Guía
de la Ermita de Santa Catalina de Hinojosa, Guadalajara
Introducción
Perteneciente al municipio de Tartanedo, la localidad
de Hinojosa se sitúa al este de la provincia de Guadalajara,
dentro de la Comarca del Señorío de Molina y de cuya
histórica capital, Molina de Aragón, dista una treintena
de kilómetros abordables a través de estrechas carreteras
locales en dirección norte.
Situada aproximadamente a 5 kilómetros más
al norte aún de la aldea de Hinojosa (a cuya jurisdicción
se adscribe tradicionalmente en secular litigio con otras localidades
del entorno), la ermita de Santa Catalina se yergue solitaria en
un espeso sabinar junto a la carretera rural que une las poblaciones
de Labros y Milmarcos.
Su sorprendente ubicación en tan solitario paraje
se justifica por la existencia en torno a ella de una antigua población
de nombre Torralbilla (o Torralvilla) que, a mediados del siglo
XVII, quedaría totalmente despoblada según la tradición
por una feroz plaga de termitas, aunque testimonios más fiables
explican el éxodo por la mala calidad de sus tierras y su
dificultoso acceso al agua potable.
En cualquier caso, la hoy ermita de Santa Catalina
de Hinojosa es la antigua iglesia parroquial de esa despoblada localidad
de Torralbilla, de cuyas viviendas apenas queda rastro alguno ya
que sus piedras fueron empleadas como material constructivo en pueblos
cercanos, especialmente, en Hinojosa.
De
ese "saqueo" consentido de materiales del antiguo Torralbilla
tan solo se salvaría su iglesia parroquial, pasando desde
entonces a funcionar como ermita; concepto este de origen posmedieval
y que sirve como un ejemplo más de que, a día de hoy,
todas esas construcciones románicas que hallamos solitarias
en medio del campo a lo largo y ancho del territorio español
son, casi en su totalidad, antiguas iglesias parroquiales de aldeas
despobladas y desaparecidas de las que, por razones devocionales,
tan solo se respeta su lugar sagrado.
Redescubierta en los años setenta del siglo
XX por el cronista oficial de Guadalajara y pionero en el estudio
de su románico Francisco Layna Serrano, fue acertadísimamente
restaurada en 1990, siendo dos años después declarada
Bien de Interés Cultural.
La ermita de Santa Catalina
Levantada probablemente en los albores del siglo XII,
se trata de un modesto edificio rural de una sola nave rectangular
de planimetría algo irregular que, tras un breve tramo recto
presbiterial, abre a un único ábside semicircular
canónicamente orientado.
Contaba además, como atestiguan diversos testimonios
fotográficos antiguos, con una espadaña levantada
justo en la confluencia de nave y presbiterio, sin embargo, esta
fue desmontada tiempo atrás con el fin de usarse sus materiales
para la construcción del edificio de las escuelas de Hinojosa.
Sin lugar a dudas, el elemento más interesante
y que ha colocado a la ermita de Santa Catalina en el mapa del románico
de Guadalajara es su galería porticada adosada al costado
sur, de la cual, lo primero que llama la atención es la cuidadísima
sillería con que fue erigida en contraste con la pobre mampostería
empleada en el resto de muros de la fábrica.
Dicha galería porticada, sabiamente orientada
al sur al abrigo de las inclemencias meteorológicas especialmente
duras en esas tierras, queda abierta por su frente principal mediante
seis arcos de medio punto dovelados que apean sobre pares de columnas
rematadas en capiteles de sencillísima decoración
incisa.
Inabordable por su frente principal debido al desnivel
del terreno, es accesible el pórtico tanto por un vano de
medio punto en su hastial occidental, como por otro de similares
características en el lado este, quedando flanqueado este
último por un arco lateral bajo una tronera a mayor altura.
La portada de acceso al espacio sagrado se compone
de cuatro arquivoltas de medio punto en arista viva trasdosadas
por una chambrana de puntas de diamante. Descansan las roscas sobre
columnas acodilladas rematadas en capiteles que, al igual que los
de la galería, su decoración se limita a esquemáticas
fórmulas vegetales apenas incisas.
Se completa la decoración exterior de Santa
Catalina de Hinojosa con las cornisas absidiales, animadas a base
de tallos vegetales y formas ajedrezadas, así como con una
interesante colección de canecillos esculpidos entre los
que se distinguen modillones de rollos, figuras humanas como músicos
e incluso alguna en postura impúdica, toneles, herramientas;
así como un gracioso repertorio de animales fantásticos
como dragones, arpías o grifos.
En el interior del templo, de gran austeridad en líneas
generales, lo primero que llama la atención además
de su enlosado pétreo, es la existencia de un banco corrido
a modo de poyete que recorre todo su perímetro interno tal
y como era común en la liturgia medieval.
La nave queda cubierta con una techumbre de madera
de sabina, mientras que el tramo recto presbiterial hace lo propio
mediante una bóveda de cañón apuntada que confluye
con la solución de horno que remata el hemiciclo absidial.
El paso de la nave hacia el presbiterio, situado ligeramente
más elevado, se aborda mediante un arco triunfal apuntado
y doblado que descansa sobre pilastras con columnas entregas rematadas
en capiteles figurados.
La cesta del lado del evangelio aparece decorada a
base de sencillas hojas avolutadas; siendo mucho más interesante
el capitel del costado de la epístola en el cual, aparecen
labrados dos trasgos enfrentados separados por un brote vegetal,
motivo este que, según diversos especialistas, procedería
de los repertorios silenses cuya irradiación alcanzó
incluso territorios tan alejados como la actual provincia de Guadalajara.
Sobre la basa de la columna adosada a la pilastra en
la que descansa el arco triunfal en el lado del evangelio es reconocible
lo que parece ser una firma con el nombre "Petrvs", posible
maestro de obras o cantero del edificio.
Labros
A apenas 3 kilómetros al norte de Hinojosa y
a unos 5 al oeste de la ermita de Santa Catalina, la población
de Labros, relacionada por algunos estudiosos con la "Lacóbriga"
romana citada en las fuentes, se acomoda en una suave ladera orientada
al sur, elevándose su antigua parroquia de Santiago Apóstol
en su parte más alta.
En estado de ruina hasta hace pocos años, el
templo, ya apropiadamente restaurado, es una construcción
renacentista que conserva, como único testimonio de su primitiva
parroquia medieval, una interesante portada románica, la
cual saltó a primera línea de la actualidad en el
año 2001 al ser robado uno de sus capiteles.
Así, protegida hoy en día por un pórtico
moderno, presenta la portada un guardapolvo en el que se combinan
billetes y hojas entrelazadas que abrazan tres arquivoltas de medio
punto; las exteriores rematadas en arista viva y la interna suavizada
mediante bocel y nacela.
Descansan las roscas sobre columnas cilíndricas
rematadas por cuatro capiteles figurados con cimacios trenzados;
en la actualidad, tan solo presentes in situ tres debido al lamentable
expolio ya aludido de uno de ellos.
El capitel desaparecido, situado a la derecha del vano,
presentaba una alegoría de la lucha del bien contra el mal
personificada por una serpiente y un monstruo atacando a un personaje
barbado y tocado con un gorro. En la cesta contigua, en la misma
línea iconográfica, reconocemos una sirena ave de
gesto desafiante flanqueada por arpías de menor tamaño.
Al lado contrario de la puerta, el capitel interno
presenta una minuciosa decoración de cestería, mientras
que en su contiguo aparece la recurrente escena de Sansón
desquijarando al león con la que, de nuevo, viene a contraponerse
alegóricamente la dicotomía entre el bien y el mal.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)