindades y acomodado en un estrecho
vallejo, el minúsculo caserío de Escóbados
de abajo llama la atención por conservar dos iglesias
de notable porte que parecen querer rivalizar entre sí
al asentarse cada una de ellas en la parte más elevada
de las dos laderas que encajonan la pequeña población.
Por un lado, la iglesia de Santa Cruz es en su estado
actual el resultado de varias reformas y ampliaciones que apenas
dejan ver su origen románico más allá de
una sencilla portada abierta al lado sur, mientras que a nosotros
nos interesará mucho más la hoy llamada ermita
de Nuestra Señora de la Oliva.
La
Ermita de Nuestra Señora de la Oliva
Se trata de una construcción de noble sillería
que en origen respondía al esquema de una sola nave rematada
en su correspondiente ábside semicircular como tantos templos
burebanos, sin embargo, entre los siglos XVII y XVIII sufrió
una intervención por la cual el hemiciclo absidial y el
primer tramo de la nave fueron reemplazados por una estructura
mucho más moderna y anodina.
Así pues, en la actualidad los restos románicos
tanto al interior como al exterior se reducen al los últimos
cuatro tres tramos de la nave, perfectamente marcados al exterior
por contrafuertes y cubiertos al interior con bóvedas de
cañón reforzada por fajones que descansan alternativamente
en ménsulas y columnas adosadas coincidentes estas con
los contrafuertes externos.
Exterior
Los elementos más interesantes del conjunto
son la portada norte, los ventanales (algunos de ellos cegados
al exterior aunque sí visibles al interior) y la riquísima
colección de canecillos figurados desplegados por las cornisas
norte y sur, bajo el tejaroz que enmarca la portada y sobre el
elegante rosetón que preside el hastial occidental.
La puerta
La portada despliega bajo una chambrana ajedrezada
dos arquivoltas de medio punto molduradas que abrazan un tímpano
animado mediante originales juegos geométricos: festones,
lóbulos, dos semicírculos rehundidos y un florón
de ocho pétalos inscrito en un círculo.
Los apoyos eran dos parejas de columnas pero una
de ellas ha desparecido por completo. Los restantes muestran capiteles
geométricos bastante esquemáticos. Además,
dos de los fustes se adornan con zigzagueados paralelos formando
rombos.
Los canecillos
Los canecillos, especialmente los del muro norte,
son los grandes protagonistas del repertorio exterior de la Ermita
de Nuestra Señora de la Oliva de Escóbados de abajo
Entre los canecillos, además de los recurrentes
de forma geométrica y de temática vegetal, son perfectamente
reconocibles bustos humanos y diferentes variantes zoomórficas
tanto reales (leones y aves principalmente) como del bestiario
fantástico (dragones, grifos, arpías, etcétera).
Asimismo encontramos algunos canes con figuración
humana como un caballero luchando contra un dragón, un
posible Sansón desquijarando al león, algunos bustos
grotescos, una bailarina o un curiosísimo personaje con
capucha que parece morder las asas de un zurrón.
Interior
Al interior encontramos también tanto en los
capiteles de los ventanales ciegos como en ménsulas y capiteles
labores escultóricas de exquisita labra, destacando además
de algunas cestas vegetales, escenas animales como leones pareados
y aves picoteándose sus lomos (¿Pelícanos?).
Es evidente que en la escultura de la ermita de la
Oliva se dio la intervención de dos talleres principales
pero muy distintos: uno de carácter popular que por diferentes
concomitancias estilísticas se concluye que pudo trabajar
también en otros templos burebanos y de las Merindades
hacia mediados de la duodécima centuria, y un segundo taller
que reemplazaría al anterior de mucha mayor maestría
y de filiación silense.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)