Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de Butrera
Introducción
La minúscula aldea de Butrera, con sus apenas
diez habitantes censados, se sitúa unos 85 kilómetros
al norte de la ciudad de Burgos y a aproximadamente una decena de
Villarcayo.
Está adscrita en la actualidad a la Merindad
de Sotoscueva lindante con la llamada de Castilla la Vieja, a la
que históricamente siempre perteneció.
Su iglesia parroquial de Santa María de la Antigua,
conocida también como Nuestra Señora de Septiembre
y declarada Monumento Histórico Artístico en 1983,
se yergue aislada entre praderías bañadas por el río
Trema a unos 150 metros al norte del reducido casco urbano.
Constituye uno de los ejemplos más interesantes
tanto en lo constructivo como en lo escultórico del ya de
por sí rico y fecundo románico de Las Merindades y
comarcas norteñas burgalesas, conservándose además
en bastante buen estado gracias a una restauración en la
que, además, fue descubierta frente a su hastial occidental
una necrópolis altomedieval asociada al templo.
Prácticamente nulas son las referencias documentales
que nos aporten algo de luz sobre los orígenes de la iglesia
de Butrera, aunque sí parece bastante claro que la construcción
que a día de hoy admiramos es fruto de dos campañas
constructivas sucesivas que se prolongarían entre las últimas
dos décadas del siglo XII y, posiblemente, los primeros años
del XIII.
En el plano escultórico sea aprecia con bastante
facilidad la participación de dos talleres. Uno está
vinculado a los Valle de Losa y Mena. Su escultura es poco refinada,
expresionista, con numerosas cabezas humanas y mascarones "fundidas"
con la piedra de donde surgen.
El segundo taller está relacionado con lo que
tradicionalmente se viene conociendo como silense, es decir, conectados
lejanamente con el segundo taller del claustro benedictino burgalés.
Si bien en este caso la relación más
directa y próxima es con Gredilla de Sedano, Moradillo de
Sedano y Cerezo de Río Tirón.
Este segundo taller se ocupa de ciertos canecillos
y capiteles del transepto. El modelado de las figuras es mucho más
cuidado y se especializa en animales del bestiario como dragones,
grifos y leones de cuidado plumaje, acaracolados mechones y colmillos
bien marcados.
Exterior
Levantada en buena sillería caliza y caracterizada
por el notable grosor de sus muros, la iglesia de Butrera presenta
planta de cruz latina definida por una cortísima nave cubierta
con bóveda de cañón, un crucero marcado tanto
en planta como en alzado y un espacio presbiterial compuesto por
un breve tramo recto cubierto con cañón apuntado y
un ábside semicircular con bóveda de horno.
Precisamente por las escasas dimensiones de su nave,
en ocasiones la planta del templo ha sido descrita como de cruz
griega, sin embargo, su disposición longitudinal parece clara
pese a que desde primer tramo de la nave, cubierto en este caso
con una bóveda de crucería reforzada por nervios,
abran sendas capillas laterales abovedadas mediante cañones
apuntados a modo de crucero. Esta morfología recuerda a la
no lejana iglesia de Tabliega, en el Valle de Losa.
Como
señalábamos, la iglesia románica de Butrera
es fruto de dos campañas constructivas que se llevaron a
cabo consecutivamente durante las décadas finales del siglo
XII y los albores del XIII; una primera en la que se erigiría
presbiterio y cabecera; y una segunda, obra de un taller más
depurado, en las que se remataría la construcción
con la erección de la nave, el crucero y buena parte de su
ornamentación tanto exterior como interna. Ya en época
posmedieval sería levantada su espadaña sobre el hastial
occidental, y en el muro meridional el pórtico que protege
su portada principal y la sacristía aneja.
Al exterior, el elemento más relevante es su
ábside semicircular, articulado en tres paños separados
entre sí por dos contrafuertes prismáticos. En el
centro de cada uno de los paños abre un ventanal mediante
arco e medio punto sobre columnas y capiteles figurados.
El ventanal del paño meridional fue mutilado
y quedó semioculto al añadirse la sacristía
y abrirse un nuevo vano de iluminación, apreciándose
pese a ello los tacos y las puntas de clavo de su guardapolvo y
arquivolta, así como un rudo capitel en el que se identifican
dos cuadrúpedos.
Su correspondiente ventanal del paño norte presenta
también un arco de medio punto (en cuyo tímpano fue
reaprovechado un canecillo zoomorfo) que descansa sobre columnas
coronadas con capiteles decorados con un animal muy desgastado y
una curiosa composición a base de tubos superpuestos. A su
lado, pero ya en el tramo recto, se abre otro ventanal cegado en
cuyos capiteles fueron representados sendos mascarones de grotesca
gesticulación.
Mucho más elegante y complejo es el ventanal
del paño central del ábside, configurado mediante
un arco de medio punto doblado en cuya rosca interna fueron labrados
dientes de sierra y en la externa una curiosísima sucesión
de diez cabecitas humanas abrazadas por serpientes entrecruzadas
que describen la forma de pequeños arquillos.
Descansan sobre tres pares de columnas en cuyos capiteles
identificamos una esquemática figura que parece representar
la bestia apocalíptica de siete cabezas, un gloutón,
dragones afrontados, de nuevo dos mascarones que emergen de la columna
recordando a Siones y a San Pantaleón de Losa y, por último,
lo que parece ser un batracio entre tallos de remate avolutado.
Completa la decoración absidial externa una
maravillosa colección de canecillos figurados en la que queda
bien patente la pericia del segundo taller que recogió el
testigo del primero, mucho más tosco y popular.
Entre otros motivos, identificamos a un jinete sometiendo
con su espada a una criatura fantástica, arpías, seres
híbridos de desafiante gesticulación, más mascarones
o una encantadora representación de una figura pensante.
En el muro sur y cobijada por un pórtico moderno
en cuya cara exterior fueron también reaprovechados algunos
canecillos, abre su portada principal, conformada por tres arquivoltas
de perfil apuntado y roscas decoradas con motivos florales, acantos
y puntas de diamante que descansan sobre elegantes cimacios decorados
a base de zarcillos entrelazados y hexapétalas inscritas
en clípeos.
Las columnas, elevadas sobre prominentes plintos, rematan
en capiteles historiados en los que se reconocen además de
motivos vegetales, un combate entre un guerrero y un ser monstruoso,
dragones afrontados y la recurrente escena del caballero victorioso
ante la dama.
Por último, en lo referido al exterior, llama
la atención en uno de los extremos del brazo meridional del
crucero un relieve aparentemente reaprovechado en el que, pese a
la erosión, se reconocen las figuras de Adán y Eva
flanqueando el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Como
suele ser habitual, ambas figuras aparecen desnudas, tapando pudorosamente
sus vergüenzas mientras Adán se lleva la mano a su garganta.
Interior
Una vez en el interior, pese a su apariencia de cruz
griega que comentábamos, se pone aún más claramente
de manifiesto su disposición longitudinal de cruz latina;
estructurándose el espacio en una sola nave de escasa longitud,
el crucero cubierto con bóveda de crucería nervada
y, tras el arco triunfal, un espacio cabecero compuesto por el consabido
tramo recto abierto al hemiciclo absidial resuelto en cuarto de
esfera.
Arquitectónicamente lo más llamativo
del interior de la iglesia de Butrera son las minúsculas
absidiolas semicirculares -casi nichos por sus escasas dimensiones-
abiertas mediante arcos apuntados abrazados por alfices rehundidos
al muro sur de cada uno de los brazos del crucero.
Estos minúsculos espacios semicirculares, concebidos
probablemente ante la necesidad litúrgica de multiplicar
el número de altares, ni tan siquiera quedan manifestados
al exterior ya que toda su dimensión aprovecha el propio
grosor del muro.
El ingreso desde el espacio crucero al presbiterio
se aborda mediante un arco triunfal doblado de perfil ligerísimamente
apuntado que descansa sobre semicolumnas rematadas en capiteles
figurados.
En uno se aprecia un combate de jinetes armados con
lanzas.
En el opuesto vemos cabezas de felino y de personas
coronadas entre formas geométricas (aspas), motivo este que
se repite en Siones, Vallejo de Mena y Tabliega de Losa.
En uno de los capiteles del brazo norte del transepto,
observamos un magnífico relieve a base de dragones y arpías,
del ya mencionado taller relacionado con las iglesias del Valle
de Sedano y de lejana filiación silense.
De las tres ventanas con que cuenta el ábside
al exterior, tan solo la central queda manifestada al interior,
aprovechándose el espacio del vano ciego como pequeño
camarín improvisado para una magnífica figura pétrea
y sedente de la Virgen María que, por el ademán de
su mano diestra, parece que podría haber formado parte de
un grupo escultórico de la Anunciación.
También ciega al interior queda la ventana del
tramo recto presbiterial, en la que su arquivolta animada con sencillas
escenas pastoriles apea sobre columnillas cuyos capiteles presentan
también motivos antropomórficos.
Por último, la pieza más sobresaliente
del interior de la iglesia de Butrera es el relieve (que podría
tratarse de un frontal de altar) hoy empotrado en el muro norte
del templo, en el cual, se representa una escena completa de la
Epifanía en la que, aún con restos de su policromía
original, aparece la Virgen con el Niño, San José
en segundo plano apoyándose sobre su cayado y los tres Magos
entregando sus presentes, el primero de ellos en postura genuflexa.
No lejos de Butrera, concretamente en Villasana de
Mena, se conserva una pieza de casi idénticas características
y que bien podría ser directamente una copia de esta. Por
sus peculiaridades, ha sido puesto en relación también
con la escultura de filiación silense de las iglesias de
Gredilla y Moradillo de Sedano, así como con templos románicos
sorianos.
(Autor del texto del artículo/colaborador
de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)