La ciudad de Logroño está indisolublemente
ligada al cauce del río Ebro, cuyo paisaje configura su
contorno urbano. El origen de esta urbe debe situarse, como la
de tantas ciudades de la Península, en época romana.
Durante la ocupación musulmana varias fuentes nos hablan
de su prosperidad. Pero el verdadero desarrollo urbano tuvo lugar
a partir del siglo XI, gracias a los fueros que le fueron concedidos
por Alfonso VI el Bravo (1065-1109) en el año 1095. La
gran cantidad de peregrinos que viajaban a Santiago convirtió
a Logroño en una población pujante.
Como
todas las ciudades medievales, Logroño contó con
un recinto amurallado, todavía visible en algunos tramos.
En la Edad Media llegó a albergar hasta diez iglesias y
otros tantos hospitales y hospederías para los peregrinos.
El templo más importante fue sin duda el consagrado a Santiago,
del que tan sólo hemos conservado de época medieval
la imagen de su santo titular, ya que el resto del edificio fue
demolido en el siglo XVI para edificar la construcción
actual. Junto a él se encuentra la Fuente de los Peregrinos,
cuyo nombre nos habla de su función primigenia, y que fue
rehecha en varias ocasiones, siendo las intervenciones más
importantes en los siglos XVI y XVII. Muy cerca de allí
se encuentra un vestigio de la muralla medieval: la Puerta de
Carlos V, antigua Puerta del Camino. Allí también
podemos ver el Cubo del Revellín, una construcción
que también ha sido rehecha en varias ocasiones, cuya fama
se debe al protagonismo que adquirió en el sitio a los
franceses en 1521.
Además de la iglesia de San Bartolomé
y la de Santa María de Palacio, que son los edificios más
antiguos de Logroño, la ciudad no conserva muchos restos
medievales. Hay algunos fragmentos escultóricos de la primitiva
iglesia de Santiago el Real y también el yacimiento de
Santa María de Valcuerna, un templo altomedieval situado
a extramuros de la ciudad, vinculada al Camino de Santiago. En
el Museo de La Rioja pueden verse numerosos testimonios que evidencian
el esplendor de la ciudad en tiempos pasados. Allí hay
piezas procedentes de otras fábricas románicas de
la ciudad. También se conservan una gran cantidad de obras
de otros lugares de la región, como Navarrete, o el monasterio
de Yuso, en San Millán de la Cogolla.
La iglesia de San Bartolomé
La iglesia de San Bartolomé de Logroño
fue declarada Monumento Nacional en la tempranísima fecha
de 1866. Es un edificio que se ubicaba en el interior de la muralla
de la ciudad medieval. De hecho, la cabecera se encontraba inserta
en el lienzo de la cerca. No tenemos constancia de la fecha de
su construcción, pero ya estaba levantada en el año
1230, cuando consta entre las mandas piadosas que un clérigo
otorgó en su testamento. En los siglos XIV y XV se multiplican
los testimonios en la documentación, lo que indica la importancia
que el templo adquirió en el conjunto urbano de Logroño.
Exterior
Hasta hace poco, el exterior estaba prácticamente
oculto por las construcciones de alrededor, siendo visibles tan
sólo la portada de los pies, el muro meridional, y la torre,
construida encima del ábside central.
Recientemente se han eliminado edificaciones que
tapaban la cabecera incrustada en la muralla. Ahora se puede contemplar
perfectamente desde la calle cómo el ábside central
semicircular al interior se convierte en rectangular al exterior
y por encima se alza la torre. Retranqueados y más pequeños
también observamos los ábsides laterales. En cada
uno de ellos aparecen ventanales románicos restaurados,
siendo el mejor elaborado el de la capilla principal con dos capiteles
de gloutons (hombre y león).
La citada torre campanario es una construcción
esbelta, de cuatro alturas, realizadas la inferior en sillería,
la segunda con ladrillo y sillería en los ángulos,
y las dos superiores enteramente en ladrillo. Presenta dos vanos
de medio punto en cada uno de sus flancos, y una franja decorativa
de ladrillos que forman líneas entrecruzadas, y que configuran
una red de rombos de estilo mudéjar tardío.
La portada
La portada es realmente monumental, a pesar de las
reformas del siglo XVI, cuando se desplazaron el tímpano y el
dintel de su posición para permitir la iluminación
del coro.
Se estructura por medio de un gran arco apuntado
rodeado de seis arquivoltas molduradas, bajo las cuáles
se disponen dos cuerpos. El superior presenta una franja de doseletes,
que cobijan un nutrido grupo escultórico con escenas de
la vida de san Bartolomé, tomada de La "Leyenda Dorada"
de Jacobo de la Voragine: exorcismo de la hija del rey Polemón
destrucción de ídolos del templo, martirio cuando
es mandado desollar y luego decapitar por Astiages y predicación
después del martirio.
Por debajo, otra serie de arquillos de medio punto
trilobulados. Merece la pena detener la mirada en los capiteles
de esta franja, decorados con escenas historiadas y motivos zoomórficos,
que muestran una estética híbrida, de rasgos tardorrománicos
y góticos. Están muy desgastados y recolocados pero
se adivinan algunos temas como un Anuncio a los Pastores que visten
ropajes de lana (con perro y ovejas alrededor), La Natividad con
el Niño rodeados por el buey y la mula, mientras la Virgen descansa
en la cama.
En el tímpano puede verse la segunda venida
de Cristo en el día del Juicio (Parusía) como Cristo
Varón de Dolores (enseñando las llagas de la Pasión)
entre María, San Juan Evangelista y ángeles con
instrumentos de la Pasión.
A la derecha puede observarse otro acceso, bajo
un sencillo arco de medio punto, que en la actualidad se encuentra
cegado. En el muro meridional otra puerta de factura moderna permite
entrar directamente a la sacristía desde la calle.
Interior
El interior presenta tres naves, la central
más ancha y alta que las laterales. Se cubren con bóvedas
de crucería las laterales, y con terceletes la principal.
Las naves se separan por medio de pilares octogonales, y arcos
formeros apuntados. Tiene una cabecera tripartita con bóveda
de cañón apuntado, y un ábside semicircular
en la nave mayor.
En la cabecera de las tres naves hay ventanas
saeteras, que fueron descubiertas en la segunda mitad del siglo
XX, tras retirar los retablos barrocos que hasta entonces las
habían cegado. El ábside central tiene dos impostas,
la superior decorada con ajedrezado.
En esta zona se conservan algunos restos pictóricos
que evidencian la policromía original, en tonos pardos
y azules. En el muro meridional también se observan algunos
restos, más abundantes. Se han identificado con las escenas
del pecado original.
A los pies, en la Capilla de los Márquez, encontramos
dos sepulcros góticos.