Iglesia
de La Lugareja (Árevalo, Ávila)
La
Lugareja se considera la obra maestra del románico-mudéjar
abulense, a pesar de ser un edificio inacabado. Inicialmente fue
una iglesia perteneciente a una comunidad de monjas cistercienses,
que por una inscripción que pudo ver Quadrado debió
ser fundada en 1237. Hasta el siglo XVI fue monasterio en uso, hasta
su traslado al Palacio Real de Arévalo.

Exterior
Tiene tres ábsides
con sus respectivos tramos presbiteriales y cimborrio sobre el tramo
presbiterial del central. Las tres naves proyectadas no se llegaron
a iniciar. Toda la iglesia se levanta sobre un fuerte zócalo
de mampostería con alguna banda de ladrillos. El ábside
principal tiene siete altas arquerías dobladas de ladrillo,
sobre la que corren dos frisos de facetas y entre medias ladrillos
a sardinel formando un perfil de nacela.

En los arcos
pares se abren aspilleras rodeadas de arco de ladrillo sobre recuadro.
Los ábsides laterales son semejantes, aunque no idénticos.
Tienen cuatro arcos alargados y semejantes al del central. El adorno
superior vuelve a se friso de esquinillas, aunque el de la Epístola
sufrió un recrecimiento con friso de ladrillos a sardinel
y varias filas de ladrillos tumbados. No cabe duda que este templo
es el más bello ejemplar del "Modelo Toresano"
que existe en la provincia de Ávila.

Los muros presbiteriales
son muy prolongados para poder soportar el cimborrio prismático.
Los laterales tienen semejante articulación que los ábsides,
con tres arcos ciegos doblados y alargados. Por encima del tramo
presbiterial del ábside central, se erige el gran cimborrio,
que estaría planificado imitando interiormente los grandes
cimborrios de Zamora, Toro o Salamanca. Exteriormente, se articula
en dos cuerpos, el primero es liso y anodino y se corresponde interiormente
con las pechinas que soportan la cúpula. El cuerpo alto,
más bello a pesar de algunas reformas, lleva una ancha cinta
de facetas en su parte inferior y por encima corrían siete
arcos murales doblados sin alfiz en cada cara. Sobre el del medio
se superpuso un vano de arco doblado más ancho y corto que
da luz al tramo cilíndrico bajo la cúpula interior.
Por encima corre otro ancho friso de facetas y la cubierta es a
cuatro aguas.

Al ser una obra
inacabada, a la altura del comienzo de las naves, se cerró
en la misma época de la edificación mediante tapias
de calicanto encintadas y un juego caótico de arcos apuntados
de ladrillo.

Interior
Más interesante
es el interior. Los ábside muestran su planta en hemiciclo.
El central tiene tres ventanales con vano de medio punto rodeado
por tres roscas de ladrillo. Por encima y abajo estas ventanas quedan
enmarcadas por dos frisos de ladrillos en esquinilla.

Los absidiolos
laterales son más bajos y estrechos pero muestran parecidas
formas. Sin embargo, en lugar de tres ventanales hay sólo
uno y se imitan los restantes con arcos murales.

Con todo, lo
más espectacular de interior de la iglesia de La Lugareja
es el cimborrio. Sobre cuatro grandes arcos torales apuntados de
doble y triple arquivolta se edificaron pechinas que soportan un
hermoso tambor cilíndrico, con dieciséis arcos doblados
de medio punto de ladrillo, de los cuales los cuatro que se sitúan
en los puntos cardinales están abiertos al exterior.

Por encima se
edificó una cúpula semiesférica que remata
el templo por lo alto. En los puntos de coincidencia de los arcos,
en la parte baja de las enjutas, hay tallas de piedra blanca mostrando
florones y diversas cabezas humanas rodeadas de diferentes tipos
de hojas.

Como indica
Bango Torviso, el juego de volúmenes de este templo, creado
con la espontaneidad de algunas creaciones populares, es de una
belleza inusual y crea en el espectador una sensación de
extraña armonía.
El mejor momento
para visitar este hermoso templo es el mes de junio, cuando se celebra
una romería.
La iglesia de
la Lugareja fue declarada, con toda justicia, Monumento Histórico-Artístico
el 3 de junio de 1931 y ha gozado de una adecuada restauración.
Resto
del Conjunto monumental de Arévalo
Obviamente,
desde la iglesia de Santa María de La Lugareja deberíamos
acercarnos a la villa medieval de Arévalo, que además
de su famoso castillo y restos de murallas, cuenta con un ramillete
de iglesias románicas y mudéjares del máximo
interés. Ello sin olvidarnos de sus puentes medievales.

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