Eunate,
Navarra. Iglesia de Santa María
Introducción
La celebérrima
iglesia de Santa María de Eunate, perteneciente al
municipio de Muruzábal, del que apenas dista dos kilómetros;
se sitúa prácticamente en el mismo centro geográfico
de Navarra, al borde del Camino Aragonés de Santiago
y a unas pocas centenas de metros de la población de Obanos,
donde los caminos aragonés y francés confluyen poco
antes de llegar a Puente la Reina.

La escasísima
documentación histórica conservada sobre ella, unida
a su más que peculiar planimetría octogonal (de la
que pueden contarse con los dedos de una mano paralelismos en el
románico español), ha suscitado todo tipo de leyendas
y teorías acerca tanto de su origen como de su función,
constituyendo en la actualidad una de las construcciones románicas
más conocidas de la Península amén de lugar
de obligada visita para peregrinos, amantes del arte medieval y,
por supuesto, aficionados al esoterismo.

Consideraciones
previas
Como
hemos comentado, las prácticamente nulas referencias documentales
conservadas acerca del origen de Santa María de Eunate, han
permitido dar rienda suelta a la fantasía y la imaginación
tanto a la hora de datar cronológicamente el edificio, como
a la de fundamentar la naturaleza histórica del mismo.
Más allá
de aspectos de carácter legendario, la gran mayoría
de especialistas coinciden hoy en día en contextualizar la
construcción del templo durante la segunda mitad del siglo
XII, coincidiendo pues con el fecundo reinado de Sancho el Sabio
de Navarra.

Durante décadas
y fundamentándose tan sólo en sus semejanzas planimétricas
con el Santo Sepulcro de Jerusalén, se alimentó la
teoría, más romántica que otra cosa, de que
su fundación estuviese relacionada con los caballeros templarios,
un extremo éste del todo cuestionable dada la nula documentación
al respecto.

Con la prudencia
que merece tal déficit de noticias históricas sobre
Eunate, mucho menos descabellada parece la teoría que relaciona
el templo con los Caballeros Hospitalarios de San Juan, cuya presencia
en las rutas jacobeas está más que contrastada. Así
pues, la iglesia de Santa María bien podría tratarse
de un templo, posiblemente funerario, relacionado con un complejo
hospitalario de asistencia al peregrino; unos equipamientos que
en la misma Navarra encontramos al borde mismo de la Ruta Jacobea
en Roncesvalles o en Torres del Río, siempre vinculados a
órdenes militares.

Otra de las
funciones que tanto a Santa María de Eunate como al Santo
Sepulcro de Torres del Río se atribuyen es la de faro de
orientación para al peregrino, contando ambas en lugar de
torre, con una especie de linterna arquitectónica coronando
el edificio dentro de la cual se mantenía un fuego que servía
de punto de referencia al caminante durante la noche.
En la actualidad,
el solitario pero encantador paraje en el que se ubica la iglesia
de Eunate ha recuperado su esencia primigenia, habiéndose
habilitado, en el edificio anejo, un agradable albergue de peregrinos.

La
iglesia de Santa María de Eunate
La inconfundible
silueta de la iglesia de Santa María de Eunate se caracteriza
por su planta centralizada octogonal rematada por un ábside
semicircular canónicamente orientado al costado de levante,
quedando el conjunto abrazado por una arquería perimetral
también de planta octogonal.

Coronando la
cubierta del espacio principal se yergue una pequeña espadaña
añadida de piñón triangular abierta en dos
huecos de campanas; elevándose en el lienzo sur un cuerpo
prismático que alberga una escalera de caracol por la que
se accedía tanto al tejado como al pequeño lucernario
que servía de guía y faro a los peregrinos.
La
arquería exterior
Han sido innumerables
las hipótesis planteadas a lo largo de la historia sobre
la posible funcionalidad de la arquería que rodea perimetralmente
la iglesia de Eunate.

Durante décadas
fue aceptada la teoría que identificaba el registro de arcos
como una galería porticada cubierta a la manera castellana,
sin embargo, la ausencia absoluta de marcas murales tales como dinteles,
ménsulas o mechinales para sujetar hipotéticas vigas,
parece descartar esta opción o, por lo menos, el hecho de
que estuviese cubierta.

Mucho más
verosímil parece la idea de que la arquería tuviese
un carácter procesional a la manera de un claustro, existiendo
incluso quien apunta la posibilidad, basándose en distintas
campañas de excavación allí practicadas, de
que el muro o poyete exterior que delimita el conjunto fuese en
origen una segunda galería. Sea como sea, la realidad es
que en torno a la arquería han aparecido diferentes enterramientos,
reforzando el carácter funerario del monumento.

La arquería
recrea la forma octogonal del templo, constando por lo tanto de
ocho tramos de los cuales, los 3 orientados al norte frente a la
portada disponen arcos de medio punto sostenidos por columnas pareadas
rematadas en capiteles; mientras que los cinco restantes, correspondientes
a los costados sur, este y oeste, presentan arcos apeados en sobrias
pilastras prismáticas fruto de una reconstrucción
moderna.

La decoración
escultórica de los capiteles se reduce por lo tanto a los
tres tramos originales conservados en los lienzos septentrionales,
siendo reconocibles, pese al alto grado de erosión que les
afecta, varias composiciones vegetales a base de zarcillos, mascarones
tipo green man, alguna escenografía zoomórfica a base
de leones enfrentados, y un capitel figurado en el que aparece un
crucificado sin cruz flanqueado por catorce personajes.


Exterior
del templo
Erigido en una
cuidadísima sillería, el templo en sí mismo,
como señalábamos, presenta una armónica planta
centralizada en forma de octógono, abriéndose en su
costado oriental una cabecera absidial de apariencia semicircular
al interior, pero claramente poligonal de cinco lados al exterior.

Los ocho lienzos
que conforman el octógono del cuerpo principal quedan separados
entre sí a través de potentes columnas angulares rematadas
en capiteles vegetales a la altura de las cornisas, mientras que
a cada una de ellas, a su vez, se adosan otras dos semicolumnas
que se proyectan hasta la línea de imposta dando lugar a
los arcos de descarga de medio punto o apuntados que articulan cada
uno de los paños, abriéndose en lados alternativos
ventanales de medio punto sobre columnillas y capiteles también
vegetales.

Sostienen la
pronunciada cornisa grandes modillones sin decoración alguna,
mientras que coronando el tejado, en el punto de unión de
las ocho aguas que lo definen, se eleva una sobria espadaña
tardía de piñón triangular horadada con dos
huecos de campana. En el costado sur se conserva también
un cuerpo prismático que alberga la escalera de caracol mediante
la cual se accedía tanto a las techumbres como al lucernario.

Conserva la
iglesia de Eunate sus dos ingresos originales, uno orientado a poniente
por el que actualmente se accede al interior, y un segundo dispuesto
en el lado norte coincidente con los únicos tres tramos originales
de la galería perimetral

El primero de
ellos, por el que actualmente ingresa el visitante, se encuentra
en el costado opuesto a la cabecera, de manera que podría
ser definido como el acceso de los pies. Consta de un simple vano
de medio punto trasdosado por un sencillísimo guardapolvo
animado con esquemáticas formulas zigzagueantes.

Mucho mayor
interés presenta la portada septentrional, compuesta por
cuatro arquivoltas baquetonadas que descansan alternativamente en
jambas lisas y columnas cilíndricas rematadas en capiteles,
siendo llamativo el hecho de que las columnas más externas
son de mayor relieve que las interiores.

Enmarca las
arquivoltas un precioso guardapolvo ornamental en el que fueron
representadas distintas figuras humanas en convivencia con seres
monstruosos e imaginarios. Los capiteles, coronados por cimacios
labrados a base de zarcillos y palmetas inscritas en círculos,
presentan decoración vegetal los exteriores; e idéntica
composición a base de mascarones cuyas barbas se prolongan
a modo de tallos avolutados los dos interiores.

El ábside,
de planimetría semicircular de tambor al interior, se torna
poligonal al exterior, como queriendo reproducir a menor escala
la morfología poligonal del cuerpo principal del templo.
El resultado de todo ello es una cabecera definida por cinco paños
murales delimitados por medio de gruesas columnas semicilíndricas
a modo de contrafuertes que se prolongan hasta la misma cornisa,
rematándose en su correspondiente capitel.

En el centro
de cada uno de los cinco lienzos absidiales, justo sobre la línea
de imposta que recorre horizontalmente el perímetro mural,
se abre un ventanal de medio punto sobre columnillas culminadas
en capiteles de trazas vegetales. Sosteniendo el alero volado y
en número de tres por cada paño, fue dispuesta una
interesante colección de canecillos que reproducen mascarones
monstruosos.

Interior
del templo
Una vez rebasado
el umbral de la puerta de ingreso, rápidamente se desvanece
el tópico de que la románica es una arquitectura tendente
a la horizontalidad, quedando sumergido el visitante en un misterioso
universo que parece transportarle a otra dimensión.
El
espacio interior, también de planta octogonal, queda definido
en dos partes: una correspondiente al cuerpo principal del templo,
y la otra por el ábside orientado a levante.
El espacio octogonal,
de una amplitud que desde el exterior no parece tal, se caracteriza
por la elevadísima bóveda configurada a base de potentísimos
nervios engendrados desde los ocho ángulos del octógono,
quedando sostenidos en cada uno de ellos por dos columnillas superpuestas
dotadas de sus correspondientes capiteles.

Cada uno de
los paños entre las nervaduras queda, a su vez, horadado
por pequeños lucillos también octogonales que colaboran
decisivamente para aumentar, más aún si cabe, el halo
de misterio que envuelve al conjunto.

Los muros propiamente
dichos se dividen en dos registros en altura separados por un bocelillo
horizontal, disponiéndose en el superior la línea
de ventanas que, a diferencia del exterior en las que aparecían
en lienzos alternos, fueron dispuestas en la totalidad de los tramos,
de manera que en este caso nos encontramos ante una alternancia
de vanos y vanos ciegos.
Orientada al
este y empequeñecida por las dimensiones de la enorme bóveda,
abre la cabecera que, si al exterior comprobábamos que reproducía
la forma poligonal del propio cuerpo principal, al interior se torna
semicircular a la manera de los clásicos ábsides de
tambor.

Queda cubierto
el ábside mediante una bóveda de cascarón sostenida
por potentes nervios apeados sobre columnas dispuestas entre los
ventanales, advirtiéndose una notoria imprecisión
constructiva puesta claramente de manifiesto en los propios vanos
cabeceros que, debiendo adaptarse a los espacios de los intercolumnios,
presentan una desigualdad apreciable sobre todo en uno de los arcos.

El registro
inferior del casquete absidial, delimitado por una moldura sobresaliente,
queda articulado por una arquería ciega apuntada sobre columnillas
simétricas a las existentes en el cuerpo e ventanas dispuestas
en el cuerpo inmediatamente superior.

El acceso al
espacio cabecero se realiza a través de un arco triunfal
de doble arquivolta sobre columnas rematadas en capiteles vegetales,
una temática que salvo contadas excepciones en forma de escenas
figurativas muy someras, se repite prácticamente en todos
los capiteles del espacio presbiterial. Sin embargo, hay que fijarse
en algunas de las cestas figuradas que, a pesar de la rudeza de
la escultura, son muy expresivos.

En uno de los
capiteles aparecen mascarones grotescos con dientes afilados de
donde surgen tallos de plantas (¿Green Man?).
Otro muestra
a dos ángeles que parecen tener relación con el anuncio
del Juicio Final pues uno de ellos lleva un cuerno para anunciarlo.

Por último,
citamos aquel capitel que relata el baile de una bailarina con los
brazos en jarras mientras un músico toca una fídula
oval.

Cabe por último
llamar la atención sobre el interesante muestrario de marcas
de cantero presentes en todo el templo de Santa María de
Eunate, cuya variedad y en algunos casos originalidad, ha dado lugar
a alimentar más aún la leyenda de esoterismo y de
misterio que envuelve a esta singular construcción.
Alrededores
de Eunate
Por su situación,
en pleno Camino de Santiago, la iglesia de Santa María queda
encuadrada en un contexto geográfico, histórico y
artístico especialmente fecundo en cuanto a construcciones
medievales se refiere:

Así,
a escasos kilómetros de la iglesia de Eunate, se sitúa
la población de Puente La Reina (Gares), histórico
principio y final de etapa para los peregrinos y cuyo urbanismo
responde a las típicas pautas propias de localidades de peregrinación;
estructurándose en torno a una calle o rúa principal
que, en el caso de Puente la Reina, desemboca en el celebérrimo
puente sobre el río Arga que da nombre a la localidad.
En Puente la
Reina, además del mencionado y tantas veces fotografiado
puente, se conservan dos templos de origen románico: la iglesia
de Santiago con su maravillosa portada a los mismos pies del Camino;
y la iglesia del Crucifijo, justo a la entrada de la localidad.

Unos kilómetros
más adelante y sin dejar la ruta jacobea, se encuentra la
antaño fortificada Cirauqui, cuya iglesia parroquial, dedicada
a San Román, conserva una portada hermana de la de Santiago
de Puente la Reina.
Unos veinticinco
kilómetros al oeste de Eunate e instaurada, al igual que
Puente la Reina, como fin de etapa tradicional del Camino a Compostela,
la monumental Estella se presenta ante el visitante como un auténtico
museo al aire libre, conservando entre sus calles, planteadas cómo
no en torno a la rúa mayor o vía de los peregrinos,
ejemplos sobresalientes del románico navarro.

La primera de
las construcciones con que se topa el peregrino o el eventual visitante
es la sorprendente iglesia del Santo Sepulcro, obra que si bien
se enmarcaría cronológicamente en el bajomedievo a
juzgar por su portada, respeta aún la prototípica
planimetría románica.
A continuación,
a cada uno de los lados del Camino y estratégicamente situadas
ambas sobre espolones rocosos dominando la localidad, se yerguen
las magníficas iglesias de San Miguel y San Pedro de la Rúa,
ésta ultima dotada de un magnífico claustro.

Por último
y como perfecto colofón, la visita a la ciudad estellesa
concluiría en el fantástico Palacio Real o de los
Duques de Granada de Ega, una de las escasas y mejor conservadas
muestras de románico civil peninsular. A pocos kilómetros
de Estella y a los pies del mítico Montejurra, el Monasterio
de Irache, con su celebérrima fuente de vino, bien merece
una visita.

Para acabar,
y pese a ubicarse a unos cuarenta kilómetros de Eunate siguiendo
el Camino de Santiago, la visita a la iglesia del Santo Sepulcro
de Torres del Río, también de planta octogonal, es
altamente recomendable.
(Autor
del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS:
José Manuel Tomé)
