Iglesia
de Santa María de Taüll
Historia
La iglesia de Santa María de Taüll
se sitúa en el centro del casco histórico de la localidad
leridana de Taüll (Valle del Boí), de la que recibe
su nombre, a casi 1500 metros de altitud. Fue consagrada el 11 de
diciembre de 1123 por el obispo de Roda y Barbastro, Ramón
Guillem, quien también es conocido con el nombre de San Ramón
y que ejerció su cargo entre los años 1104 - 1126.
Esta iglesia se sitúa muy próxima
a la también famosa por sus pinturas románicas, la
de Sant Climent de Taüll (a menos de 100 metros al sureste
de la primera), cuya consagración se realizó tan sólo
un día antes que la de Santa María. Durante el siglo
XVIII fue la única parroquia del pueblo, mientras que el
templo de Sant Climent fue utilizado como capilla del cementerio
moderno. Sin embargo, después, ambas iglesias compartieron
la parroquialidad.
La
construcción de este templo se fecha a principios del siglo
XII, si bien como veremos la parte más antigua del mismo
parece ser la torre, datable en el siglo XI por sus características
constructivas y estilísticas. Sin embargo, el templo ha sufrido
muchas modificaciones a lo largo de su historia. Así, las
dos naves laterales fueron reestructuradas con el objetivo de ubicar
en ellas otras capillas, mientras que la nave central fue recubierta
con una bóveda de cañón, erigiéndose
sobre la misma una cúpula con cimborrio. De la misma manera,
en el originario ábside central se instaló la sacristía.
En la década de 1970 se realizaron algunas reformas
para tratar de devolverle su aspecto original, intentando eliminar
los añadidos posteriores. Sin embargo, todavía hay
varias partes del edificio, sobre todo al interior, que no son originarias
sino de construcción moderna.
El 30 de noviembre de 2000 la UNESCO declaró
como Patrimonio de la Humanidad todas las iglesias románicas
situadas en el entorno pirenaico catalán (iglesias románicas
del Valle del Boí), entre las que se incluyen las dos citadas.
El edificio
Santa María es un edificio de planta basilical realizado
en sillería, con tres naves separadas por pilares circulares
que sostienen los arcos formeros de medio punto de las mismas, rematadas
en su parte oriental con una cabecera formada por tres ábsides
semicirculares. De los tres es el central el que presenta un tamaño
mayor al tener un tramo recto precediéndole, siendo los laterales
de dimensiones más reducidas. Esta cabecera tripartita se
construyó siguiendo patrones de edificación lombardos,
estando realizada en sillarejo de buena calidad dispuesto a soga
y tizón.
En cuanto a las cubiertas, las tres naves presentan
techumbres de madera. El templo presenta dos puertas; así,
la entrada al mismo se realiza por los pies del mismo, es decir,
por el lateral oeste, a través de una sencilla puerta con
arco de medio punto que no presenta decoración. Presenta
una segunda puerta, similar a la citada, pero algo más estrecha,
en el lateral sur del edificio.
Al sur, integrada en la planta del edificio (es decir,
sin adosarse a la fachada), el templo presenta una torre campanario
de planta cuadrada dividida en cuatro pisos, quedando la base de
la torre en el interior del templo, ocupando el tercer tramo de
la nave sur del edificio. Su construcción parece que data
de la segunda mitad del siglo XI, por lo que sería anterior
a la erección del templo, cuya consagración se realiza
en el siglo XII. Esta realizada en aparejo algo menos refinado que
el del resto del edificio. Por tanto, todo parece que la torre-campanario
pertenecería a un edificio anterior que, en el siglo XII,
fue sustituido por el actual conservando en el proyecto la torre.
La torre presenta cuatro pisos, todos ellos con vanos
de iluminación, realizándose la separación
entre los niveles por medio de una serie de arquillos ciegos y frisos
de dientes de sierra en la parte superior de la torre. En el nivel
más inferior se abre una ventana sencilla a cada uno de los
lados, mientras que en el resto de niveles del campanario las ventanas
son geminadas (este tipo de vanos son también denominados
bíforos; se trata de una ventana que se compone de dos arcos
idénticos que se unen a través de una pequeña
columna o pilar). El fuste de la columnilla central de éstas
es prismático y se rematan por medio de capiteles mensulados.
Al exterior, el templo presenta la típica decoración
del primer románico catalán, de influencia lombarda,
a base de bandas y arquitos ciegos. El ábside central está
decorado con cuatro lesenas en el centro que dividen el muro en
cinco paños y dos en los extremos del mismo, rematándose
cada uno de los cinco lienzos en arquerías ciegas de dos
arquillos lombardos ultrasemicirculares que se apean en ménsulas
y que están embarcando cada uno de ellos a un vano circular
ciego abocinado (óculo). En la parte superior la decoración
se realiza por medio de un friso a base de dientes de sierra (o
de esquinillas), ornamentación típica de las iglesias
románica del Valle del Boí.
Además, en tres de los cinco de los paños
del ábside central se abre una ventana aspillerada rematada
en arco de medio punto, dejando pasar la luz solamente el vano situado
en el paño central, pues los otros dos quedan cegados debido
posiblemente a la falta de espacio para realizar los frescos que
se localizan en el interior del templo. Además, es este el
único vano, más alargado, el que está bien
centrado en su lienzo. Por su parte, los dos ábsides laterales,
si bien siguen los mismos criterios que el central en cuanto a la
decoración, presentan una diferencia con éste, y es
que sólo presentan una ventana en cada uno de sus muros,
descentrada en el lienzo, y aumentando el número de arquillos
entre lesenas a tres.
Conviene señalar también que estas partes
del templo presentan una diferencia con respecto al material de
fabricación, ya que los arquillos ciegos y los arcos de las
ventanas están realizados en piedra volcánica toba.
Al interior, debido a las grandes reformas que hemos
señalado que sufrió el edificio sobre todo en el siglo
XVIII, no conservamos el aspecto original del mismo. Los tres ábsides
están cubiertos mediante bóvedas de cuarto de esfera.
Si bien el central presenta una diferencia con el resto al estar
precedido de un tramo recto, dividido en dos pequeños cuerpos
que se delimitan por dos arcos de medio punto, cubierto por una
bóveda de medio cañón. El resto del templo
se cubre con techumbres de madera a doble vertiente con tejado de
pizarra, ya que estamos ante una iglesia pirenaica que sufre de
un clima duro.
Las pinturas
Pero, sin duda, lo que más destaca en el interior
de este edificio son las extraordinarias pinturas murales en fresco
que se encontraban decorando sus muros. Los originales de las mismas
se localizan actualmente en el Museo de Arte Nacional de Cataluña,
conservándose in situ en el templo actualmente reproducciones
de algunas de las pinturas más representativas. Pasamos a
continuación a comentarlas en detalle.
Como hemos señalado, el templo, al igual que
el de Sant Climent, estaba decorado con extraordinarias pinturas
murales realizadas en fresco. Tal es su excelencia que algunos estudiosos
las consideran como una de las "Capilla Sixtina" del arte
románico. En 1907, la denominada Misión Arqueológica-jurídica
a la raya de Aragón, del Instituto Catalán, visitó
esta iglesia dentro de su plan de proteger el patrimonio artístico
catalán. Tras algunos años, este equipo, entre los
que se encontraba Josep Puig i Cadafalch, decidió despegar
las pinturas, siendo levantadas entre 1919 y 1923 de los muros del
templo para llevarlas al Museo Nacional de Arte de Cataluña,
donde actualmente se encuentran. Esta medida se llevó a cabo
ante el peligro que corrían los frescos de ser vendidos,
teniéndose constancia de que uno de los frescos, con una
representación de María, se conserva desde el año
1935 en el Museo Fogg Art de la Universidad de Harvard (Estados
Unidos).
No se sabe la cronología exacta de realización
de las pinturas, si bien son contemporáneas a las de Sant
Climent (las de Sant Climent, estilísticamente no pueden
ser atribuidas a ese maestro, por lo que serían obra de otro
autor distinto al de las de Santa María), y parece que trabajarían
en torno a 1123, cuando se consagran ambas. En cuanto a la autoría
de las pinturas de Santa María, los investigadores están
de acuerdo en atribuirlas a dos maestros diferentes, que trabajarían
contemporáneamente: el denominado Maestro de Santa María
y el Maestro del Juicio Final. Las pinturas del templo están
todas ellas realizadas empleando la técnica del fresco (que
consiste en pintar sobre una capa de estuco húmeda mediante
pigmentos minerales) y presentan una clara influencia bizantina.
Las pinturas del ábside
Las que más destacan, y que sin duda son las
más conocidas, son las que se sitúan en el ábside.
En este fresco se representa a la Maiestas Mariae y la Epifanía,
bajo la cual, enmarcados mediante arcos, se representan los apóstoles.
La escena presenta a la Virgen con el Niño sobre sus rodillas,
uno de los más habituales de la iconografía románica,
que proviene de la iconografía bizantina en su derivación
de la Virgen Kiritissa. Se trata de la virgen María representada
como trono de su hijo Jesús, envueltos ambos en una mandorla
(un marco en forma oval o de almendra) asimétrica. Así,
Cristo presenta en su mano izquierda el pergamino de la Ley, mientras
que con la mano derecha realiza la señal de bendición.
A ambos lados se sitúan los tres Reyes Magos,
Melchor a la derecha, Gaspar y Baltasar a la izquierda, los cuales
están realizando la entrega de ofrendas (es el episodio de
la Epifanía) con las manos veladas a modo de señal
de respeto hacia el hijo de Dios. En el centro de la bóveda
de esta zona del templo, se muestra el Agnus Dei (la representación
del Cordero de Dios). Sobre la escena se presentan las dos estrellas,
siguiendo de esta manera el relato evangélico.
En este fresco de Santa María de Taüll
se pueden apreciar las características principales de la
pintura románica. Así, se observa el empleo de la
perspectiva jerárquica (mayor tamaño en función
de la importancia del personaje), siendo representados los Reyes
Magos a un tamaño inferior que el de la Virgen con el niño,
la cual aparece desproporcionada en tamaño con el objetivo
de destacar su importancia con respecto al resto de personajes,
que son secundarios en la escena.
Los colores son planos y vivos (gracias a la técnica
del fresco, que permite obtener colores muy brillantes), destacando
el empleo del rojo y el azul. Se marcan además los contornos
de las figuras en un trazo grueso en negro, y los campos cromáticos
también se delimitan. Se aprecia, sin embargo, una novedad
técnica con respecto a la pintura románica del momento
y es que si bien no hay empleo de recursos lumínicos, en
los pliegues de los vestidos de los personajes y en algunas partes
de manos y caras se observa un ligero intento de efecto de claroscuro.
Por otra parte, las figuras son frontales e hieráticas, sin
expresión, movimiento ni volumen, característica típica
de la pintura románica de clara influencia bizantina y que
pretende recalcar la idea de divino de los personajes, que están
alejados del mundo de aquellos que están observándoles.
En un registro inferior, en el tramo recto que precede
al ábside, bajo una galería de arcos, en el intradós
del arco triunfal mayor, se representan a los cuatro evangelistas:
San Pedro, San Pablo, San Andrés y San Juan. Cada uno de
ellos porta sus atributos característicos: las llaves, el
libro, la cruz y el libro, respectivamente. Acompañando a
estos personajes, varios ángeles y arcángeles. Los
apósteles son organizados en el fresco utilizando el recurso
de la arquería simulada (arquitectura pintada). Para separar
la zona con el fresco de la Maiestas Mariae-Epifanía y la
de los evangelistas, se pinta una cinta con un motivo geométrico
de zig-zag. Bajo estos dos niveles de frescos, encontramos un tercer
registro en el que se representan escudos de forma circular (clípeos)
asociados a un bestiario fantástico. El nivel más
inferior está compuesto por la representación de una
serie de cortinajes.
Los fondos de todo el conjunto pictórico, al
igual que los episodios principales, presentan vivos colores, y
están realizados a base de bandas horizontales que recuerdan
a las ilustraciones de los beatos mozárabes, contemporáneos
en cronología.
Otras pinturas (atribuidas
a un segundo maestro)
Si bien los frescos de la zona del ábside son
los más importantes, por su majestuosidad y su calidad, en
el resto del templo también podemos encontrar pinturas. Éstas,
según los investigadores no son de la misma autoría
que las del ábside, sino de un segundo maestro al que la
bibliografía denomina Maestro del Juicio Final, y presentan
una calidad técnica inferior. La escena que más destaca
es la del Juicio Final, de la que si bien el centro ha desaparecido
se pueden apreciar varios fragmentos: en la parte superior observamos
un grupo de hombres que caminan hacia Cristo, si bien éste
último ha desparecido. También se observa en el nivel
inferior a San Miguel, que aparece a la izquierda pesando las almas.
También encontramos restos pictóricos en el muro sur
del templo, aunque peor conservados, destacando en esa zona la escena
de David matando a Goliat.
Conclusión
Aunque las pinturas de Santa María de
Taüll no presentan la grandiosidad de las de su vecina Sant
Climent, son un ejemplo extraordinario de pintura románica,
sobre todo las pinturas situadas en el ábside del templo.
Así, si bien los originales de éstas no se localizan
actualmente en el edificio, la iglesia es de visita obligada, tanto
por su localización como por tratarse de uno de los mejores
ejemplos del románico catalán.
(Autora del texto del
artículo/colaboradora de ARTEGUIAS:
Leticia Tobalina)